Fuente: Bloghemia
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https://www.bloghemia.com/2025/04/giorgio-agamben-los-bancos-son-la-nueva.html
Giorgio Agamben es uno de los mayores
filósofos vivos. Amigo de Pasolini y de Heidegger, Giorgio Agamben fue definido
por Times y por Le Monde como una de las diez cabezas pensantes más importantes
del mundo. Según él, “el nuevo orden del poder mundial se funda sobre un modelo
de gobernabilidad que se define como democrático, pero que nada tiene que ver
con lo que este término significaba en Atenas“. Así, “la tarea que nos espera
consiste en pensar integralmente, del principio al fn, aquello que hasta ahora
habíamos definido con la expresión, poco clara en si misma de, “vida política”,
afirma Agamben.
El gobierno Monti invoca la crisis y
el estado de necesidad, y parece ser la única salida tanto de la catástrofe
financiera como de las formas indecentes que el poder habia asumido en Italia.
¿ La convocatoria de Monti era la única salida, o podria, al contrario, servir
de pretexto para imponer una seria limitación a las libertades democráticas?
“Crisis” y “economia” actualmente no
son usadas como conceptos, sino como palabras de orden, que sirven para imponer
y para hacer que se acepten medidas y restricciones que las personas no tienen
ningún motivo para aceptar. ”Crisis” hoy en día significa simplemente “vos
debés obedecer!”. Creo que sea evidente para todos que la llamada “crisis” ya
dura decenios y nada más es sino el modo normal como funciona el capitalismo en
nuestro tiempo. Y se trata de un funcionamiento que nada tiene de racional.
Para entender lo que está pasando, es
necesario tomar al pie de la letra la idea de Walter Benjamin, según el cual el
capitalismo es, realmente, una religión, y la más feroz, implacable e
irracional religión que jamás existió, porque no conoce ni redención ni tregua.
Ella celebra un culto ininterrupto cuya liturgia es el trabajo y cuyo objeto es
el dinero. Dios no murió, se tornó Dinero. El Banco – con sus funcionarios grises
y especialistas – asumió el lugar de la Iglesia y de sus sacerdotes y,
gobernando el crédito (incluso el crédito de los Estados, que docilmente
abdicaron de su soberania ), manipula y administra la fe – la escasa, incierta
confianza – que nuestro tiempo todavía trae consigo. Además de eso, al hecho de
que el capitalismo sea hoy una religión, nada lo muestra mejor que el titulo de
un gran diario nacional (italiano) de hace algunos dias atrás: “salvar el euro
a cualquier precio”. Así es, “salvar” es un término religioso, pero ¿qué
significa “a cualquier precio”? ¿Hasta el precio de “sacrificar” vidas humanas?
Sólo en una perspectiva religiosa (o mejor, pseudo-religiosa) pueden ser hechas
afirmaciones tan evidentemente absurdas e inhumanas.
¿La crisis económica que amenaza
llevarse consigo parte de los Estados europeos puede ser vista como condición
de crisis de toda la modernidad?
La crisis atravesada por Europa no es
apenas un problema económico, como les gustaria que fuese vista, sino que es
antes de más nada es una crisis da relación con el pasado. El conocimiento del
pasado es el único camino de acceso al presente. Es buscando comprender al
presente que los seres humanos – por lo menos nosotros, europeos – son
obligados a interrogar al pasado. Yo dije “nosotros, europeos”, pués me parece
que, si admitimos que la palabra “Europa” tenga un sentido, él, como hoy
aparece como evidente, no puede ser ni político, ni religioso y menos todavía
económico, sino tal vez consista en eso, en el hecho de que el hombre europeo –
a diferencia, por ejemplo, de los asiáticos y de los estadounidenses, para
quienes la historia y el pasado tiene un significado completamente diferente –
puede tener acceso a su verdad unicamente a través de una confrontación con el
pasado, unicamente haciendo las cuentas con su historia.
El pasado no es, pués, apenas un
patrimonio de bienes y de tradiciones, de memorias y de saberes, sino también y
sobre todo un componente antropológico esencial del hombre europeo, que sólo
puede tener acceso al presente mirando, de cada vez, a lo que él fue. De ahí
nace la relación especial que los países europeps (Italia, o mejor, Sicilia,
sobre este punto de vista es ejemplar) tiene en relación a sus ciudades, a sus
obras de arte, a su paisaje: no se trata de conservar bienes más o menos
preciosos, mientras sean exteriores y disponibles; se trata, eso si, de la
propia realidad de Europa, de su indisponible supervivencia. En este sentido,
al destruír, con el cemento, con las autopistas y la Alta Velocidad, al paisaje
italiano, los especuladores no nos privam apenas de un bien, sino que destruyen
nuestra propia identidad. La propia expresión “bienes culturales” es
engañadora, pués sugiere que se trata de bienes entre otros bienes, que pueden
ser disfrutados económicamente y tal vez vendidos, como si fuese posible
liquidar y poner en venta a la propia identidad.
Hace muchos años, un filósofo que
también era un alto funcionario de la Europa naciente, Alexandre Kojève,
afirmaba que el homo sapiens habia llegado al fin de su historia y ya no tenía
nada frente a si a no ser dos posibilidades: el acceso a una animalidad
pos-histórica (encarnado por el american way of life) o el esnobismo (encarnado
por los japoneses, que continuaban celebrando sus ceremonias del te, vaciadas,
sin embargo, de cualquier significado historico). Entre una América del Norte
integralmente re-animalizada y un Japón que sólo se mantiene humano al precio
de renunciar a todo contenido histórico, Europa podria ofrecer la alternativa
de una cultura que continua siendo humana y vital, incluso después del fin de
la historia, porque es capaz de confrontarse con su propia historia en su
totalidad y capaz de alcanzar, a partir de esta confrontación, una nueva vida.
Su obra más conocida, Homo Sacer,
pregunta por la relación entre poder político y vida desnuda, y hace evidentes
las dificultades presentes en los dos términos. ¿Cuál es el punto medio posible
entre los dos polos?
Mis investigaciones demostraron que
el poder soberano se fundamenta, desde su origen, en la separación entre vida
desnuda (la vida biológica, que, en Grecia, encontraba su lugar en la casa) y
vida politicamente calificada (que tenía su lugar en la ciudad). La vida
desnuda fue excluída de la política y, al mismo tiempo, fue incluída y capturada
a través de su exclusión. En este sentido, la vida desnuda es el fundamento
negativo del poder. Tal separación alcanza su forma extrema en la biopolítica
moderna, en la cual el cuidado y la decisión sobre la vida desnuda se torna
aquello que está en juego en la política. Lo que pasó en los estados
totalitarios del siglo XX reside en el hecho de que es el poder (también en la
forma de ciencia) que decide, en último análisis, sobre lo que es una vida
humana y sobre lo que ella no es. Contra eso, se trata de pensar en una
política de las formas de vida, a saber, de una vida que nunca sea separable de
su forma, que jamás sea vida desnuda.
El malestar, para usar un eufemismo,
con que el ser humano común se pone frente al mundo de la política ¿tiene que
ver especificamente con la condición italiana o es de algún modo inevitable?
Creo que actualmente estamos frente a
un fenómeno nuevo que va más allá del desencanto y de la desconfianza recíproca
entre los ciudadanos y el poder y tiene que ver con el planeta entero. Lo que
está pasando es una transformación radical de las categorias con que estábamos
acostumbrados a pensar la política. El nuevo orden del poder mundial se funda
sobre un modelo de gobernabilidad que se define como democrático, pero que nada
tiene que ver con lo que este término significaba en Atenas. Y que este modelo
sea, del punto de vista del poder, más económico y funcional está probado por
el hecho de que fue adoptado también por aquellos regímenes que hasta hace
pocos años atrás eran dictaduras. Es más simple manipular a la opinión de las
personas a través de los medios y de la televisión que tener que imponer en
cada oportunidad las propias decisiones con la violencia. Las formas de la
política conocidas por nosotros– el Estado nacional, la soberania, la
participación democrática, los partidos políticos, el derecho internacional –
ya llegaron al fin de su historia. Ellas continúan vivas como formas vacías,
pero la política tiene hoy la forma de una “economia”, a saber, de un gobierno
de las cosas y de los seres humanos. La tarea que nos espera consiste, por lo
tanto, en pensar integralmente, desde el principio al fin, aquello que hasta
ahora habíamos definido con la expresión, ya poco clara en si misma, “vita
política”.
El estado de excepción, que ud.
vinculó al concepto de soberania, hoy en día parece asumir el carácter de
normalidad, pero los ciudadanos quedaron perdidos frente a la incerteza en la
cual viven cotidianamente. ¿Es posoble atenuar esta sensación?
Vivimos hace decenios en un estado de
excepción que se tornó regla, exactamente así como sucede en la economia en que
la crisis se tornó la condición normal. El estado de excepción – que deberia
siempre ser limitado en el tiempo – es, al contrario, el modelo normal de
gobierno, y eso precisamente en los estados que se dicen democráticos. Pocos
saben que las normas introducidas, en materia de seguridad, después del 11 de
setiembre (en Italia ya habían empezado a partir de los años de plomo) son
peores de lo que aquellas que estaban vigentes bajo el facismo. Y los crímenes
contra la humanidad cometidos durante el nazismo fueron posibles exactamente
por el hecho de que Hitler, enseguida después que asumió el poder, proclamó un
estado de excepción que nunca fue revocado. Y con seguridad él no disponía de
las posibilidades de control (datos biométricos, videocámaras, celulares,
tarjetas de crédito) propias de los estados contemporáneos. Se podría afirmar
hoy que el Estado considera a todo ciudadano como un terrorista virtual. Eso no
puede sino empeorar y hacer imposible aquella participación en la política que
deberia definir la democracia. Una ciudad cuyas plazas y cuyas avenidas son
controladas por videocámaras no es más un lugar público: es una prisión.
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