John Maynard Keynes aseguró en 1944 que la creación del FMI solo será
útil para defender en el mundo los intereses de los Estados Unidos y no
mejorará las condiciones de vida de la humanidad. La deuda externa se
materializa como eterna, en el presente ha mutado, hoy es un ejército
financierista de ocupación permanente, operatoria que se desarrolla usurpando
las riquezas de las naciones sin riesgo ni gasto militar, tasa mediante, pero
con idéntica sangría, solo requiere que el encargado de turno, el cipayo
colocado para tomar decisiones soberanas por los intereses globales, abra la
puerta. Los invitamos a leer a un experto en la materia. Arcadi Oliveres,
economista catalán e histórico defensor de los derechos humanos, analiza las
causas del endeudamiento que hoy afecta a millones de personas y relaciona las
desigualdades económicas con la situación de las democracias en el mundo
actual.
“Hay una injusticia que rodea a la
deuda externa”
Por Lucía Maina para La tinta
Fuente:
https://latinta.com.ar/2019/03/hay-una-injusticia-que-rodea-a-la-deuda-externa/
Además de un reconocido defensor de
los derechos humanos, Arcadi Oliveres es doctor en Ciencias Económicas y
profesor de la Universidad de Barcelona, experto en relaciones Norte-Sur,
comercio internacional y deuda externa. Desde 2001 preside la Asociación Justícia
i Pau, donde realiza buena parte de sus actividades en defensa de la paz y la
justicia social. En los últimos años sus palabras, e incluso los números de la
desigualdad que difunde en entrevistas, conferencias y publicaciones, parecen
estar en este mundo para recordarnos que la economía es una ciencia social.
Con sus más de setenta años a cuesta,
sentado en una mesa del Bar Zurich frente a la Plaza Cataluña, el
economista catalán reflexiona sobre las causas estructurales de la deuda
externa y las injusticias que la rodean. Entre las diversas publicaciones y
acciones que hizo a lo largo de su vida en torno al tema, se encuentra la
campaña mundial “Deuda externa, ¿deuda eterna?”, que comenzó simultáneamente en
diversos países a fines de los años ´90, para sensibilizar a la opinión pública
con el objetivo de conseguir la condonación de las deudas impagables de los
países más empobrecidos.
Desde su experiencia en innumerables
movimientos sociales, las luchas estudiantiles contra la dictadura de Franco, el
Foro Social Mundial en Porto Alegre, el movimiento de los indignados 15M,
Arcadi Oliveres reflexiona además sobre las relaciones entre el contexto
económico actual y la crisis que atraviesan las democracias. Pero ni las
sombras del fascismo que hoy acecha en diversos países, ni los datos que repasa
sobre la inédita desigualdad mundial, apagan su calidez humana y su acérrima
defensa de la esperanza.
—¿Cómo analiza las desigualdades
norte-sur en este contexto de globalización? ¿Sigue siendo una posible explicación
a crisis económicas como la que está atravesando Argentina?
—En este momento lo más grave es el
rumbo que ha tomado la economía desde hace treinta años, cuando empezó esta
economía de carácter neoliberal, desregulada, y se entró de lleno en lo que
llamamos el mundo de la globalización. Al final de la Segunda Guerra
Mundial hubo una cierta regulación económica y floreció el estado de bienestar.
Esto se terminó con el triunfo de las doctrinas neoliberales y el hundimiento
de los países socialistas. A partir de este momento empezó un mundo sin ley, en
que lo importante era el sálvese quien pueda, el lucro y el beneficio. Esto fue
invadiendo todo el mundo, agravado por el desarrollo de la informática, y las
bolsas empezaron a tomar una gran autonomía y el predominio en el mundo
económico. Ya no se trata de economía sino de finanzas, que son
fundamentalmente de carácter especulativo. Por tanto la especulación, por un
lado, y la no regulación de la economía, por otro, ha significado un desplazamiento
económico de los más ricos hacia arriba y los más pobres hacia abajo, que se ha
estabilizado. Eso lleva a datos espeluznantes: el último de la ONG Oxfam
nos habla de que el 8% de la humanidad detenta el 86% de los recursos
mundiales. Además, en relación a los países del sur, en algunos se ha producido
crecimiento y en otros decrecimientos, generando diferencias cada vez mayores
entre el 20 por ciento más rico y el 20 por ciento más pobre. De cara a este 20
por ciento de abajo la situación es cada vez peor: está acomodándose a una
deuda externa impagable, y no solo en los países más pobres - lo saben en
Argentina, lo sabemos nosotros -, y a una serie de relaciones comerciales que
empobrecen cada día a muchos países, afectadas por empresas transnacionales que
también van generando beneficios al norte, normalmente en paraísos fiscales.
Por tanto, hay desequilibrio tanto entre toda la población mundial como entre
el norte y el sur.
—Usted ha planteado en varias
ocasiones que se debe cancelar la deuda externa con el tercer mundo ¿Cuáles son
los fundamentos de este planteo?
—Las deudas iniciales tienen muy poco
que ver con las deudas actuales porque se han añadido enormes cantidades de
intereses suplementarios. De una deuda inicial de 100 se acaban pagando 4000, porque
la deuda no se puede pagar y entonces los intereses devengados se añaden al
capital inicial que se va incrementando, se van generando todavía más intereses
y al final la situación se hace impagable. Además, la deuda está a veces en
manos de organismos internacionales, a veces en manos de estados del norte, y
muchas veces también en manos de instituciones financieras especuladoras, que
no permiten ningún tipo de cancelación de la deuda.
Hace algunos años hicimos una campaña
de cancelación de la deuda: la deuda es injusta y no debe ser pagada. Es
injusta por intereses abusivos, porque es fruto de relaciones empresariales y
comerciales injustas, por ejemplo de multinacionales que reciclan hacia sus
países de origen los beneficios de sus actividades. Y es injusta, hay que
reconocerlo, porque en muchos países ha habido una enorme corrupción por parte
de clases dirigentes que ha evadido capitales y que dificulta el pago. Por
tanto, hay una injusticia que rodea a esta deuda y frente a la injusticia la
única respuesta es el no pago. Naturalmente los mercados financieros
internacionales se oponen a esto y es muy difícil para un país salir, a no ser
que hubiera un acuerdo más o menos generalizado, pero la institución que
debería dar respuesta a esto, que se llama Fondo Monetario Internacional, es
absolutamente impresentable.
No lo digo yo, en el año 1944 un
personaje dijo: “La creación del FMI solo será útil para defender en el mundo
los intereses de los Estados Unidos y no mejorará las condiciones de vida”.
Esta persona se llamaba John Maynard Keynes. De manera que quien tendría que
resolver este tema no está dispuesto a hacerlo.
—En el libro “¿Quién debe a quién?”
reflexiona, junto a Joan Martínez Alier, sobre las relaciones entre deuda
externa y ecología ¿Cómo se relaciona esta deuda con la cuestión medio
ambiental?
—Lo países del norte somos
responsables de dos tipos de actuaciones: por un lado, en los países del sur
nuestras empresas han ido a obtener beneficios que han quedado aquí. Pero, por
otro lado, somos también deudores morales por el daño que hemos hecho a estos
países, por ejemplo depositando allí nuestros residuos constantemente, por
ejemplo expoliándoles las materias primas y pagándolas a precios de saldo, por
ejemplo acudiendo con nuestras industrias de contaminación. Por tanto,
éticamente estamos en deuda por el daño que hemos hecho, y cuanto más atrás
vayamos, hasta 1492, mayor puede ser esta deuda moral.
—Como economista y también como
defensor de los derechos humanos, ¿cómo analiza este momento de auge del
fascismo tanto en América como en Europa?
—Diría que hay un error de
interpretación. Hay una crisis de la cual no se ha salido, que ha
perjudicado a muchísima gente y naturalmente las clases perjudicadas sienten un
malestar y buscan alternativas. Y resulta que les ofrecen una falsa
alternativa, la alternativa del sálvese quien pueda, que quiere decir sálvese
usted, cierre sus fronteras, no deje entrar a inmigrantes y refugiados y a
partir de ahí usted vivirá bien. En lugar de decir: ¿por qué usted está
mal? Por una crisis generada por este capitalismo neoliberal, con la cual se ha
perjudicado usted, pero también otros muchos que quieren venir aquí, y en lugar
de oponer a esos muchos hay que ocuparse de los de arriba, de este ocho por
ciento que se acaba enriqueciendo. Pero la gente tiene una interpretación
errónea porque aquellos que se encargan de darle pie a esa interpretación, los
grandes medios de comunicación, están en manos poderosísimas y muy concentradas
que pretenden que esto no se sepa e intentan difundir falsas verdades. Y la
gente, en primer lugar, tiene a veces formación deficiente y en segundo lugar
es muy acomodaticia, prefiere sentarse frente al televisor a ver imbecilidades
y a partir de aquí crearse una mentalidad equivoca que les lleva aquí, o en
Argentina, o en Brasil ahora, a estas candidaturas de carácter populista.
—Lo preocupante también es que esto
se da en el marco de elecciones supuestamente democráticas. ¿Qué está pasando
con el valor de los derechos humanos y la democracia hoy?
—Yo me pregunto si lo que llamamos
democracias lo son. Y he llegado a la conclusión, hace tiempo, de que en España
la democracia ha dejado de existir. Entre el poder judicial, el poder ejecutivo
y el poder económico, las libertades están completamente olvidadas. En el caso
de Cataluña, un pueblo que quiere expresar sus opiniones las ve limitadas: las
grandes sociedades cambian de domicilio, los bancos retiran los fondos, el
poder judicial juzga a los diputados legítimamente elegidos, ¿a eso se llama
democracia? Ni hablar. Y tengo la impresión de que esto está sucediendo en
muchos países.
El caso del que más puedo hablar a
distancia es Brasil, donde personas dignas como Lula da Silva y Dilma
Rousseff son separadas del poder para que un fascista gane una elección,
desprestigiándolos con pequeños delitos y manipulando. Por tanto, hablar de
democracia ahora es una vergüenza. Evidentemente, aspectos formales de la
democracia existen, podemos ejercer el derecho del voto de vez en cuando, pero
¿a quién está sometido el poder? A otros poderes superiores.
—Desde su experiencia en diferentes
movimientos y organizaciones a lo largo de distintas épocas, ¿cómo analiza el
lugar de los movimientos sociales hoy? ¿Cuál es su rol en este contexto de
creciente fascismo y mayor desigualdad?
—Tienen el rol de cambiar el sistema
político y económico, porque el cambio se da en una pequeña superestructura
pero lo básico es que se produzca allí. Un ejemplo: nosotros ahora hacemos
aquí, en un barrio de Barcelona, por sexta vez una feria de la economía social,
solidaria, cooperativa, ecológica. Más de 50 mil personas se juntan allí
construyendo un modelo económico diferente, antiespeculativo, en contra de la
explotación laboral, que salvaguarde el ambiente, etc. Y esto no es de ahora:
hay gente que lleva cuarenta años diciendo que esta economía del lucro no nos
sirve. Esto demuestra que la sociedad civil puede construir cosas, y después es
la ley y la acción política la que acaba consagrando o no estas ventajas. Aquí
en Cataluña tenemos un fortísimo movimiento pacifista hace ya muchos años, y se
creó un movimiento de los llamados objetores de conciencia, que no querían ir
al servicio militar. Primero fueron a la cárcel, después solamente fueron
multados, después a algunos se les permitió y al final más de la mitad de la
gente que tenía que ir al servicio militar se negó a ir, y entonces el gobierno
tuvo que abolirlo. Los movimientos sociales tienen estas marchas y al final la
superestructura tiene que cambiar. En todos los terrenos. Otro ejemplo: la
policía en las manifestaciones suele reprimir con balas de goma, y aquí en
Cataluña hemos conseguido que los Mozos de Escuadra –la policía catalana –
tengan prohibido el uso de las balas de goma. Este es para mí el papel de
los movimientos sociales: trabajar en peticiones concretas que al final la
estructura política consagre.
—Se realizó un documental sobre su
vida titulado “Nunca es tan oscuro como antes de salir el sol”, ¿Qué implica
esta frase para usted? ¿Qué sentido cobra en estos tiempos?
—Es un proverbio chino. Tiene que ver
con que no tenemos derecho a perder la esperanza. En la actualidad vivimos en
un mundo que nunca ha tenido las condiciones que tiene ahora para que la gente
viva bien: tenemos conocimientos científicos, sistemas sanitarios, métodos de
transporte, elementos de comunicación, tenemos de todo para que todo el mundo
pudiera vivir dignamente. El hambre existe porque unos se abusan, no porque
falte producción, el agua lo mismo. Antes, si había una mala cosecha estabas
obligado a morirte o a ir a robar la cosecha al vecino de al lado. Ahora, si te
organizas bien, hay cosecha para todos. De manera que si utilizáramos bien los
conocimientos y recursos de los que disponemos, sin abusar de ellos, toda la
población mundial podría vivir debidamente. Pero como esto está en manos de ese
ocho por ciento egoísta que se quiere quedar con más del ochenta por ciento de
todos los recursos, convencen a los demás de que esto es bueno, los demás se lo
creen y votan a los populistas y fascistas, y al final éstos tienen el poder en
la mano para seguir disfrutándolo.
Para mí lo más importante, y a lo que
creo que he dedicado toda mi vida, es a despertar conciencia, lo he hecho en la
facultad, en escritos, conferencias: si nos despertamos todos, al final saldrá
el sol.
buen artículo, pero mepa que lo más productivo sería generalizar la conciencia de que no se debe pagar ésta deuda con el fmi, dado que lo que se aprobó en el senado fue un dnu donde no constaba cuánto iba a ser el préstamo ni cómo se pagaría. el préstamo es ilegal y no debemos pagarlo!
ResponderEliminarAbsolutamente. Cada reconocimiento de los continuos endeudamientos llevados a cabo por los gobiernos neoliberales fueron una agachada a favor de los sectores concentrados de la econonía para licuar sus pasivos y en contra del pueblo profundo, el cual cada vez queda más empobrecido y con la deuda a cuestas. Y esta responsabilidad les cabe a todos aquellos gobierno populares que traicionaron el mandato de sus votantes. Nunca debemos olvidar que en el año 2002 el senado derogó la ley de subversión económica, instancia que no solo hubiera penalizado a los funcionarios económicos financieros de los noventa y de la alianza, muchos de ellos partícipes de los gobiernos de Macri y del actual, sino además hubiera impedido reiterar la fórmula. Recuerdo que dos de los senadores que por entonces estuvieron en contra de esa nefasta derogación fueron Rául Alfonsín y Cristina Fernández con dos discursos brillantes. Maqueda desempató a favor de la derogación de la mano de Duhalde y del FMI ganándose de ese modo el cargo dentro de la Corte Suprema. Una pena que luego el kirchnerismo, sin el peso del FMI encima, no aprovechara sus mayorías parlamentarias para reinstalarla. También recuerdo que Grinspun lo intentó y fue eyectado rápidamente. Ya más recientemente lo de Alberto-Guzman no tiene calificativo.
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