Fuente: El Viejo Topo
Link de Origen:
https://www.elviejotopo.com/topoexpress/sobre-el-estado-profundo/
Oímos cada vez más hablar del
Estado profundo, y yo mismo utilizo a menudo esta expresión. Se utiliza
generalmente para designar una característica típica del sistema
estadounidense, pero –aunque es aquí más que en ningún otro lugar donde se
puede hablar razonablemente de ello– en realidad no es una realidad limitada a los states,
Recientemente escribí un texto en el que, por ejemplo, hablé de un Estado
profundo europeo.
Aunque parezca extraño, el término
tiene su origen en Turquía; Fue el ex primer ministro de izquierda Mustafa
Bülent Ecevit quien acuñó la expresión (en turco, derin devlet),
refiriéndose a la red de poder secular-militar que se había formado alrededor
de Kemal Ataturk y que luego sobrevivió a su muerte.
Sin embargo, la definición
actual de lo que es el Estado profundo no es unívoca. Según Wikipedia
[1], «a nivel político se entiende como el conjunto de aquellos
organismos, legales o no, que gracias a sus poderes económicos o militares o
estratégicos influyen en la agenda de objetivos públicos, de forma secreta y al
margen de las estrategias políticas de los estados del mundo, lejos de los ojos
de la opinión pública. También llamado “Estado dentro del Estado”, está formado
por lobbies y redes de poder ocultos, secretos, encubiertos, capaces de actuar
incluso contra instituciones públicas conocidas”.
En mi opinión, sin embargo, esta
definición corre el riesgo de ser engañosa, sobre todo en referencia a su
situación por excelencia, es decir, Estados Unidos.
La imagen resultante, de hecho, se
parece mucho a la que conocemos bien de los servicios desviados (con referencia
a los numerosos episodios en los que los servicios secretos italianos actuaron
fuera y en contra de lo que era la línea política oficial del
Estado). Una imagen que tiende a separar y contrastar –precisamente– el Estado
profundo y el Estado oficial. Este tipo de interpretación, sin embargo,
tiene dos grandes defectos: el primero, el más evidente, es precisamente el de
hacer una distinción entre estos dos niveles, presentándolos como
separados e incluso posiblemente conflictivos; la segunda es presentar el Estado
profundo como un Estado y como algo oculto. Ambas cosas no son ciertas
Comencemos diciendo que todos los
elementos que componen el Estado profundo –y veremos cuáles son más
adelante– tienen visibilidad pública. Puede que no aparezcan en todos los
programas de noticias, pero son personas y organizaciones conocidas que
expresan públicamente sus ideas y orientaciones. Por supuesto, por ejemplo, el
público en general no lee los cientos de páginas de informes producidos
por los centros de estudios, pero aun así, están fácilmente disponibles. Y
lo más importante es que no estamos ante un Estado dentro de un Estado. La
representación como estado implica que estamos en presencia de un organismo que
tiene su propia estructura muy precisa y, sobre todo, una línea de mando
precisa. Lo cual no es así.
Esbocemos, pues, un retrato de
lo que es realmente el Estado profundo, refiriéndonos siempre al Estado
estadounidense.
La imagen más cercana que podemos
tomar de Internet, podríamos de hecho describirla como una red, es decir,
una red formada por nodos conectados entre sí de diversas maneras, y
que tienen en común el hecho de tener algún tipo de poder. En este sentido
también podríamos hablar de una comunidad. Obviamente dentro de la red –aunque
hablemos de una estructura horizontal, reticular– hay nodos que
tienen un peso mayor y otros que lo tienen menor, pero en todo caso pueden
influenciarse entre sí, y no necesariamente de forma vertical, de arriba
hacia abajo.
Sin embargo, para entender la
naturaleza y la composición del Estado profundo es necesario dar un
paso atrás.
Para una gran potencia imperial,
que obtiene la mayor parte de su riqueza (y por tanto de su poder) no de su
propia capacidad productiva sino de su capacidad depredadora hacia los demás,
el mantenimiento de su imperio, de su hegemonía, es fundamentalmente una
cuestión de estrategias a largo plazo. Cuando la estructura formal del
Estado imperial tiene una forma democrática, y por tanto está sujeta
a la rotación de las clases dominantes, se hace necesario que exista una columna
vertebral capaz de garantizar la continuidad, independientemente de los
cambios electorales. En resumen, lo que se necesita es un conjunto de elementos
que no estén sujetos al sistema de spoiling, ni a la validación electoral.
Este grupo es, en cierto sentido, el núcleo del Estado profundo, alrededor
del cual se congregan otras fuerzas, a menudo mucho más poderosas. Es en este humus donde
se elaboran las estrategias de mediano y largo plazo, donde se las vuelve a
discutir y donde –en última instancia– no sólo se delinean las líneas de
acción imperiales, sino que también se identifican las clases dominantes a
las que se debe confiar la tarea de vez en cuando
Todo esto, en lo que respecta a
Estados Unidos, en un contexto en el que la participación democrática es
bastante relativa, donde la opinión pública es más fácilmente manipulable que
en otros lugares y donde, por tanto, el poder oligárquico es muy fuerte, aunque
ceda voluntariamente el escenario a otros.
Cuando hablamos de Estados
profundos, por tanto, nos referimos a una serie de organismos y/o individuos
que, por diferentes razones, tienen poder efectivo, pero no necesariamente la
misma visión de cuáles son las mejores estrategias, o las mejores clases
dirigentes. En resumen, no es un monolito. Por el contrario, la dinámica
interna de la red tiende a ser cambiante e incluso vivaz, y los
resultados finales son siempre producto de las relaciones de poder que se
determinan y que alcanzan un punto de equilibrio entre diferentes intereses y
pulsiones ideológicas.
Podemos pues, para empezar, incluir
en la red a aquel grupo de funcionarios públicos que garantizan la
continuidad del aparato estatal federal, y que pueden facilitar o dificultar la
acción del gobierno. Siguiendo en la esfera pública, podemos añadir la
estructura del Pentágono y la amplia comunidad de agencias de
seguridad. Todas las organizaciones en las que la rotación debido al deterioro
del sistema generalmente se produce solo en los puestos superiores,
mientras que el grueso de la máquina permanece inalterado.
A continuación, encontramos todo el
mundo del infoentretenimiento, desde los medios tradicionales hasta Hollywood,
pasando por las grandes redes sociales, etc., todos ellos elementos
fundamentales para el control de la opinión pública. El mundo académico,
especialmente el de la Ivy League (Brown University, Columbia
University, Cornell University, Dartmouth College, Harvard University,
University of Pennsylvania, Princeton University, Yale University), y el mundo
científico y los centros de investigación.
Y luego, por supuesto, el mundo
económico, tanto el industrial como el financiero. En una posición aparentemente
secundaria se encuentra una red de think tanks, financiados por
diversos actores, que se ocupan del análisis y desarrollo estratégico,
influyendo a su vez en las decisiones de los nodos más importantes.
Todo esto, no hace falta decirlo, es un esquema muy resumido de la composición
del Estado profundo.
El grupo de estos sujetos, cada uno
portador de sus intereses específicos, está unido –como se ha dicho– por el
hecho de tener alguna forma de poder, por no estar sujetos a una rotación
frecuente como las clases políticas dominantes y –en cierto sentido- por tener
un interés común en defender y fortalecer ese poder imperial en el
que prosperan.
Como se puede imaginar fácilmente, la
extensión y relevancia política del Estado profundo es mayor cuanto
mayor e importante sea la dimensión en la que opera (como lo sugiere el hecho
de que la expresión nació en Turquía). Por el contrario, cuanto menor es la
dimensión en la que opera, y sobre todo menos relevante, menor es la
importancia del Estado profundo (cuyos elementos, como es evidente,
están presentes en toda sociedad estatal), hasta el punto de estar
completamente ausente. Por ejemplo, si bien en Italia existen poderes de facto,
distintos de los constitucionales, estos nunca se han coagulado en una forma
similar a la examinada hasta ahora.
En conclusión, y volviendo a uno de
los puntos iniciales, el hecho de que la expresión Estado profundo sea
engañosa en muchos sentidos plantea ciertamente un problema, ya que su uso
corre el riesgo de generar equívocos, el más clásico de los cuales es
precisamente el de imaginar dos Estados, uno oculto y otro público, en el que
el primero opera al margen de la ley y contra el segundo. Como hemos visto
–para quienes obviamente comparten esta lectura del fenómeno– en realidad lo
que llamamos Estado profundo no sólo no es un Estado en sí mismo
(mucho menos oculto), sino que está parcialmente compuesto por pedazos del
Estado oficial. Piezas que, conviene dejar claro, no son infieles al
estado público (en cierto modo, incluso se podría decir que lo son más, en
comparación con la clase política que va y viene). En términos simples, se
podría decir que, desde su punto de vista, los elementos que conforman el Estado
profundo piensan y actúan de acuerdo con una visión que, en términos temporales, trasciende la
de las clases políticas dominantes pro tempore.
A la luz de estas consideraciones, he
llegado a la conclusión de que, para evitar en la medida de lo posible los
malentendidos mencionados, de ahora en adelante –y a mi muy pequeña manera–
utilizaré más bien la expresión poder profundo, esperando no generar yo
mismo confusión.
Notas
Véase “Estado profundo”en Wikipedia
Fuente: Metis
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