Revista Nos Disparan desde el Campanario Año V ROQUE FERRÁN: ANÁLISIS PSICOLÓGICO DEL FASCISTA COMO PERSONAJE CONCEPTUAL por… José Luis Prieto
Por si quedan dudas del fascismo del susodicho y de su aparato, Roque
Farrán incluye en su postulado, y a partir de conceptos de las ciencias
sociales esta detallada caracterización del fenómeno. Y si, muchachada
libertaria. Están siendo cómplices.
Los invito a compartir el texto…
¿Por qué en determinadas épocas de la
humanidad se asume la necesidad del mal como si fuese una respuesta
inteligente? Lo que se me hace difícil de soportar es la estupidez inherente a
esa respuesta y la suposición de saber que conlleva. Si el mal fuese
inteligente no tendría ningún problema en asumir su necesidad, el problema que
tengo es que la maldad siempre me ha parecido demasiado estúpida, limitada,
mediocre. La maldad empieza por destruir y termina autodestruyéndose, no tiene
una potencia real. Desde una ontología pulsional, basada en los descubrimientos
freudianos, podremos encontrar algunos hilos que nos orientan. La sociedad, sin
dudas, debe ser pensada desde los afectos, pero también debemos entender lo que
está en juego en la recurrencia de una problemática común.
Hay un extendido debate en torno a
cómo calificar a las nuevas derechas o ultraderechas, debate que incluye, por
supuesto, la puesta en duda de su novedad. En todo caso, más acá de las
complicaciones nominales y sus diversas caracterizaciones históricas,
continuidades y discontinuidades conceptuales, el pensamiento filosófico
materialista procede atendiendo a la singularidad como modulación práctica de
ciertas figuras transhistóricas, invariantes o constantes genéricas. Para no
caer en la figura del tipo ideal sociológico, no obstante, trama sus personajes
conceptuales en relación a diversos componentes y materiales actuales
articulados en un plano de inmanencia o problemática más vasta que es necesario
reconstruir. Dicha tarea no es neutral o aséptica, nos implica en la lectura
retroactiva de diversas tradiciones, luchas y debates.
Así como Badiou reconstruyó la figura
del revolucionario de Estado a partir de cuatro invariantes
subjetivas reconocibles en distintos períodos históricos y regímenes políticos
(voluntad, confianza, igualdad, terror), resulta necesario reconstruir ahora la
figura transhistórica del fascista como ethos o estilo de
interpelación subjetiva. No se trata de una caracterización sociológica o
teórico-política que agrupe individuos empíricos, sino de una construcción
conceptual. Por supuesto que tanto Badiou, como Deleuze y Guattari, nos brindaron
algunos elementos imprescindibles para entender filosóficamente el fascismo,
pero tenemos que actualizarlos a la luz de lo que nos sucede en el presente.
En primer lugar, el fascista siempre
se pone del lado de los más poderosos, sean Estados o corporaciones. Es algo
que se puede ver tanto en los fascismos totalitarios tradicionales, claramente
apoyados en el conjunto de la estructura estatal, como en los actuales
libertarios que pueden rechazar el papel de modesto organizador social del
Estado local, pero fortalecen los aparatos represivos y enaltecen Estados
belicistas fuertes como EEUU o Israel a los cuales se subordinan
incondicionalmente; también ofrecen todas las ventajas económicas y legales
posibles a las corporaciones multinacionales (fondos de inversión, etc.) y los
empresarios poderosos como Elon Musk, mientras dejan que se hundan pequeñas y
medianas empresas.
En segundo lugar, como correlato de
lo anterior, el fascista detesta a los más vulnerables, sean minorías sociales
o sujetos subordinados en las relaciones de poder imperantes: trabajadores,
migrantes, mujeres, niños, ancianos, personas con capacidades diferentes, etc.
La diferencia del fascismo actual con el anterior es que no necesita postular
un solo enemigo a destruir, sino que, acorde a la multiplicidad inherente a las
sociedades contemporáneas, enfoca diversos enemigos y restaura jerarquías; la
destrucción pasa entonces por el uso de los mecanismos y dispositivos:
hostigamiento en redes, medios de comunicación, desfinanciamiento estatal,
además de los clásicos servicios de inteligencia.
En tercer lugar, toma primacía la
batalla cultural, como el aspecto subjetivo y afectivo de su interpelación
ideológica. Si bien los medios y modos actuales se apoyan fuertemente en la
tecnología digital y su multiplicación algorítmica, resulta reconocible como
una invariante transhistórica el carácter moralizante agresivo y vituperante de
los sacerdotes, predicadores y religiosos de todos los tiempos, con el lenguaje
mesiánico del castigo divino y la renuncia al goce en función de promesas
futuras, inmune a toda refutación, argumentación racional o simple invocación a
la sensibilidad y consideración del otro.
En cuarto lugar, hay que admitir que
este fanatismo acendrado por todos los medios, prendido de las peores pulsiones
de la sociedad y exacerbando al máximo el malestar en la cultura, sólo puede
encontrar como vía de resolución la autodestrucción. Su potencia impotente le
viene justamente de ese jugar al borde y desborde permanentes. Ninguna réplica
en espejo ni llamado a la razonabilidad argumental pueden tener efectos allí,
si no entendemos cuál es nuestra implicación en el desorden que ha producido
este síntoma tan peligroso para la existencia del conjunto. Devenir causa
adecuada de lo que nos afecta resulta crucial; no es hora de reproches o
culpabilizaciones, sino de acción concertada.
Si la sociedad está atravesada por
pulsiones autodestructivas, conservadoras y eróticas, tenemos que apelar a
tramar con suma delicadeza y a la vez con firmeza todos los dispositivos
comunicacionales, culturales y formativos que apelan a la fuerza del deseo y
de Eros como respuesta al llamado de aniquilamiento y autodestrucción
que enciende siempre a los ánimos fascistas. Contrarrestar por todos los medios
posibles las alegrías del odio y el regocijo de la crueldad, no con
amonestaciones y recriminaciones, sino con verdaderos actos de amor,
perseverancia en el ser y composición virtuosa. Tenemos que ser implacables en
esta hora.
Propongo dos puntos de confrontación
clave para salir de esta lamentable situación en la que pareciera que nadie
piensa lo que nos sucede. (1) A la inteligencia artificial debemos oponerle una
inteligencia material que hace cuerpo los saberes. (2) A la invocación de las
fuerzas del cielo, oponerle el entramado de fuerzas inmanentes realmente
existentes. Para hacerlo necesitamos exceder todas las grillas dicotómicas,
incluida la clásica derecha/izquierda, y pensar una ontología pulsional que nos
permita orientarnos afectivamente en el presente. Se trata de asumir tendencias
impuras, pero rigurosamente entrelazadas.
Pensar las pulsiones como tendencias
ineluctables que nos atraviesan y exceden, no como instintos naturales. La
pulsión erótica tiende a componer, la pulsión tanática a descomponer,
el conatus a preservar. Si solo existiera una de ellas no sería
posible la vida tal como la conocemos: si solo hubiese tendencia a la
composición, suma o multiplicación, no sería posible hacer lugar o espacio para
lo nuevo, todo se saturaría y volvería cada vez más inhabitable; si solo
hubiese tendencia a la descomposición, retorno a lo inorgánico o estabilidad
absoluta, el universo se congelaría y sería igualmente inhabitable; si solo
hubiese perseverancia en el ser, cada ente estaría chocando con otros,
disputando espacios y oportunidades, pero no serían posibles la destrucción ni
la composición.
¿Cómo se entrelazan estas pulsiones?
El conatus requiere asistencia tanto de Eros como
de Thánatos: no hay perseverancia en el ser si no se destruye lo que se contrapone
a ello y si no se compone con lo que aumenta la potencia de actuar. Pero
también Eros necesita que haya perseverancias que componer y
destrucciones que liberen nuevos componentes. Por
último, Thánatos exige composiciones a las cuales descomponer y
persistencias a las que acabar definitivamente.
En el medio, nosotros, inventando
dispositivos o medios que privilegian unas por sobre otras, que agudizan o
cronifican tendencias. Podemos explicar la estupidez humana o la banalidad del
mal cuando una pulsión se impone sobre las otras y el armado resulta altamente
empobrecedor. Es la realidad política que estamos viviendo. Para salir de esta
situación horrorosa tenemos que entender cómo nos afecta singularmente cada
decisión o medida, en lugar de ensayar argumentaciones ad hoc, realizar
cálculos improbables de intereses a futuro, o disputar lugares en el presente.
La política puede recuperar el pensamiento, no todo está perdido.
[Me gustaría que se tome este modesto
texto como un homenaje a la obra freudiana]
Córdoba, 6 de mayo de 2024
Roque Farrán, Filósofo, escritor y psicoanalista. Investigador adjunto del Conicet. Ha publicado “Badiou y Lacan: el anudamiento del sujeto” (Prometeo, 2014), “Nodal: método, estado, sujeto” (La Cebra, 2016), además de numerosos artículos en revistas especializadas.
Fuente: En El Margen. Revista de Psicoanálisis
Link de Origen: AQUÍ (
*José Luis Prieto. https://www.facebook.com/joseluis.prieto.75
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