Revista Nos Disparan desde el Campanario Año V ECONOMÍA La unión sino-rusa, un dolor de cabeza... por Alejandro Marcó del Pont
Fuente: El Tábano Economista
https://eltabanoeconomista.wordpress.com/
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Malas noticias para Ucrania y Occidente:
Beijing cruzó el Rubicón
(El Tábano Economista)
Existen numerosos motivos para
suponer que este título encierra una hipótesis. Lo evidente es que el
protagonismo de Rusia se ha consolidado tras años de recuperación del desastre
que supuso la desintegración de la Unión Soviética. La anexión de Crimea, la
guerra en Siria, la vacuna Sputnik contra el COVID-19 y la operación especial
de Ucrania son claros indicios de que Rusia ha regresado como una potencia
global.
La alianza con China tiene para cada
participante aspectos estratégicos, económicos y geopolíticos particulares.
Para Rusia, la transición de una alianza euroasiática hacia una Gran Eurasia
representa un paso monumental. Este proceso implica la creación de
instituciones como la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC),
que podría considerarse una «OTAN euroasiática», la Unión Económica
Euroasiática (UEE), además de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS),
así como acompañar la Iniciativa de la Franja y la Ruta juegan roles cruciales.
Por su parte, China, desde un punto
de vista estratégico, consideraría la alianza con Rusia como una forma de ganar
profundidad territorial en un escenario bélico en el mar de China,
particularmente en relación con Taiwán. De este modo, se aseguraría una
retaguardia terrestre estable, lo que podría resultar de gran importancia si
llegara a estallar un conflicto abierto. Esta alianza garantizaría una sólida
defensa terrestre frente a las amenazas marítimas.
La Ruta de la Seda, en su vertiente
terrestre, y no la marítima, desempeña un papel crucial en esta estrategia (ver
mapa). La Franja y la ruta junto con Rusia no es sólo una iniciativa; es
una respuesta de la importancia de la geografía marítima del Indo-Pacífico. En
los últimos años, el Indo-Pacífico se ha vuelto central para la seguridad y las
políticas exteriores de países como Estados Unidos, Japón, Australia, India,
Reino Unido, Francia, Alemania y los países de la ASEAN. EE.UU. sigue
fortaleciendo sus alianzas militares y de seguridad tanto a nivel bilateral
como a través de la potenciación de las nuevas alianzas, ya sea Diálogo de
Seguridad Cuadrilateral (QUAD: Estados Unidos, Japón, Australia e India) o
AUKUS, una alianza estratégica militar entre tres países de la angloesfera:
Australia, Reino Unido y Estados Unidos.
Esa gran pinza estratégica preocupa
en China. Atemperarla y equilibrarla, en buena medida, pasa por establecer unas
buenas relaciones con Rusia; de este modo, puede concentrar sus preocupaciones
y recursos en los desafíos que plantean la estabilidad de las rutas marítimas y
la gestión de los contenciosos en esta frontera. El entendimiento bilateral se
sustenta en un avance de la relación comercial, pero, además, en lo político,
ambas naciones comparten el rechazo al orden liberal que lidera EE.UU. y
reclaman su derecho a plasmar regímenes políticos adaptados a su propia
historia, cultura o necesidades como expresión de garantía de soberanía. En lo
diplomático, desde la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) a los BRICS
+, ambos países han entretejido una red de socios con una proyección que no
deja de crecer, aun a pesar de las contradicciones que pudieran prodigarse en
su seno. La multipolaridad es el santo y seña que les convoca.
La Ruta de la Seda se inició para
resolver el exceso de productos de China, como acero, cemento y otros
materiales básicos, y para hacer un uso más eficiente de las reservas de
divisas del país a través de préstamos. Este enfoque neomercantilista tenía
como objetivo inundar Europa y otras regiones con productos chinos. Desde la
llegada al poder de Xi Jinping en 2012 y el lanzamiento de la Iniciativa de la
Franja y la Ruta en 2013, esta estrategia cobró un sentido claro.
Sin embargo, en 2016 todo cambió. La
Corte Permanente de Arbitraje de La Haya desestimó el reclamo de Beijing sobre
gran parte del Mar de China Meridional. Este fallo modificó el enfoque de las
inversiones chinas, orientándolas hacia el sur global y dejando en suspenso la
ruta marítima. Solo el Corredor Económico China-Pakistán (CPEC) ha
experimentado una expansión significativa desde entonces. Desde aquel tiempo la
visión de Xi es defensiva, ya que incluye la creación de una vasta red de
ferrocarriles, oleoductos, carreteras y cruces fronterizos simplificados, tanto
hacia el oeste (a través de las antiguas repúblicas soviéticas montañosas) como
hacia el sur, hasta Pakistán, India y el resto del sudeste asiático. Según
Xi, una red de este tipo ampliaría el uso internacional de la moneda china, el renminbi. En
tierra, Beijing pretende conectar el interior subdesarrollado del país con
Europa a través de Asia Central.
La idea de la ruta cambió y se
expandió a nivel mundial: en agosto de 2023, alrededor de 150 países se habían adherido a la iniciativa. Terminó
sirviendo como una plataforma valiosa para desarrollar las ambiciones del
presidente Xi como líder mundial y presentó una oportunidad para exportar
productos chinos a países que no son ricos y extraer recursos naturales de esas
naciones en desarrollo. Los datos sugieren que Asia, África y América Latina se
han convertido en destinos importantes para las exportaciones de productos
básicos, representando alrededor del
21% de las exportaciones totales de China en 2022, según cifras
oficiales del gobierno chino.
Al mismo tiempo, China ha invertido en
muchos proyectos de infraestructura no rentables en varios países. Según cifras
oficiales chinas publicadas en 2024, la deuda con el Export-Import Bank de
China por los países que participan en la ruta ha alcanzado más de 300 mil millones de dólares del compromiso total de
China de aproximadamente 1 billón de dólares desde el inicio de la La Ruta de
la Seda.
El alineamiento con Rusia es ahora
una prioridad declarada de la política exterior china. El comercio bilateral es
uno de los puntos nodales. En 2006 Putin anunció el objetivo de aumentarlo al
menos 60 mil millones de dólares para 2010, luego, ascendió a 100 mil millones
de dólares, lo que los países lograron en 2018, y en 2023 alcanzó un récord:
240.100 millones de dólares. La inversión del gasoducto Power of Siberia-2, que
transportará gas ruso a China está en juego, este año, China pagó sólo 300 dólares por 1.000 metros cúbicos de gas
bombeado a través del gasoducto Power of Siberia-1, mientras que Europa y
Turquía pagaron más de 500 dólares por 1.000 metros cúbicos.
La energía representa más del 70% de
las exportaciones rusas a china y esto es natural, pero las exportaciones rusas
de sistemas de energía nuclear, aviones e incluso un sistema de alerta de
misiles son importantes. Rusia es el mayor proveedor de armas de China y
proporcionó el 70% de las importaciones de armas de China entre 2014 y 2018.
La guerra comercial entre Estados
Unidos y China reveló el afán de Rusia por reemplazar las exportaciones
agrícolas estadounidenses a China, y puso de relieve las barreras que enfrenta.
Hay un nicho que se está liberando en China por los aranceles estadounidenses
que Rusia debería aprovechar, tendría que vender todo lo que puede cultivar; se
sabe que la demanda China es ilimitada, pero la capacidad de Rusia para crecer
es limitada. Veamos entonces que ha hecho Rusia con esta oportunidad.
En su libro “Rusia: El retorno del
poder», David Teurtrie marca algunos datos interesantes. Rusia es un estado
multinacional, con diversidad étnica-nacional y religiosa, de 145 millones de
habitantes, con una riqueza de recursos que se evidencia al señalarlo como el
número 1 mundial en cuanto a reservas de gas; 2.º en carbón; 4º en uranio y el
5º en petróleo; además de ser el primer productor mundial de paladio y el 2º
productor mundial de diamantes, y muy relevante en cuanto a acero, aluminio,
níquel, platino y oro.
El análisis demográfico es crucial
para comprender varias cuestiones. Rusia cuenta con aproximadamente 11.5
millones de extranjeros, divididos por nacionalidad de la siguiente manera:
Uzbekistán: 30%, Ucrania: 20%, Kazajistán: 15%, Tayikistán: 10%, Armenia: 10%,
Kirguistán: 5%, Azerbaiyán: 5% y provenientes de otras regiones: 5%.
La cuestión demográfica rusa ha sido
un problema persistente durante los últimos treinta años. A pesar de una mejora
en la esperanza de vida de sus ciudadanos y de una política natalista cuyos
resultados a medio plazo están por evaluarse, Rusia enfrenta una crisis
demográfica. La pirámide de población del país es peculiar, con una sobre
mortalidad notable de hombres en comparación con mujeres en la edad adulta.
Esto lleva a dos conclusiones
rápidas. La primera es la baja tasa de desempleo, actualmente en 2.9%,
históricamente baja debido a la falta de mano de obra, una situación agravada
por el reclutamiento para la guerra. La segunda es que, aunque Rusia puede
reclutar jóvenes para combatir en la actualidad, en cinco años esto es
incierto, lo que subraya la necesidad de resolver el conflicto en Ucrania a
corto plazo.
El éxito de la política de
substitución de importaciones implementada por Putin, que ha permitido a Rusia
pasar de ser importadora a ser exportadora de bienes agrícolas y alimentarios,
éxito que el autor mencionado antes remarca y detalla, sin menoscabo de apuntar
peligros de orden secundario. Si Rusia importaba el 46% de la carne en el año
2005, en el 2020 tan sólo era del 6%, siendo autosuficiente en porcino y
avícola y en gran medida en bovino y lácteos. En ese último año, las
exportaciones agroalimentarias rusas ascendieron a 30 mil millones de dólares,
superando a las de gas natural (26 mil millones de dólares).
Rusia reaccionó a las sanciones
occidentales, iniciadas en el año 2014, preparando todo su sistema financiero
para no depender de los instrumentos e instituciones dominadas por EE.UU., ofreciendo
alternativas al sistema SWIFT y a las tarjetas Visa y MasterCard, creando su
sistema de pagos nacional ruso, el sistema nacional de tarjetas de pago (NSPK)
en 2015, con la tarjeta Mir (87% de la población la posee y es el principal
medio de pago del 42% de los rusos, además de ser utilizada en Crimea). La
desdolarización en la economía rusa ha seguido a pasos agigantados en el ámbito
del comercio exterior y en el de las reservas en el Banco Central Ruso (BCR).
Por último, el complejo militar ruso,
tratado en extenso en otro texto anterior, Keynesianimo
con botas, ha retomado la reforma del sector de la defensa con la
sociedad estatal Rosoboronexport, el sector aeroespacial al que le sigue el
sector nuclear con la sociedad Rosatom. No cabe aquí adentrarnos en detalles,
pero vale mencionar que Rusia no deja de ser una gran potencia industrial:
primer exportador de centrales nucleares y segundo exportador de armamento del
mundo, sigue formando parte del club muy cerrado de las grandes potencias
espaciales y conserva competencias de primer plano en la aeronáutica.
En conjunto, los factores que hemos
visto revelan una asociación de desiguales que se volverá aún más
desequilibrada en el futuro. China ya supera a Rusia en casi todas las
dimensiones, y si puede superar sus propios desafíos internos, en una década su
tamaño será aún mayor. Durante ese período, Beijing necesitará la ayuda de
Moscú, o al menos su beneplácito, para continuar expandiéndose hacia Occidente.
Ningún país está mejor posicionado que Rusia para arruinar las ambiciones
terrestres de China o complementarlas. Pero aislada de Occidente, Rusia tiene
pocas alternativas para no profundizar los vínculos económicos con China.
El enigma radica en la respuesta de
Occidente, especialmente de Estados Unidos. Como señala Emmanuel Todd en su
último libro, “La
derrota de Occidente”, lo mejor que podría ocurrir para la Unión Europea
sería la desaparición de Estados Unidos, aunque esto es altamente improbable.
Los resultados de las elecciones estadounidenses dejan a la sociedad
profundamente dividida, pero en esta división yace la clave.
La guerra en Ucrania probablemente se
prolongará, al menos hasta saber quién gobernará Estados Unidos durante los
próximos cuatro años. La idea de atraer a Rusia hacia Occidente, poniendo fin a
la guerra para alejarla de China, es una propuesta novedosa y discutida en
círculos republicanos. Sin embargo, los neoconservadores demócratas no
contemplan una acción de este tipo, lo que perpetuará los errores en la misma
dirección actual.
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*Alejandro Marcó del Pont, Licenciado en Economía de la UNLP. Autor y editor del sitio especializado en temas económicos El Tábano Economista, columnista radial, analista
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