Gráfica: El Anarquista
Autor: Félix Vellottón
Fuente: https://www.oldbookillustrations.com/illustrations/anarchist/
Tuvimos la conversación siguiente con Jean-Paul Sartre el 1 de noviembre
de 1979 en su modesto departamento parisino frente a la torre Montparnasse. En
esa ocasión pudimos compartir con Sartre una hora de inquietud intelectual,
viva y vivificante, en el curso de la cual sentimos su preocupación por el porvenir
moral del hombre – en el sentido de ser auténticamente hombre en el futuro –.
Estando convencidos de que la concepción sartreana de la anarquía como vida
moral puede muy bien significar un llamamiento a la conversión de este hombre
que realizamos en la figura del hombre-poder (contra-hombre), nos ha parecido
oportuno, más aún necesario, dar a conocer el contenido esencial de esta conversación
[1].
Concordia: Ud. se ha declarado
anarquista, es decir, partidario de una "sociedad sin poder". Ahora
bien, parece que el sentido de esta declaración no ha sido bien comprendido.
¿Podría Ud. precisar su pensamiento en relación a este asunto?
Jean-Paul Sartre: Yo me
declarado anarquista porque he tomado la palabra anarquía en su tenido
etimológico, sociedad sin poder, sin Estado. El anarquismo tradicional no ha
intentado construir una sociedad semejante; la sociedad que el movimiento
anarquista ha procurado construir es demasiado individualista. Pero ¿qué es una
sociedad que no tiene poderes? Debemos proponer este problema desde tres
aspectos diferentes:
1- Como punto de partida, hay que examinar qué
tipo de sociedad se puede construir sin poder o, en todo caso, sin el poder del
Estado.
2- Debemos comprender que estamos lo más
lejos posible de tal sociedad. Hay formas de poder que existen en todas partes,
que pesan sobre cada hombre: poderes colectivos, judiciales. El sentido de la
sociedad anarquista es el de una sociedad en la que el hombre ya no tiene poder
sobre el hombre, sino sobre los objetos. En las sociedades actuales el hombre
es considerado como un objeto, como un medio, y la riqueza, como un fin. De lo
que se trata por el momento es de construir grupos que intenten vivir y pensar
fuera del poder, y procuran destruir la idea de poder en el vecino. Comunidades
que tienen poder sobre las cosas, pero jamás sobre los hombres. Ahora bien,
nosotros mismos no esperamos ver la desaparición del Estado, no más que
nuestros hijos; tal vez nuestros biznietos verán desaparecer el Estado. La
cuestión es, pues, saber cómo debe vivir hoy un anarquista. En este sentido, la
anarquía es para mí una vida moral; (a este propósito, yo añadiría que no he
escrito sino libros de moral). El anarquista se plantea, pues, la cuestión:
¿cómo vivir en una sociedad que tiene poderes? Es preciso, pues, ensayar
sustraerse lo más posible a todos los poderes sociales, es preciso poner en
cuestión las formas de acción del poder que podemos descubrir en nosotros
mismos. Esto no es fácil; es necesario trabajar, lo más posible, con los otros.
3- Sería necesario construir comunidades
donde se pudiera, hasta donde sea posible, vivir libremente, como los
anarquistas desearían vivir. Comunidades de 25, de 50 o de 30 o de 10 personas
que establecieran entre sí verdaderas relaciones, sin ninguna autoridad de unos
sobre otros. Comunidades basadas en el amor, y no necesariamente sexual: amor
filial, maternal, amor entre camaradas. En la perspectiva del amor es donde se
deben establecer las relaciones de las personas entre sí. Sin embargo, estas
comunidades no podrán ser enteramente anarquistas porque la policía, el
ejército, las leyes del Estado en el que estas comunidades se establecieran
subsistirán todavía y vigilarán que el Estado sea respetado. En Alemania, en
Francia, hay sociedades de este tipo, donde la gente vive, trabaja y hace el
amor juntos. Esta es la base posible por donde comenzará un movimiento
anarquista que es futuro, que no es para hoy, que no será un partido y en el
que las relaciones entre el poder y la acción serán diferentes de las que
existen en el seno de los partidos. La acción anarquista tiene a conquistar no
partidos sino masas; sin jerarquías, donde tal vez algunos reflexionarán más
acerca de las cuestiones, pero donde las decisiones serán sociales, es decir,
donde la toma de decisiones se hará socialmente. Lo que por ahora hay que hacer
es crear posibilidades para los hombres de vivir libres con otros hombres
porque no se puede vivir libre solo. Se tratará de ser lo más transparente
posible para cada uno, para su vecino: abandonar el poder, es aproximarse a la
transparencia total.
Concordia: ¿Qué entiende Ud. por
transparencia?
Jean-Paul Sartre: La
transparencia es un sinónimo del amor, es el conocimiento total que cada quien
tiene de lo que hace y piensa el hombre que está a su lado. La mirada podrá
afectar la transparencia, es decir, atravesar a la persona hasta su corazón y
ver lo que hay en su conciencia. La mirada supondría la reciprocidad, y con
ello el rebasamiento de la separación de las conciencias. La transparencia implica
la lucha contra los poderes; la vida en comunidad, las relaciones sexuales como
yo las considero, es ya algo moral. El único fin que cada uno ha de tener es el
hombre, es decir, que el hombre no es todavía el hombre. Se trata de
transformarnos poco a poco en hombres. El hombre es un fin absoluto para los
hombres.
Concordia: ¿Esto quiere decir
que el hombre es el absoluto?
Jean-Paul Sartre: El hombre no
es el absoluto, pero él es su fin absoluto porque ser hombre es ser moral. Se
trata, para el hombre, de vivir moralmente porque el ser más profundo secreto
del hombre es ser moral.
Concordia: ¿Esto significa que
la libertad del hombre siempre es libertad moral? ¿Sería así la libertad del
valor superior?
Jean-Paul Sartre: La libertad en
sí no es un valor, sino que ella escoge lo que decide como valor absoluto. Ella
es valorizada. La libertad misma no es un valor, es una realidad metafísica.
Concordia: ¿En qué sentido hay
que tomar la afirmación de que la libertad es una realidad metafísica?
Jean-Paul Sartre: En el sentido
de una realidad trascendental; es la realidad que se ama en cada uno, es el
origen, la salvación. Cada hombre debe ser el producto de la comunidad y de una
realidad libre.
Concordia: A partir de esta
visión de la libertad ¿qué significa el poder comprendido como negación de la
libertad?
Jean-Paul Sartre: El poder es
una de las formas esenciales del mal.
Concordia: ¿Cómo definiría Ud.
hoy su moral?
Jean-Paul Sartre: Sería una
moral de la esperanza, porque la esperanza es el valor, siendo dado que la
realidad de la sociedad anarquista no es para mañana.
Concordia: Pero ¿cómo se puede
unir esto con su afirmación según la cual la historia es un absurdo?
Jean-Paul Sartre: La historia no
es absurda, yo no lo pienso. Lo pude decir, pero no lo pensaba bastante. Ella
tiene un sentido, se le puede ver nada más que al constatar lo que ha llegado a
ser la sociedad: hay un progreso desde la época de los romanos hasta hoy. Por
ejemplo, la aparición de Cristo hizo nacer la vida subjetiva, elemento esencial
del pensamiento cristiano. Antes del cristianismo no había vida subjetiva. Por
la vida subjetiva el hombre intenta recuperar su objetividad, es decir, que
cada hombre tiende a captarse como la unidad de la objetividad y de la
subjetividad, en tanto que antes la subjetividad estaba separada de la
objetividad. Ahora hay que explicar a los seres humanos como en dos aspectos,
ninguno de los cuales domina al otro: los dos aspectos expresan ambos las
mismas intenciones – comprendida esta palabra en sentido fenomenológico –.
Concordia: ¿Cómo entiende Ud.
ahora la afirmación del hombre como pasión inútil?
Jean-Paul Sartre: Es una
realidad que permanece verdadera para muchos seres humanos, pero hay un
esfuerzo para hacerlo desaparecer, en la preparación de una acción. Por otra
parte, la relación de pasión a la acción es uno de los fundamentos de la moral.
Concordia: ¿Hay una relación
entre el ideal ontológico de El Ser y la Nada y el ideal moral (sociedad
anarquista)?
Jean-Paul Sartre: El ideal ontológico
era falso: no hay síntesis posible del en-sí y del para-sí. Hay que buscar más
bien la síntesis de la objetividad y de la subjetividad, porque la objetividad
del hombre no es la de un objeto.
Concordia: ¿Cree Ud. que la
experiencia de la finitud condiciona las relaciones humanas?
Jean-Paul Sartre: Sí,
ciertamente, pero no he abordado todavía este problema. Hoy pienso el problema
de las relaciones humanas a partir de lo que llamo la dyada, que significa la
relación primera con otro y de otros conmigo. Esto supone la reciprocidad
puesto que nosotros no somos dos como cuando se dice que hay dos tazas. Es una
relación recíproca; primitivamente se es una dyada.
Concordia: ¿La dyada proviene de
una experiencia mística?
Jean-Paul Sartre: No, la dyada no
pertenece a la mística, sino a la racionalidad. Todo lo que es, es racional, en
el sentido de que forma parte de un conjunto definido por principios y que se
llama la realidad.
* Entrevista realizada por Raúl Fornet-Betancourt, Mario Casañas y
Alfredo Gómez-Muller el 1 de noviembre de 1979. El original francés se publicó
en Concordia 1 (1982) 7-10. [1] Para una exposición interpretativa de esta
conversación, cfr. Raúl Fornet-Betancourt y Alfredo Gómez-Muller
"Comentario a la conversación con Sartre" en Concordia 1 (1982)
17-22.
Fuente: Bloghemia
Link de Origen: AQUÍ
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