Revista Nos Disparan desde el Campanario Año V Argentina: Tragedia de los comunes, Ley Bases y justicia social… por Rubén Lo Vuolo
Entre tantos dislates infundados que desparrama
el gobierno
argentino en su
batalla contra la sociedad y la misma idea de lo “social”, es notable su vulgar
versión de la llamada “tragedia de los bienes comunes”. Esta tragedia
describe las consecuencias negativas de acciones
individuales motivadas por el interés personal y que pueden terminar
destruyendo recursos compartidos por toda la comunidad.
En breve, describe una situación en
la búsqueda del bien individual termina perjudicando a la comunidad, incluyendo
a las propias personas que buscan su bienestar. Un ejemplo claro es
la contaminación ambiental derivada del uso del transporte
individual; o la degradación del
hábitat por
la especulación inmobiliaria, etc. Los recursos comunes son así destruidos
por el uso incontrolado y desmedido en busca de beneficios personales.
La versión vulgar (y contraria) del
gobierno argentino de esta tragedia puede exponerse así: si los recursos no son
de propiedad individual sino pública, la demanda sobre los mismos sustentada en
derechos “democráticos” termina agotándolos porque las personas no pueden
resistir la tentación de tomar más de lo que “aportan”. Así, todo gasto público
sería perjudicial salvo que fomente la apropiación individual de los recursos
comunes: la presión ciudadana y corporativa sobre el gasto del Estado, que
permite el “pluralismo” democrático, derivaría en un crecimiento exponencial
del gasto público “ahogando” a la iniciativa privada. El resultado final
serían déficits fiscales crónicos y una economía ineficiente por
una mala asignación de recursos que sería contraria a la determinada
por los mercados.
De este modo, el gobierno da vuelta
el argumento, en lugar de mostrar los problemas colectivos derivados de las
acciones que persiguen el interés individual, pretende que la acción colectiva
es la perjudicial y que la solución es terminar con la propiedad
pública en beneficio de la privada. Además, en lugar de preocuparse por
aumentar más los “aportes” tributarios de quienes se han beneficiado y benefician
de la desigual distribución de recursos, sólo se ocupa de recortar los gastos
de carácter social.
Sintéticamente, esto es lo que acaban
de votar sus cómplices en la Cámara de Diputados al aprobar el proyecto de ley
que lleva el patético nombre de “Bases y puntos de partida para la libertad de
los argentinos”. Este instrumento legal le da poder al gobierno para avanzar
con su destrucción de los bienes y servicios públicos para mercantilizarlos y
transferirlos a manos privadas. Detrás de este fraude se busca reemplazar
el constitucional concepto de “justicia social” por el inconstitucional
concepto de “justicia de mercado”.
La justicia social está determinada
por las normas culturales y políticas, construidas a lo largo del tiempo
siguiendo ideas colectivas de equidad, solidaridad, igualdad, etc. La justicia
social se decide por acciones colectivas y se plasma en normas e instituciones
públicas. Los principios que sostienen la justicia social están en muchos
artículos de la Constitución Nacional que claramente buscan que la sociedad
argentina sea más igualitaria y menos jerárquica. Esto no desconoce que en la
práctica ha sido difícil cumplir con estas normas constitucionales, porque las
instituciones en algunos casos no se organizan adecuadamente, porque se aplican
de forma parcial y corrupta, etc. Pero los principios son claros y defienden la
acción colectiva y la mayor igualdad social.
Con el proyecto de la ley Bases, más
las múltiples acciones cotidianas, el gobierno y sus acólitos están a punto de
revertir este mandato constitucional negando el propio objetivo de la justicia
social. En su lugar, buscan reemplazarla por la “justicia de
mercado”. Para el gobierno, la justicia social sería nociva porque desconoce el
principio de “reciprocidad económica”: cuando interviene la acción colectiva
nadie paga individualmente lo que debería pagar si el mercado organizara a la
sociedad. Bajo este dogma, las personas sólo deberían acceder a aquello que
pueden pagar conforme a los precios que fijan los propietarios de riqueza
privada en el mercado.
El sistema de precios sería el que
define la justicia de los intercambios que por definición se ven como
“equivalentes”. Uno da algo y otra entrega a cambio un valor equivalente; si no
tiene lo suficiente para pagarlo, es justo que no lo tenga. Punto. Pese a su
título, la libertad que consagra este proyecto de ley no es la de “todos” (y
mucho menos de “todas”) los argentinos; es sólo la libertad para el uso
sin límites de la propiedad privada sin preocuparse si esa libertad daña
el bienestar de gran parte de la población.
Para que esto funcione así, el
gobierno y sus acólitos busca terminar con todas las instituciones del Estado
que le otorgan derecho a bienes y servicios por un procedimiento diferente al
del pago individual. Se entiende así por donde va el ajuste de jubilaciones,
salud, educación, planes sociales, etc. En la sociedad que se va a construir
con la ley Bases, las demandas del capital para un retorno adecuado operan como
“precondiciones empíricas” para el funcionamiento de todo el sistema social;
todas las otras demandas serían disruptivas de la armonía “natural” que
supuestamente caracteriza a una sociedad de mercado. Entre tantas rarezas de
Argentina, hoy manejan las instituciones públicas un grupo de personas que las
detestan y que quieren que desaparezcan.
Es difícil explicar la aprobación de
estos mecanismos de destrucción de la sociedad argentina. Pero
seguramente mucho tienen que ver las cuestionables y repudiables acciones de
gobiernos anteriores que deslegitimaron a las instituciones públicas debido al
uso y corrupción en su manejo. Gobiernos que decían defender la justicia social
se dedicaron a deslegitimar las instituciones necesarias para que
exista en la práctica. La expansión no controlada del gasto público sin
cobertura tributaria progresiva, es otro resultado de lo anterior. Pero una
cosa es criticar y desplazar del espacio público a grupos que desvirtuaron los
objetivos de la justicia social, y otra muy distinta es negar su validez como
principio de organización social.
Otra explicación de la actual
situación es que la acción de los mercados es más anónima que la acción
pública, mucho más cuando el Poder Judicial no avanza en penalizar a quienes
producen daños sociales con sus acciones políticas o de mercado. Las acciones
en los mercados son difícilmente identificables, a tal punto que la mayoría de
las personas las considera como un destino definido por fuerzas superiores que
sólo son inteligibles para expertos. No debe extrañar que los defensores actuales
de las “fuerzas” del mercado invoquen permanente la iluminación de “fuerzas
divinas” para sus acciones.
Detrás de esta tragedia se oculta lo
que la evidencia histórica indica: las demandas sobre gobiernos y bienes
colectivos que han llevado al desastre social del país no son las de la
ciudadanía sino la de grandes corporaciones que tienen privilegios, que han
gozado de salvatajes públicos y prebendas, que tienen poder
para influencias a los poderes públicos en sus decisiones. De hecho, detrás
de la corrupción en la función pública se oculta la corrupción privada cómplice
y también beneficiaria de la misma. La tragedia de las personas comunes es que
el actual gobierno y sus compinches ocultan la relación directa entre
corrupción y privatización/mercantilización de instituciones públicas que
caracterizó a la vergonzosa década del noventa que hoy reivindican.
La crisis fiscal del Estado argentino
no se debe a que un exceso de democracia ni de demandas populares, sino a una
colonización de gran parte de la política pública por corporaciones e
individuos de muchos recursos que defienden sus intereses particulares. Por eso
no se avanza sobre un sistema tributario más progresivo que mejore la
distribución y la solidez fiscal. Aquí hay que buscar la responsabilidad del
desajuste fiscal y la deuda pública; no en jubilaciones, educación, salud
pública, etc.
Las normas que promueve el actual
Poder Ejecutivo mercantilista, y que el Poder Legislativo y el Judicial están
avalando por acción u omisión, llevan a la sociedad argentina a un desastre
anunciado por la propia trama de la tragedia en ciernes. El problema de la
democracia argentina no es la búsqueda de justicia social ni las demandas
genuinas de la población más vulnerable que pueden y deben ser atendidas con otras
políticas. El problema es que los grupos políticos que la representan son
cómplices (y hasta forman parte) de los grupos privados más opulentos.
La tragedia de los bienes comunes en
Argentina se explica por los errores y la corrupción de un grupo de la
dirigencia política y corporativa, que no se van a resolver ni se justifican
con errores y corrupción de otro grupo. Lo que hacen es potenciar el
sufrimiento de la población más subordinada e indefensa.
Rubén Lo Vuolo Economista. Director académico e investigador del Centro
Interdisciplinario para el Estudio de Políticas Públicas (Ciepp).
Fuente:
https://www.perfil.com/noticias/opinion/tragedia-de-los-comunes-ley-bases-y-justicia-social.phtml
Fuente: Revista Sin Permiso
https://www.sinpermiso.info/textos/argentina-tragedia-de-los-comunes-ley-bases-y-justicia-social
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