Revista Nos Disparan desde el Campanario Año V Eleanor Marx: una voz olvidada del marxismo… por Irene Gómez-Olano y el film Miss Marx, biografía de Eleanor
Fuente: FILOSOFÍA&CO
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Con ella hay un antes y un después en el marxismo, aunque la historia no
le ha reconocido su verdadera importancia. Pensadora, escritora, dramaturga y
militante, fue una relevante organizadora política y jugó un papel clave en el
desarrollo del pensamiento marxista. Inauguró el feminismo socialista y sus
trabajos resultaron muy importantes para entender la relación entre patriarcado
y capitalismo.
Europa convulsionó al ritmo de la
lucha de clases entre 1848 y 1871. El periodo entre la publicación
de El manifiesto del Partido Comunista de Marx y Engels y
la Comuna de París, la primera revolución obrera de la historia, fue
enormemente prolífico en lo que a pensadores políticos y revolucionarios se
refiere. Eleanor Marx fue una de las intelectuales más relevantes de este
periodo. Jugó un papel clave en el desarrollo del pensamiento marxista,
así como un papel cultural muy relevante: fue traductora de los clásicos
literarios europeos, estudiosa de la obra de William Shakespeare, traductora de
Madame Bovary al inglés y biógrafa de su padre, Karl Marx. Su
actividad literaria y cultural no opacó su constante militancia política y
sindical. Como política socialista, sindicó a cientos de mujeres contra
los prejuicios patriarcales de su época. Su complicada vida no fue un obstáculo
para que haya pasado a la historia como una revolucionaria con nombre propio.
«Mi flor favorita son todas las flores»
Eleanor Marx nació un 16 de enero de
1855, poco más tarde de que sus padres perdieran a dos de sus hijos. La
vida de la familia Marx era enormemente humilde. Ella era la hija menor de Karl
y Jenny Marx, y vivía con sus hermanos en un pequeño apartamento en el Soho, en
Londres. A los pocos meses de nacer, la familia se vio sacudida por otra
convulsión al fallecer otro hijo, Edgar, a los ocho años. Durante esta época,
la familia Marx sufría represión política, pero también pobreza, deudas y
varias enfermedades. Pese a esta situación, la joven Marx creció en un
ambiente de una gran riqueza cultural. Con su padre desarrolló un enorme amor a
la lectura y a la literatura que le acompañó toda su vida. Además, Eleanor Marx
mostró interés por la política desde muy joven, tal como muestra su temprana
correspondencia familiar1.
La joven, a la que apodaban Tussy, comenzó
a desarrollar una fuerte personalidad. Amaba a los animales y cuidaba a
todas las mascotas familiares. A los diez años ya se definía como una persona
curiosa, amante de la gimnasia, lectora de Shakespeare, a
quien consideraba su poeta favorito, y le fascinaba la figura del
revolucionario italiano Guiseppe Garibaldi. En un juego familiar, confesó que
su virtud predilecta era la verdad, su flor favorita eran todas las flores
y su máxima en la vida: «go ahead» («adelante»). Estos ejemplos muestran muy
bien la firmeza y compromiso temprano de Eleonor Marx, junto con su
sensibilidad estética y personal. Pese a su amor por el conocimiento y la
lectura, a Eleanor Marx no le satisfacía la escuela. Abandonó el colegio
de mujeres en el que también estudiaban sus hermanas porque aborrecía la
formación conservadora y patriarcal del centro, que doblegaba su espíritu en
pos de una obediencia que no estaba dispuesta a satisfacer. La joven rebelde
cambió las lecciones académicas por una educación en casa a cargo de su padre, de Friedrich Engels y de la filósofa Lydia (Lizzie)
Burns, que la instruían en política, historia y literatura. Pronto simpatizó
con la causa republicana irlandesa, por influencia de Burns. Además, su
infancia transcurrió en plena redacción de El capital, un texto
que su padre elaboró en medio del bullicio familiar, con la joven jugando a su
lado. Es por este motivo que a Eleanor Marx se la ha conocido también como la
«hija de El capital». Con esta educación, creció adquiriendo una gran
sensibilidad social y política, que su propia situación personal y
familiar alimentaba. Las lecturas de juventud la acompañarían toda la vida y la
prepararían para los eventos de la lucha de clases que estaban por llegar a su
vida.
La influencia de la Comuna de París
Al otro lado del canal de La Mancha,
la situación del proletariado francés era dramática. La rápida expansión
de las ciudades en torno a la industria provocó todo tipo de miserias. Miserias
que había denunciado la filósofa francoperuana Flora Tristán en
libros como La unión obrera y que generaban una efervescente
conflictividad social. La herencia republicana de la Revolución francesa se
veía permanentemente amenazada por los avances de la burguesía, así como
del gobierno de Carlos Luis Napoleón Bonaparte (sobrino de Napoleón Bonaparte),
que accede al poder en 1848. El sufragio universal desaparece en 1850,
limitando el acceso al voto a los obreros y las mujeres. Tras una serie de
transformaciones sociales, Francia vuelve a ser un Imperio en 1852. Napoleón
III gobierna hasta 1860, imponiendo un férreo control policial y sirviéndose de
las victorias exteriores para mantener la estabilidad en el interior del país.
En 1870, el Imperio francés entra en una nueva crisis con la proclamación de la
guerra a Prusia y la captura del emperador y 100 000 de sus hombres. Se
proclama la república y París entra en un asedio. La clase trabajadora
parisina, obligada a entrar en una guerra por ver qué gobierno continuará subyugándola
y harta de la escasez y los bombardeos, inicia una serie de manifestaciones. En
enero de 1871, el gobierno se rinde ante Prusia y la situación estalla. En este
momento en París, más de 200 000 ciudadanos eran miembros armados de la Guardia
Nacional, una milicia creada para asegurar la defensa de la ciudad. La
guardia había resistido el ataque de las tropas prusianas durante varios meses,
por lo que la población parisina entendió la rendición y la ocupación de la
ciudad como una traición.
Francia se vio convulsionada por la
Comuna de París, un proceso en el que participaron miles de obreros y que
derrocó al gobierno, imponiendo la gestión directa de los trabajadores La
Guardia Nacional escondió los cañones y ametralladoras de los prusianos un día
antes del desfile del ejército prusiano en París que ponía fin al
conflicto. La nueva Asamblea comienza un ataque brutal a los sectores
populares: impone el pago inmediato de las deudas, suprime el sueldo de la
Guardia Nacional y aboca a miles de familias a la pobreza, se prohíben medios
de comunicación y se condena a muerte a los revolucionarios Gustave Flourens y
Auguste Blanqui por su participación en las revueltas del año anterior. La
condena de Flourens y Blanqui, que no llegó a consumarse, llevó a un escándalo
internacional del que también se hizo eco la prensa inglesa y que llegó a
la familia Marx, la cual comenzó a seguir los eventos en Francia con enorme
interés tal como expresa la correspondencia de Eleanor Marx. El 18 de marzo de
1871, el gobierno de París ordena capturar las armas escondidas y arrestar a
todos los revolucionarios conocidos. La población, especialmente las
mujeres, comenzó a enfrentarse a los soldados. En el barrio de Montmartre se
ordena un tiroteo contra población desarmada, pero en lugar de eso, el general
a cargo termina arrestado por sus propios soldados, que se sublevan contra el
mando. El gobierno acaba abandonando la ciudad y comienza el periodo de la
Comuna, un autogobierno con un consejo de 92 miembros entre obreros, artesanos
y todo tipo de profesionales de distintos ámbitos y todas las tendencias
políticas. El consejo tenía como objetivo actuar de delegación de la voluntad
del pueblo. Por eso, era revocable de forma inmediata y estaba obligado a estar
en contacto con el resto del pueblo de manera permanente. Los avances políticos
y sociales que hizo la Comuna en pocos días fueron el ejemplo en el que se
basaron muchas revoluciones posteriores. Mantuvo los servicios públicos
esenciales de la ciudad, a la par que terminó con las deudas, recompuso los
derechos sociales desaparecidos durante los años anteriores, se estableció un
salario a los miembros del consejo igual que el de un obrero, se disolvió el
Ejército y se sustituyó por un órgano de defensa popular, se cerraron las casas
de empeño y se devolvieron los enseres a los trabajadores que habían tenido que
empeñarlos. Los derechos de las mujeres pasaron a un primer plano, motivo
por el cual se crearon guarderías para cuidar de los hijos y liberar de la
tarea a las mujeres, se prohibió el trabajo nocturno, las fábricas fueron
expropiadas y entregadas a los trabajadores para su autogestión, se eliminó la
relación entre el Estado y la Iglesia, se expropiaron sus bienes, la educación
pasó a ser laica y gratuita, se atendió a la educación de las mujeres, creando
escuelas específicas y estimulando su formación, se quemó públicamente la
guillotina y se recuperó la libertad de prensa y de reunión. A la par que
avanzaba la Comuna, avanzaba también la contrarrevolución. Los saboteadores
de la Comuna intentaron boicotear el gobierno obrero. El antiguo gobierno
entendió que los comuneros no solo amenazaban el orden interior francés, sino
amenazaban otros regímenes burgueses europeos, porque podrían servir de
inspiración para los trabajadores en otros lugares. La prensa inglesa no cesaba
en su seguimiento de los eventos en Francia. El London Times describió
esta revolución como el «predominio del proletariado sobre las clases
pudientes, del artesano sobre el oficial, del Trabajo sobre el Capital»2. El antiguo
gobierno de la ciudad pacta con el canciller alemán Bismarck para fortalecerse
de cara a ejercer represión sobre la Comuna. El 2 de abril comienza el
bombardeo de la ciudad. El domingo 21 de mayo, empieza la ofensiva
terrestre sobre París. Casi 20 000 soldados ocuparon varios distritos del
sudeste, con la oposición de toda la población. Pero apenas 48 más tarde una
parte importante de la ciudad se había perdido y para el 28 de mayo la Comuna
cae. La última semana de mayo se convierte en la más sangrienta en París en
décadas, más que cualquiera de las batallas de la guerra franco-prusiana.
Entre 20 000 y 50 000 personas mueren durante esos días. La represión a la
Comuna de París fue el proceso más sangriento en décadas, más que cualquiera de
las batallas de la guerra franco-prusiana La revolucionaria anarquista que
había ayudado a defender la ciudad, Louise Michel, se niega a defenderse
en el juicio y antes de ser deportada pronuncia las palabras:
«Ya que, según parece, todo corazón que lucha por la libertad solo tiene
derecho a un poco de plomo, exijo mi parte. Si me dejáis vivir, no cesaré de
clamar venganza y de denunciar, en venganza de mis hermanos, a los asesinos de
esta Comisión».
Durante estos días, Eleanor Marx
viajaba a Burdeos con su hermana Jenny. Iban a buscar a la hermana de
ambas porque su esposo, Paul Lafarge, acababa de desaparecer en la Comuna y sus
hijos se encontraban enfermos. Las hermanas cruzan juntas hacia la Península
Ibérica y son detenidas a su vuelta a Francia. Las hijas de Karl Marx se
consideraron un peligro público porque las autoridades europeas creían que
su padre era el artífice intelectual de los eventos revolucionarios de París.
La policía francesa perseguía con especial ahínco a las mujeres que habían
participado en la Comuna3. Esta
experiencia política, cuando la joven tiene 16 años, la marca para siempre y la
Comuna de París pasa a determinar un antes y un después en su vida.
Tras la represión de la Comuna
comenzó un apresurado exilio de numerosos comuneros, perseguidos por la
nueva autoridad política burguesa. Es el caso de Eugène Pottiers, que terminará
escribiendo los Cantos revolucionarios en los que se inspira la
canción La Internacional. Los militantes de todo signo se apresuran a
sacar conclusiones políticas de la experiencia, la más importante de la lucha
de clases europea en la segunda mitad del siglo XIX y una de las experiencias
inspiradoras de la Revolución rusa. Eleanor Marx empieza a militar de manera
más activa tras su detención en Francia. A su vuelta a Londres comienza a
ayudar a los refugiados de la Comuna y se integra en la organización del
Congreso de la Asociación Internacional de Trabajadores (más conocida hoy como
I Internacional). La joven habla varios idiomas y tiene una enorme sensibilidad
política, lo cual le permite jugar un rol muy activo en estas tareas. La casa
de la familia Marx se llenó de visitantes, refugiados políticos y discusiones
en torno a la Comuna. Entre los exiliados estaba Hyppolyte Prosper-Olivier
Lissagaray, un periodista revolucionario francés. El joven tiene 32 años y se
convierte en el primer amor de Eleanor Marx. Un par de años más tarde, se muda
de casa de sus padres y empieza a vivir de forma independiente. Todavía
mantiene su relación con Lissagaray, con quien traduce al inglés su historia de
la Comuna de París mientras busca trabajo como docente. Termina consiguiendo
trabajo en un seminario de mujeres, aunque acaba volviendo a casa de sus padres
algo más tarde por problemas en su salud. Continúa encontrando en la cultura,
la literatura, el arte y la política su razón de ser. En 1877 funda el
club Dogberry para debatir e interpretar la obra de Shakespeare y en 1886
traduce Madame Bovary, que era la principal traducción al inglés hasta los
años 50 del siglo XX.
Eleanor Marx y su lucha por los
derechos de la mujer obrera
En 1881, con 25 años, Eleanor Marx
pierde a su madre, Jenny. Comienza una época de pérdidas para la
revolucionaria, que perderá también a su hermana Jennychen y a su padre, Karl,
ambos en 1883. En este momento, comienza a trabajar con Engels en un proyecto
para conservar todas sus obras, incluidos los manuscritos y las cartas. Tal
como recoge la historiadora Josefina Martínez, Eleanor Marx le plantea al líder
socialdemócrata Karl Kautsky en una carta que «su obra debe conservarse tal
como es y todos debemos intentar aprender de ella. Así todos podremos
caminar con sus largas piernas». A esta tarea se encomienda muchos años de su
vida. A Eleanor Marx le preocupa enormemente este legado y escribe una de las
primeras biografías de su padre, a la par que intensifica su militancia en
el terreno de la liberación y los derechos de la mujer y de los niños. También
colabora con Engels en la elaboración de su libro El origen de la familia,
la propiedad privada y el Estado, que ve la luz en 1884 y que será una
referencia clave en el feminismo socialista posterior. La Tercera República
francesa concede la amnistía a los comuneros y Lissagaray vuelve a
Francia, terminando con la relación. En el British Museum conoce al
profesor de Ciencias Edward Aveling, conocido por popularizar el evolucionismo
y por ser un militante activo por el ateísmo. Su sensibilidad por el teatro
atrae a Eleanor Marx y, aunque no se casarían nunca oficialmente, pasan a
presentarse en público como un matrimonio. Los enamorados comparten su
compromiso por la causa socialista, así como del amor libre, aunque la
dudosa interpretación que hace Aveling de este le lleva a mantener varias
relaciones a espaldas de Marx. Pese a esta situación, en 1886 publican juntos
un texto principalmente escrito por ella, titulado La cuestión de la mujer.
En este libro, Eleanor Marx plantea que superar la opresión femenina es tarea
tanto de hombres como de mujeres y que esta superación es una condición para
el socialismo. Del mismo modo, argumenta que los derechos de la mujer, si no se
pelean a través de la lucha de clases, estarían limitados a la consecución de
unos pocos derechos para las mujeres de las capas más altas, ligando así el
patriarcado con el capitalismo. Para Eleanor Marx, el capital saca provecho de
la división sexual del trabajo para mantener muy bajos los salarios y una
plusvalía muy alta. Es decir, que los capitalistas tenían muchos motivos
para intensificar los sesgos patriarcales, de la misma manera que los obreros
tenían muchos motivos para pelear conjuntamente con las obreras para superar en
común el sistema de dominación. A la muerte de su padre, Eleanor Marx comienza
a trabajar con Engels en un proyecto para conservar todas sus obras, incluidos
los manuscritos y las cartas Marx está comprometida con el internacionalismo,
motivo por el cual abandona en 1884 la Federación Socialdemócrata criticando
la deriva chovinista de la organización y trata de influir en el Partido
Laborista Independiente con una perspectiva marxista. En 1897 vuelve a la
Federación para intentar construir una perspectiva antiimperialista contra la
política criminal que Inglaterra practica en países como la India o Sudáfrica. Durante
el año 1896, la pareja viaja a Estados Unidos para conocer el sindicalismo
norteamericano y dar charlas sobre la situación del proletariado. En esta
gira política comienzan las sospechas contra Aveling, al que se le acusa de
derrochar el dinero destinado para la gira en gastos inútiles y en sus
aventuras con otras mujeres, que le llevan a tener todo tipo de deudas. De
vuelta a Inglaterra, participa en numerosas huelgas obreras. Dirigió la
huelga portuaria de Londres y la gasera de Silvertown. Con la huelga de los
peladores de cebolla se sindicaliza de golpe a cuatrocientas mujeres y se logra
bajar la jornada laboral y un salario mínimo. Tal como se plantea en el
libro Revolucionarias 4, que
recoge la vida de varias importantes revolucionarias de los siglos XIX y
XX, Eleanor Marx plantea, frente a la opinión de otros sindicalistas, la
centralidad de organizar a los trabajadores no cualificados y a las mujeres. En
1889 participa de la fundación de la Segunda Internacional, donde conoce a
la revolucionaria Clara Zetkin, que sería fundadora en 1907 de la Internacional
Socialista de Mujeres.
La traición de Aveling
En 1897 publica las conferencias de
Karl Marx de 1865 bajo el título Salario, precio y ganancia. No
consigue terminar la biografía de su padre porque su salud y vida personal
comienzan a entrar en una fuerte crisis. Las deudas de su marido aumentan y
Eleanor Marx termina enterándose de que se ha casado con otra mujer a sus espaldas.
Además, Eleanor y su hermana Laura se enteran de que su padre lo era también de
Freddy Demuth, el hijo de la criada de los Marx cuya paternidad había
asumido Engels. Una de las hipótesis que barajan los biógrafos de Eleanor Marx
es que su marido utilizó esta información para extorsionar económicamente a la
familia. A Marx le terminan pasando factura las permanentes traiciones de su
esposo, el cual no solo se casó a escondidas, sino que no llegó nunca a
divorciarse de su primera mujer, posiblemente porque buscaba heredar su dinero.
La muerte de Engels en 1895 junto con las decepciones personales que sufre la
llevan a una decadencia progresiva. En marzo de 1898 la encuentran sin
vida tras haber ingerido cianuro, un suicidio que se atribuye indirectamente a
Aveling, cuyas traiciones la condujeron a una tragedia insoportable. Pese a su
trágico final, Eleanor Marx pasó a la historia como la revolucionaria que
fue. Sus aportaciones al pensamiento socialista, al feminismo y su
militancia política y sindical marcaron un antes y un después en la tradición
marxista.
Referencias
1 La
correspondencia de Eleanor Marx puede consultarse en la biografía más relevante
de la autora, escrita por Rachel Holmes: Holmes, R. Eleanor Marx: a life,
(2014), Londres. Bloomsbury Press.
2 Cita
reproducida en Vida y obra de Eleanor Marx, en la revista Jacobin. Última consulta: 24-01-2024.
3 Para
una historia más detallada, consúltese Eleanor Marx, la cuestión de la
mujer y el socialismo, en la revista CTXT. Última consulta: 24-01-2024.
4 Martínez,
J., (2018). Revolucionarias. Lengua de Trapo.
*Irene Gómez-Olano y Romero (Madrid, 1996) estudió Filosofía en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y el Máster de Crítica y Argumentación Filosófica en la misma universidad. Trabaja como redactora en FILOSOFÍA&CO y colabora como periodista en Izquierda Diario. Ha colaborado con un capítulo en la reedición de Manifiesto ecosocialista (2022), libro del que también es coeditora. También ha participado en la traducción de obras como Fluminismo (2020), de Ginny Batson, o el artículo «Bailar con sistemas», de Donella Meadows.
Miss Marx
Escrita y dirigida por la directora Susanna Nicchiarelli: Miss Marx es
una película biográfica de Eleanor Marx, la hija menor de Karl Marx fallecida a
los 43 años el 31 de marzo de 1898. El filme se centra en la última etapa de
vida de Eleanor, su militancia por difundir las ideas socialistas, su
participación en las luchas de los trabajadores y el planteo de la opresión de
género desde una perspectiva de clase.
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