Revista Nos Disparan desde el Campanario Año V Los orígenes del capitalismo, la esclavitud… por Romaric Godin
Gráfica: Un barco de metal (1894)
Autor: Juan Augusto Knapp
Fuente: https://www.oldbookillustrations.com/illustrations/metal-boat/
Un libro publicado recientemente en
el Reino Unido sitúa la esclavitud en el corazón de la Revolución Industrial británica.
Un estudio valioso para comprender nuestro mundo y su evolución. La cuestión de
los vínculos entre esclavitud y capitalismo viene de lejos y sigue desatando
pasiones y debates. Si bien el estudio de los vínculos entre la producción
basada en la esclavitud y el nacimiento de la sociedad capitalista está hoy
bien asentado en Estados Unidos, esta labor sigue siendo menos importante para
Europa, donde nació el capitalismo. Estados Unidos es un caso muy especial
porque su economía se estructuró en torno a la esclavitud. En el Viejo
Continente, los historiadores económicos apologistas del capitalismo han
defendido durante mucho tiempo -y siguen haciéndolo- la idea de que la
esclavitud fue un factor secundario en el nacimiento de la Revolución Industrial.
Para muchos, la trata de esclavos fue una especie de "detalle" en la
historia económica del capitalismo. Un libro publicado en 2023 por Polity y aún
no traducido al francés arroja nueva luz sobre las primeras horas del
nacimiento del capitalismo y desentraña esta narrativa, construida en gran
medida a lo largo del siglo XIX, tras la abolición de la esclavitud. En Slavery,
Capitalism en Industrial Revolution, dos investigadoras, Maxine Berg y Pat
Hudson, sitúan la esclavitud y el sistema de plantaciones que surgió de ella en
el centro del desarrollo de la economía británica en el siglo XVIII. Y lo
convierten en un factor determinante de la Revolución Industrial y de las
formas particulares que ha adoptado el capitalismo británico hasta nuestros
días. El libro es importante porque se basa en una gran cantidad de datos que
intentan trazar el impacto global de la esclavitud en el desarrollo económico.
El objetivo de las dos investigadoras es comprender cómo esta actividad y la de
la plantación caribeña, que no podría haber existido sin el comercio de
esclavos, tuvieron un impacto más amplio en el conjunto de la economía
británica: en el comercio, la industria, las finanzas, la agricultura y el
consumo. Y cómo esta influencia sentó las bases de la Revolución Industrial y
del poder capitalista británico en el siglo siguiente.
Redescubrir la importancia de la
esclavitud en la economía del siglo XVIII
"La esclavitud formó parte [de
la transformación de la economía capitalista británica en el siglo XVIII]. Y no
sólo formó parte de ella, sino que estuvo en su centro, influyendo en la
transformación de la agricultura doméstica, la formación de capital, el cambio
tecnológico, la transformación de las prácticas comerciales y financieras, y la
revolución de las finanzas públicas y privadas", explican las autoras. El
libro explora cada una de estas facetas, no sólo "siguiendo el rastro del
dinero" procedente de los beneficios de las plantaciones y el tráfico de
seres humanos hacia las inversiones que alimentaron la Revolución Industrial,
sino también considerando cómo estos sectores influyeron en la forma en que la
gente hacía negocios, innovaba, contrataba créditos y consumía. Uno de los
grandes intereses de este libro es que no se limita a "rastrear" los
flujos financieros, sino que adopta un enfoque más global que ve la trata de
esclavos y la industria como lo que realmente fueron: un importante sector
capitalista dentro de una economía británica en transición. Como señalan las
autoras, los contemporáneos eran muy conscientes del papel crucial que
desempeñaba la esclavitud en la economía británica del siglo XVIII. En 1718,
William Word, plantador jamaicano y autor de un Ensayo sobre el comercio,
afirmaba que el comercio africano era "la fuente y el progenitor de donde
procede todo lo demás". La influencia de los plantadores y esclavistas en
el Parlamento británico era una característica dominante de la política
británica a principios del siglo XVIII. Es cierto que el país que se convirtió
en el Reino Unido de Gran Bretaña en 1707 mediante la unión de Inglaterra y
Escocia iba a dominar el comercio de esclavos durante todo el siglo. Los
británicos, que a finales del siglo XVII todavía aventajaban a los portugueses
en la deportación de africanos, acapararon casi el 43% del comercio de esclavos
entre 1751 y 1775, frente al 27% de los portugueses y el 17% de los franceses.
A finales de siglo, seguían controlando el 37% de este espantoso mercado. El
objetivo de estas deportaciones era abastecer las inmensas plantaciones de las
numerosas islas antillanas controladas por los británicos, como Jamaica y
Barbados, donde se producía café, tabaco y, sobre todo, azúcar. El azúcar
estaba en el corazón de la primitiva máquina capitalista que había comenzado
con la esclavitud.
El gusto por el azúcar lo cambia todo
Las dos autoras explican cómo se
modificaron el consumo y los gustos de los europeos para que la producción de
las plantaciones pudiera beneficiarse de un mercado inmenso y en constante
crecimiento. "A medida que crecía la oferta de azúcar, también lo hacía su
popularidad", resumen las autoras. Entre 1700 y 1783, la producción de
azúcar en las Antillas británicas se cuadruplicó. Este fenómeno se logró a
través de dos canales que no son ajenos a los mecanismos del capitalismo
actual: la atracción del consumo de lujo que se había vuelto asequible, y la
adicción al propio producto, que se convirtió en una "necesidad". La
imposición del azúcar al consumo de los europeos, incluidos los más pobres, en
el siglo XVIII es, en cierto modo, la primera victoria del marketing en apoyo
de la producción en masa. Es un recordatorio de que la demanda y el
consumo son a menudo las consecuencias más que
las causas de las opciones de producción. Pero lo que el libro muestra es que esta revolución
culinaria, concebida para garantizar la rentabilidad de las plantaciones de
caña de azúcar basadas en la esclavitud, tuvo un efecto general en cadena sobre
la economía. En primer lugar, alimentó la demanda de bebidas azucaradas
procedentes de otras plantaciones esclavistas (café, chocolate) o del comercio
asiático, como el té. La fiebre del azúcar también impulsó otros sectores, en
el propio Reino Unido, como la cerámica, el comercio minorista, los
intermediarios financieros y las infraestructuras portuarias. Todos estos
sectores impulsaron a su vez el resto de la economía, en particular la
producción de metales y minerales. Lo que Maxine Berg y Pat Hudson muestran es
el efecto en cadena de esta industria basada en la esclavitud sobre la dinámica
capitalista e industrial general del Reino Unido. Esta dinámica no siempre es
inmediatamente visible. Pero las autoras destacan, por ejemplo, hasta qué punto
esta revolución del consumo fue un elemento clave de la "revolución
industrial", un cambio significativo en la relación con el trabajo que
hizo posible la revolución industrial. Así, señalan, "el deseo de una
nueva variedad de bienes condujo a cambios graduales en el comportamiento de
los hogares ordinarios de Europa Occidental". Poco a poco, para poder
permitirse el lujo ahora alcanzable del azúcar, se abandonó la economía de
subsistencia en favor del trabajo asalariado. La gente estaba dispuesta a
trabajar más y durante más tiempo para adquirir estos bienes, que se habían
convertido, según los propios relatos de finales del siglo XVIII, en
necesidades esenciales.Al mismo tiempo, el sistema de plantaciones sentó las
bases de la futura organización capitalista del trabajo y la producción. La
industria azucarera de la época era una "síntesis de campo y
fábrica", un verdadero "agronegocio" que no se parecía a
"nada conocido entonces en Europa". El jugo de la caña de azúcar
debía procesarse rápidamente tras la cosecha para producir cristales de azúcar
y melazas que, una vez destiladas, producían ron, un producto que pronto se
popularizaría también en los mercados europeos.
Productividad, innovación y
disciplina
La plantación era, por tanto, un
sistema integrado que requería importantes innovaciones para su época con el
fin de organizar y mejorar la producción. El sistema de contabilidad que se
implantó permitió calcular con mayor precisión los rendimientos y, por
consiguiente, reducir las "necesidades" de los esclavos en materia de
alimentación, vivienda y vestido para extraer el máximo valor posible. Estas
prácticas contables iban a desempeñar un papel decisivo en el nacimiento y
desarrollo del capitalismo. "La contabilidad normalizada hizo posible la
separación de la propiedad y la gestión, separación que sigue siendo poco
frecuente en las empresas británicas y europeas más de un siglo después",
señalan las autoras. La contabilidad también permitió aumentar el control y la
intensificación de la mano de obra. El sistema de plantaciones confirmó la
observación que Marx haría un siglo más tarde: el aumento de la productividad
iba de la mano del deterioro de las condiciones de trabajo. El libro señala que
"las condiciones de trabajo empeoraban a medida que mejoraban la gestión y
la tecnología". Poco a poco, las plantaciones de las Indias Occidentales
británicas del siglo XVIII se asemejaron a las grandes fábricas del siglo
siguiente, con la violencia añadida del régimen esclavista, donde los rebeldes
eran azotados, apaleados y ahorcados. Al mismo tiempo, la plantación también se
esforzaba por mejorar la productividad mediante una mecanización cada vez
mayor. Una vez más, vemos hasta qué punto es erróneo el argumento clásico (y
ahora insostenible) de que la esclavitud impediría cualquier aumento de la
productividad necesario para el desarrollo capitalista. Los autores muestran
con gran detalle la importancia del sistema de plantaciones en las innovaciones
clave del periodo. Esto fue particularmente cierto en términos de energía, donde
el vapor se utilizó a escala masiva desde finales del siglo XVIII en las Indias
Occidentales británicas, en un momento en que su uso era muy limitado en el
Viejo Continente. Lo mismo ocurrió con la maquinaria y las técnicas agrícolas
de selección y mejora de semillas. Todo ello fomentó la innovación en la
metrópoli y fue una de las claves del avance británico a principios del siglo
XIX.
La financiarización de la economía
La alta productividad del sistema de
plantaciones y el atractivo de sus productos permitieron a Inglaterra, un país
pequeño con muy pocos recursos naturales, "salir de las limitaciones de
[su] economía doméstica" multiplicando los recursos agrícolas y los
ingresos comerciales. De hecho, toda la economía británica iba a ser remodelada
por el sistema esclavista. Los puertos comerciales del Atlántico,
principalmente Liverpool y Glasgow, desarrollaron un hinterland que
suministraba los productos manufacturados necesarios para el comercio
triangular basado en la esclavitud, sobre todo textiles y productos metálicos.
La geografía económica del Reino Unido se vio profundamente alterada como
consecuencia de ello, y las principales zonas industriales ya estaban
implantadas a principios del siglo XIX, antes de que se generalizaran la
energía, el vapor y el ferrocarril, impulsados por el comercio atlántico. Una
de las aportaciones más interesantes de este libro es el examen del desarrollo
de las finanzas en el contexto del sistema esclavista. La magnitud de las
inversiones necesarias para desarrollar las plantaciones hizo rápidamente
imprescindible el uso de cartas de crédito y deudas. Del mismo modo, los
riesgos inherentes al comercio marítimo condujeron al desarrollo del sistema de
seguros. Por último, los colosales beneficios de la esclavitud alimentaron la
necesidad de un sistema financiero capaz de gestionar su reinversión, según la
lógica capitalista clásica. Londres se convirtió rápidamente en el primer
centro financiero del mundo, superando a Amsterdam a finales del siglo XVII.
Los financieros londinenses desarrollaron innovaciones que serían cruciales
para el futuro desarrollo del capitalismo. Se estableció un sistema de
garantías sobre los préstamos contraídos por los traficantes de esclavos, lo
que permitió a los británicos intensificar el comercio de esclavos, mientras
que holandeses y franceses tuvieron que hacer frente a la falta de crédito y a
elevados riesgos. Al mismo tiempo, se desarrolló un verdadero mercado de bonos
privados emitidos por las plantaciones. Se convirtieron en verdaderos instrumentos
de pago que permitieron la industrialización de las zonas portuarias del
interior. El dinero de la metrópoli se dirigía hacia las necesidades de las
plantaciones, y luego volvía a Inglaterra y Escocia para financiar los sectores
impulsados por el comercio triangular, pero también para financiar al Estado.
Las autoras hacen especial hincapié en el hecho de que la demanda de deuda
pública por parte de los plantadores permitió estructurar nuevos instrumentos
que aún hoy constituyen la base de las finanzas, y que no sólo proporcionaron
un apoyo estatal esencial para el desarrollo capitalista británico, sino que
también financiaron las guerras coloniales que reforzaron el sistema de
plantaciones.
El efecto a largo plazo de la
esclavitud sobre el capitalismo
Maxine Berg y Pat Hudson no
defienden, como ellas mismas afirman en su prefacio, la idea de que exista un
vínculo causal o necesario entre esclavitud y capitalismo. Por el contrario, su
meticuloso estudio pretende volver a situar la esclavitud en el centro del
proceso que condujo a la constitución de la primera sociedad capitalista del
mundo. Este intento fue lanzado por el historiador del Trinity College in
Hartford, Connecticut, Eric Williams en 1944, pero desde entonces ha sido
combatido y soslayado por la mayoría de los historiadores de la Revolución
Industrial en el Reino Unido. Su trabajo permite restablecer la conciencia del
papel formativo y central que desempeñó la industria esclavista en el
surgimiento del capitalismo, así como captar la huella que tal hecho pudo dejar
en el desarrollo de la historia económica británica. La esclavitud proporcionó
al capitalismo moderno algunas de sus estructuras fundamentales de producción y
consumo. Y, de hecho, los dos últimos capítulos del libro se esfuerzan por
mostrar este impacto duradero. La abolición del comercio de esclavos por
Londres en 1807, seguida de la abolición de la esclavitud entre 1833 y 1838, no
puso fin al dominio de la esclavitud sobre el capitalismo británico. Los
inversores londinenses no sólo siguieron apoyando masivamente las industrias
basadas en la esclavitud en el sur de Estados Unidos, Cuba y Brasil, sino que
reprodujeron una forma de sucedáneo de la esclavitud en las plantaciones de
Guyana y el Caribe, con la deportación y la explotación violenta de
trabajadores del sur de Asia. El impacto también es evidente a más largo plazo.
La financiarización de la economía británica en los años 80 parece haber
perpetuado la lógica de la plantación. No es casualidad, además, que muchas de
las dependencias de la Corona caribeña, como las Islas Caimán y las Islas
Vírgenes Británicas, se hayan convertido en paraísos fiscales paralelos en
apoyo del poder global de la City. Los autores rastrean claramente una serie de
rasgos de la sociedad británica contemporánea hasta esta historia original: no
sólo el racismo, sino también el alto nivel de desigualdad, la formación muy
estrecha de las élites y la fortísima división geográfica de Inglaterra. "La
esclavitud dio al capitalismo moderno algunas de sus estructuras fundamentales
de producción y consumo y promovió las desigualdades de raza, clase y lugar que
han caracterizado a Gran Bretaña y al resto del mundo en los últimos tres
siglos", escriben Maxine Berg y Pat Hudson. Esta conclusión coincide con
muchos análisis recientes, algunos de los cuales adoptan un enfoque diferente,
como el reciente de Sylvie Laurent (véase su entrevista aquí).
¿Por qué el Reino Unido?
Por último, hay una cuestión que
sigue siendo importante. El Reino Unido no fue la única potencia europea
implicada en la esclavitud. El sistema de plantaciones y la deportación de
esclavos comenzaron en el siglo XVI con Portugal, que, junto con Brasil (que no
abolió la esclavitud hasta 1888), fue un actor importante a largo plazo. En
Santo Domingo, Francia tenía la colonia azucarera más productiva del mundo y,
junto con los Países Bajos, también fue un actor importante en este sistema. Entonces,
¿por qué surgió primero el capitalismo industrial en el Reino Unido? Sin duda,
nos hubiera gustado contar con más elementos comparativos en este libro para
entenderlo. Pero el libro proporciona algunas pistas interesantes. En primer
lugar, hay que recordar que el capitalismo no es sólo el producto de la
esclavitud. Algunas otras estructuras institucionales y económicas desempeñaron
un papel importante, sobre todo en la agricultura. El terreno sobre el que se
construyó el sistema de plantaciones no fue el mismo en todas partes. La
resistencia de las estructuras feudales y del consumo de lujo en Francia y
Portugal bloqueó sin duda la lógica de acumulación del mercado que funcionaba
al otro lado del Canal de la Mancha. El libro aporta, sin embargo, pruebas más
concretas del desarrollo británico, en particular la existencia de un centro
financiero ya globalizado y muy innovador en Londres, y el efecto de arrastre
hasta al menos 1776 de los asentamientos europeos en Norteamérica, que actuaron
como correa de transmisión de los fenómenos antes descritos. Por último, hay un
elemento central: el Estado británico fue un decidido partidario del sistema de
producción de plantaciones, y lo demostró no sólo en el plano institucional,
sino también en el militar. La derrota de Francia y los Países Bajos en 1763 al
final de la Guerra de los Siete Años es, desde este punto de vista, un
acontecimiento capital en la historia del capitalismo. El libro de Maxine Berg
y Pat Hudson es una importante contribución a la historia de la Revolución
Industrial, un tema que ha sido objeto de mucho debate en los últimos años.
Sólo cabe esperar que esta obra se amplíe y extienda a otros países, como
Francia. Desde este punto de vista, cabe señalar que la idea del libro surgió a
raíz de la "descolocación" de las estatuas de esclavos en Bristol en
2021. Así pues, el movimiento de la sociedad fomenta y hace avanzar la
investigación, contrariamente a lo que afirma el pensamiento conservador. Este
no es el menor de los mensajes positivos del libro.
Romaric Godin es periodista desde 2000. Se incorporó a La Tribune en 2002 en su
página web, luego en el departamento de mercados. Corresponsal en Alemania
desde Frankfurt entre 2008 y 2011, fue redactor jefe adjunto del departamento
de macroeconomía a cargo de Europa hasta 2017. Se incorporó a Mediapart en mayo
de 2017, donde sigue la macroeconomía, en particular la francesa. Ha publicado,
entre otros, La monnaie pourra-t-elle changer le monde Vers une économie
écologique et solidaire, 10/18, 2022 y La guerre sociale en France. Aux sources
économiques de la démocratie autoritaire, La Découverte, 2019.
Fuente Sin Permiso
https://www.sinpermiso.info/textos/los-origenes-del-capitalismo-la-esclavitud
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