Revista Nos Disparan desde el Campanario Año V ECONOMÍA Del alfiler al semiconductor: La Protección… por Alejandro Marcó del Pont
Fuente El Tábano
Economista
https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2024/05/19/del-alfiler-al-semiconductor-la-proteccion/
Los países ricos, predicadores del comercio libre, aplican el más rígido
proteccionismo contra los países pobres: convierten todo lo que tocan en oro
para sí y en lata para los demás.
(Eduardo Galeano)
Dado que las “grandes potencias” son
también potencias nucleares, el equilibrio del poder sugiere que es probable
que se dé una confrontación directa en el escenario económico que en el campo
de batalla. La estrategia económica fue y seguirá siendo un elemento esencial
de la política exterior. Pero para que la política económica tenga el máximo
efecto debe basarse en una doctrina coherente con el principio rector, en el
caso de Occidente de, al menos: aumentar la prosperidad mundial preservando al
mismo tiempo la seguridad nacional, lo cual a todas luces y según cualquier
indicador mundial que se tome, no ha sucedido.
Es posible también que a Estados
Unidos le correspondiera atraer a los países con la promesa de un beneficio
mutuo, en lugar de dar crédito a la idea de que el país utiliza principalmente
herramientas punitivas. El alivio de la deuda, los préstamos en condiciones
favorables, la financiación de infraestructuras, las asociaciones en la cadena
de suministro y las alianzas tecnológicas son ejemplos de incentivos positivos
que fomentan la alineación sostenible de intereses con Estados que han
expresado su escepticismo hacia las políticas estadounidenses (como muestra el
mapa, mucho más del 70% del mundo). O imaginar, alternativamente, una política
especial para aquellos estados condescendientes o sumisos, como Argentina, y
darles a cambio algo, antes que se den cuenta dónde tiene que estar ubicados en
el mapa.
Antes de explicar desde el alfiler al
semiconductor habría dos temas que abordar. El Estado versus el mercado, y la
planificación versus la ignominia. En el primer caso, la narrativa del libre
mercado ha enfrentado cada vez más la realidad de un proteccionismo encubierto
en el escenario geopolítico actual. Mientras algunos defienden la idea de un mercado
completamente libre de regulaciones y restricciones, otros recurren a medidas
como sanciones, aranceles, prohibiciones y regulaciones para proteger los
intereses nacionales y detener lo que perciben como amenazas al sistema
unipolar occidental.
Tradicionalmente, se ha planteado un
debate entre la intervención del Estado en la economía y la libertad del
mercado para asignar recursos. Sin embargo, esta dicotomía se ha vuelto más
compleja en la medida en que el mercado ha evolucionado. En la mayoría de los
casos, el mercado ya no funciona de la manera idealizada de la teoría económica
clásica. En lugar de producir una asignación eficiente de recursos, el mercado
tiende a generar concentración económica en manos de unos pocos
actores poderosos. En respuesta a esta realidad, el papel del Estado se ha
vuelto crucial, no como fue estructurado por la teoría neoclásica para
contrarrestar las fallas del mercado, sino para planificar un crecimiento
equilibrado, una distribución más equitativa de recursos y de oportunidades.
Esa lógica la adelantamos en nuestro
artículo anterior, “Keynesianismo
con botas”, que mantuvo a Rusia fuera de la depresión, solo por el estímulo
bélico dirigido por el Estado. La decisión de Putin de nombrar a Andrei
Belousov, un economista con experiencia y formación en políticas económicas
como nuevo ministro de Defensa ruso refleja una estrategia clara por parte de
ese gobierno. Esta elección sugiere que Rusia busca combinar sus objetivos
militares con sus necesidades económicas y de desarrollo a largo plazo. Fueron
los propios chinos quienes bautizaron la jugada de Putin como «jugar a largo plazo«.
Rusia intentará combinar sus objetivos militares con las exigencias económicas,
hacer que el desarrollo económico apoye la operación militar y que la operación
militar impulse el desarrollo científico y tecnológico.
La otra cara de la moneda de las
políticas rusa es la ignominiosa Argentina, un experimento, a primera vista
complejo de explicar, pero sencillo en realidad. Lo haremos en pocas líneas
porque es marginal al artículo. Lo más reaccionario de la política exterior
americana es el realismo, aunque el neoconservadurismo lo aventaja
fuertemente, al menos en guerras. Para tener una idea: Hans Morgenthau es
considerado como uno de los padres fundadores de la escuela realista del siglo
XX, que será la teoría que tomaremos, Henry Kissinger sería su ladero y Donald
Trump la actualidad.
El modelo de Morgenthau nos servirá
para describir la política interna-externa de Argentina. En su idea de
realismo, el Estado es el único actor digno de consideración en un
medio, como el sistema internacional, de carácter político (es decir, basado en
el poder), el Estado es la forma histórica de organización del
ejercicio del poder en las relaciones internacionales. Este Estado es el que en
Argentina los grupos concentrados de poder que gobiernan el país quiere
fragmentar, destruir o apropiarse, para sus negocios.
Pero Morgenthau da una vuelta más al
equilibrio del poder del Estado introduciendo el interés nacional. Al
abordar la segunda categoría de análisis —el interés nacional— se tiene
presente de manera inmediata el fenómeno del Estado-nación. En el caso de
Argentina, parece que los intereses de ciertos sectores dominantes se centran
más en mantener un modelo económico que beneficie la exportación de materias
primas sin un enfoque integral en el desarrollo interno del país. Esta
perspectiva económica es vista como una forma de racionalidad que
prioriza las ganancias depositadas en el exterior sobre el desarrollo nacional
y la construcción de un modelo de país más equilibrado y sostenible. De hecho,
la racionalidad implica que no hay Estado–nación, por lo tanto, su interés,
como el de las provincias y la población que lo compone, carece de valor.
Comencemos con el alfiler. La
estrategia del desarrollo en perspectiva histórica muestra que hay una historia
“real” y una “historia imaginaria” de la política comercial, lo que provoca una
división entre países desarrollados y países pobres, es decir, aquellos que
implementaron políticas de libre comercio y políticas mercantilistas,
respectivamente. Ninguno de los demás países que figuran entre las naciones
ricas de hoy fue tan proteccionista como Gran Bretaña o Estados Unidos, con la
breve excepción de España en la década de 1930 (¿Qué fue del buen samaritano?
Ha-Joon Chang; 2008). Adam Smith comienza su libro “La riqueza de las naciones”
argumentando que las causas de un aumento de la productividad se deben a una
mayor división del trabajo, lo que aumenta la productividad.
Una de las causas actuales de los
problemas de EE.UU. está en la figura (Big Swings), la pérdida de productividad
y su caída en la competitividad mundial. Quizás lo más interesante es que las
medidas proteccionistas de Trump han continuado bajo la administración de
Biden, tratando de recomponer este desplome, formando una matriz de la política
comercial estadounidense que seguirá después de las elecciones de 2024. La
postura del gobierno estadounidense en materia de comercio internacional ha
virado claramente hacia el proteccionismo.
Desde el año 2008 las economías
modernas han establecido más de 10.000 medidas proteccionistas (Global Trade Alert Report),
lo que demuestra hasta qué punto se busca con el cierre de las fronteras a la
competencia la seguridad de una economía próspera. La crisis del COVID-19
exacerbó aún más esta tendencia proteccionista, al poner de manifiesto la
vulnerabilidad de las cadenas de suministro. Frente a la economía liberal, como
la propugnada por Adam Smith, en la que los mercados traducen los intereses
nacionales en intercambios, en una suerte de manifestación de soft power,
la vuelta al proteccionismo pretende de nuevo el anclaje del proceso productivo
al territorio nacional.
Esta idea es la vedet ideológica
americana para ocultar el proteccionismo, intentando proteger el empleo, la
tecnología y la capacidad estadounidense de competir, desde Trump a Biden. La
doctrina se llama economic statecraft (arte de gobernar económico).
Este término se refiere a la utilización de medios económicos para alcanzar
objetivos de política exterior. En este caso, la política económica al servicio
de la política exterior podría traducirse como estrategia económica
internacional.
Estados Unidos ha utilizado esta
palanca desde tiempo inmemoriales para promover sus intereses de política
exterior a través de medidas positivas (Plan Marshall, tratados de libre
comercio, la OMC, etc.) y coercitivas (embargo, sanciones, medidas de control
de las exportaciones, aranceles, etc.). Bajo la administración de Biden, la
instrumentalización del poder económico se ha convertido incluso en el elemento
central de la estrategia global estadounidense y de sus relaciones con las
grandes potencias que Washington considera competidoras u hostiles.
La guerra comercial de Trump en
2018-2019 se basó en aranceles, apoyándose en la legislación que le permite al
presidente tomar medidas sobre las importaciones que amenazan la seguridad
nacional, impuso o aumentó los aranceles sobre una amplia gama de bienes
chinos, desde paneles solares y lavadoras, acero y aluminio. Hoy están los
vehículos eléctricos, pero las otras industrias afectadas por los nuevos aranceles incluyen las baterías de iones de
litio, los semiconductores, el aluminio y el acero, los paneles solares y los
productos médicos, las mismas que en la era Trump.
Los objetivos de la política de Trump
eran estimular la industria manufacturera estadounidense, mejorar la balanza
comercial y atraer el empleo, factores que influyeron claramente en la
imposición de nuevos aranceles. Como muestra la gráfica (Aranceles medios…), no
solo la política de aranceles no es nueva, sino que están muy por debajo de la
media histórica. Lo atractivo de los resultados de estas políticas es que los
estadounidenses han experimentado un aumento de los costos, un descenso de los
ingresos, una reducción del empleo (incluso en el sector manufacturero) y un
descenso de la producción neta, incluso después de tener en cuenta los beneficios
concedidos a los productores protegidos.
Biden ha continuado la guerra
comercial, la mayoría de los aranceles impuestos bajo la administración de
Trump se han consolidado bajo la administración actual. En total, los aranceles
que impuso Trump representaron casi 80 mil millones de dólares en nuevos
impuestos a los estadounidenses. Casi 74 mil millones de dólares de estos
aranceles siguen vigentes hoy bajo el gobierno de Biden, lo que refleja en gran
parte las medidas dirigidas a las importaciones procedentes de China.
De cara al futuro es poco probable
que el orden comercial internacional prospere bajo ninguno de los dos
principales candidatos en las elecciones de noviembre de 2024. Trump ha hecho
campaña a favor de crear nuevas barreras al comercio, incluyendo un arancel
global del 10%, un arancel del 60% o más sobre todas las importaciones
procedentes de China y la desvinculación completa de Pekín. Ahora el
proteccionismo y las represalias de Estados Unidos también van a afectar a
Europa. De hecho, la mayoría de los socios comerciales de Europa predicen que,
si Trump gana las elecciones de 2024, las relaciones transatlánticas se verán
alteradas en muchos frentes, como la adopción por parte de Estados Unidos de
una línea dura en materia de comercio y el estallido de nuevas guerras
comerciales.
Las tarifas apuntan a tratar de
garantizar que las tecnologías de energía limpia no estén dominadas por un
único proveedor, lo que hoy sucede en realidad, es decir, que China no sea la
que pueda establecer control sobre tecnologías vitales como los vehículos
eléctricos, las baterías de iones de litio y otros productos. Los aranceles
intentan frenar el desarrollo por parte de China de ciertas tecnologías de
doble uso que tienen un potencial militar latente. Las baterías de iones de
litio, por ejemplo, se utilizan no solo para vehículos eléctricos y
almacenamiento en redes eléctricas, sino también para aplicaciones militares
como submarinos diésel-eléctricos, drones aéreos y portaaviones no
tripuladas.
Lo asombro de este recorrido es que
Argentina opera en sentido contrario en todas y cada una de las direcciones que
históricamente el desarrollo económico ha marcado, así como las guerras
comerciales. Libera el comercio cuando hay que proteger, elimina el Estado
cuando hay que intervenir, regular y planificar el uso de materias primas y
materiales escasos para la transición energética y se alía con quien se protege
y produce y exporta las mismas materias primas. Una locomotora de insensatez.
Colaborá con El Tábano Economista
Si no estás en Argentina
Donaciones El Tábano Economista
(PayPal)
https://paypal.me/tabanoeconomista?country.x=AR&locale.x=es_XC
Si estas en Argentina
Ayuda Cartonero ($800) http://mpago.la/1qGgKbx
Ayuda de monotributista
social ($1.600) http://mpago.la/2jct2yi
Ayuda de burguesía nacional
($3.000) http://mpago.la/2bvxWvD
O una donación voluntaria al
siguiente CBU del Banco Provincia de
Buenos Aires: (Alias: SANTA.BANANA.MURO)
*Alejandro Marcó del Pont, Licenciado en Economía de la UNLP. Autor y editor del sitio especializado en temas económicos El Tábano Economista, columnista radial, analista
Comentarios
Publicar un comentario