Revista Nos Disparan desde el Campanario Año V “IDEALES DE CAPTACIÓN INTELECTUAL DIRECTA”… DEMENCIALIDADES EMOCIONALES INSTALADAS… por Eddy W. Hopper

 

Ayer, alguien comentaba que un profesional universitario que iba por su segundo posgrado, macri-mileísta como casi todos los de su especialidad, le dijo que “las jubilaciones son una ESTAFA PIRAMIDAL”.

El disparate psiquiátrico parece venir por el lado de que, al igual que en estas maniobras de delincuencia, hay quienes aportan para que los que aportaron antes gocen ahora del beneficio jubilatorio; pero, como NO ALCANZA, “otros tienen que aportar, para financiar el déficit”, algo similar -para ese modo imperfecto de ver- a lo que ocurre en los niveles inferiores de la pirámide defraudatoria.

La cuestión pasa por alto el problema de la existencia misma de la sociedad. El sentido último de vivir en una comunidad es que todos nos cuidemos entre todos, de todas las maneras posibles, incluso “poniendo dinero de nuestro bolsillo”. No siempre se logra, y hasta que el ser humano deje de ser malo por naturaleza se debería seguir intentando; porque este estado de represión de impulsos se acerca más al respeto mutuo por la vida y el patrimonio que los otros modelos de yuxtaponer seres humanos.

De otro modo, prevalecería la ley del más fuerte. Hay y hubo sociedades primitivas en las que los viejos son arrojados a los perros para que se los coman, porque se generaliza la idea de que las personas mayores (como yo, por ejemplo, que tampoco trabajo con herramientas o con palas), “no sirven para nada”.

Cuando se instalan costumbres de ese tipo, además, la cuestión suele e (in)volucionar hacia los menos dotados, y luego hacia las minorías segregadas por prejuicios, hacia las razas, las religiones, los grupos que comulgan ideas y más. Todos arrojados a los perros, o con la chimenea como única vía de escape. Sí: el na.z. ismo.

En este sentido, “Viva la Libertad, Carajo” no significa otra cosa que “Viva la Ley del Más Fuerte”; y es el preludio de varios períodos históricos que ya vivimos, en todo el mundo. La mayor parte del África, por ejemplo, es un modelo terminado de la aplicación de esta ley.

Ahora bien: A MÍ TODO ESTO ME PARECE EVIDENTE. Le dije ayer a quien me comentaba el dislate de la “jubilación piramidal” que, si una razón de existir tiene la sociedad, es que a todos no nos muerdan las patas los zorros jóvenes cuando seamos zorros viejos. Yo no puedo hablar sino con metáforas, y por eso muchos creen que digo cualquier cosa.

Pero esta persona entendió perfectamente. Me contó, además, que conocía a un médico que afirmaba que es mentira que el Estado no provee más remedios para pacientes con cáncer. Yo le dije que esa afirmación sólo podía proceder de alguien muy cruel, o bien de alguien que tiene un problema serio de percepción. Ejemplifiqué así: “Se trata de ideas primarias; en este caso, la dupla ‘hay-no hay’. Si en el armario en donde antes se guardaban los medicamentos oncológicos ahora no hay NADA, es imposible percibir que sí hay”. “Está bien, pero él no es médico oncólogo, así que no ve si hay o no hay. Simplemente opina”. “Claro, pero si no es oncólogo, cómo sabe que es mentira que el Estado no distribuye remedios oncológicos”. “Nada, él está convencido de que es así”.

Ya con náuseas, vinculé en seguida la cuestión con el problema de las “captaciones intelectuales” o “captaciones directas” de las que hablaban los griegos. Las dos fundamentales son las del tiempo y del espacio: independientemente de la experiencia, “percibimos” el espacio; percibimos también el tiempo; y en ambos casos se nos hace prácticamente imposible explicarlos.

No tenemos ninguna duda acerca de lo que es el tiempo y el espacio, dos conceptos inexplicables que no podemos pasar por la razón. Platón daba una vuelta adicional: aventuraba que toda persona podía captar en forma directa, incluso, aquellas “ideas perfectas” que vivían en el “topos uranós” (es decir, fuera del espacio físico): la Leonidad, la Manzaneidad, la Esfericidad, el Bien: el abstracto perfecto que luego se manifestaba como “forma” en la physis: el león, la manzana, la esfera, el acto bueno.

Durante el na. z,ismo, la sociedad alemana jugó a la captación intelectual de conceptos intrínsecamente execrables, que intentó “naturalizar” como moralmente buenos y eternos. Instaló el hecho de que, obviamente, la “Judeidad” era perceptible en forma directa –como aquellas ideas perfectas de Platón- en una dimensión similar a la de la “Animalidad”, axiológicamente inferior a la idea de “Humanidad”. Se empeñó en extender esa “captación directa de inferioridad” hacia otras categorías: la “Gitaneidad”, la “Discapacidad”; hasta llegar a disparates como “la Comunisteidad”, la “Infertilidad Antinacional” y muchos otros que da repulsión siquiera transcribir.

Así también nuestros macri-mileístas de hoy, a pesar de que una poderosa minoría ha sido formada aun en claustros universitarios, postula de manera displicente la naturaleza intrínsecamente DEVALUADA (pero, para ellos, amigables con la idea de “valor”) de institutos que hacen al sentido final de la sociedad. Ellos los “captan”, “así”; y “así” dicen que “son en realidad”.

Y entonces surgen locuciones que parecen arraigadas en la más extrema DEMENCIA y que no resisten siquiera el análisis sensorial más primitivo: a varios meses de instalación en el gobierno de esta caterva de insanos, la cuestión ha saltado varios escalones involutivos: gente con estudios, viajes y contactos de interacción hasta ahora desarrollados en el ámbito de la “normalidad” habla de las jubilaciones como “estafas piramidales”, está convencida de que “los pesos son excremento”, cree que las mismas facultades públicas desde las que egresan profesionales tanto de derecha como de izquierda “adoctrinan” y muchas otras irregularidades del entendimiento, producto de una idea ficticia de captación intelectual que conviene a las escalas de antivalores que la condicionan.

Entonces, como en las narraciones evacuadas por los locos de verdad, cree ver remedios oncológicos provistos por el Estado en un anaquel vacío, asegura que hay crecimiento económico en ámbito de generación diaria de miseria, está convencida de que un perro imparte instrucciones para conducir un país desde el Más Allá de los Perros, cree que las “Fuerzas del Cielo” prevalecen sobre la voluntad humana, asigna a una tarotista la misión de “aprobar” astrológicamente el ingreso al “grupo de trabajo” gubernamental; y ve con buenos ojos las reacciones violentas del presidente, similares a las de un demente rematado que asume con sensación de realidad que tiene puesto un chaleco de fuerza cada vez que alguien no le da la razón.

“Viva la Libertad, Carajo” es “Viva la Ley del Más Fuerte”; la Ley de la Jungla, y por eso los partidarios imbéciles de este desgraciado lo relacionan con un León. Sin saber, por supuesto, que tarde o temprano serán comidos: las clases medias y bajas se autoperciben insana y estúpidamente fuertes.

Las clases medias y bajas, ya perdida para siempre su integridad moral, van en procura de la pérdida definitiva de su integridad física, es decir, de su muerte.

Y así es que dicen imbecilidades propias de un deterioro, todo el tiempo; creyendo –por su misma patología- que captan de manera directa, sin necesidad de ninguna constatación empírica, conceptos que estaban velados por “el populismo” y que esta dupla perversa-patologizada (Macri – Milei) vino a “sacar a la luz”, sólo para aquellos que “la ven”.

Se comportan, en definitiva, igual que los enfermos mentales que aseguran que una voz en la cabeza les ordena cosas o que ahí, en ese mismo televisor que muestra la imagen de un indiscutible padeciente psiquiátrico, hay un estadista.

 

UNA TEORÍA DEL ESTADO FÁCIL DE DECIR Y DE APRENDER

 

La clase media honestista postula que "las funciones del Estado deben reducirse al mínimo". No sé de dónde obtiene esa conclusión; pero quizás sea muy parecida a la idea de Estado que yo tengo. Dejo de lado todo lo que sé de Teoría del Estado y de Ciencia Política, que obviamente nunca es mucho. Y digo entonces que, según veo, el Estado -que es una mega institución que se nos impone como nota de civilización- debe tener únicamente TRES (3) funciones.

A saber:

1) Garantizar que los fuertes sean cada vez más fuertes.

(¿Qué? No se enoje, militante de Sierra Obtusa. Faltan las otras, que se articulan armónicamente).

Comienzo de nuevo.

El Estado (o el "Estado mínimo" que quiere la clase media que no sabe nada) debe tener únicamente TRES (3) funciones.

A saber:

1) Garantizar que los fuertes sean cada vez más fuertes.

2) Garantizar que los débiles, en todas sus formas e intensidades, sean alguna vez fuertes para siempre.

3) Garantizar la defensa de los débiles contra las interacciones de los fuertes.

Tres funciones...

...cuyo ejercicio virtuoso hará que nunca más -como por estos días- nos veamos sometidos a la Fuerza más poderosa de todas: la Diosa Mediocridad en general, y la Mediocridad del Prójimo en particular.

 

 


*Eddy W. Hopper. Abogado

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Comentarios

  1. Se ve que no es lector de Eddy. Muchas veces utiliza el sarcasmo y la ironía. Pero lo que cuenta es la existencia del senicidio como prácticas de algunas civilizaciones. Cosa historicamente probada.

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  2. Los Hérulos de la antigua germania practicaban senicidio quemando a los ancianos, esparciendo sus restos y luego obligando a sus esposas a suicidarse. Otro ejemplo es el ubasute japonés, práctica que consistía en llevar al anciano a un lugar desolado y abandonarlo a merced de la fieras salvajes y las contingencias climáticas. En las sociedades nómadas de cazadores y recolectores, condicionadas por el alimento, era muy común abandonar a sus ancianos y aislarlos a su suerte en el medio natural debido a su carácter improductivo. Existe una extensa bibliografía sobre el senicidio o gerontocidio en la historia de la humanidad. Hoy estamos ante formas más sutiles para la eliminación de los que no son provechosos para el modelo, inclusive la pandemia sirvió para que algunos expusieran la necesidad de establecer un protocolo etario de vida. Es probable que el amigo Hopper haya querido llamar nuestra atención con crudeza a través de la metáfora, pero no es menos cierto que su metáfora no se encuentra muy lejos de la realidad y de la historia.

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  3. Hola, soy Eddy W. Hopper. Quiero decir que, de todos modos, está muy bien la crítica, que agradezco. Día a día asisto a espectáculos espantosos de gente que habla y no sabe; y lo que es peor: gente que construye su propio entorno de pareceres, opiniones y estándares creados por ellos mismos o consensuados con otros de su espacio de relaciones, francamente horroroso en conjunto.

    También me daña en la vergüenza propia y en la del Otro cotidiano el fenómeno de la literalidad, más allá de mi tendencia a hablar con metáforas y menciones indirectas. No sé si es que no aprendo o no quiero hablar "claro"; y para peor, personalmente estoy convencido de que nadie sabe más que lo elemental, o bien sólo domina aquello que se ha construido como verdad, como dije en el párrafo anterior. Sé que es un acto de profunda soberbia.

    Perdón al editor, no sé si es usual que el autor de la nota intervenga en los comentarios. Centralmente por necesidad de expresión quiero decir que estoy de acuerdo con el hecho de que es mejor no hablar antes que hablar cosas que no se saben, sana costumbre que ha conducido a un puñado de personas en toda la Historia de la Humanidad, verdaderamente honestas y virtuosas, a no decir nunca nada de nada.

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  4. Tenés todo el derecho que te asiste, además para los que gozamos de tu pluma y análisis no nos queda duda alguna de tus conocimientos y elaboración de cada texto. Además si uno se molesta a hojear los tratados escritos al respecto tus conceptos no eran de ningún modo falaces. Acaso el preopinante debió refutar con argumentos, hubiera sido enriquecedor abrir el debate histórico y no irrumpir con una mera expresión insultante. Pero qué va, parece que es la moda hacerlo así, aún en sitios como Nos Disparan en donde cada texto invita a la reflexión y no a la compulsión. Abrazo. Gustavo M. Sala

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  5. Qué cosa rara. Tan rico y profundo artículo para debatir y detenerse solo en ese detalle menor y de manera agresiva

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