Revista Nos Disparan desde el Campanario Año V Foucault: sobre el poder, el conocimiento y la locura… por Javier Correa Guzmán, invita Javier M. Miró
«Donde hay poder hay resistencia», «El poder no se tiene, se ejerce» o
«El poder no reprime, el poder produce» son algunas de las citas más celebres
del filósofo francés Michel Foucault, a menudo considerado como el filósofo del
poder. Pero ¿qué significan estas frases? ¿Qué cambios encierran con respecto a
la visión tradicional del poder? En este artículo te damos diez claves para
entender su pensamiento.
Índice
1
Foucault como arqueólogo del saber
4
El poder no se tiene, se ejerce
Michel Foucault se dedicó al estudio
de diversos temas con una obra profusa de muchas formas diferentes: libros,
artículos, cursos, entrevistas, etc. También fue un activista reconocido,
en especial en el tema de la prisión. Nació en Poitiers en 1926 y murió en
París en 1984. Estudió Psicología y Filosofía en la École Normale
Supérieure de París. Militó durante tres años en el Partido Comunista Francés,
aunque luego lo abandonó. Fue uno de los filósofos más importantes de Francia
en el siglo XX.
Sus primeras obras tienen como tema
principal la salud mental (Historia de la locura en la época clásica, El
nacimiento de la clínica y Enfermedad mental y psicología). A
continuación, su producción viró en consonancia con el estructuralismo en auge
de la Francia de su tiempo con obras como Las palabras y las cosas, La
arqueología del saber y Vigilar y castigar. Después de sus estudios
sobre el poder, Foucault realizó un viraje ético, principalmente en los tomos 2
y 3 de la Historia de la sexualidad.
Abordamos aquí su pensamiento en diez
claves. ¿Qué es lo más importante de su filosofía? ¿Cuáles fueron las
herramientas más potentes que nos legó? ¿Por qué se le conoce como el filósofo
del poder? ¿Qué hay en su obra más allá de sus estudios sobre el poder? En fin,
¿por qué se caracterizó la filosofía de Michel
Foucault?
1 Foucault como arqueólogo del saber
La arqueología del saber es el
enfoque metodológico propuesto por Foucault en sus primeras obras. Introdujo
este enfoque (crítico) en su obra homónima, La arqueología del saber,
publicada por primera vez en 1969. La idea principal que subyace a este método
es que el conocimiento humano no es un conocimiento lineal, donde vamos
acumulando verdades universales (y sabiendo cada vez más). Para Foucault, la
historia del conocimiento es más bien una serie de discursos históricos que
emergen en un determinado contexto y dentro del cual tienen un cierto
sentido. Es decir, con la visión del arqueólogo, Foucault propuso estudiar los
discursos científicos de una determinada época no como verdaderos o falsos (que
sería usar el prisma actual), sino como objetos históricos, esto es, estudiando
cómo se produjeron, bajo qué reglas se formaron y las relaciones de poder que
los atravesaban. Para Foucault, el historiador clásico de la ciencia está más
preocupado por encontrar continuidades y progresos lineales (y, así, se
alegra cuando descubre una visión atomista en la Antigua Grecia). Su propuesta
arqueológica, en cambio, se centra más en las discontinuidades y en las
rupturas, en las transformaciones que modificaron un determinado régimen del
saber. En otras palabras, según la visión foucaultiana, no se trata tanto de
juzgar como verdadero o falso el conocimiento que una determinada época tenía,
sino de entender cómo surgió ese conocimiento, a qué reglas obedecía y qué
regímenes de poder sustentaba. Este método lo aplicó en diversos campos, tales
como la historia de la medicina, la psiquiatría, la criminología y la
sexualidad. Una de sus principales herramientas fue el análisis del discurso:
¿bajo qué condiciones un determinado discurso se califica como «científico» o
«verdadero» en una determinada época? ¿Qué se puede decir y qué no en un
determinado contexto? ¿Qué discursos se excluyen o se marginan?
La visión arqueológica no juzga como verdadero o falso un discurso
histórico, sino que lo intenta comprender en su época. El método arqueológico
busca entender cómo surgió determinado discurso y por qué fue considerado
«científico» o verdadero en su época…
2 Episteme
Un concepto clave dentro de la
arqueología del saber es el concepto de episteme. Foucault definió este
concepto como todas aquellas condiciones históricas que hacen posible la
emergencia de ciertos discursos y formas de conocimiento en una época
determinada. Es decir, la episteme de una época son las reglas básicas de
conocimiento de esa época, las formas de conocer que sustentan aquello que es
conocido y que puede ser tomado como verdadero. Foucault introdujo este
concepto en Las palabras y las cosas (1966). En esta obra,
Foucault identificó tres epistemes principales dentro de la historia del
pensamiento occidental: la episteme renacentista (siglos XVI-XVII), la episteme
clásica (siglos XVII-XVIII) y la episteme moderna (desde finales del siglo XVIII hasta
el siglo XIX). Cada una de estas epistemes está asociada con diferentes formas
de conocimiento, categorías de pensamiento y regímenes de verdad que han
definido la experiencia humana en sus respectivas épocas. La episteme no se
refiere simplemente a un conjunto de ideas o teorías, sino que implica una
estructura más profunda que organiza las formas de conocimiento y establece los
límites de lo que es concebible en una época dada. Por ejemplo, la episteme
renacentista se caracterizó por la semejanza como categoría básica del
conocimiento. De esta forma, el cuerpo se pensaba como semejante a la Tierra,
con las venas como los ríos, los huesos como las rocas. También con la metáfora
del ser humano como microcosmo (es decir, el ser humano como semejante al
mundo). A través de su análisis de las epistemes, Foucault busca mostrar cómo
el conocimiento humano está históricamente condicionado y cómo las formas
de pensamiento y conocimiento cambian radicalmente en diferentes períodos
históricos. Al hacerlo, Foucault desafía las concepciones tradicionales de la
historia del pensamiento, pero además nos invita a reflexionar sobre las
condiciones de posibilidad del conocimiento y las formas en que estas están
intrínsecamente ligadas a las estructuras sociales, culturales y políticas de
cada época.
Foucault llamó episteme al conjunto de categorías o formas de conocer que
sustentan que algo sea considerado «verdadero» en una época determinada. De
esta forma, la verdad no es algo objetivo, sino que depende de aspectos
históricos…
3 Locura
Foucault aplicó la arqueología del
saber a muchos ámbitos, entre ellos a la historia de la medicina. De esa
historia, el concepto por el que más se interesó fue la noción de locura,
investigando sobre la historia de la psiquiatría y las formas en que la
sociedad occidental ha definido y tratado a las personas consideradas «locas». En
su obra Historia de la locura en la época clásica, publicada en 1961,
Foucault examinó cómo la locura ha sido conceptualizada y tratada en la
Europa occidental desde la Edad Media hasta el siglo XIX. Foucault abordó la
locura desde múltiples perspectivas, incluyendo su relación con el poder, el
conocimiento, la moralidad y las instituciones sociales. Sus estudios nos
permiten comprender cómo esta categoría ha sido utilizada para ejercer control
social y perpetuar relaciones de poder. Para Foucault, la locura no es
simplemente un fenómeno individual o patológico, sino más bien una
construcción social y cultural que varía según el contexto histórico y las
formas de poder en una sociedad determinada. Uno de los puntos de inflexión en
la historia de la locura, según Foucault, fue el establecimiento de los asilos
y hospitales psiquiátricos en el siglo XVIII. Estas instituciones representaban
un nuevo enfoque en el tratamiento de la locura, pero también estaban
imbuidas de formas de control social y disciplina.
Foucault muestra cómo los asilos psiquiátricos se convirtieron en lugares
de encierro y castigo, donde las personas consideradas «locas» eran sometidas a
diversas formas de violencia y abuso. Sus análisis muestran cómo las
instituciones psiquiátricas se convirtieron en dispositivos de control social,
donde se ejercía un poder disciplinario sobre los cuerpos y las mentes de los
pacientes.
4 El poder no se tiene, se ejerce
Pero el ámbito en el que más destacó
Michel Foucault fue en sus estudios sobre el poder. Para él, «el poder no
se tiene, sino que se ejerce». Esta frase refleja la visión de Foucault de que
el poder no es una propiedad que se posea de manera estática por unos
determinados individuos o grupos privilegiados, es más bien un conjunto de
relaciones dinámicas y cambiantes que atraviesan todas las esferas de la vida
social. Es decir, normalmente se ha pensado el poder como una propiedad de los
sujetos (el profesor en una aula, por ejemplo) que puede ser ejercida
cuando tal sujeto quiera. Pero el poder no es algo que se tenga, sino que es
algo que se ejerce. El poder no se tiene, no es algo que tengan los sujetos; es
como el lenguaje: algo que simplemente se usa. Algo, eso sí, que usan más unos
sujetos que otros, apoyados (como veremos después) en distintos dispositivos de
poder. En lugar de ser posesivo, el poder se entiende como una red de
relaciones que se despliegan en diversos ámbitos de la vida cotidiana.
Además, como mostró Foucault en Vigilar y castigar, el poder se ejerce no
solo a través de la violencia física y la represión, sino también a través de
la vigilancia y el control disciplinario. En otras palabras, el poder no se
ejerce únicamente a través de la represión, sino a través de la regulación de
los cuerpos y las conductas de los individuos, creando sujetos dóciles y
conformes a las normas establecidas. Esto es fundamental porque supone
abandonar la concepción negativa del poder (el poder como algo que dice «no») para
pasar a una concepción positiva del poder. Y es que el poder crea a los propios
sujetos que luego «reprime». Explicado de otra forma, el poder no es únicamente
el profesor que castiga al alumno que habla en clase; es también la serie de
mecanismos (de premio, de refuerzo) que crea al alumno modélico que no habla en
clase y atiende y es un «buen» estudiante. Por último, la noción de que «el
poder no se tiene, sino que se ejerce» implica que el poder es relacional y
contingente, en lugar de absoluto y fijo. En otras palabras, el poder no
es algo que se pueda poseer de manera permanente, sino más bien algo que se
negocia y se despliega en las interacciones sociales. Esto significa que el
poder puede ser resistido, desafiado y transformado por aquellos que están
sujetos a él.
Tradicionalmente, el poder se ha identificado como un foco que dice
«¡no!». Pero el poder tiene más que ver con la creación que con la represión.
El poder no es únicamente el profesor que castiga al alumno que habla en clase,
sino que es también la serie de mecanismos (de premio, de refuerzo) que crea al
alumno modélico que no habla en clase y atiende y es un «buen» estudiante.
5 Microfísica del poder
Como vemos en el caso del «buen»
alumno, el poder muchas veces circula a través de mecanismos sutiles e
invisibles (el premio por las buenas notas, el refuerzo ante la
obediencia, el discurso sobre el buen y el mal estudiantado…). Para señalar
esto, Foucault habló de la microfísica del poder. Foucault introdujo este
término para describir cómo el poder se manifiesta a nivel microsocial, es
decir, a través de prácticas cotidianas, discursos y relaciones de poder que
moldean y regulan las vidas de las personas en la sociedad moderna. Así, como
en el caso del alumno, explorar la microfísica del poder nos permite comprender
cómo el poder opera de manera dispersa y descentralizada en todas las
esferas de la vida social, influyendo en nuestras acciones, pensamientos y
relaciones de manera sutil pero omnipresente. En el caso del aula, por ejemplo,
a través de una configuración espacial determinada que orienta a todos los
alumnos (separados entre sí) hacia el profesor (autoridad espacial), este
último marcando los ritmos (autoridad temporal) desde una tarima (autoridad
simbólica). Con la microfísica del poder, Foucault muestra cómo estas
instituciones funcionan como dispositivos de poder que regulan y controlan
los cuerpos y las conductas de los individuos, produciendo sujetos dóciles y
conformes a las normas establecidas. Foucault argumenta que el poder se ejerce
a través de una multiplicidad de prácticas disciplinarias, como la vigilancia,
la normalización y la clasificación, que operan en todos los ámbitos de la vida
social para producir sujetos obedientes y conformes a las normas establecidas.
El poder circula en ámbitos micro, como el aula. Configura toda
una disposición espacial determinada (alumnos separados mirando al profesor),
pero también una determinada disposición temporal (el profesor marca el ritmo
del discurso, así como el comienzo y el final de la clase)
6 Poder y verdad
Hasta aquí hemos dicho que el poder
no es algo únicamente represivo, sino que produce realidad, y que el poder
fluye a través de mecanismos invisibles (como el discurso) y no solo a través
del «no» o la ley. De todo esto se deduce que el poder guarda una estrecha
relación con la verdad. Para
Foucault, el poder y la verdad están intrínsecamente entrelazados y
el ejercicio del poder implica no solo controlar y regular las acciones de los
individuos, sino también definir qué es verdad y quién tiene autoridad para
producirla. Explorar esta relación nos permite comprender cómo el poder opera a
través de prácticas discursivas y sociales que establecen lo que se considera
legítimo y válido en una determinada sociedad. En libros como Historia de
la locura en la época clásica y El nacimiento de la clínica, Foucault
mostró cómo el poder se ha ejercido a través de prácticas médicas y
psiquiátricas que clasifican y normalizan ciertos tipos de comportamientos como
«anormales» o «patológicos». Estos discursos médicos no solo tienen como
objetivo diagnosticar y tratar enfermedades, sino también controlar y regular
la conducta de las personas, definiendo lo que se considera «normal» y
«saludable» en una sociedad determinada. Según su perspectiva, el poder y el
conocimiento son mutuamente constituyentes, en el sentido de que el
conocimiento no solo refleja relaciones de poder, sino que también las
reproduce y las refuerza. Esto significa que las formas de conocimiento y
verdad que prevalecen en una sociedad determinada están influenciadas por
relaciones de poder y por las condiciones sociales y políticas en las que
surgen. Por lo tanto, el conocimiento y la verdad no son universales y
objetivos, sino más bien históricamente contingentes y sujetos a cambio.
El poder crea la verdad. El poder crea un determinado discurso que
naturaliza una serie de ideas, conceptos, cuerpos, formas de ver la vida. Lo
natural o lo verdadero no lo es más que bajo una determinada producción de
verdad, esto es, bajo un determinado régimen de poder.
7 Dispositivo
Pero ¿cómo fluye el poder? Si es
invisible y circula de manera cotidiana, ¿cuáles son sus elementos? ¿Cómo se
organiza? Si no es una propiedad de los sujetos y si, además, es un elemento
productivo, ¿dónde se asienta? Para Foucault, en los dispositivos. Del
francés dispositif, un
dispositivo es una red o conjunto de elementos heterogéneos que incluyen
prácticas, instituciones, discursos, leyes, normas y tecnologías que se
unen para producir, mantener y regular un cierto tipo de conocimiento, poder o
experiencia en la sociedad. Para entenderlo mejor, pongamos el ejemplo de lo
que podríamos llamar «dispositivo ortográfico». Este dispositivo de poder
se basa en una serie de prácticas (la «buena» escritura), instituciones
(Instituto Cervantes, Real Academia Española…), leyes (diccionario), normas y
tecnologías que regulan una determinada experiencia en la sociedad. Generan,
además, una «verdad» («Así es como se escribe») y una moral («Esta es la buena
escritura») y produce unos sujetos determinados (a mí, por ejemplo, que estoy
tildando correctamente cada palabra de este artículo). Produce, además, sujetos
que se identifican con la ley y que la reproducen sin necesidad de una
represión mayor (mi jefa, que me señalaría y corregiría las faltas ortográficas
si yo decidiera no cumplirlas. El dispositivo ortográfico se enlaza con otros
dispositivos de poder y mantiene unos determinados privilegios para una
determinada clase. Al final, no es de extrañar que sea una clase determinada la
que copa constantemente esas instituciones (Real Academia Española o el
Instituto Cervantes) y que sea precisamente su habla el que se ha
elevado a buen habla, mientras que el habla de otras clases se considera
una forma vulgar, paleta o inculta. Por eso decimos que el poder crea realidad
y lo hace a través de la naturalización. Y es que en ningún momento se nos
dice que lo que pone en el diccionario sea un habla determinado, sino que
aparece como el habla natural, el español neutro. Así, uno
de los aspectos más interesantes del concepto de dispositivo es su capacidad
para revelar las relaciones de poder que subyacen a las instituciones y
prácticas sociales aparentemente benignas. Foucault mostró cómo los
dispositivos pueden ser utilizados para ejercer control y dominación sobre los
individuos, regulando sus comportamientos y pensamientos de acuerdo con las
normas establecidas. Entendido el poder de esta forma, y a diferencia de las
concepciones tradicionales del poder —que lo entienden como una estructura
monolítica y centralizada—, Foucault estudió cómo el poder se despliega a
través de una multiplicidad de dispositivos que operan en todas las esferas de
la vida social. Esto implica que el poder no se limita a las instituciones
políticas y económicas, sino que permea todas las relaciones sociales y
culturales.
8 Biopolítica
La biopolítica es un concepto central
en la obra de Michel Foucault. Foucault introduce este término para
analizar cómo el Estado y otras instituciones regulan y gestionan la vida de
las poblaciones a través de una serie de técnicas y dispositivos que abarcan
desde la medicina y la política social hasta la biología y la estadística.
Explorar la biopolítica nos permite comprender cómo el poder político se
entrelaza con las dimensiones biológicas y sociales de la vida humana,
influyendo en nuestras prácticas y condiciones de existencia. Para Foucault, la
biopolítica surge en el contexto de la modernidad, especialmente a partir del
siglo XVIII, con el surgimiento de formas de gobierno que buscaban no solo
controlar y regular las acciones individuales de los ciudadanos, sino también
gestionar y dirigir la vida de las poblaciones en su conjunto. Esto se vio
reflejado en una serie de prácticas e instituciones, como la medicina
preventiva, la política social o la higiene pública. Una de las primeras manifestaciones
de la biopolítica se encuentra en la medicina y la salud pública, donde el
Estado comenzó a intervenir activamente en la vida de los ciudadanos a través
de la promoción de prácticas de higiene, la vacunación obligatoria y la
vigilancia epidemiológica. Estas medidas no solo tienen como objetivo proteger
la salud de los individuos, sino también regular y controlar la vida de las
poblaciones en su conjunto, estableciendo normas y estándares de salud que
reflejan las preocupaciones y valores de la sociedad.
Todo poder es un poder biopolítico, es decir, un poder de gestión de la
vida, precisamente porque el poder produce el sujeto que luego reprime (como la
escuela, que produce al estudiante para luego castigar al mal estudiante)
9 Estética de la existencia
Foucault llegó a la estética de la
existencia tras sus estudios sobre el poder y el saber. Sus anteriores
investigaciones habían sugerido una omnipresencia de las relaciones de poder,
lo que había llevado al sujeto a estar realmente sujeto, sin opciones de
escapatoria, de creación o de libertad. Según sus estudios, éramos el resultado
de haber pasado por la escuela, la familia, el hospital, la clase… ¡Éramos solo
un resultado! ¿Cómo plantear si quiere un afuera a esta omnipresencia del
poder? Durante sus últimos años, Foucault descubrió (gracias a sus estudios
sobre los griegos) que las relaciones de poder también pueden plegarse (esta
metáfora es de Deleuze en sus estudios sobre Foucault). Así lo dice el filósofo
Valentín Galván García: «En la etapa arqueológica y genealógica, [Foucault]
indagó sobre lo que decimos y hacemos a los demás, mientras que su ética es una
reflexión sobre lo que nos decimos y hacemos a nosotros mismos». O en palabras
de Deleuze: «Es preciso llegar a plegar la línea para constituir una zona en la
que sea posible residir, respirar, apoyarse, luchar y, en suma, pensar. Plegar
la línea para llegar a vivir en ella, con ella; cuestión de vida o muerte». Esto
da un poco de esperanza al horizonte político que había dibujado Foucault porque
ahora las líneas que nos atraviesan ya no nos resultan siempre
externas-coercitivas, sino que hay un espacio de libertad que nace del pliegue
de estas líneas. Un espacio desde el que sabernos no solo sujetos por procesos
externos, sino agentes de nuestra propia subjetividad. Foucault descubrió en
los griegos que su constitución como sujetos morales era distinta a la del
acatamiento moral que operó más tarde en el cristianismo. El griego no
hacía algo o dejaba de hacer algo por acatamiento a una regla o a una ley (como
hace el cristiano con los mandamientos), sino que su actuación opera bajo las
reglas de la belleza: su vida se regula para vivir una vida bella, una vida que
merezca la pena ser vivida. Estas prácticas no salen de la nada, por supuesto,
se basan en reglas, convenciones o estilos de un entorno cultural
determinado. Estas prácticas dibujan una vida estética y Foucault las encontró,
como ya hemos dicho, en la antigua Grecia. En este momento histórico, nuestro
autor observó que, frente a la constitución moral de los sujetos —basada en la
obediencia a leyes y normas—, la aplicación del poder sobre uno mismo genera
todo un campo (estético) de posibilidades vitales.
El poder nos tiene sujetos, pero nosotros podemos aplicar poder sobre
nosotros mismos para rechazar las formas de vida que se nos imponen y vivir
otras vidas
10 Heterotopía
Por último, abordemos uno de los
conceptos que más ha aportado a los estudios urbanísticos en los últimos años. La
palabra heterotopía se forma por la conjugación del prefijo «hetero-»
(distinto) y el morfema griego «topos» (espacio). Una heterotopía es un espacio
físico o un lugar que tiene una función específica en la sociedad y que opera
de manera diferente a otros espacios convencionales. Foucault introdujo este
término para explorar cómo ciertos lugares tienen la capacidad de desafiar,
invertir o subvertir las normas y categorías establecidas, creando así
espacios de alteridad y diferencia que ponen en tela de juicio nuestras
concepciones tradicionales de espacio, tiempo y realidad. Foucault describió
las heterotopías como lugares que tienen múltiples capas de significado y
que funcionan como espejos o contrapartes de otros espacios sociales. Estos
lugares no son simplemente sitios físicos; son más bien lugares que tienen una
dimensión simbólica y discursiva que los hace diferentes de otros espacios
convencionales. Una de las características principales de las heterotopías es
su capacidad para reunir en un solo lugar elementos que normalmente
estarían dispersos o separados en otros contextos. Por ejemplo, un jardín
botánico puede contener plantas y especies de diferentes partes del mundo,
creando así un espacio que refleja la diversidad y la complejidad del mundo natural.
Del mismo modo, un museo puede albergar obras de arte y objetos de diferentes
períodos históricos y culturas, creando así un espacio que permite a los
visitantes explorar y aprender sobre diferentes aspectos de la historia y la
cultura humana. Otra característica importante de las heterotopías es su
capacidad para funcionar como espacios de inversión o subversión de las
normas y categorías establecidas. Foucault señala que algunas heterotopías
operan como espacios de resistencia y contestación que desafían las estructuras
de poder y las jerarquías sociales dominantes. Por ejemplo, un hospital
psiquiátrico puede funcionar como una heterotopía que cuestiona las categorías
de normalidad y locura al proporcionar un espacio para aquellos que han sido marginados
o excluidos de la sociedad. Además, Foucault destacó la capacidad de las
heterotopías para funcionar como espacios de tiempo suspendido o
interrumpido, donde las reglas y normas habituales no se aplican de la misma
manera. Por ejemplo, una prisión puede ser una heterotopía en la que el tiempo
se experimenta de manera diferente para los prisioneros, quienes se ven
obligados a vivir según un horario estricto y aislados del mundo exterior.
Fuente: Filosofía & Co
Link de Origen: AQUÍ
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