Revista Nos Disparan desde el Campanario Año V ECONOMÍA Un orden mundial basado en … errores por Alejandro Marcó del Pont
Fuente: El Tábano Economista
https://eltabanoeconomista.wordpress.com/
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Vivimos en un mundo donde el funeral
importa más que el muerto
(Eduardo Galeano)
En los últimos años, el presidente de
Estados Unidos, Joe Biden, y muchos altos funcionarios estadounidenses han
comenzado a aludir repetidamente a la frase «orden mundial basado en reglas» en
conferencias de prensa, lo que claramente, como sabemos, forma parte de la
estrategia para introducir expresiones que contribuyan a diseñar un nuevo
relato. Sin embargo, esa frase sigue siendo un mito, ya que los responsables de
la toma de decisiones en Washington nunca se han molestado en especificar qué
son exactamente esas reglas o quiénes las establecen. O tal vez simplemente
prefieren dejarlo así.
A raíz de la Segunda Guerra Mundial,
se ha reconocido que solo existe un orden internacional, el basado en el
derecho internacional, y solo existe un conjunto de reglas, es decir, las
normas básicas que rigen las relaciones internacionales y que fundamentan los
propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas. En estos tratados o
documentos históricos no hay ninguna mención a un orden basado en reglas.
Este orden, en realidad, difiere del
derecho internacional. Se trata de un régimen alternativo fuera de esta
disciplina, lo que inevitablemente plantea desafíos y amenazas al orden
establecido por el derecho internacional. Estados Unidos deja deliberadamente
una definición vaga del «orden internacional basado en reglas», porque cuanto
menos específicas sean las denominadas «reglas», más las puede manipular a su
voluntad. En otras palabras, los estadounidenses tienen la potestad de fijar y
omitir las reglas, lo que asegura mantener el actual orden mundial. Por lo
tanto, cuando esta idea se ve desafiada por competidores, se acusa a países
como China y Rusia de constituir un reto para ese orden. Esto es, hay países
que creen que pueden tener también la autoridad para confeccionar reglas y
omitirlas cuando les sea conveniente.
El mundo parece estar encaminándose
hacia un orden carente de reglas. El 01.04.2024 se registró una explosión en
una construcción situada en el oeste de Damasco, Siria. El edificio consular de
la embajada iraní en la capital fue completamente destruido, y 13
personas perdieron la vida en el bombardeo. Entre las víctimas
mortales se encuentran dos altos mandos de los Cuerpos
de la Guardia Revolucionaria Islámica. Afortunadamente, el embajador iraní
Hossein Akbari, cuyas habitaciones residenciales estaban en el edificio,
sobrevivió a la explosión ya que en el momento del atentado se encontraba en el
edificio principal adyacente.
El bombardeo con misiles por parte de
Israel fue confirmado, quebrantando la Carta de las Naciones Unidas que prohíbe
los ataques o agresiones contra las misiones diplomáticas. La Carta de las Naciones Unidas,
tratado fundacional de la Organización, establece en su artículo 22 el
principio de respeto y protección de las misiones diplomáticas. Según este
enunciado, los locales de la Organización serán inviolables, y sus Estados
Miembros se comprometen a respetar la inmunidad de los locales de la
Organización y de los bienes y archivos de la misma. Por lo tanto, cualquier
ataque o agresión contra una misión diplomática se considera una grave
violación de las normas y principios del derecho internacional. Este ataque
llevó a La República Islámica de Irán a pedir al Consejo de Seguridad que
«condene este acto criminal en los términos más contundentes posibles» y que
convoque una reunión urgente al respecto para abordar las «violaciones de las
normas y principios del Derecho Internacional».
Simultáneamente, ocurrió el asesinato
de siete voluntarios de World Central Kitchen, la primera organización en
responder a emergencias, proporcionando comida a personas impactadas por crisis
humanitarias, climáticas y comunitarias. El supuesto “accidente” causó mayor
conmoción, tanta que desvió las miradas sobre el ataque al consulado iraní. La
distracción en los medios no se dio sin justa razón, el asesinato colectivo de
siete voluntarios de World Central Kitchen los alarmó más que el asesinato
colectivo de más de 33 mil palestinos, al corte de hoy, en su mayoría mujeres y
niños. No faltan quienes invoquen que el exagerado número de víctimas civiles
palestinas por el ejército israelí se debe a su uso del sistema Lavender (inteligencia
artificial) para aniquilar a una larga lista de 37 mil civiles
palestinos marcados como supuestos aliados de la guerrilla sunnita de
Hamas.
Por otra parte, el asalto ordenado
por el presidente de Ecuador, Daniel Noboa, a la sede de la embajada
mexicana en Quito la noche de 5 de abril es otra muestra que desató algunas
protestas internacionales, pero no el escándalo como ameritaba. El
objetivo del procedimiento, comandado por la policía local, fue la captura
del exvicepresidente ecuatoriano Jorge Glas, vice de los expresidentes
Rafael Correa y Lenin Moreno, que se encontraba refugiado en la sede
diplomática de México y vio aprobada un día antes su petición de asilo.
Los ataques o agresiones contra las
misiones diplomáticas se consideran también una violación del derecho
internacional y de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de
1961. Aunque la Convención
de Viena no especifica explícitamente los ataques, establece
claramente el principio de inviolabilidad de las misiones diplomáticas y sus
locales en el artículo 22. Este artículo declara que los locales de la misión
diplomática son inviolables y no pueden ser objeto de registro, inspección,
embargo o cualquier otro tipo de medida por parte del Estado receptor; el
operativo en Quito supera todo lo que se había visto hasta hoy.
Además, esto constituye un violación
flagrante de la Convención
de Caracas sobre asilo diplomático de 1954. Ni Hitler, ni Mussolini, ni las
sangrientas dictaduras de Pinochet en Chile, ni Videla en Argentina, se
atrevieron a ingresar o atacar una sede diplomática. El caso de Ecuador con la
embajada mexicana remite a una larga tradición de asilo que mantiene el país
azteca hasta hoy. Esa política cruza tres siglos, desde José Martí en 1875,
Trotsky en 1937, 25 mil republicanos tras la guerra civil española, Fidel Castro
después de la toma fallida del cuartel Moncada, el expresidente Héctor Cámpora,
perseguido bajo la figura de “delincuente ideológico” por la dictadura
argentina, así como los miles de exiliados argentinos y chilenos en los años
70, los salvadoreños, guatemaltecos, nicaragüenses en los ochenta; la premio
Nobel Rigoberta Menchú; Manuel Zelaya y Evo Morales se hallan entre los casos
más célebres.
Como se ve, el castigo del derecho
internacional y sus convenciones comienza a adulterar o desdibujar “el orden internacional
basado en reglas” porque nadie las respeta. Sustraerse del Derecho
Internacional no es una cuestión fácil en este mundo globalizado. Sin el
Derecho Internacional, hoy la economía global no podría funcionar, ni el mundo
podría combatir satisfactoriamente las nuevas enfermedades emergentes,
controlar las actividades criminales transfronterizas o preservar la paz entre
las mayores potencias, todas ellas cada vez más endebles.
Nada de esto es nuevo. «Los Estados
Unidos de Trump se retiraron de la Organización Mundial de la Salud,
del Acuerdo Transpacífico y el acuerdo nuclear con
Irán». Su administración potencializó la OTAN y desprestigió a la
Organización Mundial del Comercio, sin ninguna disposición a someterse a la
autoridad de la Corte Internacional de
Justicia. El siglo XXI ha visto una mayor erosión del orden internacional
basado en reglas por parte de Estados Unidos a través de su invasión no
autorizada de Irak en 2003 y los excesos de su “Guerra
contra el terrorismo” de 20 años. Y si le faltara algo a los
desastres, liderado por Estados Unidos, este “orden hegemónico y jerárquico” se
basa en organizaciones multilaterales como la Unión Europea, las Naciones
Unidas, que no pone fin a la masacre en Gaza, el Fondo Monetario Internacional,
el Banco Mundial, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos, etc.
La administración del presidente Joe
Biden no ha hecho nada para
rehabilitar el papel de Estados Unidos como líder del orden
internacional liberal basado en reglas; de hecho, ha potenciado excluir las
reglas. Uno imagina que es necesario un orden internacional que funcione bien
para permitir una respuesta colectiva a los enormes desafíos de estos tiempos:
las guerras, el cambio climático, las pandemias, la inteligencia artificial y
el proteccionismo económico, pero el diseño es lo opuesto.
Lo que muchos creen es que la guerra
en Gaza puede resultar el cementerio del orden basado en reglas. Esta grieta
comenzó después de los ataques del 11 de septiembre de 2001. En el apogeo de la
unipolaridad estadounidense, el presidente George W. Bush dijo de manera
infame: «O estás con nosotros o estás con los terroristas». El mundo quedó así
dividido en «el bien» y el «mal». Las grietas y contradicciones se
profundizaron en el período previo a la invasión de Irak en 2003, cuando la
administración Bush dejó de lado a la ONU porque se negó a ceder ante la
decisión estadounidense. Las acciones de Estados Unidos en su llamada «guerra
contra el terrorismo» también contradecían los supuestos valores del país, como
lo demuestran las revelaciones de abusos y torturas de prisioneros en Abu
Ghraib y la Bahía de Guantánamo.
La respuesta occidental en Ucrania es
un claro ejemplo de ello. Estados Unidos, el Reino Unido y la UE movilizaron
reglas, instituciones y normas globales para resistir la agresión rusa. No
obstante, las potencias occidentales estaban unidas, insistiendo en que
defendían la democracia, los derechos humanos y las normas e instituciones del
orden basado en reglas. Esto les permitió conseguir un enorme apoyo público
para Ucrania y el pueblo ucraniano. El conflicto entre
Israel y Palestina está exponiendo las contradicciones inherentes a
la postura de Occidente como garante del orden internacional.
No sólo es Gaza, son los continuos
ataques a embajadas, a obviar los derechos humanos, las mínimas reglas de una
guerra o del derecho internacional. El Consejo de Seguridad de las Naciones
Unidas está paralizado; se ha hecho añicos la norma que prohíbe las
guerras de agresión; las instituciones que gobiernan la economía global están
tambaleándose bajo el peso de repetidas crisis financieras, e incluso
organizaciones regionales estables como la OTAN y la Unión Europea están
experimentando fuerzas centrífugas sin precedentes que amenazan con
destrozarlas.
La base económica y geopolítica sobre
la que se construyó la superestructura institucional de la gobernanza global
liberal simplemente ha desaparecido. El viejo orden está más allá de la
salvación, incluso si el nuevo todavía está luchando por nacer. De hecho, esta
es una época de monstruos. El nuevo orden seguramente reflejará una
distribución del poder más multipolar y multicivilizacional, y no será
construido por Washington para Washington.
Cualquier nuevo orden que surja en
los próximos años reflejará alguna combinación o síntesis de las visiones
nacionales de las diversas “grandes potencias” que exigirán voz y voto sobre
cómo serán las nuevas reglas, normas e instituciones de la gobernanza global.
En otras palabras, reflejará los valores e intereses de países como China e
India, incluso Rusia, tanto como los de Estados Unidos. Los BRIC+ jugarán un
papel central, por eso es tan importante que Argentina evalúe en qué posición
quedara en el futuro o, al menos, ¿a cambio de qué quedará del lado perdedor?
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*Alejandro Marcó del Pont, Licenciado en Economía de la UNLP. Autor y editor del sitio especializado en temas económicos El Tábano Economista, columnista radial, analista
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