La nota es del 11 de febrero, pero la
descubrí hoy. Ahí está el título: casi un suicidio por día en Mendoza. En el
cuerpo de la noticia nos enteramos: uno cada 28 horas. En 2023 fueron 207 los
suicidas; al ritmo del 2024 superaremos los 350. La mayor parte de las personas
relevadas se mató en su casa y por ahorcamiento.
La estadística no cuenta los intentos
de suicidio no consumados (incluidas las hospitalizaciones); ni tampoco las
llamadas a los centros de atención al suicida. Tampoco refiere a aquellas
muertes producidas por intentos que no produjeron el resultado muerte EN EL
ACTO, sino mucho después (por ejemplo, alguien se tira debajo de un camión, es
internado y muere dos o tres meses después por otras complicaciones derivadas
de las lesiones que se provocó).
Como marco ambiental, los trastornos
relacionados con el ánimo se triplicaron respecto de las cifras que se dieron
durante la pandemia.
LAS CAUSAS:
Por supuesto, en el ámbito discursivo
de un gobierno de perversos elegido por una marcada mayoría fuertemente
patologizada, la cuestión económica tiene muy poco que ver. El Director de
Salud Mental de la provincia releva otros motivos más importantes: “la soledad”,
“la tecnología que nos lleva al consumo inmediato e impide reflexionar”, “los
trastornos mentales preexistentes”, el “auge del individualismo” y hasta “tomar
en cuenta que también hay niños que se suicidan”.
Todos esos disparadores estaban
instalados e influían en el fenómeno desde hace años. Sin embargo, en 2024
aumentaron sensiblemente los casos de suicidio: de 17 personas por mes a casi
30.
¿Habrá sucedido “algo diferente”?
Cuando el estímulo es estable, las respuestas van a un ritmo también estable.
¿Qué hizo que, en 2024, esas respuestas –la MUERTE autoprovocada- se hayan CASI
DUPLICADO?
MI INTENCIÓN:
Únicamente quiero plantear el
problema. No soy especialista; es decir, no soy versado en Salud Mental. Sólo
he leído con la mediocridad de todo estudiante apurado algo de Medicina Forense
(en especial, Psicología y Psiquiatría para abogados), Criminología,
Criminalística y, obviamente, como cualquier “ciudadano de a pie”, he leído el
arquetípico libro de Durkheim sobre el tema.
Me mueve a escribir estas líneas
aquella sospecha que nació en el año 2012, al ver tanta clase media con sus
necesidades primarias, secundarias, terciarias y de grados superiores cubiertas
(después de haber caído en la miseria, a principios del siglo), propiciar la
caída del gobierno que le había generado las condiciones para la satisfacción
PLENA de esas necesidades. Haberla visto declarando que “comería polenta” con
tal de que “se vaya la chorra”; una “chorra” que no había hecho más que
mejorarles los caminos para que fueran felices andándolos, con la única
condición del que el Otro históricamente relegado también lo fuera y caminara
junto a ellos, racistas empedernidos. Haberla visto entronizar en el poder a
los mismos que la habían empobrecido algunos años antes –época, también, de
suicidios masivos- y escupir la cara de quien la había defendido de las
apetencias insaciables del poder económico.
Recientemente, vi a esa mayoría votar
a un claro afectado psiquiátrico y a su entorno mórbido generador de daño
intencional, y APLAUDIR A LOS GRITOS el lema “No hay plata”. “Lo enfermo” había
evolucionado.
Desde aquellas “Marchas de la
Dignidad”, como aquel grotesco episodio del “8-N”; desde aquellas pancartas
violentas que pedían la MUERTE de quien los había beneficiado; desde aquellas preferencias
televisivas por ser espectador de mentiras que se adecuaban no a la realidad,
sino a la suma de antivalores recibida de sus mayores, y que necesariamente
conducirían a esos espectadores mentalmente dolientes –MILLONES- a PEORES
condiciones de vida, comencé a sospechar que un estudio serio de la sociedad
argentina no podía prescindir del enfoque proyectado sobre el paradigma
SALUD/ENFERMEDAD.
Ha pasado más de una década de
deterioro intenso. Quizás las estadísticas mendocinas sean amigables con otras.
Los relativizadores de siempre dirán: “pasa lo mismo a nivel país, pasa lo
mismo en todo el mundo”, y darán a entender que la gente está loca en todos
lados y que la clase media se derechiza porque está tan padeciente de
imbecilización como cualquier persona con problemas mentales. Siempre hay
alguno que quiere tener razón.
Por mi parte digo que nuestra
sociedad ELIGIÓ VOLUNTARIAMENTE esa imbecilización. Que viene atentando contra
sí misma desde hace décadas; y que esos atentados se multiplicaron durante los
últimos 12 años al menos. Los datos oficiales corroboran que, en los últimos
meses, este panorama se ha asentado, aparentemente para quedarse.
Nuestra sociedad argentina insana
hace de la violencia un argumento y un estilo de vida; y a tal punto evidencia
su inutilidad para todo servicio virtuoso, que hace de su vida un sainete
grosero, excluida por inhabilidad manifiesta incluso de direccionar esa
violencia orgullosa para los fines que estúpidamente ilusiona.
Entonces, como un mono de laboratorio
atraído por caricias afines a su espíritu miserable y ahora incapaz de explicar
su propio cautiverio irracional, se mata a sí misma.
*Eddy W. Hopper. Abogado
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