Revista Nos Disparan desde el Campanario Año V DÍA DE LA MEMORIA, LA VERDAD Y LA JUSTICIA (AMPLIADO, COMO QUIEREN ELLOS)… por Eddy W. Hopper
No voy a expresarme este 24 de marzo
sobre las aberraciones cometidas por el terrorismo de Estado: hay compañeros
ilustres y comprometidos que lo hacen mucho mejor que yo. Por educación,
entorno y seguramente también por miseria espiritual, fui un tilingo mucho
tiempo: si no hubiera vivido el período 2003 – 2015, quizás jamás habría
adquirido consciencia del Horror. No me avergüenza reconocerlo, porque soy
parte de una extracción social alimentada a mediocridad, ignorancia voluntaria
y antiprincipios de clase media urbana egoísta. Fui educado en una burbuja de
polución de pensamientos y conductas.
Mi adquisición de la Historia fue un
acto revolucionario, una “aparición” en un ámbito total de criterio único; una
distorsión disruptiva en la sólida e incesante medianía que me formó. Muchos, a
la fecha, tampoco creen que hoy adopte con sinceridad discursos en los que
incluyo locuciones como “genocidio”, “compañeros detenidos desaparecidos”,
“Madres y Abuelas”, “dictadura”, “Memoria, Verdad, Justicia” y otras.
Debo a los gobiernos democráticos del
2003 – 2015 el haber encendido la luz que nos hizo ver a muchos lo que no nos
habían enseñado ni motivado a percibir en su justa emergencia.
Dicho esto, quiero centrar mis breves
y tristes párrafos de hoy a la formulación de una propuesta: EXTENDER esos
conceptos (Memoria, Verdad y Justicia) a la apreciación de esa Otredad que hoy
prevalece, y que participa de la misma naturaleza de execración que la de los
ejecutores del Holocausto Argentino.
Aunque no hay mucho tiempo por
delante, todavía estamos en una etapa de prevención de una nueva andanada de
fuerza por parte de los terroristas entrenados y pagados por el poder; que son
los mismos que estaban entre nosotros antes del Apocalipsis de 1976. Para peor:
su estado de ignorancia y de imbecilización es tal, que resultan mucho más
fuertemente manipulables que hace 50 años, en virtud de su ya imposibilidad de
raciocinio virtuoso. Un médico que en el 77 terminaba su turno de hospital y
hacía “changas” en salas de tortura – indicando los centros de mayor dolor o
verificando si todavía la víctima podía “seguir aguantando” - hoy es un médico
que hasta haría la misma tarea a tiempo completo y sólo por la comida,
fanatizado por los medios y legitimada su bajeza moral ancestral. Uno que delataba
por diez pesos, hoy se ofrecería a hacer lo mismo por cinco, convencido de que
está terminando para siempre con el “kirchnerismo”, que a esta altura ni sabe
ya lo que es. Alguien que recibía un bebé sin preguntarse de dónde venía… pues
seguiría hoy recibiendo un bebé sin preguntarse de dónde viene; y hasta quizás
lo recibiría con mayor placer si se le ocurre que a ese bebé “lo salvaron del
populismo”. Y así siguiendo, entre esta gavilla de congéneres-monos
despiadados, tiranos de dos al cuarto y hacedores ciegos del Mal en que han
querido transformarse los nuestros mayoritarios.
En el estado de cosas actual, además,
ya no es necesario ocultar ni callar. Hacia la tercera década del Tercer
Milenio, los perversos pueden desplegar sus desviaciones incluso a cielo
abierto, porque el proceso de degradación intelectual proyectado sobre toda una
generación está concluido y en fase de consolidación para las generaciones
futuras, y está delegado a cargo de los mismos degradados que vemos nomás
asomar la cabeza. Los contaminados voluntarios hoy contaminan voluntariamente a
su cría; y así todos –perversos y patologizados - se aseguran la continuidad de
sus linajes espurios. Ellos creen estar haciéndose un favor de supervivencia,
de ese modo: la instalación consagratoria del fascismo final inserto en el ADN
de sus mayores bajados de los barcos, contenido durante muchas décadas y
liberado por períodos de fiesta nociva como los que malamente vivimos por estos
días.
Memoria de las aberraciones; y
también acerca de quiénes fueron y son los que hoy siguen estando entre
nosotros.
Verdad sobre sus naturalezas reales.
No son hermanos, no son compatriotas: son otra cosa. Son repulsivos morales
susceptibles de reproche moral. Verdad y fortaleza, sobre todo, para reconocer
que son una MAYORÍA que, aunque repugne incorporarlo al conocimiento, forma y
define nuestro “ser nacional”. Precisamente, y entre otras evidencias, porque
son pluralidad avasallante que ha accedido por vías democráticas legítimas a
ser representada por esta caterva de insanos. Esa multiplicidad lacerante es,
además, cruel como los indotados de La Gallina Degollada; y ha naturalizado por
estos días una agresión de toda índole que conviene a sus vocaciones antiéticas
de satisfacción inmediata, a sus violencias estructurales lamentables y
heredadas.
Verdad que ilumine acerca de quién es
el Prójimo que prevalece, y sinceridad intelectual para aceptarlo.
Verdad para incorporar de una vez y
para siempre la certidumbre acerca de todo lo que es capaz de SER nuestro vecino,
cuando se le disipan los temores migratorios de supervivencia.
Y Justicia. Justicia institucional,
que la ha habido y la sigue habiendo, a través de Tribunales más valientes que
los de Nüremberg, porque se hallan enclavados en un ámbito de resistencia del
poder real precisamente a la Memoria, a la Verdad y a la Justicia; resistencia
que encuentra fervorosa adhesión en aquellas mismas mayorías extraviadas de
propia voluntad, que nos informan como Nación apartada de la virtud.
Pero también Justicia “cotidiana”.
Que NADIE calle el reproche, jamás. Que nadie deje de experimentar desprecio
por aquellos que la Verdad nos exhibe. Que seamos capaces y tengamos la
valentía de denunciar día a día el abuso de los más fuertes, de aquellos que
participan históricamente de las degeneraciones en las que también han sido
formados.
Memoria, Verdad y Justicia
reivindicadas por las almas siempre presentes de los compañeros actuales y de
los muertos por la mano patológica de los pervertidos.
Y Memoria, Verdad y Justicia, asimismo,
como herramientas de conocimiento de lo que somos como colectivo; de esta
fotografía de hoy que, ya que ahora no lo es, indefectiblemente será vergüenza
sociológica, política e individual de mañana.
Aquello por lo que tristemente
seremos recordados: nuestro insuficiente “capital humano”.
*Eddy W. Hopper. Abogado
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dura nota
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