Revista Nos Disparan desde el Campanario Año V ESCULTURA El Rapto de Proserpina o de Perséfone … de Gian Lorenzo Bernini

 


La escultura en sus tres dimensiones



Título original: Ratto di Proserpina

Museo: Galería Borghese, Roma (Italia)

Técnica: Escultura (225 cm.)

Escrito por: Miguel Calvo Santos

Barroco – Mitología - Mármol

 

 

 

El Rapto de Proserpina es un grupo escultórico de Gian Lorenzo Bernini, realizado entre 1621 y 1622 y expuesto en la Galería Borghese de Roma. La escultura fue encargada por el cardenal Scipione Borghese. Probablemente, mientras realizaba la obra El rapto de Proserpina, Bernini trabajaba al mismo tiempo en un retrato (busto) del Papa Pablo V, tío de Scipione Borghese. El pontífice murió en 1621. Sin embargo, el Rapto de Proserpina permaneció en Villa Borghese durante poco tiempo, ya que en 1623 Scipione regaló la obra al cardenal Ludovico Ludovisi, que la expuso en su villa. Es el propio inventario de Ludovisi el que da fe del traslado. Posteriormente, el gobierno italiano adquirió la propiedad de la obra de Bernini, que fue devuelta a la Galería Borghese en 1908. El argumento  de la obra se basa en una escena de la mitología romana que representa el rapto de Proserpina, el momento en que el dios Plutón agarra a su futura esposa y la aprisiona en el inframundo. Proserpina era hija de Ceres, la diosa de la fertilidad, y de Júpiter, el señor del cielo, de la luz del día y del rayo. Una vez, cuando la joven doncella paseaba con sus amigas recogiendo flores, Plutón, el soberano del inframundo y de la muerte, la vio. Se enamoró perdidamente de la bella Proserpina y deseó hacerla su esposa. Sentado en un carro negro tirado por cuatro caballos negros, Plutón raptó a su novia y se la llevó con él al reino oscuro. Mientras tanto, Ceres buscó desesperadamente en el mundo y, apenada y desesperada, dejó que las flores se marchitasen y dejó de sembrar, de modo que el trigo y los frutos dejaron de crecer. Júpiter, al ver que el hambre exterminaba a poblaciones enteras, envió a sus mensajeros para apaciguar a la indignada Ceres, quien, inflexible, respondió que sólo volvería a ocuparse de la tierra si Proserpina volvía con ella. En consecuencia, los dioses llegaron a un acuerdo por el que Proserpina debía pasar seis meses del año en la tierra, con su madre, y el tiempo restante en el inframundo, con su marido Plutón. Según el antiguo mito romano, la diosa Ceres estaba tan triste cuando su hija estaba en la morada de la muerte que se olvidó de dotar a la naturaleza de sus bendiciones, por lo que llegó el invierno. En primavera, con el regreso de Proserpina, todo empezó a florecer de nuevo, como si naciera una nueva vida.

Los personajes de Bernini se distinguen por su extraordinaria expresividad y dramatismo, todas sus emociones y vivencias se leen fácilmente en la posición de sus cuerpos y expresiones faciales. La figura fuerte y musculosa del soberano del inframundo desprende una energía sexual desenfrenada; la joven Proserpina intenta resistir el poderoso asalto de Plutón. La barba y el pelo desgreñado confieren al héroe una masculinidad aún mayor. Según el propio Bernini, mientras trabajaba en la obra El rapto de Proserpina, le parecía que el mármol en sus manos se volvía plástico, como la cera, lo que le permitía realizar con éxito todas sus ideas. Cuando se observa esta obra maestra, está claro que había verdad en las palabras del escultor. La figura de Proserpina en los fuertes brazos de Plutón parece munificente y graciosa. Sin embargo, un análisis detallado de la obra muestra la sorprendente proporcionalidad de formas y tamaños tanto en los cuerpos de las figuras como en los elementos individuales.





Bernini ha conseguido transmitir la belleza, la majestuosidad y la fuerza de Plutón: sus musculosos brazos sostienen con firmeza y fuerza a su amada. No parece haber ni un solo defecto en el cuerpo del héroe, cada pliegue y relieve de los músculos crea una sensación de extraordinario realismo de la imagen. En la expresión del rostro de Plutón se percibe la imperiosidad y, junto a ella, una sonrisa gélida en los labios. Al mismo tiempo, la imagen de Proserpina no es inferior en términos de belleza y fuerza de energía.

Llama la atención la destreza y la gracia con que se hacen los rizos del pelo, los pliegues de la tela. El giro del cuerpo, la inclinación de la cabeza, los movimientos de las manos hablan claramente de la oposición de Proserpina a la pasión de Plutón. Las lágrimas se congelan en los ojos de la doncella, su mirada está llena de desesperación. Proserpina lucha en vano por escapar de la furia erótica de Plutón empujando su mano izquierda hacia la cara del dios, quien, en cambio, la retiene por la fuerza, hundiendo literalmente sus dedos en su muslo y cadera. Con este detalle, en el que Bernini ha plasmado la suavidad de la carne de Proserpina con notable verosimilitud, el escultor ha demostrado su asombroso virtuosismo.

 


Gian Lorenzo Bernini, (Italia 1598 Nápoles - 1680 Estados Pontificios) como arquitecto y urbanista diseñó edificios seculares, iglesias, capillas y plazas públicas, así como enormes obras que combinaban arquitectura y escultura, fuentes públicas increíblemente elaboradas y monumentos funerarios, y toda una serie de estructuras temporales (de estuco y madera) para funerales y fiestas. Fue un verdadero hombre del renacimiento en el Barroco, y rozó la genialidad en todas las artes que cultivó. Pero si en algo destacó este artista básico de la historia del arte universal fue en el terreno de la escultura. De hecho, Bernini no tuvo rival en esa disciplina durante el siglo XVII, aunque desde luego es sonada la rivalidad con Borromini, el otro gran artista romano de la época sobre el cual se dice que era más arisco y menos carismático. En su obra, donde se pone un visible acento en el dramatismo de la narrativa, se muestra de forma clara la psicología de los personajes, ya sean mitológicos o religiosos. Esta caracterización psicológica de los retratados, que Bernini esculpe repletos de fuerza interior, junto a la delicadeza de los acabados, da un naturalismo extraordinario. El frío mármol parece cobrar vida en manos del artista. Es evidente la influencia de los clásicos y Miguel Angel, pero también del naturalismo de sus colegas barrocos, incluso pintores como Caravaggio del que admira su materialidad y sus claroscuros que él adopta para la escultura como si no hubiera barreras entre las diferentes disciplinas artísticas. Fue uno de esos artistas que inició la revolución desde la tradición. Sus santas en éxtasis son lo que hoy en día vemos en modelos erotizadas de publicidad. Porque Bernini fue un revolucionario en muchos campos del ámbito escultórico. Para empezar, fue el que acercó la obra al espectador, haciéndolo partícipe de la acción, rompiendo las fronteras tradicionales del arte. Como buen barroco, gustó del movimiento. Sus ropajes, por ejemplo, ya no caen en grandes pliegues a la manera clásica, sino que los retuerce y deforma para incrementar el dinamismo y la agitación. También resultan sumamente novedosas las complejas relaciones entre la escultura y el espacio circundante. Bernini concibió muchas de ellas para ser observadas desde un punto determinado.

(CC) Miguel Calvo Santos, 27-09-2016

 

 

 

Fuente Sitio Borghese GALLERY

Link de Origen: https://es.borghese.gallery/coleccion/escultura/el-rapto-de-proserpina.html

 




Comentarios

  1. Claramente una obra mayuscula imposible de realizar en estos tiempos oscuros plenos de tecnologia que a la postre embrutece,... Fernando Bonatto

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    1. Perfecta en todas sus dimensiones, de cerca, de lejos, por delante, por detrás, por izquierda o por derecha, además de la prosa trágica griega que encierra su cincelado.

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