Revista Nos Disparan desde el Campanario Año V GEOPOLÍTICA La Batalla Cultural de la CIA… entrevista de Ima Sanchís a Frances Stonor Saunders
“Durante la guerra fría la CIA logró infiltrarse en todos los espacios
culturales de Occidente mediante una campaña secreta de mecenazgo clandestino.
Las grandes vacas sagradas de la cultura europea, lo supiesen o no, les gustase
o no, fueron su instrumento. La CIA diseñó nuestra cultura, aupó y hundió a
placer a pintores, escritores y artistas. ¿Que cómo he conseguido que esos ex
agentes de la CIA me contaran cosas? Le daré una pista: les encanta el alcohol
y hablar de sí mismos, y son unos machistas que han menospreciado mis
capacidades”.
-¿Batalla por la conquista de las mente humanas?
-Sí, con esas palabras definía la
propia Agencia Central de Inteligencia (CIA) su guerra fría cultural. A través
de esta agencia, el gobierno de Estados Unidos invirtió bajo su mano enormes
recursos en un programa secreto de propaganda cultural en Europa occidental.
-¿Cuál fue su herramienta?
-El Congreso por la Libertad
Cultural, organizado por el agente de la CIA, Michael Josselson, entre
1950 y 1967. Según Arthur J. Schlesinger, el Congreso por la Libertad de la
Cultura representó la inversión más rentable, inteligente y exitosa de todos
los gastos de la CIA. Como la principal organización-fachada de la Agencia en
el campo de la cultura durante la Guerra Fría, este organismo consiguió una
promoción muy eficaz, por camuflada, de ciertos valores afines a los objetivos
de EE.UU. Esta obra constituye la primera aproximación desde la perspectiva
hispánica a este capítulo clave de la posguerra. Partiendo de la revista
Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura (1953-1965), publicación
financiada por la CIA a través de la Fundación Fairfield, se recorre la acción
ideológica del Congreso por la Libertad de la Cultura en América Latina y se
analizan los «puentes» tendidos por este organismo hacia la disidencia en la
España franquista. Este estudio reconstruye las historias de aquellos exiliados
republicanos que en mayor medida contribuyeron a la campaña estadounidense en
el ámbito de la cultura, establece las relaciones entre los procesos
ideológicos hispánicos y universales, y reflexiona sobre la polémica cuestión
de la financiación encubierta y la autonomía de la cultura en el contexto de la
Guerra Fría.
-¿Cómo se extendieron por Europa?
-Abrieron oficinas en 35 países,
crearon más de 20 revistas de prestigio cultural, organizaron exposiciones de
arte... Tenían su propio servicio de noticias, de artículos de opinión y, por
supuesto, recompensaron a los intelectuales que colaboraron con ellos.
-¿Cuál era la misión de esos intelectuales?
-Apartar a la intelectualidad europea
de su fascinación por el marxismo y el comunismo. Hubo pocos escritores,
historiadores, científicos o artistas en la Europa de posguerra cuyo nombre no
estuviera vinculado a esta empresa encubierta.
-No todos conocerían la trama...
-Muchos no la conocían, pero la CIA
era la propietaria en la sombra de periódicos, editoriales e instituciones que
organizaban conferencias, seminarios, exposiciones, conciertos y repartían
premios: monopolizaron la vida intelectual de Occidente. En Europa no había
dinero.
-Entonces nos salvaron de una anemia cultural.
-Eso es lo que escribió el gran
historiador Arthur Schlesinger: “Su liderazgo fue políticamente inteligente y
correcto”. Sin embargo, la CIA fue un instrumento despiadadamente intervencionista.
¿Hacemos memoria?
-Adelante.
-Esos agentes que leían a Dante y
fueron a Yale a educarse en la virtud cívica reclutaron nazis, manipularon el
resultado de elecciones democráticas, suministraron LSD a personas inocentes,
abrieron el correo de miles de ciudadanos norteamericanos, derrocaron
gobiernos, apoyaron dictaduras, tramaron asesinatos y organizaron el desastre
de Bahía Cochinos.
-Buen currículum.
-Por eso la intelectualidad europea
opinaba que Estados Unidos era capitalismo puro. Y artísticamente lo
consideraba mojigato, vulgar y “kitsch”. La CIA y su red se encargaron de que
cambiaran de opinión promoviendo y apoyando a aquellos que les eran afines o
hundiendo a los que no lo eran.
-¿Por ejemplo?
-Jackson Pollock es un producto de la
propaganda norteamericana. Era un pintor desconocido cuando decidieron
convertirlo en su banda artística para demostrar al mundo que su arte era libre
y poderoso.
-¡Pero si era un izquierdoso alcohólico!
-La CIA vio en el expresionismo
abstracto un arte inofensivo y libre. Comparado con el muralismo soviético de
cargado espíritu político. Pollock era la sofisticación intelectual y lo
lanzaron en Europa.
-¿Sin que él fuera consciente de quién estaba detrás de su éxito?
-Sí. Pero la CIA captó sobre todo a
un surtido grupo de intelectuales radicales de izquierdas cuya fe en el
marxismo se había hecho añicos ante la evidencia del totalitarismo estalinista.
Al resto lo aupaba y lo hundía según su conveniencia.
-¿Cuál fue el intelectual elegido para repartir gracia entre los
escritores?
-El más importante fue Arthur
Koestler, agente de la CIA que había pertenecido al Partido Comunista. Entre
otros hizo famosos en toda Europa a Ernest Hemingway, Thomas Wolfe o William Faulkner.
-Sin embargo, William Faulkner escribió en contra del apartheid
norteamericano.
-Ése fue un gran problema para el
gobierno estadounidense durante los años sesenta. Intentaban transmitir al
mundo que eran cultivados, sofisticados y demócratas mientras oprimían a los
negros del sur. Cuando Faulkner empezó a contarlo, sus ventas cayeron en
picado. La CIA manipulaba editoriales y distribuidores.
-Pues Sartre resistió a sus encantos.
-Estaban obsesionados con él porque
se negaba a colaborar y mantenía que los ideales del comunismo eran
recuperables. Ocurrió algo muy curioso: Pablo Neruda, otro enemigo, era el
candidato al Nobel en el año 1963. La CIA le organizó una campaña de
desprestigio y consiguió que no le dieran el galardón, pero no pensaron en el
sustituto y el Nobel recayó en Sartre, quien lo rechazó.
-¿Son casos aislados?
-Sí. La CIA organizó un inmenso
programa bibliográfico consciente de que “un libro puede ser algo tan
importante como una batalla”. Lo hicieron muy bien, recurrieron a las
editoriales más importantes asegurando un flujo constante de libros de
contenido amplio pero inofensivo. Solamente las traducciones encargadas por la
división de guerra psicológica del gobierno militar norteamericano ascendieron
a cientos de títulos.
-¿Y la música?
-Siguieron el mismo procedimiento.
Europa estaba totalmente arruinada, no había manifestación cultural que no
estuviera planificada y sostenida por la CIA.
-¿Nadie protestó?
-En 1996 se publicaron en “The New
York Times” los detalles de cómo la CIA había recurrido a las vacas sagradas de
la cultura de Occidente para conferir peso intelectual a sus acciones y
actividades secretas. Pero la Kulturkampf quedó enterrada bajo otros escándalos,
como Vietnam o el Watergate.
FRANCES STONOR
SAUNDERS, "Jackson Pollock fue un producto de la CIA",
entrevista de Ima Sanchís para La Vanguardia, 26 de octubre de 2001
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