Revista Nos Disparan desde el Campanario Año V … No nos dejemos bloquear por el miedo y la nostalgia... ENTREVISTA a Rosi Braidotti… por IU Andrés para CCCB
La filósofa Rosi Braidotti habla de la ética posthumana, de los efectos
devastadores del capitalismo neoliberal y de su propuesta de resistencia
afirmativa. Braidotti pasó por la Bienal de Pensamiento Ciudad Abierta para exponer su nueva perspectiva postantropocéntrica, pero no pudo
evitar hacer referencia a la inquietud que siente por el auge de la extrema
derecha y el nacionalismo en Europa. La preocupación de fondo es la misma: la
vida en común y la relación con los otros.
¿Qué significa ser humano hoy?
Ser humano hoy es un concepto en
discusión. De hecho, no estoy segura de que haya consenso a la hora de definir
qué significa ser humano. La Ilustración nos dejó la Declaración Universal de
los Derechos Humanos, pero las mujeres no tenían derechos humanos, ni los
judíos, ni los negros, ni los niños. El concepto «humano» siempre ha tenido una
carga de relaciones con el poder, de exclusión y de inclusión. Nunca ha sido un
concepto neutro ni inclusivo. Hoy, más que nunca, la noción de ser humano está
en evolución. El ser humano debe definirse a sí mismo en un contexto de cuarta
revolución industrial, con la explosión de la ciencia y la tecnología…
Es decir, que sin haber llegado a
definir lo humano, ¿ya estamos en la fase posthumana?
Sí. Yo no creo que lo posthumano sea
algo que llegará en el futuro. No es ciencia ficción. No es Blade
Runner, Mad Max o una de esas películas que postulan un nuevo ser
humano después del apocalipsis. Y tampoco no soy una transhumanista de Silicon
Valley que cree que seremos capaces de cargar la consciencia en un ordenador y
convertirnos en superhumanos. Yo creo que el posthumanismo es más bien un
índice para describir en qué momento nos encontramos ahora.
¿Y en qué momento nos encontramos?
Estamos repensando los parámetros de
nuestra humanidad. Estamos en un momento de crítica del antropocentrismo, de la
idea de una especie central que controla a todas las otras. «Posthumano» no es
un gran concepto. A mí personalmente no me gusta, pero por el momento no
tenemos otro mejor para designar las investigaciones y los experimentos que se
están llevando a cabo en universidades y centros culturales, que se centran en
nuevas formas de pensar en qué nos estamos convirtiendo. Hemos desarrollado
nuevas posibilidades fascinantes, como por ejemplo la manipulación genética,
pero nuestros valores, nuestras representaciones y nuestras formas de
comprender todavía están atadas a concepciones antiguas del ser humano. Tenemos
que ser valientes y discutir conjuntamente, de forma democrática y crítica, en
qué queremos convertirnos. Qué somos capaces de devenir.
Insiste mucho en este
concepto: «devenir».
La idea de devenir es esencial.
Necesitamos abrir el sentido del concepto «identidad» hacia las relaciones con
una multiplicidad, con los otros. Por oposición a la idea de identidad como
algo completamente cerrado, ya formado y estático. Somos sujetos en
construcción, siempre estamos convirtiéndonos en algo.
¿Y podemos decidir qué queremos
devenir?
Debemos hacerlo, con discusiones y
debates democráticos, en común. Afrontando juntos los nuevos retos. Pongamos el
ejemplo de la irrupción de los robots. Sabemos que en los próximos veinte años
las máquinas destruirán millones de puestos de trabajo. ¿Qué tenemos que hacer?
¿Odiar a los robots que hemos creado nosotros mismos? ¿O aprovechar que son
útiles y usarlos para hacernos la vida más fácil? También se puede decidir
cobrar un impuesto a los robots, como si fueran trabajadores. Debemos tener
estas discusiones. Pero por el momento las decisiones sobre lo que seremos las
toman las grandes corporaciones o los políticos. Los ciudadanos normales o bien
están asustados o bien están excluidos.
¿Y se han resignado a ello?
Creo que no estamos haciendo lo
suficiente para reflexionar conjuntamente sobre lo que nos está ocurriendo.
Pero no es culpa de nadie, el problema es muy complejo. Además, ahora
atravesamos una era política muy complicada. Las grandes transformaciones
sociales han provocado mucha infelicidad y descontento y estamos en una era de
populismo, ira y violencia política. Y en este contexto la teoría no está muy
bien considerada. Los teóricos son vistos como especuladores y su tarea se
considera inútil, y mientras dejamos que las noticias falsas y los hechos alternativos
se extiendan. La reputación de los académicos es muy baja en épocas populistas.
Necesitamos poner fin a estos ataques a las universidades, a los académicos y a
los expertos. Tenemos que desarrollar una cultura del respeto por el
conocimiento. Y parece evidente que la clase política está haciendo todo lo
contrario, que pone palos en las ruedas a las discusiones públicas y que miente
abiertamente sobre los hechos y los datos. Explota el descontento comprensible
que ha provocado la cuarta revolución industrial. Explota sus efectos negativos
para alimentar este populismo, y esconde el lado positivo de la historia. Los
aspectos negativos son importantes, pero también debemos fijarnos en la parte
positiva de esta gran revolución tecnológica.
¿Cómo lo logramos?
Lo primero que necesitamos es hacer
un esfuerzo para entender que nos está ocurriendo. ¿Cómo funciona el capital? Y
a partir de aquí debemos plantear la discusión sobre como podemos redistribuir
mejor el mundo, rompiendo el monopolio de grandes compañías como Amazon o
Apple. Debemos analizar en detalle como se están reorganizando los conceptos de
poder y conocimiento y, a partir de aquí, plantear una alternativa, una
resistencia basada en la solidaridad.
Pero en teoría ya hace años que
sabemos cómo funciona el capital…
El problema es que hablamos de
capitalismo, pero ya no es el capitalismo de Karl Marx. Es un capitalismo
distinto. El capitalismo de hoy no necesita producir nada para ganar dinero,
puede sacar provecho de la nada: por ejemplo, inventando una nueva mercadería
como el crédito. El capitalismo contemporáneo gana dinero a partir del
conocimiento. La ciencia, la neurociencia, las tecnologías de la información,
los códigos biogenéticos, los algoritmos: todo esto es el capital. Y hoy en día
esto resulta difícil de entender, incluso para la izquierda. Aún se proponen
esquemas para reformar la economía que no describen el sistema económico
actual. Es imprescindible comprender cómo el poder y el capital utilizan hoy en
día el conocimiento.
¿Y por qué cuesta tanto de entender?
Porque todos estamos atrapados ahí.
Somos parte del problema. Por eso el capitalismo funciona. Y por eso los
análisis marxistas que creían que el capitalismo acabaría colapsándose se han
demostrado erróneos. Lo que hemos aprendido desde 1968 es que el capitalismo
nunca cae. Se transforma, se adapta y adopta cualquier modalidad posible. Y
debemos mirarlo en toda su complejidad. Pero estamos atrapados en un modelo de
consumo que sigue funcionando sin parar. Por lo tanto, si somos parte del
problema, debemos convertirnos en parte de la solución. Tenemos que trabajar
conjuntamente para hallar los márgenes de actuación.
¿Cómo? Parece claro que el
capitalismo siempre gana…
Creo que hay formas de desvincularnos
y de tomar distancia de estos modelos equivocados de consumo. Tenemos que
darnos cuenta de que, contrariamente a la idea marxista-leninista de una
revolución global, los cambios que podemos conseguir son colectivos, pero paso
a paso, tomando distancia. Fijémonos en cómo el feminismo nos ha enseñado a
distanciarnos de la violencia masculina. O en cómo el antirracismo nos ha
enseñado a distanciarnos del supremacismo blanco. Se trata de distanciarse. Es
como un ejercicio de desintoxicación. Debemos desintoxicarnos de los malos hábitos
de consumo, de pensamiento y de relación con los otros.
¿Qué papel puede
desempeñar Europa en este contexto?
Propongo crear valores afirmativos y
hacerlo juntos. En otras palabras, necesitamos discutir los problemas
conjuntamente. La actitud optimista de negar los problemas es inútil, no tiene
sentido. Los problemas son reales, pero son solo una parte de la foto. Debemos
analizarlos conjuntamente y con calma. Y eso es exactamente lo que la situación
política actual no permite: un poco de calma para discutir sobre los distintos
retos que tenemos, en lugar de polarizarlo todo. Hoy todo es a favor o en
contra, muerte y destrucción o evolución extraordinaria. Es como si no
pudiéramos encontrar el término medio, y es muy peligroso no tener un término
medio en momentos como el actual. Para mí, afirmar es crear relaciones que
permitan tener estas discusiones, en lugar de insultar a los otros y abusar de
ellos. No nos dejemos bloquear por el miedo, no nos dejemos bloquear por la
nostalgia.
No parece fácil…
Lo que necesitamos es una
transformación radical, siguiendo las bases del feminismo, el antirracismo y el
antifascismo. Una transformación profunda del tipo de sujeto que somos. Y esto
solo puede pasar de forma colectiva, redefiniendo el tipo de mundo que está ocurriendo.
Este es el proyecto.
Fuente: CCCB
Link de Origen: AQUÍ
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