Revista Nos Disparan desde el Campanario Año V ECONOMÍA. Neocolonialismo Anarcocapitalista… por Alejandro Marcó del Pont
Fuente: El Tábano Economista
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Raymond Craib Departamento de
Historia Cornell University
Hace dos años, el multimillonario Richard Branson logró una “victoria” trivial sobre el multimillonario Jeff Bezos en la carrera por llegar al límite de sus respectivos egos. Su carrera espacial fue positiva en cuanto a la cobertura mediática, pero había y hay poco en juego además del derecho a presumir.
Nadie colonizará Marte en el corto
plazo. La realidad es que, mientras los playboys superricos juegan a
ser astronautas con recursos tomados de las arcas públicas, una carrera
espacial más preocupante se está desarrollando aquí, en nuestro modesto
planeta. Inspiradas en las ficciones de Ayn Rand y el festival anual Burning
Man, los tecno-libertarios románticos de Silicon Valley buscan “escapar” de los
Estados nación existentes. Insatisfechos con los paraísos fiscales, las
comunidades cerradas y su desmesurada influencia política, desean ahora
“excluirse” del Estado nación como tal y construir sus propios Estados privados
modelados como corporaciones. El Estado nación soberano, con sus ciudadanos y
elecciones, sería reemplazado por un Estado privado proveedor de servicios en
el que los consumidores invierten y compran solo los servicios que desean
tener.
Es preocupante, también, que los
estrategas contemporáneos de este “escape” están interesados no solo en la forma
de fugarse. Prevén, incluso, el surgimiento de una serie de micro países que
producirán su propio sistema legal y político y que competirán por ciudadanos,
así como las compañías compiten por consumidores, al reducir los “costos de
transacción” eligiendo no participar en un sistema estatal y optar por otro.
Uno podría pensar estos como, literalmente, “lugares de mercado”. Este proyecto
político aplica el lenguaje de la elección en el contexto del mercado y la
premisa sobre la competencia como forma natural de las relaciones sociales,
como forma de gobierno para sí, todo ello enmascarado bajo la antipolítica y la
liberación personal. “No discutas. Construye”, aconseja el sitio web de
la Startup Societies Foundation. ¿Y el lugar donde se está abriendo camino?
Honduras.
¿Por qué Honduras? En un planeta en
el que la mayor parte de la tierra y el agua están bajo alguna forma de control
soberano estatal, los escapistas se enfrentaron a un dilema: dónde
construir sus nuevos países. Tradicionalmente han seguido una de estas dos
opciones: alta mar o países en los que parecen tener asegurada una generosa
acogida. Los esfuerzos por colonizar alta mar han sido liderados recientemente
por el Seasteading Institute, financiado inicialmente por el iconoclasta
de Silicon Valley Peter Thiel y dirigido por Patri Friedman, nieto del
fundamentalista del libre mercado Milton Friedman. Los problemas ingenieriles y
legales han limitado las visiones optimistas de seasteads privados
balanceándose en el océano, por lo que recientemente las miradas se dirigieron
a la Polinesia francesa con la esperanza de crear una “zona marítima” –una
especie de zona económica especial oceánica– en una laguna tahitiana. La
oposición de los isleños a la colonización por parte de bro tech puso
fin abruptamente al proyecto en 2018, pero los seasteaders son, a
falta de una palabra mejor, resilientes y continúan buscando sitios que
colonizar.
Algunos seasteaders desembarcaron
en estas tierras con la esperanza de aprovechar las oportunidades que surgían
en Honduras. Allí, después del golpe de Estado militar en 2009, las
posibilidades de ciudades privadas y autónomas parecían prometedoras. El nuevo
régimen vio con buenos ojos tales proyectos y apremió cambios en la
constitución para permitir la creación de tales ciudades en territorio
hondureño. Promovidas como “zonas económicas especiales”, estas ciudades
disfrutarían de una autonomía cuasi soberana en tierras cedidas por el Estado a
inversionistas internacionales. Una gran cantidad de capitalistas aventureros
(una mezcla de conservadores estadounidenses y, en su mayoría, hombres blancos,
libertarios y tecnólogos a la moda) pronto descendieron, compitiendo por
establecer el primer mojón. A pesar de su clamor bienpensante por la
“libertad”, ninguno de estos inversionistas se resistió a hacer negocios con el
régimen corrupto e ilegal del entonces presidente Juan Orlando Hernández. Todo
lo contrario. En 2015, The Seasteading Institute invitó a Hernández a
un evento en San Francisco titulado “Disrupting Democracy” (“Perturbar la
democracia”). No se trataba solo de un caso de falta de entendimiento. Los
libertarios alardean sobre la libertad, pero tienen una larga historia de
negocios con regímenes autoritarios. El propio Milton Friedman fue asesor y
defensor del dictador chileno Augusto Pinochet. Peter Thiel, uno de los
primeros patrocinadores financieros del seasteading, declaró que “la
democracia y la libertad” no eran compatibles, una máxima que ahora ha sido
retomada con creciente entusiasmo por varios partidarios de Donald Trump y las
legislaturas en los Estados Unidos que intentan anular los derechos básicos de
voto. Los libertarios que profesan este escapismo pueden hacerse
pasar por amantes de la libertad con la intención de experimentar otras formas
de gobierno y encontrar una manera más agradable de estar en el mundo, pero a
juzgar por las personas con quien eligen hacer negocios, todo parece un tanto
superficial. De todos modos, en Honduras varios de estos planes iban y venían
con poco éxito. El ejemplo más claro en el que los libertarios estuvieron
próximos a construir su ciudad privada libre sujeta a pocos o ningún artículo
de la constitución hondureña fue en la isla de Roatán. El proyecto, Roatán
Próspera (RP), está respaldado por un grupo heterogéneo de conservadores,
tecnólogos libertarios, partidarios del Brexit y capitalistas de riesgo, en su
mayoría hombres blancos. Su futuro parecía prometedor en 2020, pero con la
victoria electoral de Xiomara Castro en noviembre de 2021, la tendencia cambió
en contra de los escapistas y el futuro del proyecto RP es incierto.
Eso no ha impedido que los constructores de RP y sus filiales presenten una
demanda contra el gobierno de Honduras ante el Centro Internacional de Arreglo
de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI). Piden hasta 10. 775 millones de
dólares en posibles indemnizaciones
La oposición de Castro a estos
proyectos es compartida por muchos de sus compatriotas. Es fácil entender por
qué. A pesar del entusiasmo con el que estos proyectos se venden como garantes
de la libertad, el desarrollo y la descentralización, llenos de promesas sobre
mayor seguridad y bienestar, tales experimentos tienen poco que ofrecer a la
mayoría de los hondureños, razón por la cual no votaron por ellos. Una vez
instaladas, las ciudades privadas libres serían inmunes a la voluntad popular,
convirtiéndolas en espacios permanentes y extraterritoriales en tierras
hondureñas. Mientras tanto, los hondureños seguían huyendo de la violencia, que
no hizo más que empeorar tras el golpe de Estado de 2009. Como transposición
sombríamente irónica, los migrantes terminan como “extraterritoriales” en otros
lugares, en espacios donde no se les proporciona un estatus legal, mientras que
en su país de origen, del que se vieron obligados a huir, un grupo de
inversores y colonos extranjeros crean un espacio extraterritorial que les
otorga un amplio estatus legal autónomo.
Vale la pena señalar que no es solo
Honduras el país que tiene que sufrir estos experimentos libertarios. Están en
todas partes. En 2012, un grupo de libertarios estadounidenses y un aliado
chileno formaron Galt’s Gulch Chile (GCC). El nombre proviene de un
refugio capitalista (Galt’s Gulch) mencionado en el libro Atlas Shrugged,[1] de
la novelista neoliberal Ayn Rand. Los fundadores de GCC compraron casi 5000
hectáreas en el Valle de Casablanca con la idea de crear su propio refugio
libertario. El proyecto pronto implosionó y uno de los principales fundadores,
Jeff Berwick, se dirigió a México, donde creó con algunos compatriotas
estadounidenses lo que se consideraría la reunión anual anarcocapitalista más
grande del mundo: Anarcopulco. En alta mar, en las islas del Pacífico y el
Caribe, también hay una variedad de proyectos libertarios similares,
financiados por criptomonedas como bitcoin y ansiosos por colonizar terrenos
supuestamente baldíos para construir sus países privados. Vanuatu, Tahití,
Guatemala, El Salvador, Puerto Rico… la lista no termina.
Los modelos de ciudad y campo
privados y libres deben preocuparnos. Son el siguiente paso lógico en la
privatización de la gobernanza a través del mecanismo de la propiedad. Las
ciudades privadas planeadas para Honduras no serán libres, en el sentido de que
uno podría simplemente elegir participar con los pies, pero no con la
billetera. Conllevan un costo monetario real de inversión o compra. No estarían
abiertos a todos y no hay derecho a que uno simplemente se una. La inmigración
estaría restringida (tanto como la libertad de movimiento) y la riqueza sería
un determinante básico de la membresía, tanto que incluso los defensores de la
idea admiten que tales ciudades se parecerían menos a ciudades o países y más a
“clubes”. Una vez que los argumentos de venta, las declaraciones de visión, los
graznidos por la libertad y las citas de Ayn Rand han sido debidamente
digeridos, nos quedamos con una verdad descarada: “la ciudad privada libre” es
solo otro nombre para un club de campo expansivo, privado y exclusivo en el
país de otras personas. La literatura promocional que elogia el escapismo libertario
a menudo se lee menos como innovación en la gobernanza y más como una cobertura
ideológica para una práctica bastante rudimentaria y antigua –el acaparamiento
de tierras y agua–, aunque envuelta en el lenguaje de moda de la disrupción y
la descentralización. El resultado de estas nuevas formas de escapismo territorial
no producirá un mundo sin fronteras de abundancia empresarial, sino un mundo de
fronteras fortificadas, exceso de privilegios y escasez colectiva
Por repugnantes que sean, las
fantasías galácticas de Richard Branson, Jeff Bezos y Elon Musk son una
distracción. La carrera espacial que debería atraer nuestra atención es la que
se desarrolla ahora mismo en nuestro planeta, en lugares que generaciones de
colonizadores e imperialistas, especuladores y estafadores, siempre han
procurado para lograr la compra territorial de sus sueños privados: América
Central y el Caribe, las islas del Pacífico y alta mar.
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*Alejandro Marcó del Pont, Licenciado en Economía de la UNLP. Autor y editor del sitio especializado en temas económicos El Tábano Economista, columnista radial, analista.
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