Revista Nos Disparan desde el Campanario Año V Democracia, un ideal no realizado… por Luis Guillermo Arenas Seleey

 



Gráfica: El avaro y el mono

Autor: Tony Johannot

Fuente: 

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Durante miles de años, la ambición, las diferencias, el ansia de riqueza y de poder, los dominios territoriales, el control de los recursos que definen ventajas económicas, han conducido a conflictos, invasiones, conquistas, guerras, alianzas, divisiones, derrocamientos e innumerables muertes. La historia está signada por luchas de poder que el ser humano no ha sabido superar, inflamadas con el combustible de ideologías, religiones, razas, esclavitudes, clases sociales, reivindicaciones económicas y laborales, partidos políticos, el dinero que desborda la avaricia y duros fanatismos que han conducido a diversas transformaciones de las instituciones, un mundo aún imperialista y una sociedad participante reflejada en la democracia actual. Las características de la democracia han llevado a considerarla como el mejor sistema de gobierno. Una reflexión básica sobre el mejor de los Estados posibles, podría ser, probar de manera racional, cuál es el que mejor deja a cada individuo libertad de creencia, pensamiento y expresión, posibilidad de realización y contribuye a los mejores resultados para la sociedad entera. Frecuentemente, las propuestas para el bien del país se vuelven aprovechamientos de unas élites que olvidan las necesidades de las mayorías. La política se desvía hacia el negocio lucrativo y los ambiciosos pierden el sentido del servicio, para convertirse en maneadores de los recursos públicos. Ciertos derechos que otorga la democracia a los electores son tergiversados. Se descalifica el voto en blanco, porque supuestamente es perder el voto. La abstención se interpreta como irresponsabilidad o indiferencia y no se reconoce como desconfianza, frustración o incredulidad en la democracia por la desilusión continua de gobiernos anteriores. El voto comprado influye significativamente en los resultados electorales, cuando los electores votan movidos por la promesa de un puesto, cuando canjean cincuenta mil pesos que satisfacen la necesidad del día, el almuerzo o la embriaguez pasajera por cuatro años de miseria. La democracia termina siendo usada para engañar; para perpetuar el statu quo, atractiva y ventajosa para los elegidos y sus camarillas y perjudicial para los que padecen las consecuencias de los malos gobiernos, que continuamente alejan a sus gentes de sus aspiraciones humanas, muchas veces mínimas. En un sistema válido, el país está por encima de los intereses particulares o de grupo; se procura igualdad y libertad; se cuida la justicia y privilegia la educación, la salud y las oportunidades de trabajo; los fines fundamentales son la vida, el bienestar y la construcción de Comunidad. Spinoza propone “explorar el comportamiento del ser humano especialmente en lo que atañe al ciudadano, descifrarlo, comprender sus causas y analizarlo tal y como es y a juzgar sólo sus actos en función de sus motivaciones y de sus causas profundas”. “No se trata de un juicio moral sino de una ética concebida como una etología… de cómo cada ser (animal o humano) tiene el poder de afectar y ser afectado, y los afectos (emociones y sentimientos) que resultan de ello”. Las instituciones influyen en las personas y las personas influyen en las organizaciones. Al final, las instituciones son el reflejo de lo que somos. Los resultados dependen de los ciudadanos que tengamos; del desempeño de la burocracia, de los condicionamientos de pobreza, hambre, trabajo y la ignorancia de muchos. De su capacidad de análisis de la información que reciben de los diversos medios que pueden engañar fácilmente. La tendenciosa habilidad demagógica, conduce a los electores a decisiones condicionadas y equivocadas. Sócrates sostenía que la democracia funciona cuando la gente está preparada para ella y se oponía a la “degeneración demagógica”. En estas circunstancias resultan posibles, la búsqueda de mesías, los regímenes militares, el sometimiento, los atropellos, las soluciones de fuerza y violaciones de los derechos humanos. Más importantes que el sistema mismo son, entonces, el nivel de conciencia en lo psicosocial, económico, ambiental y humano y la cultura política. Este enfoque permite analizar personas religiosas, éticas o democráticas que justifican matar para resolver los problemas sociales, el uso de la fuerza para combatir la protesta social y desconocer la pobreza y el racismo. Las demostraciones de intolerancia e insolidaridad, conducen a cuestionar el amor que se predica.

La combinación del poder político y el poder religioso de la civilización cristiana, ha dejado múltiples amarguras a través de la historia, millones de víctimas en occidente y después de dos mil años, el cuestionamiento de no haber frenado los grandes conflictos del siglo XX, que dejaron en la primera guerra mundial diez millones de muertos y cinco de desplazados y en la segunda cincuenta y cuatro millones de muertos y once millones de desplazados. En las elecciones nacionales que Hitler convocó a modo de plebiscito, triunfó con el voto de una mayoría del 43%. A partir de ahí, la guerra, el desastre y el antisemitismo se expandieron por todas partes del mundo cristiano. Para Jung la culpa colectiva alemana afecta a la cristiandad en su conjunto y al europeo en particular. Las responsabilidades individuales y las consecuencias de las decisiones personales, se diluyen en los movimientos de masas que dominan al individuo y crean un inconsciente colectivo. “El verdadero dirigente es quien tiene el coraje de ser el mismo”. (Civilización en transición, Carl Gustav Jung)

Y es así, como en un proceso democrático pueden ser elegidos, gobernantes totalitarios, corruptos, falsos mesías y hasta monstruos como Hitler. Ese espíritu llega a América con la conquista española y aunque, no en las dimensiones catastróficas de Europa, se queda entre nosotros…

Tomemos dos ejemplos:

Con la Constitución de los Estados Unidos, los pobladores divididos por el idioma, la religión y la cultura, dejaron de lado sus diferencias a través de la separación de la iglesia y el Estado. La unión para existir y trabajar juntos fue un imperativo para la supervivencia en el Nuevo Mundo. Los luteranos, los bautistas, los metodistas, los católicos, todos, fortalecieron su religión. Con diferentes teologías y filosofías, entendieron que la unidad no significaba reunir todo en un solo credo y excluir la diversidad.

En contraste, Colombia desde la independencia estableció la religión católica como religión del estado. La consagración de la Nación al Sagrado Corazón, derivó hacia la unión del poder político y el poder religioso, a una sola fe, al dominio de la educación, a conflictos, exclusiones y violencia. Aún hoy, con el surgimiento de las diversas ramas del cristianismo, se mantiene esa asociación y un candidato ateo a la presidencia genera rechazo entre los electores.

“Las dimensiones de la violencia letal muestran que el conflicto armado colombiano es uno de los más sangrientos de la historia contemporánea de América Latina. La investigación realizada por el GMH permite concluir que, en este conflicto se ha causado la muerte de aproximadamente 220.000 personas entre el 1º de enero de 1958 y el 31 de diciembre de 2012”. Todo sucedió bajo un sistema democrático y en un país que se considera mayoritariamente derechista, conservador y católico.

Spinoza sostiene que los individuos viviendo según la ley natural se proponen el aumento de su poder y la consecución de sus deseos; obran primeramente en función de sus propios intereses y no se preocupan por el bien de los demás… Los hombres buscan conservar lo que aman y destruir lo que odian. Si vivieran bajo la influencia de la razón, no causarían jamás perjuicios a otros. Pero bajo la influencia de sus pasiones, (emociones, envidia, celos, necesidad de dominio, etc.), los seres humanos se destrozan entre sí. Perciben, por tanto, la necesidad de entenderse, no perjudicarse, ayudarse entre sí, a decidir vivir en sociedad y promulgar unas reglas vitales, sin las cuales, teniendo en cuenta sus pasiones, ninguna vida en común sería perenne. Los individuos transfieren su poder al poder colectivo, dejando de estar determinados por la codicia de cada uno, sino por el poder y la voluntad conjunta de todos .

-          ¿Ha sido la democracia un sistema imperfecto, que aplicamos como lo último posible sin concebir otras alternativas?

-          ¿Hasta dónde, otras formas de participación, podrían mejorar las decisiones de los ciudadanos? 

-          ¿Deberían tenerse diferentes niveles de decisión según educación o formación?

-          ¿Deberían votar expertos por áreas como educación, ciencia, salud, economía?

-          ¿Valdría la pena revisar la reforma del Estado de Uribe Uribe?

-          ¿Merecen los ciudadanos, con los sesgos ideológicos, de género, ignorancia, desinformación y diversos condicionamientos, el poder de decisión que les concede la democracia?

El poder de la democracia termina manipulado por otros poderes: el poder del discurso más populista, el poder de las multinacionales, el de las grandes potencias; el poder del capital privado, del narcotráfico, de las ideologías. La política se convierte en un negocio y el poder dado al pueblo es usado en su contra. La economía neoliberal conducente a la globalización, el fundamentalismo religioso y la catástrofe climática invocan otras políticas. Sin conciencia integradora consigo misma y con la naturaleza, pareciera que la humanidad estuviera considerando el falso supuesto de que no cabemos en el mundo. El Estado ha fallado con graves consecuencias generando desconfianza en las instituciones; los continuos malos gobiernos han creado descontento y un deseo de cambio. La gente no quiere más de lo mismo y es así como se dan saltos de un extremo a otro. Los ciudadanos sin garantías en un ambiente de persecuciones, matanzas políticas e injusticias, sufren de frustración entre la rebeldía y el conformismo, o de “adaptación” para “vivir tranquilos” e ignorar su tragedia. El país en peligro no cuenta con la preocupación de los ciudadanos, encerrados en la desconfianza y la prevención entre ellos. Hace falta una evolución socio-cultural, liberar los condicionamientos, abandonar nuestra esclavitud mental, una orientación más espiritual y mayor capacidad de diálogo. Vivimos en una época de gran transición, en la sociedad líquida de Bauman, en la cual, las cosmovisiones rivales claman entendimiento. En términos de evolución, la sociedad puede considerarse en un estado infantil y el hombre moderno un hombre arcaico en lo profundo de su psique. Nuevamente, esa sociedad es el fruto del sistema que tenemos, que a su vez, es el fruto de los ciudadanos que somos. Por lo tanto, sólo un cambio de los individuos puede traer una renovación del espíritu nacional. Si la sociedad anda mal es porque los individuos andan mal, porque usted y yo andamos mal. Entonces lo más razonable es empezar por uno mismo y la base de la solución está en la educación. Un movimiento de conciencia puede cambiar el mundo. “Necesitamos, en el siglo que se avecina, enseñar a todos los niños la tolerancia, la apertura a las diferentes formas de vida, a las diferentes creencias, a las diferentes costumbres, de vestimenta e idioma. Dejar de enseñarles a temer a los que son diferentes a ellos, dejar de enseñarles a odiar a los pueblos de otros colores y otras religiones, dejar de enseñarles a ver el mundo como un campo de conflicto y, en cambio, inculcarles una reverencia alegre por la gran diversidad que encontramos a nuestro alrededor… El objetivo último de la educación es también saber qué leer y qué escribir, así como saber vivir en sintonía con la naturaleza, en armonía con el universo y en paz con uno mismo y con sus semejantes. Un gran santo hindú escribió: «Aquellos que no pueden vivir en armonía con el mundo, aunque hayan aprendido muchas cosas, siguen siendo ignorantes”. La gran cuestión a la que se enfrentan hoy los líderes espirituales y políticos, es cómo los pueblos del mundo van a vivir en este planeta en armonía, y cómo corregir los errores del pasado y los resentimientos que aún perduran, para asegurar la supervivencia de la humanidad en el futuro. La educación, saben, desempeñará un papel clave, sólo si los educadores se centran, primero en los valores humanos que nos hacen a todos mejores personas y segundo, en los conocimientos técnicos”. Desde los años 60 del siglo pasado, Bertrand Russell advirtió la problemática que generaría la brecha entre el acelerado progreso de la ciencia y la tecnología y la lenta evolución de la mentalidad humana. “Ningún régimen político, aunque sea democrático, funcionará bien mientras los humanos se muevan más por sus pasiones que por su razón. Mientras sólo respetemos la ley de la ciudad por el castigo y no por convicción íntima, nuestras sociedades serán frágiles”. “A la impotencia del hombre para gobernar y contener sus pasiones la llamo Servidumbre”. Baruch Spinoza

 

*Luis Guillermo Arenas Seleey. Consultor, escritor y Profesor en la Universidad Industrial de Santander

 

Fuente: El Libro Total

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