Revista Nos Disparan desde el Campanario Año V Somos lo único inteligente de la creación; no lo parece… por Gustavo Marcelo Sala

 






Obra: Las Calles están Gritando

Autor: Théophile Alexandre Steilen

Fuente:

https://www.oldbookillustrations.com/illustrations/streets-screaming/






El frikismo (me atrevo a otorgarle entidad ideológica) no es otra cosa que la voluntad individual por proponerle a la sociedad un personaje mediático, nulo desde la inteligencia, amparado bajo las normas y formas del sentido común, llamativo más que atractivo, empático, alejado de la complejidad y la crítica, inusual, con rasgos voluntarios ciertamente ridículos, comprador de atención y que a su vez, por esas características, logra notoriedad con la resultante de jugosos dividendos.

Lo que durante los noventa solo era nicho de los medios en programas de muy baja calidad artística y formativa, talk shows se los denominaba, (el pionero sin dudas fue Mauro Viale) se transformó con el tiempo en estrategia generalizada de penetración cultural, en la actualidad vemos esta clase de excéntricos no solo contando chistes malos y groseros por los medios, sino además dentro de la arena política, en la justicia, en las ciencias y en las artes, en el campo de la tecnología y desde luego dentro del periodismo. Transformado el ciudadano político en espectador acrítico, este solo cumple su rol fisgón y acepta mansamente lo que los medios le ofrecen con marcada intención lobotomizadora.

Estos lúmpenes extravagantes han logrado poseer entidad emprendedora dentro del absurdo capitalismo en el cual estamos viviendo (no se necesita ser otra cosa que el ejecutante de un personaje) habida cuenta que su estructura solo se basa en el mínimo intento de sostener un muleto, “pegarle” con el papel y vivir de él de modo rapaz a como dé lugar a cuenta del sobre, el bolo o el canje. El problema en las sociedades intelectualmente precarizadas deviene cuando, debido a su encaje mediático, se los comienza a tomar seriamente como si fueran gurúes sociales, avezados consultores, analistas reputados de la realidad, relatores de verdades absolutas a través de entidades consultivas no ha lugar, incluso ponderando aberraciones humanísticas, jurídicas o directamente haciendo apología de delitos de lesa humanidad, todo esto sabiendo que su condición ridícula y jovial los hace inmune, transformándose de ese modo en representativos. 

En nuestra patria abundan estos personajes y a contracara de lo que se piensa no llevan disfraces fantásticos, en muchos casos saco y corbata, algunos ha llegado a legislar, ejecutar, gobernar municipios, provincias y como ocurre actualmente la Nación; son formales y han desarrollado sus personajes de tal manera que logran entidad aun mintiendo, aún comprobado el embuste, y para mi tristeza contando con un importante auditorio a la espera de la próxima falacia. Y juegan con cartas marcadas debido a que en el código penal está condenado todo, menos la psicopatía edulcorada bajo un disfraz mediático, cosa que tan bien utiliza para favorecer sus intereses la plutocracia y el poder real, de esto se trata la impunidad e inmunidad jurídica del poderoso. Para esta gente la cárcel no es un horizonte político de riesgo, de todas maneras la cárcel en sí propio no habla de tu condena, quien habla de tu condena es el carcelero. Eso sí, para aquel que defiende las causas populares, cuanto más perverso es este a la ojos de los mandantes, percepciones éstas que promueven los gritos frikis y honestistas de las hordas progresistas las cuales  condenarán por prejuicio tercerizado, mayor será, con el correr de la historia su expiación, su inocencia, su elevación histórica. Va de suyo que nadie le devolverá a Mandela sus veintitantos años preso, ni a Daltón su cabeza, ni a Tupac sus miembros, solo la historia los hará inmortal, cosa que no consiguió su carcelero amén que se hable de él como dato punitorio adicional de la historia. El burgués argentino, incluso dentro del colectivo nacional y popular, cree firmemente en la cárcel como actor reparador de sus carencias y humillaciones. La palabra preso surge más rápido que las palabras justicia o legalidad o que el término condena social. Tal vez este término, de aplicarlo, muy cercano al de conciencia social, nos hubiera ahorrado mucho de los peores momentos vividos, por caso no permitir que el evasor y contrabandistas Mauricio Macri, salvado por la corrupción judicial plutocrática menemista arribe a la primera magistratura de la República, ni siquiera hubiera podido ser jefe de gobierno en CABA.

En lo personal no me interesan ni Milei ni Macri presos, ni lo deseo, ni muertos me importan, el daño que vienen haciendo desde hace una década amparados por los medios está por encima de una celda o un cajón, recintos que seguramente de darse serán VIP. De estos hay cientos, son los pueblos los que deciden. Allí, estimo, no habrá marchas ni monigotes testimoniales. Aun así creo más en la historia y sus conclusiones que en el presente y sus operaciones, para la construcción creo más en nuestras huellas que en la incidencia de los medios y la opinión publicada.

Sin embargo observo que la reacción conservadora es capaz de proteger a su gobierno y vivir con limitaciones económicas haciendo sacrificios impensados con tal de que no gobierne ningún matiz nacional, popular, soberano y distributivo. A la vez observo una muy buena porción del llamado campo popular que no vive ese mismo compromiso con sus ideas, esto es, aún ante circunstancias complejas, se han vuelto críticamente despiadados con los suyos a pesar de las dificultades coyunturales, por caso la crisis del Lehman Brothers, el conflicto con el campo, el tema ganancias, el condicionamiento del nuevo endeudamiento neoliberal y la pandemia. Lamento insistir en lo sentenciado más de una vez, tal vez esto ya juega como una ley política de carácter científica y de irreversible tenor, luego de cada experiencia nacional y popular no arribó ni el progresismo, ni el socialismo, ni el ecualitarismo, arribó el neoliberalismo con un marcado tufillo fascista a la hora de gobernar. Suelo leer que a los primeros se los descalifica como descerebrados o tontos o alienados, y los segundos serían una suerte de vanguardia purista revulsiva iluminada. Temo que la cosa es más simple. Tal vez a los primeros no les importe perder bienes en el camino con tal que sus convencimientos sean lo que se impongan, en ocasiones los veo muy comprometidos en la gesta, incluso la más demencial, mientras observo que los segundos están más interesados en no perder bienes que luchar en desventaja por el modelo social en el que dicen creer, pero contemplando solo sus aristas individuales. Criticar no es lo mismo que conspirar. Pero por suerte se terminó la grieta, ahora hay vallas, rejas, gendarmes, policías, amenazas, voluntariado, emprendedores, gentes de bien, apologías delictivas bajo el formato standapero, extorsiones, plazas vacías, tipos que saludan a nadie por los balcones, twitter, disfraces y arándanos...

Lo dicho está. Sería bueno dejar de describir a los fascistas hijos de puta y comenzar a combatirlos, porque todos sabemos quiénes son. Los fascistas y sus hijos de puta funcionales, junto a sus adherentes, se saben tales, se admiran por serlo y por ejecutar sus perversiones a diario, cuestiones que los nutren y alimentan, nosotros los despreciamos porque también los sabemos tales, de manera que teniendo la cosa clara solo resta confrontar con dureza y coraje, quién no lo hace, a la espera de ciertos consensos convenientes, será un mero colaboracionista de la infamia por venir.   

Cuánto se extraña la libertad que hubo durante la dictadura K, temo que recién entendemos el valor de los buenos momentos cuando pasado el tiempo se hayan convertido en gratos recuerdos…

 



 


*Gustavo Marcelo Sala. Editor


Comentarios

  1. Si de frikis se trata en Coronel Dorrego hay para hacer dulce

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