Revista Nos Disparan desde el Campanario Año V Trazos gruesos y finos, y subrayados dobles en tiempo real II… por Roberto Oscar Marra

 

Fuente: Sitio El Pensador Popular

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NINGÚN RESPETO

 

Por estos tiempos de cambios estrambóticos, donde la realidad supera con creces a las peores pesadillas, hay, sin embargo, un sector que sigue actuando como en una continuidad de la anterior “normalidad”. En el ámbito político en general y legislativo en particular (y no sólo el nacional), todo parece tratarse de una sencilla continuidad institucional, donde se da la paradoja que muchos de sus integrantes expresan sus claros pensamientos fuera de las cámaras donde ejercen su función, con mensajes claros acerca de la brutalidad práctica en la que les toca desempeñar sus cargos, pero ya dentro de esas instituciones “debaten” con esos “colegas” empeñados en demostrar que la Tierra es plana o que el sol sale por el oeste, como si sólo se tratara de personas que tienen ideologías diferentes, pero “respetables”.

Entonces vale el esfuerzo de recurrir a los significados de las palabras y las representaciones que con ellas se manifiestan. La palabra “respeto”, indica consideración y valoración especial o positiva ante alguien, al que se le reconoce valor social o especial deferencia. Se basa en la relación de reciprocidad y reconocimiento mutuo. El filósofo Kant, dice que a todas las personas se les debe respeto por el simple hecho de ser personas, o dicho de otra forma por ser seres racionales libres. El respeto también puede ser la manifestación un sentimiento de profunda admiración por alguien o algo que surge de sus habilidades, cualidades y logros.

La cuestión es determinar si quienes representan esas ideas a las que, casi como una burla a la sociedad, autodenominan “libertarias”, están incluídos dentro de esas definiciones. Y, a poco de observar sus maneras de “relacionarse” con los demás, con la realidad, con la historia y con el presente, nada parece indicar que reunan tal concidión de “respetables”.

Todo lo que hacen o dicen son ataques semánticos o de facto contra sus “colegas” de otras bancadas. Todos sus discursos los realizan para bastardear las palabras de quienes no piensan como ellos. Todas sus manifestaciones ante los medios tienen como premisas básicas el descarte de los valores transmitidos por “los otros”. Todos sus propuestas están teñidas de desprecio absoluto hacia cualquier otra forma de pensar o sentir que no sea la propia. El egoismo, el egocentrismo, la soberbia, el odio visceral a sus enemigos (jamás adversarios) políticos, son las monedas con las que pagan (y pegan).

¿Merece respeto quien considera a un trabajador como “terrorista” porque se manifiesta sobre su paupérrima condición económica? ¿Es respetuoso dirigirse a quienes manifiestan descontento con ademanes y palabras provocativas de mayor violencia? ¿Es acaso respetable quien valora con mucha mayor preeminencia las ventajas de los poderosos que las necesidades de los indigentes? ¿Debe respetarse al que viola la Constitución y las leyes, siendo integrante de un Poder Legislativo? ¿Puede ser digno de respeto la persona que, ejerciendo una representación popular, desconoce las obligaciones con sus votantes y con la sociedad toda, para convertirse en un simple monigote al servicio del Poder Real?

Si las respuestas a estas u otras preguntas similares son obvias, obvio resulta también que el tal “respeto”, que tanto anteponen a sus dichos muchos legisladores de buenas intenciones pero escasas osadías, son una manera de “limpiar”, aún a su pesar, la brutalidad de tales colegas “libertarios” o sus socios eventuales para los despropósitos que los alían. Flaco favor le hacen a la “democracia” devaluada en la que transitamos por obra y gracia de millones de imbecilizados mediáticos, con sus respetuosos modos, sus respetuosas manifestaciones y sus respetables palabreríos sin consecuencias para sus “colegas” genocidas, una condición inapelable de legisladores que anteponen sus odios sobre el razonamiento que respete al Soberano. Aunque esta condición tampoco aplique, en las actuales circunstancias, para un Pueblo al que nadie consulta y para el que muy pocos trabajan.

 

 

DE MISERIAS Y MISERABLES

 

Un menesteroso de ochenta años, un indigente, un mísero, un necesitado, un pobre, se roba un alimento. Seguramente, su desdicha, su desgracia, su infelicidad le lleva a hacerlo.

Un avaro, un tacaño, un roñoso, un mezquino, un codicioso, un ruin, lo denuncia. Seguramente, su dicha y su fortuna la acumuló con esas cualidades como banderas.

Un empleado despreciable, un canalla, señaló al geronte ladrón. Seguramente, su vileza le ha permitido permanecer en su puesto, gracias al cual sobrevive no mucho mejor que el señalado con su dedo cicatero.

Un juez y dos fiscales abyectos, perversos, rufianes, se encargaron con premura innoble de acusar y sentenciar al “pobre diablo” que no merece, para ellos, otra atención que sus maniqueas causas resueltas con la crueldad que sólo manifiestan con el pobrerío, jamás con los poderosos.

Todo un perfecto manifiesto de la sociedad del horror consumado en que se ha convertido a esta (otrora) solidaria población. Toda una definición del “destino” al que nos han acarreado los pérfidos personajes apoderados de las consciencias miserabilizadas de una ciudadanía traductora de las peores abyecciones al lenguaje cotidiano del desprecio y el odio sin razón alguna. Todo el poder puesto al servicio de la transformación de los seres humanos en autómatas reproductores de miserias infinitas, listos al sacrificio en nombre de mejores futuros imposibles y peores presentes eternos.

La nobleza ya no define la condición de generosidad. La honradez se ha transformado en una moneda de intercambio de favores execrables. Los sabandijas se disfrazan de jueces y los truhanes de fiscales, todos revolcados en el mismo lodo de miserias consumadas por encargo de los amos de sus bolsillos, repletos de canalladas con formas de billetes. Los comerciantes se encargan de retrotraer la condición humana al horror de la malicia avarienta de quienes ya se han metamorfoseado en los “Caínes” que, los poderosos que tanto admiran, les enseñaron a ser. El empleado cae en la escala de lo humano con su “buchoneada” taimada y artera, que tendrá como premio seguir con su oscuro trabajo de servir al extorsionador que lo emplea.

Se quedó corto Discepolín al definir a la sociedad que tanto lo preocupaba en su tiempo. Le faltó ver esta horrenda manifestación de crueldad, para poder explicar tanto desprecio sin base, tanta oscuridad bajo un sol que ya no ilumina, tanta infamia disfrazada de “justicia”. Les faltan palabras a los poetas para traducir estas sórdidas historias, consumadas a la vista de una sociedad enceguecida por el odio fabricado a la medida de las necesidades de un Poder Real que ha logrado transformar la honra en indignidad, la moral en sentencias rastreras, el dolor ajeno en placer perverso de los idiotas que se creen parte del festín que sólo se les permite mirar.

El asco no alcanza a definir el sentimiento que despiertan, en quienes todavía sentimos al otro como a uno mismo, estos actos incoherentes con la definición de “humano”. La repulsión que generan estos personajes amorales, las angustias que hacen trizas las esperanzas de vivir en un mundo mejor, la desazón de no encontrar salidas a estos nauseabundos procederes, tienen que servir a la reproducción del hastío de ver y vivir rodeados de semejantes tan sórdidos. Debe extraerse, de estas acciones depredadoras de la condición humana, las sentencias de muerte a tanta maldad elucubrada con placer por tantos usureros de corazones retorcidos.

Habrá que convertirse en artífices de la reconstrucción de la bella palabra solidaridad, para internalizarla en cada uno de nosotros. Tendremos que fabricar el antídoto a tanta falsía impuesta con fervor militante por quienes se auto-adjudican superioridades imposibles de sostener por sus prosapias de miserables consumados. Mientras tanto, deberemos cuidar y contener a los caídos en peores desgracias que la que pudiéramos padecer nosotros mismos, para transformar su extrema pobreza en base para nuestras rebeliones, hoy más que nunca, impostergables.

 

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*Roberto Oscar Marra. Columnista Político. Santa Fe



Comentarios

  1. desde ya que ésta situación nos impone un cambio de conductas. por ejemplo, la constitución abre la posibilidad de que cualquier persona del planeta venga a vivir en argentina, siempre y cuando sean hombres " de bien", aunque aparentemente, ésta oración ha sido cambiada y ahora diría "para todos los hombres del mundo", cosa que no me enteré cuando sucedió.
    como sea, desde ya propongo que después de caído miley, (porque TODO pasa) dispongamos por ley identificar a los que públicamente afirmaron votarlo y se los expulse del país. por no cumplir el requisito y haber deseado el mal presente para nuestro país. se han portado como enemigos. les corresponde.

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