Revista Nos Disparan desde el Campanario Año V EDITORIAL QUE ABRE UN NUEVO CICLO.. Estas páginas sombrías… por Isidore Ducasse, conde de Lautréamont
Quiera el cielo que el lector,
animoso y momentáneamente tan feroz como lo que lee, encuentre sin
desorientarse su camino abrupto y salvaje a través de las
ciénagas desoladas de estas páginas sombrías y rebosantes de veneno; pues,
a no ser que aplique a su lectura una lógica rigurosa y una tensión espiritual
equivalente por lo menos a su desconfianza, las emanaciones mortíferas de este
libro impregnarán su alma, igual que el agua impregna el azúcar. No es
aconsejable para todos leer las páginas que seguirán; solamente a algunos les
será dado saborear sin riesgo este fruto amargo. Por lo tanto, alma tímida,
antes de penetrar más en semejantes landas inexploradas, dirige tus pasos hacia
atrás y no hacia adelante. Escucha bien lo que te digo: dirige tus pasos hacia
atrás y no hacia adelante, del mismo modo que los ojos de un niño se apartan
respetuosamente de la augusta contemplación del rostro maternal; o, mejor, como
un ángulo, extendido hasta donde alcanza la vista, de grullas friolentas y
meditabundas que durante el invierno vuelan briosamente a través del silencio,
a toda vela, hacia un punto determinado del horizonte, de donde parte
repentinamente un viento extraño y violento, precursor de la tempestad. La
grulla más vieja, convertida en avanzada solitaria, al ver esto mueve la cabeza
—y a continuación hace crujir también su pico— como una persona razonable que
no se siente satisfecha (yo tampoco lo estaría en su lugar), mientras su viejo
cuello desplumado, contemporáneo de tres generaciones de grullas, se agita en
ondas exasperadas que presagian la tormenta cada vez más próxima. Después de
arrojar, demostrando sangre fría, repetidas miradas a todos lados, con ojos
saturados de experiencia, muy prudentemente, y la primera de todas (pues ella
tiene el privilegio de mostrar las plumas de su cola a las otras grullas
inferiores en inteligencia), con su grito alertador de centinela melancólico
que hace retroceder al enemigo común, gira con flexibilidad la punta de la
figura geométrica (podría ser un triángulo, pero no se ve el tercer lado que
forman en el espacio esas curiosas aves de paso) sea a babor, sea a estribor,
como una hábil capitana; y, maniobrando con alas que no parecen mayores que las
de un gorrión, como no es estúpida, emprende así un nuevo camino filosófico y
más seguro.
Escritor maldito si los hubo
ResponderEliminarProsa eminente porque perfora, prosa no neutral porque incomoda...
ResponderEliminar