Revista Nos Disparan desde el Campanario Año IV Nro. 60 “Contra la estupidez, los propios dioses luchan en vano”, aseguró Schiller.... por Augusto Klappenbach
Gráfica: La Fosa de los Funcionarios
Corruptos
Artistas: Guillermo Blacke
Técnica: Grabado en Metal
Fuente: https://www.oldbookillustrations.com/illustrations/ciampolo-tormented-devils/
El Poder Real: Corrupción y estupidez
Y pretendo mostrar que entre los
frecuentes casos de corrupción que estamos presenciando en nuestra vida pública
existe no solo deslealtad, avaricia, cinismo, prevaricación, arrogancia y
tantos otros vicios sino también una gran proporción de estupidez.
No en todos los casos: la estupidez
no está presente en la corrupción motivada por razones estrictamente
económicas. El fontanero que cobra una factura sin IVA o el parado que trabaja
en negro para aumentar su exigua prestación quizás merezca técnicamente el
calificativo de corruptos, pero no el de estúpidos. Como así tampoco aquel que
se ha endeudado más de lo que debía y se corrompe para financiar sus lujos. En
todos estos casos, la ilegalidad que cometen tiene un objetivo que puede ser
justificable, inmoral o delictivo, pero en cualquier caso es concreto:
conseguir algo más de dinero para afrontar necesidades o caprichos que pueden
ir desde mantener a su familia a pagar unas vacaciones en las Bahamas. Pese a
sus evidentes diferencias, estas corrupciones están relacionadas con la búsqueda
de un beneficio real para quienes las cometen, que a su juicio les compensa
correr algunos riesgos. Por el contrario, la estupidez se convierte en
protagonista cuando el corrupto no persigue un beneficio real sino el aumento
de un poder abstracto, que no repercute en su calidad de vida sino que, por el
contrario, la pone en peligro. Y estos casos abundan.
Muchos de nuestros más ilustres
corruptos gozan de unos ingresos legales que les permiten satisfacer todos los
deseos que pueden pagarse con dinero. Pese a ello inventaron tramas delictivas
que les permitieron acumular millones sin sacar de ellos otro provecho que la
posibilidad –a veces nunca ejercida- de disponer de ellos. ¿Cuál era el
objetivo de esta acumulación ilegal? ¿Necesitaban utilizar una tarjeta
destinada a gastos de representación para hacer la compra en el supermercado,
en el caso de personas que ganan más de un millón al año? ¿Los impuestos que se
ahorraban eran necesarios para mantener su estilo de vida? ¿Deseaban comprar
una casa más grande, aumentar el refinamiento de sus comidas, permitirse algún
viaje costoso? Todo ello lo podían conseguir sin problemas con su fortuna
legal. Sin embargo, corrieron un riesgo que a varios de ellos –a muy pocos,
lamentablemente- les ha estallado entre las manos hasta el punto de que los ha
puesto en riesgo de pagarlo con la cárcel o al menos con un desprestigio social
que a este tipo de gente le resulta muy costoso.
Y en esos casos también es la
estupidez la que les lleva a pensar que sus manejos podrán permanecer siempre
ocultos. Se acaban identificando con un personaje omnipotente e invulnerable
que no debe dar cuentas a nadie y que solo existe en su imaginación. Pese a que
no suele faltarles habilidad política, la olvidan cuando no tienen en cuenta
que sus aliados de una época pueden volverse enemigos al poco tiempo y sacar a
la luz sus trapicheos. Tener dinero oculto en paraísos fiscales, por ejemplo,
implica correr el riesgo de que cualquier empleado de esos bancos sacrifique el
secreto bancario por una jugosa recompensa.
Esta corrupción basada en la
estupidez demuestra que la motivación del poder es mucho más fuerte que la
económica. O, mejor dicho, que la corrupción económica proviene de la búsqueda
del poder. Pero en estos casos, un poder abstracto. Es decir, que no se lo
busca para realizar con ese poder acciones concretas, como puede ser el poder
que busca un gobernante o el que quiere conseguir un puesto directivo. Se trata
de un poder que se justifica solo en la imagen de sí mismo que se fabrica el
que lo posee. Más de un personajillo mediocre, al verse investido de
privilegios que le permiten corromperse con facilidad, comienza a creer que ese
poder refleja su valía personal, que lo pone a salvo de las normas y
convenciones que regulan la vida de personas de rango inferior. Desde este
punto de vista, utilizar su tarjeta opaca para pagar un regalo a su amante es,
antes que una trampa económica, una manera de afirmar que su conducta está por
encima de las pequeñas convenciones que rigen la vida del pueblo llano.
Y ese ascenso imaginativo a una
categoría social superior crea un sentimiento de solidaridad entre los
corruptos que asegura una ley del silencio entre ellos extremadamente frágil.
Porque los conflictos que surgen cuando las relaciones y las amistades están
basadas en este poder abstracto no necesitan de causas objetivas para romperse,
sino que su difícil equilibrio depende de alianzas y fidelidades tan efímeras
como las razones que las fundamentan. De ahí las sorpresas que recibimos en
estos tiempos cuando algunas de estas corrupciones se hacen públicas. Pero así
y todo, la corrupción no cede. Lo dicho: contra la estupidez los propios dioses
luchan en vano.
buenísima nota! y obvio, para muestra bastará ver cómo el edificio de mentiras de zelensky y todo su montaje, se va a ir disgregando de a pocos ante la derrota, y enfrentando entre sí a los que ahora detentan el poder, a medida que "el poder" se vaya deshilachando.
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