Revista Nos Disparan desde el Campanario Año IV Nro. 60 Demasiadas preguntas... por Favio Camargo

 


Llevo un par de días durmiendo bastante mal, angustiado. Hace un tiempo decidí dejar suspendida la carrera de Derecho para seguir lo que me apasiona, lo que me hace feliz, la Historia y la Arqueología. Temo que en breve se vienen tiempos muy oscuros en los que van a ser necesarios muchos abogados laboralistas, seguramente otros especializados en derechos humanos también, siento íntimamente que no voy a tener un mierda para aportar socialmente. Pero como decía Fontanarrosa, las malas palabras no existen, además esta es una nota que sale del corazón y como una canción de amor de tres tonos, lo que importa es la intención.


No nos olvidemos que Menem ganó las elecciones luego de haber volado un pueblo por el aire para cubrir el contrabando de armas a los ustachas de Franjo Tudman, muchos concluyeron que este inesperado resultado se debió al voto cuota vergonzante.

Y me cuestiono, quizás sea yo el equivocado…

-          Cuando se levantaron los servicios ferroviarios, el pueblo nada hizo anestesiado por Neustadt, el cual desde el prime time le prometía a su audiencia una parte de los supuestos dos millones de dólares de pérdidas diarias.

-          Cuando se regalaron los recursos naturales como el gas, el petróleo, el agua y las empresas públicas de servicios tampoco. Muchos siendo conscientes de que una empresa privada jamás hubiera llevado gas o agua corriente y menos teléfono o electricidad a su pueblito de pocos miles de habitantes aislados en el medio de la nada, pero como ya tenían el servicio, lo consideraron un bien adquirido y se cagaron en los demás.

-          Tal vez a la mayoría del pueblo tampoco le interesan la salud y la educación públicas.

-          ¿Y si le hablamos a un pueblo solidario e idealizado que solo existe en nuestra imaginación?

-          ¿Y si realmente los derechos por los que nuestros abuelos dieron la vida no forman parte del interés popular?


-          ¿Y si la mayoría ve el acceso a la vivienda no como un derecho sino como otro bien de “mercado”  lo que convierte a una familia con niños o un abuelo o cualquier persona en un “cliente”?  Y como clientes, si no tienen el dinero necesario “para consumir el bien” que duerman en la calle, como si esto fuera elegir entre comprarse o no  una corbata nueva.

-          ¿Y si ni siquiera le importa a la mayoría de nuestro pueblo que alguien que precisa insulina o medicamentos para el HIV se muera en la vereda de la farmacia por no poder pagarlos?

-          También me pregunto si el Partido Justicialista es o no un lugar desde donde uno puede participar y realmente cambiar algo, ya que veo la democracia interna del partido como bastante inexistente, tal vez por ello aunque comparta gran parte de las ideas nunca di el paso de afiliarme.

-          ¿Cual es la función de un afiliado sino la de decidir en elecciones internas?

-          ¿Donde puede el militante hacerse escuchar, dar sus opiniones aunque sean un delirio y no sentirse un mueble o un extra como en una película?

-          Si se prometen elecciones internas que nunca llegan o que se cancelan una noche antes y se arregla todo entre cuatro personas en un despacho ¿para qué quieren militantes aparte de hacer numero o doblar boletas? Doblar boletas es algo que puede hacer un mono o una maquina de imprenta de esas que hacen folletos o volverse totalmente obsoleto en caso de un cambio en el sistema ya sea por boleta única o voto electrónico.

-          Eso espanta al electorado más joven, lo espanta antes de que siquiera intente acercarse, según como veo yo las cosas.

-          No digo un estado de asamblea permanente, estilo trotskismo universitario donde se discute hasta el aroma de la pastilla del inodoro, pero tampoco el otro extremo que es la absoluta verticalidad existente en la actualidad.

 


Parafraseando y pensando que la mayoría de nuestros representantes se encuentran muy alejados de figuras como Rodolfo Ortega Peña…tal vez derramaríamos nuestra sangre por un pueblo que la va a negociar por un horno microondas o el último modelo de teléfono móvil.

El clima reinante hoy permite escuchar discursos que antes causaban vergüenza y que quienes los tenían no los recitaban en público sino entre conocidos y ya medio bajo los efectos del alcohol. Hoy  cualquier idiota se anima a vociferar como un heladero en bicicleta  que va a haber que reprimir mucho para “garantizar el cambio”. La cagada va a ser cuando esos muertos que no le importan dejen de ser nombres o números y pasen a ser caras y en alguna de esas caras se vea reflejado el mismo o vea a su viejo, a alguno de sus amigos o vecinos o a la chica que le gustaba en la secundaria y a la que nunca se animó a decirle nada.Van a ser fantasmas que los van a perseguir de por vida y ni con una “renoleta” cargada de merca se los van a poder borrar de su memoria.

 


 


*Favio Camargo. Docente, estudiante del Profesorado de Historia en la Universidad Nacional del Sur

 

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