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A propósito de la reseña del libro de
John Steinbeck "Las uvas de ira", pero sobre todo de estos
tiempos tan oscuros e impredecibles estoy tentado de compartir con ustedes unas
páginas de mi libro "NUNCA MAS NI NUNCA MENOS", págs. 81/83:
”Según las épocas, se podían ingresar algunos libros interesantes
para leer. Para ello contábamos sobremanera con la ignorancia del guardia o del
preso vip buchonazo, ¡¡¡viva!!! que era el encargado de la censura en la
biblioteca del penal y quien autorizaba –o no - el ingreso de la lectura. Su
ignorancia era nuestra sabiduría. Entonces se daba el caso que libros
absolutamente triviales que tenían un título “dudoso” eran rechazados y otros
“muy subversivos” eran autorizados (“Rebelión en la granja” George Orwell, “El
Talón de Hierro”, obra magnífica, aunque escamoteada, del gran escritor Jack
London sobre la consolidación del capitalismo macartista en la primera mitad
del siglo XX y la eliminación de las disidencias sobre todo las socialistas y
radicales; Mario Benedetti, John W.Cooke pasó con otros best seller como Stephen
King, Marechal, Nicolás Guillén, “Artigas” de Jesualdo, “Hojas de Hierba” de Walt
Withman, y muchos otros. El gran tiempo perdido en una cárcel se puede ganar
con grandes lecturas. Grandes por el volumen, incluso, que estando afuera,
muchas veces no se encuentra el espacio suficiente para disfrutarlas. Como
bonus track de este cautiverio obligado tuve la posibilidad y la fortuna de
leer y conocer a casi todos los exponentes de la generación perdida
norteamericana, John Steinbeck, Ernest Hemingway, Scott Fitgerald y a otros,
como John Dos Passos, Truman Capote. Por supuesto a los autores clásicos
europeos, a los autores del siglo de oro español, Don Quijote que me alegró y
acompañó la vida. A los magníficos rusos como Dostoyevski (Los hermanos
Karamazoff, El jugador, Crimen y Castigo), Tolstoi, con La guerra y la Paz y
Annna Karenina, Puskin desde luego y La Madre de Máximo Gorki, obra que creo se
inspiró anticipadamente en nuestras Madres. A la generación española del 27, a
los latinoamericanos García Márquez, Cardenal, Arguedas, Vargas Llosa, Carlos
Fuente, casi todos los libros de Jorge Amado, verdadero compañero de largas
lecturas que me conectaba a la naturaleza, a la mejor expresión de la condición
humana, pero también al conocimiento de las penurias, la explotación y la
pobreza de los hermanos brasileros.Por supuesto la lectura de los escritores
nacionales. Todo y siempre después de sortear muy dificultosamente la
implacable censura que hacia el penal, sin criterio y sin lógica, de cada diez
libros sólo entraban cinco, muchas veces los que anteriormente habían sido ya censurados
o prohibidos. Designábamos a un compañero “bibliotecario” que era el encargado
de seleccionar los títulos, para que los ingresen los familiares que
tenían visitas. Todo buen preso, por lo tanto, puede medirse en la ecuación
entre el tiempo de su cautiverio y la cantidad de buenas obras leídas,
venciendo al castigo y al verdugo. Entre esas buenas lecturas pude leer “El
Príncipe” de Maquiavelo, imprescindible para cualquier militante, para conocer
no tanto el “debe ser” sino también el verdadero “ser” de la política, y tantos
otros… Como excepción no pude terminar “El Proceso” de Franz Kafka, porque
resultaba demasiado explícito su laberíntico padecimiento burocrático
torturante y el “Ulises” de James Joyce porque si bien transita en unas cuantas
horas de la vida del personaje, ésas son eternas y complejas como la injusticia
…. casi como la diaria condena del preso.
En cambio, el estudio del magnífico “Paideia” del alemán Werner Jaeger,
sobre la cosmovisión del mundo griego -base de la civilización occidental- de
la cual nos acusaba el bloque de poder dominante de querer destruir. Fue sin
dudas una gran lectura, solo para estudiantes aplicados o para pacientes
prisioneros.
Conforme mi pasión por las naos a vela y sus historias, gracias a la
insistencia del “Bebe” (Lanfrit) con su madre, logró ingresar una hermosa
edición española de las expediciones antropológicas del noruego Thor Heyerdhal
con sus barcos de papiro, dosificando sus lecturas para extender en el tiempo
el placer de acompañarlo en sus aventuras por los mares, como una ventanita a
la libertad. Muchos años después conocí en vivo las naves Kon Tiki y Ra en su
museo de Oslo, antecedentes de la expedición Atlantis de navegantes argentinos
en la década del ochenta.
Todos los presos – además de grandes lectores- también son o se creen
(nos creemos) poetas. Llenamos el tiempo útil garabateando algo así como
poesías. En la mayor cantidad de veces con decidido contenido erótico o
romántico sexista.
También burlando la censura y represión epistolar poesías sociales,
políticas y revolucionarias. Yo llevaba unos cuadernitos “Gloria” de tapas
azules - que vendía el penal – el cual logré conservar y sacar de los muros,
que dan cuenta de ese pasado “literario”, íntimo <por lo secreto, pero sobre
todo por lo irreproducible>.
Todas las noches, anunciando el instante de apagar las luces del penal
sonaba un tema del brasilero Roberto Carlos, que cada vez que escucho me
resurge el rechazo instintivo: “te agradezco señor un día más”… era una burla y
chicana, pero también una velada amenaza de los represores. Siempre ante la
embestida represiva del sistema instaurado por la dictadura hubo una acción
defensiva y ofensiva de signo contrario de nuestra parte, de hombres y mujeres,
aún en las peores condiciones de esa asimétrica relación de fuerzas. Esto mismo
pude comprobar en cientos de testimonios que me tocó tomar, leer o revisar
durante el trabajo en la Comisión. Frente a muy distintas tácticas y métodos represivos
destructivos en los campos de concentración y lugares de tortura, existió esa
voluntad de resistir, aún en las peores circunstancias. Con los peores
torturadores y asesinos existió la voluntad de derrotar los planes del
genocidio - en lo individual y en lo colectivo - tratando de evitar que ser
valientes no salga tan caro. Aunque obvio es decirlo, pese a esos heroicos
actos, desesperados, en combates individuales absoluta y diametralmente
asimétricos, para mantener la integridad y la condición humana, en la mayoría
de los casos, no se pudo lograr. Dan prueba de ello los 30.000 detenidos
desaparecidos. Extraje fotocopias – que aún conservo - de la denuncia en
CONADEP de las cartas desesperadas que les envía a sus hijos desde el exilio en
Amsterdam (27/01/78) Tulio “Tucho” Valenzuela, que había logrado fugarse en
Méjico de una patota de torturadores que lo llevó para traicionar una cita de
la conducción montonera, reteniendo a su compañera Raquel Negro, madre de sus
hijos, en el CCD “quinta de Funes” en Rosario, como rehén. A ella la asesinaron
y luego también –cuando regresó al país - a este valiente y digno militante
revolucionario. Sólo para mencionar dos testimonios en la especie, de los
tantos que me impactaron en la ESMA, donde era una práctica de demolición final
de un prisionero, después de la tortura infinita y para terminar de
“quebrarlo”, según su nivel político en la organización Montoneros, lo llevaban
frente a la presencia de Norma Ester Arrostito, una de los cuadros de
conducción. La mostraban como un trofeo que resaltaba el triunfo de la
dictadura sobre la guerrilla. La señalaban con voluntad de “derrotada”, envuelta
en una especie de camisón, descalza, arrastrando grilletes en los pies, para que
la vean en ese estado y pierdan toda esperanza en la causa. Ella sabiendo que
no tenía ninguna posibilidad de vivir, aun así, siendo casi una figura etérea
fantasmagórica por el estado en que la habían convertido, cuando el prisionero
se acercaba, ella para romper con todo el montaje de la operación le
susurraba al oído “yo no colaboro…” según el impresionante testimonio
presencial de Graciela Daleo, otra sobreviviente que pudo derrotar a sus
torturadores. El otro caso – entre muchos que resulta ocioso resaltar – era el
de un prisionero de la ESMA que también logró sobrevivir, Víctor Basterra
(Conadep 5011) “un colaborador” que realizaba trabajo esclavo fabricando
documentación trucha de todo tipo para los marinos. Pero mientras tanto - a
riesgo extremo de su vida - les fue tomando registros fotográficos a todos los
que pudo para carnets y credenciales falsas, sacándolos fuera del control
represivo. Ello posibilitó después tener las fotos de 73 torturadores, en el
diario <“La Voz>, con sus caras, sus datos y “alias”, elementos
importantes en la maquinaria del genocidio marino, que sirvió para lograr
identificaciones, iniciar tempranamente los juicios y lograr condenas para gran
parte de ellos (14). Estos ejemplos aleatorios representan una muestra que lo
mismo que ocurría en las cárceles institucionales, en las mesas de tortura y en
los campos de concentración existieron aquellos que lucharon a costa de sus
propias vidas para mantener hasta el final la integridad de sus propias
existencias, las de sus compañerxs y de los ideales de sus respectivas utopías
de sociedades más justas, solidarias e igualitarias. LOS UNICOS VENCIDOS SON
LOS QUE NO LUCHAN
¡¡¡ No te entregues corazón libre!!!
¡¡¡NO TE ENTREGUES ¡!!!! "
Eduardo Schiel es abogado, ex docente universitario en derecho constitucional, ensayista, miembro de la CONADEP, redactor del NUNCA MÁS, autor del libro “NUNCA MAS NI NUNCA MENOS”.
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