Revista Nos Disparan desde el Campanario Año IV Nro. 59 Sellos de goma... por Favio Camargo

 

A principios del mes pasado tuve una cirugía que trajo algunas complicaciones inesperadas que suceden una entre miles de casos y me tocó a mí. La gente más malpensada va a querer creer que fue todo una puesta en escena para no rendir mi ultrapostergado final de Historia Medieval. Allá ellos.

Gocé en la habitación de un televisor de tubo, asegurado a la pared mediante un soporte, privilegio que funcionó creo que dos días tan solo. No me acuerdo si vi o no vi alguno de los debates presidenciales. La radio AM estaba como bloqueada por la estructura de amianto, hormigón armado y todos los aparatos eléctricos y electrónicos que estaban funcionando en el hospital.

No tuve a nadie con quien hablar por varios días. En esas primeras jornadas en las cuales estuve más complicado y precisaba ayuda para casi todo mi prima Silvana se puso la 10 y me acompañó, pero después, cuando ya podía valerme por mí mismo, quedé en soledad por varios días hasta que en el último día llegó un señor de Tres Arroyos a compartir la habitación, pero esa misma tarde me dieron el alta. No había llevado nada para leer ni podían alcanzarme por lo que cuando no estaba dormido o comiendo gelatina de cereza, me puse a escribir cosas. Entre ellas esta nota.

No podemos decir, según mi opinión, que la aparición del tal “Milei” es una falla del sistema democrático, porque es la misma democracia la que posibilita la expresión del abanico de propuestas entre las que se incluyen ideas que a quienes no las compartimos nos parezcan repulsivas. Tampoco su electorado era algo inexistente, siempre estuvo esa porción de la sociedad, lo que no había era un candidato que unificara el voto.

Lo que causa, al menos en mi caso, gran asombro es comprobar la amplia (o al menos daría esa sensación en  Coronel Dorrego) porción de la sociedad que no cree que la educación y la salud pública, los derechos sociales y laborales que costaron sangre a nuestros abuelos, y que estos puedan ser cambiados o destruidos en minutos de TV y frases huecas de autoayuda.


Lo más gracioso es ver militar el achicamiento del Estado a conocidos alcahuetes de la intendencia local, que vienen de generaciones de alcahuetaje, con padres y abuelos alcahuetes….y si nos ponemos en arqueólogos hasta capaz podemos hallar algún bisabuelo ya alcahuete en tiempos virreinales.

Cuando era pequeño las historietas eran un consumo importante para los niños en tiempos en los que la Internet no existía y los video-juegos recién estaban asomando siendo por ello bastante caros. Las historietas eran la puerta de entrada a lecturas más complejas, hecho ignorado por algunas docentes que le negaban cualquier tipo de valor a estas publicaciones y te las quitaban si te veían con un ejemplar en clase.


Como en una especie de foco de resistencia, acaso inconsciente, al pedo mental menemista en el que hasta en la escuela nos hacían jugar al béisbol, yo crecí contenido en un entorno medio extraño que me permitió conservar una mezcla de las culturas nacional y europea que me mantuvieron a salvo de las historietas norteamericanas, llegando a mis manos publicaciones traducidas al español de revistas italianas, inglesas, belgas o francesas….cuando todavía quedaba alguna librería en Coronel Dorrego.

De las historietas nacionales la que esperaba con más ansiedad eran Patoruzú y su variante juvenil Patoruzito.

En una de sus cientos de aventuras a lo largo de décadas, el personaje se enfrenta al Capitán Furious. Recuerdo que un episodio de la saga se llamaba “Eran doce capitanes”; en él una docena de capitanes de barcos mercantes de la Flota Nacional de Ultramar (o sea varios años antes del Carlo) se habían hundido y desaparecido misteriosamente. Furious entre ellos.

Espero que no sea un pecado muy grave revelar la trama de una historieta de hace treinta años así que ahí va…

Furious logra sobrevivir al estrago quedando totalmente loco y al mando de un submarino, con el cual comienza a hundir a los demás barcos que surcaban la antigua ruta que él navegaba. No sin antes saquearlos.

¿Toda esta pirueta es para ilustrar que el sistema democrático puede generar su propia destrucción, ameo? podría preguntarse alguien desde la última fila de un teatro medio abandonado de un pueblo casi fantasma, recinto que se abre solo una vez al año y para ventilar, desde que intentaron censurar una obra de teatro, lugar en el cual nadie quiere actuar ni de casualidad. ¿Es la primera vez que un personaje, digamos pintoresco llega al poder o tiene serias chances de hacerlo?

Pues la respuesta es NO

¿Las redes sociales, los medios de comunicación tradicionales y la tecnología ayudan?

MUCHO

¿La irrupción del personaje puede también deberse a las deudas, las promesas y las mentiras de los partidos tradicionales después de 40 años de democracia?

SI

No toda la culpa está afuera y debemos mirar un poco hacia adentro y pensar que muchos partidos se convirtieron en sellos de goma vacíos de los valores que les dieron origen.

El radicalismo ya ni de lejos plantea la nacionalización del petróleo y de la universidad lo único que le preocupa son las fotocopiadoras para que los alumnos crónicos de “Franja Morada” puedan seguir parasitando mientras rinden un final cada dos años para no perder la regularidad.

El peronismo, que en demasiadas ocasiones para mi gusto se parece más un neomenemismo culposo, olvidado totalmente de la constitución de 1949 e intentar traer a la actualidad algunos de sus artículos para, no digo aplicarlos de una, pero al menos debatirlos, parece menos posible que fumar en pipa debajo del agua.

Los muchos derechos que figuran en la constitución deben ser realidad para quienes habitamos este país. De lo contrario se le da espacio a proyectos delirantes que pueden terminar en cualquier cosa, hasta en la destrucción de la misma sociedad.

Durante años se ha hecho muy poco para garantizar uno de los derechos más básicos del ser humano, que es el acceso a una vivienda. Uno de mis pocos amigos de verdad me dijo: yo trabajo todo el día y sé que nunca voy a tener mi casa. Y contra un argumento como ese no hay spot o jingle que valga.

 


*Favio Camargo. Docente, estudiante del Profesorado de Historia en la Universidad Nacional del Sur

 

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