Revista Nos Disparan desde el Campanario Año IV Nro. 58 De Frente, con las bases peronistas, dirigida por Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde… por Mariela Stavale


 

 

 

Introducción

 

El presente artículo analiza la experiencia editorial y militante de la revista “De Frente, con las bases peronistas” (DF), que hasta ahora no ha sido formalmente analizada. Dirigida por Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde, DF se publicó entre el 2 de Mayo y el 26 de Julio de 1974. A pesar de su tiempo de circulación, la revista condensa la culminación de un proceso más amplio, que excede el límite temporal de sus fechas extremas. Primero, porque DF se produjo como respuesta a la clausura de otra publicación: Militancia Peronista para la Liberación (MPL). Segundo, porque ambas expresaron a un mismo grupo político. Ni MPL ni DF estuvieron vinculadas orgánicamente a las organizaciones revolucionarias coetáneas pero ambas funcionaron como un “organizador colectivo” para el grupo que las publicó. MPL-DF no espejaron los debates que se daban al interior del campo revolucionario, sino que fueron un actor político que formuló apuestas dentro y fuera de la Tendencia Revolucionaria Peronista (TRP). Finalmente, porque DF expresó una identidad peronista transformada y esa mutación política se gestó durante MPL. Aquí definimos identidad como “el resultado cambiante e inestable de relaciones de auto-hetero-identificación”: la relación entre “nosotros” y “los otros” se encuentra establecida por “límites” que explican la pertenencia a un grupo determinado así como los medios empleados para indicar afiliación o exclusión. El sociólogo Stuart Hall retoma la idea de “límite” e introduce la noción de “sutura” para explicar los procesos de identificación y las articulaciones que, en un determinado momento, produce una determinada identidad. Este proceso, lejos de cristalizar, muta al calor de la reproducción e invención de una tradición que, a partir del vínculo entablado con otras tradiciones, con otros actores y con prácticas pasadas y presentes se encuentra en constante re-definición. En y por ese proceso, los actores construyen un horizonte de expectativas que (re)define el futuro imaginado. Destacamos la idea de “sutura”, puesto que permite pensar en las identidades políticas, dónde el elemento del conflicto resulta clave, dado que define y explica su variabilidad, sus frecuentes redefiniciones y su metamorfosis. Las experiencias de MPL-DF expresan la búsqueda de un grupo político que, en la coyuntura abierta por el tercer gobierno peronista, re-definió los límites de su identidad política, a partir de nuevas “suturas” que significaron ciertos elementos en detrimento de otros, operando una nueva selección de las tradiciones políticas articuladas en ella. Debemos decir que este proceso resulta incomprensible sin remontarnos hasta la década anterior. Allí, los integrantes del grupo que luego giró en torno a MPL-DF, participaron del proceso de confluencia entre tradiciones políticas, a partir de una “apropiación selectiva del imaginario peronista” resignificado a la luz de los aportes de un marxismo nacional y de “un enfoque revisionista de la historia”. Como veremos, en una coyuntura de enfrentamiento explícito con Perón, con los sectores internos de su Movimiento y con la experiencia del tercer gobierno peronista, la identidad peronista del grupo mutó, haciendo gravitar con mayor fuerza, los elementos vinculados al marxismo nacionalista que, “situado en el lugar de la teoría”, se articulaba en su identidad peronista; esa transformación ligó, a la vez, con la mutación de sus apuestas políticas. Este artículo repone ese movimiento en su último momento, la experiencia de DF, a partir del análisis de una serie de aristas que son indicadores de esa variación: la caracterización de Perón, la contradicción principal y la definición del sujeto revolucionario, el vínculo peronismo/revolución.

 

DF en contexto: la Militancia previa.

 

En líneas generales, la experiencia de MPL, punto de partida para DF, expresó el proceso de transformación identitaria al que hicimos referencia. En sus primeras salidas, MPL afirmó que el gobierno peronista significaba una experiencia revolucionaria y definitiva que, además, contaba con Perón como su conductor natural pero terminó en un enfrentamiento explícito con el Movimiento, su líder y la tercera gestión peronista. Aunque este proceso puede identificarse en muchos de los actores de la TRP, la particularidad de esta experiencia radicó en una ruptura con Perón que se hizo explícita (y transformó sus apuestas políticas) y en el giro clasista de la identidad política del grupo que, sin abandonar el peronismo, hizo pie sobre la experiencia de los trabajadores. Con giro clasista nos referimos, específicamente, a una serie de particularidades: el desplazamiento hacia el antagonismo “burguesía-proletariado” para definir la contradicción principal y con ello, el rechazo de la conciliación de clases (filiación cookista del grupo), la definición del socialismo (a secas) como meta final y la mutación de una identidad que se mantuvo en los márgenes del peronismo (porque allí identificaban la experiencia de clase de los trabajadores) pero que excluyó a Perón de esa geografía política.

La publicación de MPL respondió a un cambio de coyuntura: la finalización de la dictadura conocida como “Revolución Argentina” y el llamado a elecciones con participación del peronismo que, a través del Frente Justicialista por la Liberación Nacional (FREJULI), presentó la candidatura de Cámpora y significó el fin de la proscripción peronista, luego de 18 años. El grupo político que nació con MPL, venía aglutinándose en espacios de experiencia previos y compartidos, en torno a Ortega Peña y Duhalde. Aunque, como dijimos, inicialmente, MPL apoyó abiertamente al gobierno de Cámpora, ese apoyo presentó particularidades que deben destacarse puesto que fueron los carriles por dónde circularon las tensiones que transformaron la identidad peronista del grupo. Una de ellas fue el cuestionamiento a la política económica: el “Pacto Social” fue criticado desde la publicación número 1. Para MPL, el retorno del peronismo debía significar la construcción del “Socialismo Nacional”; el “neodesarrollismo” de Gelbard se caracterizó como un modelo vetusto, que requería de una alianza con la burguesía nacional, para ellos, prácticamente inexistente, que potenciaría la dependencia. Respecto de la caracterización del Movimiento Peronista, el grupo puso en juego las influencias de Cooke: liberación nacional y revolución social eran instancias indivisibles, y el peronismo era potencialmente revolucionario por expresar a los trabajadores. Esta forma de entender al peronismo ligó con la caracterización que hacían del rol de Perón. Si en los primeros números, MPL apostó por que Perón conduciría un proceso potencialmente revolucionario, fue porque encarnaba al pueblo y a los trabajadores; esa era la condición que explicaba su liderazgo. Esta forma de entender al viejo caudillo contuvo una vía de escape que fue útil para sortear el giro a la derecha de Perón, sin abandonar el peronismo: el rol de la clase obrera, que pronto se transformó en la portadora del “verdadero peronismo”. En este camino, hubieron acontecimientos políticos clave: la masacre de Ezeiza y la renuncia de Cámpora. Esta última, significó un cimbronazo, fue interpretada como un “golpe de Estado” y abrió paso a una etapa de crisis, en dónde MPL hizo convivir el apoyo a Perón con una posición cada vez más crítica respecto de su rol como líder y del carácter del gobierno. La identidad virtuosa entre Perón y los trabajadores, comenzó a entrar en tensión. En efecto, con esta crisis, esa relación cambia: a la tradicional afirmación de que no había peronismo sin Perón, se le agregó un nuevo término que implicó un duro cuestionamiento al líder: “no hay Perón sin peronismo”. En línea con posicionamientos previos, sobre todo de los dirigentes del grupo político que, durante los ´60, encararon una labor historiográfica revisionista, MPL ponía en juego la idea de un vínculo intrínseco, necesario y constitutivo entre el caudillo y las masas. La revista (le) advertía que su liderazgo dependía de encarnar los intereses pretendidamente revolucionarios de la clase obrera. De lo contrario, “dejaría de ser Perón”. Este apoyo con condicionamientos – Perón debe ser presidente pero para corregir el proceso en marcha; Perón sigue siendo el líder sólo si encarna los intereses “reales” (socialistas) de los trabajadores – se resquebrajó después de su victoria electoral, en Septiembre del 73´. Las contradicciones que habían caracterizado al período previo, se zanjaron durante la última etapa de MPL, que coincidió con la presidencia de Perón: el grupo parió una identidad peronista transformada que, en términos generales, giró en torno al “peronismo obrero”. La referencia al vínculo Perón-trabajadores, se resolvió en detrimento del viejo caudillo: MPL apostó por la posibilidad del “Peronismo sin Perón”. Es interesante señalar que esa apuesta no era nueva al interior del peronismo; por el contrario, es habitualmente asociada al sindicalismo vandorista y al neo-peronismo que, mediando los ´60, pretendió crear un partido laborista, sustentado en el poder de los sindicatos y con independencia de Perón. En este punto, es posible suponer que la militancia de Ortega y Duhalde en las entrañas del sindicalismo vandorista dejara marcas importantes, que sirven como pistas analíticas para entender las apuestas políticas que aquí analizamos. Aunque pronto, los futuros dirigentes del grupo MPL-DF, transformaron su caracterización sobre las dirigencias sindicales consolidando una posición anti-burocrática, ciertas apuestas como la creación de un partido obrero o incluso, la noción del “peronismo sin Perón”, se reinterpretaron desde una perspectiva de izquierda y resultan claves, para analizar la apuesta por la autonomía política los trabajadores en una organización revolucionaria e independiente al Movimiento. A su vez, la experiencia en el seno del peronismo y del movimiento obrero organizado, abonaron al conocimiento de la realpolitik peronista, respecto de las dirigencias gremiales pero también de Perón (y su estrategia pendular). Esta experiencia acumulada, resulta para nada desdeñable en la coyuntura analizada, en la que el peronismo revolucionario se enfrentó a un Perón que ponía fin a la polisemia, excluyéndolos. MPL también expresó otras transformaciones: la utilización aleatoria de las categorías de “pueblo” y “clase” para referir al sujeto revolucionario, se desplazó hacia la clase obrera. Finalmente, resaltaron la contradicción “burguesía - proletariado” y explicitaron que entre capitalismo y socialismo no existía “tercera posición”. El gobierno de Perón potenció el giro a la derecha y MPL denunció su carácter contrarrevolucionario, reflejado en políticas concretas. Esto último llevó a que MPL le endilgara el mote de “gorila” o encerrara a sus ministros en la icónica sección La cárcel del pueblo, sugiriendo que hasta el propio Perón tenía un lugar en la celda editorial. El giro clasista en la identidad peronista del grupo MPL repercutió en sus apuestas políticas: la revista se acercó a las organizaciones alternativistas del peronismo revolucionario, como el Peronismo de Base (PB), Montoneros Columna José Sabino Navarro (McJSN), el Frente Revolucionario Peronista (FRP) y sindicatos clasistas como los dirigidos por Di Pascuale, Ongaro y Guillán. A su vez, el grupo DF confluyó en espacios políticos impulsados por la izquierda no peronista, como el Frente Antiimperialista y por el Socialismo (FAS), iniciativa del Partido Revolucionario de los Trabajadores – Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP). Finalmente, se posicionó cada vez más crítico respecto de Montoneros y Juventud Peronista (JP), organizaciones hegemónicas de la TRP. La propuesta que surgió al calor de este movimiento, fue la construcción de una organización independiente para los trabajadores peronistas, que confluyera en un frente revolucionario de organizaciones peronistas y marxistas. En las páginas de DF, esas apuestas devinieron urgencias políticas. El grupo llevó hasta el extremo las transformaciones identitarias sucedidas en el período previo y eso se reflejó con hechos concretos: en Marzo de 1974, Ortega Peña asumió su banca como diputado nacional conformando un bloque unipersonal y “de base” y rompiendo con FREJULI. Respecto de la re-organización del grupo en torno a DF, recuperaron el nombre de un periódico de Cooke y se apuntaron como una re-edición de esa experiencia. A su vez, convocaron a Oscar del Hoyo como director responsable – viejo militante del Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP) guevarista – y sumaron notas firmadas por militantes como Di Pascuale o Gaggero (dirigente del FAS). A continuación veremos de qué manera, estas transformaciones fueron un nuevo punto de partida, para la nueva publicación

 

De Frente, con las bases peronistas: “el peronismo sin Perón”. La identidad peronista y la representación de la clase obrera.

 

El primer número de DF circuló luego del enfrentamiento entre Perón y las organizaciones hegemónicas de la TRP, en el marco de la conmemoración del día del trabajador en la Plaza de Mayo. El grupo DF no demostró sorpresa frente a los acontecimientos. Por el contrario, los hechos fueron leídos como una implosión esperada, producto de que el gobierno encarnaba un peronismo “burocrático y burgués” que no estaba dispuesto a rendir cuentas. La nota central de este primer número reducía el enfrentamiento a una disputa entre sectores del activismo entre sí y con Perón. Para DF, los trabajadores no habían asistido a Plaza de Mayo puesto que “sabían que no había nada para festejar”. A su vez, remataban que, con su ausencia, la clase obrera expresó “su ajenidad a una política que no es la suya y a un acto, que tampoco era para sí”. Al igual que MPL, DF se construía políticamente como canal de expresión del estado de ánimo de las bases y ponía en juego la disputa por la representación de los trabajadores, enfrentando al propio Perón. En efecto, la nota evaluaba como “correcta” la decisión del Peronismo de Base de no concurrir al acto, puesto que “los peronistas de abajo no fueron a la plaza”.

Esta construcción política es significativa si retomamos algunos aspectos clave de la tradición peronista. Como afirma Slipak, la concurrencia a la plaza – y aún más, la presencia en la celebración del día del trabajo – formaba parte de la dimensión mítica de la identidad peronista. Siguiendo a la autora, la asistencia de Montoneros - JP el 1° de Mayo trascendió el accionar de orden estratégico y se vinculó con la construcción y sostenimiento de una identidad. En marcado contrapunto, la decisión política de no asistir – prescindiendo del encuentro con Perón - nos habla de otra construcción identitaria: aquella que se jugaba sus fronteras a partir de la reinvención de la tradición peronista, evocando sólo a la clase obrera. DF analizaba el sentido de ese 1° de Mayo y del acto organizado por un gobierno que “de popular ya sólo tiene sus orígenes”, señalando que la gestión peronista se había visto “obligada” a convocar a la plaza. También explicaban que el operativo represivo montado por el gobierno era directamente proporcional a su temor hacia “la masa obrera”, aunque luego haya sido la principal ausente en ese acto. Que una revista peronista afirmara que el gobierno de Perón le temía a los trabajadores, era profundamente provocador, lo mismo que apuntar que aquellos no habían asistido, transformando al acto en una “concentración de activistas – de la burocracia y del peronismo que hegemoniza Montoneros”. En relación con esto último, DF sostenía que Perón había re-significado los conceptos de liberación, justicia social, democracia o libertad en favor de los intereses dominantes. Para el agrupamiento, el enfrentamiento en Plaza de Mayo ponía sobre la mesa, como conclusión irrevocable, premisas que venían esgrimiendo hacía tiempo: el carácter “antipopular” del gobierno, la imposibilidad de concretar la unidad dentro del movimiento por “el contenido de clase de dos proyectos que se enfrentan de manera antagónica” y el rol de Perón, quien le había declarado la guerra a los sectores revolucionarios del peronismo. El editorial del segundo número, ponía en juego las “operaciones ideológicas” que MPL había esbozado en el período previo y, bajo el título de “Solo el pueblo salvará al pueblo”, explicaba el liderazgo de Perón como un elemento del pasado: Simplemente ocurre que quienes forjaron los 18 años de resistencia al grito de “Perón o Muerte” lo hicieron así puesto que el nombre de aquel escencializaba las conquistas del pasado y las esperanzas del futuro. Levantaban sintéticamente una experiencia –la propia– y un proyecto político, que en cada enfrentamiento (…) se iba radicalizando, hasta hacer visible la [necesaria] construcción de la Patria Socialista (…) Las fuerzas sociales antagónicas que acampaban bajo la sombra del viejo caudillo, tienen planteado entre sí un enfrentamiento inconciliable (…) En el enfrentamiento, Perón ha optado. Ya su nombre no expresa a los descamisados del 17 de Octubre, a los cabecitas que irrumpieron en Buenos Aires en la década del 45-55 exigiendo ser protagonistas de la historia, a los anónimos héroes de la Resistencia, a los obreros del Cordobazo, a los combatientes de las organizaciones armadas, a Cooke y a Evita (…) “Ahora más que nunca, los peronistas tenemos en claro que (…) la organización independiente de la clase obrera y el pueblo, rescatando la experiencia de los últimos 19 años, es una exigencia concreta”. En este pasaje, no sólo remarcaban la experiencia obrera durante el período de resistencia y proscripción, sino también la del primer peronismo. El agrupamiento ponía en juego su reinvención de la propia tradición, enfatizando sobre el rol de los trabajadores y su protagonismo en la política argentina antes y después de 1955. El señalamiento es importante porque abona aquella idea que ya habían esbozado en MPL: Perón fue líder mientras representó los intereses de la clase obrera; dejó de serlo al encarnar los intereses de la burguesía, la burocracia y el imperialismo. Pero DF avanzaba un paso más y, amparándose en el nivel de conflictividad obrera, afirmaba la existencia de un enfrentamiento efectivo entre los trabajadores y Perón. Siguiendo a Torre vale destacar que, en efecto, las luchas obreras no cesaron luego de que su líder histórico asumiera la presidencia. El autor apunta que éstas “se sucedían en abierta rebeldía”. Esta coyuntura servía de apoyatura para que DF afirmara la existencia de un enfrentamiento abierto entre “el proyecto de Perón y el del peronismo de abajo”; la disputa por las bases peronistas se llevaba a cabo con el propio Perón. Un elemento clave para la argumentación de DF fue el carácter antiburocrático de muchas de las luchas obreras: la revista hacía pie en el cuestionamiento de las bases a las dirigencias gremiales y lo trasladaba, mecánicamente, para afirmar un enfrentamiento con Perón. A demás, el presidente seguía defendiendo a la dirigencia sindical. El 13 de Mayo se expresó frente a la comisión organizadora del 1° y afirmó que las expresiones antiburocráticas del movimiento obrero, habían surgido como “caballos de Troya”, es decir, infiltrados al interior del movimiento, afirmando como única organización de base, a los sindicatos tradicionales. La revista examinó estas definiciones en el número 3. En principio, analizaban el rol que la dirigencia gremial tenía en la lucha de clases, para vincularlo al carácter ideológico del proyecto peronista y afirmar que “el enemigo principal de su proyecto de Argentina Potencia [el su refiere a Perón] es justamente, la clase obrera”. Líneas adelante afirmaban que el aval del presidente a la burocracia significaba “una clara definición política: el reconocimiento de que el proyecto que se defiende es el de la patronal capitalista, un proyecto que pasa por la reconstrucción política del capital”. El giro clasista de DF se expresaba con el seguimiento de los conflictos obreros, pero también con definiciones marxistas en el análisis de la realidad socio-política. Ya hemos dicho que la última etapa de MPL había comenzado a desplazar la referencia al “pueblo” como sujeto revolucionario. En DF, esta transformación se tornó explícita, afirmando que “el verdadero agente de la revolución es la clase obrera” porque, con su liberación, “arrastra a todo el pueblo”. A la vez, dejaron de referir al “socialismo nacional” como objetivo final, propiciando la construcción de “la Patria Socialista”. La conflictividad social sobre la que DF hacía pie no pasaba desapercibida por Perón. El Presidente volvió a auditar frente a los dirigentes sindicales el 24 de Mayo y reforzó la necesidad de cohesionar al peronismo en torno a los estandartes tradicionales, subrayando que era peronista y estaba frente a peronistas. A su vez, volvía sobre textos fundacionales de esa tradición para establecer sus contenidos político-ideológicos. Si en el pasado, se había beneficiado con la laxitud de las fronteras de la identidad peronista, ahora se veía obligado a restringirla, definiendo criterios de pertenencia frente a lo que percibió como una disputa por el liderazgo de su propio movimiento. Al respecto, DF afirmó que en su discurso, Perón había establecido “la condición que fija el peronismo de arriba, para la pertenencia al movimiento” y respondían que “no existe ninguna ideología –en este caso la peronista- sin un contenido de clase”. El gobierno peronista representaba a la clase dominante y ésta, al modo de producción capitalista - basado en “la explotación del trabajo asalariado por el capital”, característica que Perón, líder burgués, buscaba ocultar. Apelando a un recurso conocido en MPL, retomaban a Cooke para discutir sus definiciones. Así, volvían a decir que la ideología “sólo puede ser o la revolucionaria del proletariado o la burguesa”. DF encarnó la prédica de un grupo político que llegó a ribetes de beligerancia completa respecto de Perón y su gobierno: declaraban el agotamiento del reformismo peronista en “una suerte de 18 Brumario local, pero sin sobrinos de Napoleón. Por el contrario, en su tercera presidencia, era el propio Perón quien interpretaba, en clave de farsa, la otrora fuerza nacional y popular del peronismo”. Para el grupo político, la clase obrera estaba “demasiado madura para presentarse sumisamente a una nueva etapa de explotación, esta vez bajo banderas nacionales” .

 

“Perón: Jefe de la represión”. La escalada represiva y el último discurso público de Perón.

 

La acusación a Perón como el representante de los intereses capitalistas tuvo su correlato lógico en la denuncia de su responsabilidad sobre la escalada represiva. El grupo político venía denunciando la existencia de organizaciones para-estatales desde épocas tempranas (a partir de la masacre de Ezeiza). A su vez, en los itinerarios de Ortega, Duhalde y buena parte del grupo, existen numerosos ejemplos de la caracterización de la represión como una herramienta consustancial al sistema capitalista. Durante la publicación de DF, y en respuesta a la escalada represiva que caracterizó al año ‘74, las denuncias del grupo ocuparon un lugar clave. DF explicó la represión como respuesta oficial al nivel de conflictividad obrera. Siguiendo al dictador español Franco, en efecto, el avance sobre el sindicalismo rebelde dio forma a un paquete de medidas que buscaron proporcionar “seguridad” en el mundo laboral y vinieron a sumarse a las llamadas “leyes gremiales” que ya habían sido aprobadas, a fines del ‘73. A su vez, la publicación denunciaba las designaciones políticas de Villar y Margaride (miembros de las fuerzas de seguridad durante la dictadura militar), el ascenso de López Rega – jefe político de la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A) – a Comisario General, la creación de una Superintendencia de Seguridad, la avanzada sobre las provincias que – como Buenos Aires o Córdoba – habían sido intervenidas o la creación de un Comité de Seguridad que, presidido por el propio Perón, designaba como secretario de Seguridad al Brigadier A. S. Cáceres, quien fuera jefe de la Policía Federal durante el lanussismo. Como consecuencia de esta última medida, DF tituló “Perón: Jefe de la represión” y afirmó: Tal vez en Argentina nadie crea con tanto fervor como el mismo Perón, en su liderazgo carismático. Tan convencido está en que su estrella brilla con el antiguo fulgor (pareciera que el 1 de Mayo no le dejó ninguna enseñanza) que se obstina en poner su nombre y figura en los actos más irritantes del gobierno. No solo reparte por doquier bendiciones a la burocracia sindical, intenta apuntalar el pacto social, avala los continuos desatinos del Comisario General Ministro del Pueblo, sino que ahora asume la conducción de la represión (…) lo que más le preocupa al gobierno es la rebeldía obrera (…) [Por eso] se ha creado el Comité del garrote. A fin de otorgarle mayor eficacia, también se ha creado una Secretaría de Seguridad ¡Que mejor para este cargo que el jefe de policía de Lanusse! (...) Cáceres vuelve a ser un “salvador de la patria” decido a salvaguardar los valores de nuestra sociedad occidental y cristiana (también capitalista, rapaz y represora)”. Ridiculizando a Perón, DF denunciaba su rol como principal ejecutor de la violencia opresiva del gobierno. Con esta misma perspectiva, se posicionaron frente a los hechos conocidos como “la masacre de Pacheco”, en donde fueron asesinados tres militantes del Partido Socialista de los Trabajadores (PST). Al respecto, la revista afirmó, irónica, “habrá que ver si escarmentamos” y denunció que las “bandas fascistas” no eran grupos sueltos, “independientes de cualquier estructura”, sino una “consecuencia directa de un proyecto político claro”. Preguntaban: ¿Cómo podrá el Presidente mantener un Pacto Social con obreros como los de Matarazzo o Gatic, o los docentes, o tantos otros miles de trabajadores que en el último año exigieron con la lucha un aumento de salarios? ¿Cómo defenderá la UOM su sueño de Patria Metalúrgica con obreros como los de Acindar o Propulsora? (…) ¿Cómo acallará el Ministro del Interior las protestas por las torturas que padecen obreros o militantes populares? Está claro que sólo a través de la represión. Las denuncias no se limitaron a las páginas del semanario. Ortega Peña, en carácter de diputado nacional, pronunció un discurso en el acto organizado por el PST y afirmó que “la responsabilidad por estos asesinatos tiene nombre y apellido: Juan Domingo Perón”.  

A su vez, entrevistado por la revista de ese partido, afirmó que era lógico que el viejo caudillo busque minimizar los hechos, porque era el responsable político de un proyecto que requería este tipo de acciones para mantener el orden. La “masacre de Pacheco” dio cuentas de que el proceso de depuración que había iniciado en el ‘73, multiplicaba sus tentáculos hacia fuera de la interna peronista y que no sólo avanzaba sobre la militancia revolucionaria, sino también contra la institucionalidad democrática, atacando a partidos legales (como el PST) o a gobiernos provinciales. El quiebre entre el grupo político, Perón y la experiencia de su gobierno devino insalvable. DF siguió posicionándose fuertemente crítica, sobre todo frente a acontecimientos clave como el último discurso público del anciano General. El 12 de junio Perón improvisó un acto frente a los balcones de la Casa Rosada y convocó a una multitud que se reunió apresuradamente. Más allá de las críticas que un semanario como DF podía realizar sobre las políticas del gobierno, cierto es que, hacia junio del ‘74, la situación socio-económica y política era profundamente inestable. El “Pacto Social” había pasado a ser “letra muerta” y la conflictividad obrera había aumentado, considerablemente. Frente a esta situación Perón afirmó que había vuelto al país para unir a los argentinos y cuestionó a quienes violaban el pacto. También refirió a quienes desvirtuaban el significado de sus discursos públicos. El viejo líder, buscó poner fin a la polisemia que él mismo había fomentado y definía el vínculo peronismo revolución en términos que, en lugar de hallarse esencialmente unidos – como siempre había creído la izquierda peronista- ahora resultaban dicotómicos. Perón procuró subsanar el vacío político que generaba el proyecto gubernamental apelando a su autoridad política y carismática; la necesidad de recuperar la iniciativa sobre un proceso cada vez más ingobernable, lo llevó a amenazar con su renuncia. A su vez, el viejo caudillo apeló a un lenguaje conocido por los sectores de la TRP: volvió sobre el objetivo de la “liberación nacional” y arremetió de manera genérica, contra la “oligarquía y los imperialismos”. Lejos de interpretaciones como la de Montoneros – que afirmó que Perón estaba comenzando “a tener en cuenta las críticas que nosotros le formulamos” –, DF publicó el número 7 (20 de Junio) bajo el título “Que algo cambie para que todo siga igual”. La nota central analizaba las implicancias del discurso de Perón y la estrategia política que supusieron detrás de su accionar. Para el grupo, las palabras del líder buscaban aplacar “la combatividad de las bases” y su cuestionamiento a un programa económico que mostraba graves fisuras: [Perón] no necesitó un planteamiento concreto para advertir la necesidad de tomar las riendas. Haciendo gala de su habilidad política, jugó sus cartas más importantes, con el fin de controlar el desborde del proyecto que pilotea. La ambigüedad de las acusaciones contra los que sabotean el acuerdo social, su denuncia de la oligarquía y del imperialismo tradicionalmente visualizados por la clase obrera como enemigos del pueblo (…) precipitaron en la concentración de Plaza de Mayo a importantes sectores populares, llamados por un Perón que hablaba un lenguaje conocido pero hace mucho tiempo no escuchado. Pero la revista afirmaba que era imposible analizar este discurso, perdiendo de vista el proceso que se había puesto en marcha a partir de la “masacre de Ezeiza”, que además se conmemoraba también en este número. En efecto, la frase que daba título a la nota, contenía el núcleo duro del análisis del agrupamiento: “Perón seguía siendo Perón”. La afirmación no hacía referencia a un líder que volvía a mostrarse tal cual era, es decir, tal como querían los sectores revolucionarios (el líder imaginado durante el exilio). Por el contrario, la revista planteaba otra continuidad: nunca lo había sido y siempre había estado identificado con el proyecto político que implementó tras su regreso al país. A su vez, DF se alejaba de la imagen de un Perón cercado, que la propia MPL había replicado en sus primeros números. La posición que se interponía, era la de un estratega que había echado mano sobre sus habilidades políticas para sensibilizar al pueblo y a los trabajadores, con el objetivo de encausar un proyecto que iba en detrimento de sus intereses: Es ingenuo – en el mejor de los casos - pensar que el Perón del 12 de Junio es distinto al que conocemos a través de su proyecto (…) El 1 de Mayo, el Presidente intentó convocar un acto bajo la consigna de “Conformes General” buscando el apoyo explícito a su gobierno. No lo tuvo (…) ese 1 de Mayo significaba así abruptamente, el fin del liderazgo de Perón, la ruptura total de la clase obrera peronista con el propio Perón. La mayoritaria identidad peronista de la clase obrera no ha sido abandonada, lo cual no impide el cuestionamiento al proyecto de Perón a partir de su propia experiencia de clase (…) De allí que (…) su única carta posible se haya reducido a plantear como motor de la movilización la amenaza de irse del país (…) lo hace con el propósito de consolidar su propio frente de alianzas. DF sostuvo (y construyó) la ruptura entre Perón y los trabajadores y apostó por “el peronismo sin Perón”, fundamentando su identificación peronista a partir del peronismo obrero. Para el grupo político, los trabajadores se constituían como tales, en y con su identidad política. La identificación peronista no venía después, como añadido in-esencial, sino que era parte de su experiencia de clase. Como veremos a continuación, estos posicionamientos ligaron con la propuesta política de DF: por un lado, el acercamiento explícito con las organizaciones alternativistas del peronismo revolucionario y la izquierda marxista; por el otro, el distanciamiento crítico respecto de Montoneros – JP.

 

La apuesta política de DF y las críticas a Montoneros-JP, organizaciones hegemónicas de la TRP.

 

La revista DF predicó con urgencia la propuesta política que MPL había comenzado a esbozar en su última etapa: la conformación de un frente revolucionario que cohesionara a peronistas y marxistas. En la coyuntura del ‘74, las diferencias políticas entre la izquierda peronista y la marxista, fueron consideradas secundarias, como “diferencias tácticas” entre quienes debían tener un solo objetivo: construir la Patria Socialista. Así, las páginas de DF proclamaban la unidad, alentando a abandonar el “sectarismo mezquino” y “la debilidad ideológica que acecha al reformismo”. DF llamó a construir el “Frente de Trelew”. Esta propuesta ya había sido formulada desde MPL y además, tomaba como antecedente la unidad de las principales organizaciones revolucionarias en el plan de fuga que terminó en masacre, el 22 de Agosto del 72. El número 2 reproducía los discursos de Bonet y Pujadas, dirigentes de PRT-ERP y Montoneros respectivamente, ambos fusilados. Este era un mensaje político que buscaba presionar a Montoneros-JP, quienes rechazaban públicamente la posibilidad de confluir con la izquierda marxista. Pero esta resistencia no era nueva en Montoneros, por lo que podríamos suponer que la apelación a re-editar el “Frente de Trelew” era, más bien, una construcción política de DF: un modelo a seguir, mitificado por la épica de la fuga y la tragedia de la masacre. La prédica de la revista buscó construir puentes entre sectores políticos que, aún disímiles, podían ser permeables a la construcción de un frente revolucionario. El debate, puede pensarse en dos planos: el primero se dio al interior de la izquierda peronista, aun cuando el diálogo se estableciera sólo con las organizaciones afines a la propuesta alternativista. En segundo lugar, el grupo construyó acuerdos con sectores de la izquierda no peronista, sobre todo con el FAS. En este debate el contacto y la visibilización política que DF realizaba sobre los conflictos obreros fueron clave. A nivel de fábrica y en muchos de los casos, la lucha proletaria supuso una “unidad en la acción” entre obreros y activistas de organizaciones de la izquierda como el PRT-ERP y aquellos vinculados a las organizaciones de la TRP. Esta unidad primó en el plano sindical: la militancia fabril tendió a dejar de lado las discusiones político-ideológicas, priorizando la coordinación de las bases, en la lucha contra la “burocracia sindical”. Algunas experiencias concretas de las luchas obreras reflejaron la unidad: el 20 de Abril se realizó en Villa Constitución una jornada antiburocrática y anti-patronal, convocada por el comité de lucha. DF destacó que el congreso había contado con una concurrencia masiva, apuntando la presencia de representantes del PB, del FAS, dirigentes del sindicalismo combativo y de Ortega Peña, en calidad de diputado. A su vez, la experiencia fue clave porque puede considerarse un antecedente para la formación de las coordinadoras inter-fabriles de 1975. Esta realidad concreta, sumada al diagnóstico político que, como vimos, el grupo venía realizando sobre la lucha de clases, ilumina la urgencia del debate con el que DF buscaba interpelar a los sectores revolucionarios en general y a los peronistas en particular. Con esta línea, DF publicó una nota firmada por Gaggero –militante del FRP y del FAS– en dónde el director del diario El Mundo remarcaba que las diferencias entre peronistas y marxistas debían ser “secundarias y no antagónicas”, concluyendo que las experiencias organizativas como FAS, JP, PB o las corrientes de izquierda, debían sintetizar su práctica política a través de un frente de liberación con hegemonía de los trabajadores. La publicación de este tipo de notas se sumó a otras definiciones políticas que definían las apuestas del grupo. La revista expresaba su vínculo ideológico con las organizaciones peronistas, expresivas del alternativismo. Las coincidencias políticas (el enfrentamiento a la política del tercer gobierno de Perón y el llamado a conformar una organización independiente) se traducían en alineaciones concretas (por ejemplo, la reivindicación de DF sobre la decisión del PB de no asistir a Plaza de Mayo durante el día del trabajador). Pero el grupo daba un paso más y proponía la formación de una coordinadora entre organizaciones marxistas y peronistas que permitiera responder al avance represivo. Si bien se trataba de una propuesta a nivel político, porque se dirigía a las organizaciones revolucionarias, resulta difícil no vincular la idea de una coordinadora con los debates que comenzaban a germinar a nivel de fábrica y que, como dijimos, fueron antecedentes de las inter-fabriles. Estas definiciones se vincularon a la política que el FAS venía esgrimiendo desde comienzos del año ‘74. El acercamiento con el FAS fue tal, que Ortega Peña fue uno de los principales oradores del VI congreso realizado en Rosario, en Junio del ‘74.

El FAS también buscaba un acercamiento al peronismo revolucionario para responder –entre otras cosas– a la represión que venía agobiando a la militancia. El grupo DF y FAS realizaban la misma evaluación política: la necesaria “unidad entre la izquierda marxista y peronista, en las calles”; sin embargo, PB y JTP se negaban, por ser el FAS un espacio impulsado por PRT. Estas resistencias iluminan el rol político que DF buscó cumplir, para lograr la confluencia. A pesar de la insistencia, el grupo político no logró tallar dentro de la TRP. Montoneros-JP eran interlocutores claves para DF, aun cuando el agrupamiento venía criticándolos por la falta “de política revolucionaria” o por su vacilación respecto de Perón. Ambas eran las organizaciones hegemónicas de la TRP, por lo que un frente de liberación nacional y social, no podía carecer de su participación. Esta contradicción signó la prédica de DF, que no cedió en el debate ideológico a través de una estrategia que, probablemente, buscó interpelar a las bases del activismo montonero para que presionaran sobre la dirección política de la organización. Esta perspectiva se materializó en la lectura de DF sobre el enfrentamiento entre Montoneros y Perón, el 1° de Mayo. DF reconoció positivamente que la TRP defina “su enfrentamiento con este proyecto (…) a través de sus consignas [y] con el abandono masivo de la plaza”. En línea con la estrategia política que esbozamos antes –la de propiciar el debate ideológico, para presionar a la conducción de la organización– la revista afirmó: El enfrentamiento con el proyecto de Perón tiene objetivamente gran trascendencia si se tienen en cuenta las vacilaciones en que se ha debatido este sector. (…) El origen de esta política vacilante se ubica en una errada concepción estratégica que define a la liberación nacional como una etapa intermedia –y como tal, disociada- de la liberación social. (…) El comportamiento de la tendencia revolucionaria en la plaza es claramente una definición política que no puede ser ahora tergiversada o conciliada. En sí mismo, el repudio activo de sus bases marca el fin de una política vacilante y exige el inicio de una nueva etapa de lucha y definiciones políticas (…) Volver atrás después de las definiciones del 1° de Mayo implica (…) pasar decididamente al campo del enemigo [el énfasis es nuestro]. La revista esbozaba sus críticas a partir de su construcción sobre los trabajadores y el pueblo. Por eso, afirmaban que Montoneros-JP no podían “aislarse de la masa obrera”, consecuencia que sobrevendría de seguir sosteniendo una política vacilante con el proyecto de Perón. La revista repuntaba que “al peronismo militante” le cabía una “enorme responsabilidad”: la necesidad de construir “una política de frente entre los distintos sectores que lo componen” partiendo de una “autocrítica constructiva”. A su vez, insistían en que “las organizaciones peronistas no pueden aislarse de las otras fuerzas revolucionarias que luchan consecuentemente por el socialismo. Debe articular una política hacia estas fuerzas que permita fortalecer el campo del pueblo ante el avance del enemigo”. A pesar de esto y de que el 1° de Mayo habilitó a pensar en la posibilidad de que Montoneros se re-defina políticamente, los acontecimientos no implicaron la ruptura deseada. Siguiendo a Slipak, observamos que si bien la situación del 1° fue ríspida, “no implicó una bisagra tan marcada: por un lado, porque las críticas a Perón circulaban de antemano; por el otro, porque más tarde subsistió la teoría del cerco. (…) Perón nunca apareció en el lugar de la alteridad”. En efecto, la prensa orgánica de Montoneros analizó la reacción de Perón como una equivocación: “no fuimos a buscar un insulto, que naturalmente solo puede ser catalogado como un error. Esperamos la rectificación de este error y también, de la marcha del proceso”. DF criticó duramente a Montoneros, afirmando que el gesto de Perón no podía descontextualizarse de una política “represiva y antipopular” ni de la implementación de un programa económico que perjudicaba a los trabajadores. Para DF, “hablar de errores del General Perón, no solo no es exacto sino que implica subestimarle políticamente”. Esta crítica se articuló con una perspectiva marxista, que los llevaba a señalar que: El General Perón no comete errores súbitamente. No pasa de ser un dirigente iluminado para ser un dirigente equivocado. Tiene, en cambio, un claro proyecto político [que] no se da al margen de un proyecto de clase (…) Concretar esos intereses tiene una doble significación: consolidar por un lado, la explotación de la clase obrera por el capital (…) y crear condiciones políticas que permitan realizar lo primero sin demasiado cuestionamiento [el énfasis es original]. El grupo dirigido por Ortega y Duhalde afirmaba que Montoneros buscaba “conciliar lo inconciliable, identificar un amigo en el enemigo (...) o calificar como enemigos a quienes en realidad, son aliados”. Este tipo de lecturas, también se colaron en la interpretación del discurso de Perón, el 12 de Junio. Como vimos, DF afirmó que Perón era un estratega político hábil. Montoneros-JP, en cambio, se posicionaron en las antípodas. El diario Noticias (vinculado a la organización) resaltó que Perón habría denunciado a quienes quieren “la dependencia y no la liberación”. A su vez Montoneros publicó un comunicado apuntando que Perón, buscaba “frenar a la oligarquía y el imperialismo, contra el gobierno popular”. Como respuesta a estas lecturas, DF afirmaba que Perón había logrado uno de sus objetivos, sembrar confusión en “el sector del peronismo que hegemoniza la organización Montoneros” que había quedado “descolocada y sin argumentos”. Pero la coyuntura política volvió a barajar cartas, y azotó con dos muertes: la de Perón, y la de Ortega Peña, asesinado por la Triple A el 31 de Julio. Esta última, terminó con la experiencia de la publicación. La primera, fue interpretada con la misma línea política que venía predominando: el liderazgo de Perón formaba parte de “la memoria del pueblo” y, por ello, los trabajadores (revolucionarios) lo despedían.  Este tipo de lecturas y las apuestas políticas sobre la “impostergable unidad” no surtieron efecto. En su última publicación, DF evaluó que “la militancia no está a la altura de las exigencias de la clase obrera” al tiempo que auguró que esa incapacidad “significará retrasar el avance popular”. El grupo político quedó a merced de la coyuntura represiva, mientras ésta corroía los pilares de un puente que nunca llegó a vincular a los sectores de TRP y a las organizaciones marxistas.

 

Reflexiones finales

 

En el presente artículo, buscamos reconstruir la experiencia política de la revista De Frente, expresión de las transformaciones identitarias del grupo político que la publicó. También reconstruimos la forma en que mutaron sus apuestas políticas de cara a los diferentes actores del campo revolucionario. Como dijimos, el punto de partida para DF fue una identidad peronista transformada que Militancia Peronista para la Liberación dio a luz en su última etapa. Peronista, porque siguió reivindicándose como parte del movimiento popular y transformada, porque re-significó el sentido de esa identidad, al calor de una nueva “sutura” que hizo gravitar, con más fuerza, el marxismo nacional articulado en su identidad peronista y revolucionaria.

Esa transformación ya no incluyó a Perón e hizo pie en la experiencia de clase de los trabajadores. El protagonismo de los trabajadores se reflejó en el viraje clasista del discurso de DF y en el seguimiento de los conflictos obreros: el grupo se respaldó en el crecimiento efectivo de la conflictividad social para suponer y construir un enfrentamiento definitivo entre los trabajadores y Perón. Esa fue la línea política con la que analizaron el 1° de Mayo: para la revista, la jornada simbolizó el fin del liderazgo del viejo caudillo. La construcción que DF realizó sobre la clase obrera peronista, partió de suponer que la experiencia de los trabajadores en y a través del movimiento, había profundizado la conciencia de sus intereses (revolucionarios), llevándolos a la madurez política suficiente para desprenderse de Perón y seguir el curso de una transformación radical que los tendría como protagonistas. La apuesta del “peronismo sin Perón” no significaba el reemplazo de un dirigente por otro, sino una superación dialéctica, protagonizada por los trabajadores que, sin renegar de su identidad peronista –es decir, de su experiencia de clase– enfrentaban a quien, en el pasado, había encarnado sus intereses. Ahora bien, a pesar de que la conflictividad obrera creció considerablemente –al punto tal de desestabilizar el Pacto Social– la afirmación de que el proletariado peronista había roto con Perón respondió menos a la realidad política concreta que a cierto esencialismo revolucionario, propio de la época: la idea de que los trabajadores habían iniciado su marcha hacia el socialismo. El análisis del último discurso de Perón, condensa la ruptura del grupo político respecto del líder peronista: lejos de un Perón cercado (como apareció en los primeros momentos de MPL) o de un presidente que debía corregir el proceso para ponerse al frente de la liberación (como sugirieron durante la crisis de MPL), este Perón era un “operador ideológico” capaz de apelar al sentimiento de los trabajadores para aplacar la lucha de clases y retomar las riendas de un proyecto económico profundamente cuestionado. Respecto de las apuestas políticas, las transformaciones en la identidad peronista del agrupamiento ligan, necesariamente, con las posiciones frente a los diferentes sectores del campo revolucionario. DF evidenció un distanciamiento crítico con Montoneros-JP, organizaciones que cuestionaron a Perón pero no llegaron a protagonizar una ruptura como la del grupo analizado. Este movimiento los acercó a las organizaciones alternativistas –que realizaban el mismo diagnóstico político y reclamaban la construcción de una organización independiente para y de la clase obrera– y a los sectores de la izquierda marxista, con quienes se debía realizar una alianza táctica. La estrategia frentista del grupo –que además, es una huella de origen– fue una urgencia para DF y se visibilizó en el acercamiento al FAS. A pesar de que la propuesta política de MPL-DF no logró tallar al interior de la TRP, el estudio de este tipo de experiencias permite dar cuenta de la existencia de sectores que, al interior del peronismo revolucionario, se distanciaron de la práctica montonera que, muchas veces, totaliza los estudios sobre el peronismo revolucionario. El crimen de Ortega Peña terminó con DF pero no acabó con la experiencia del grupo político. Parafraseando a Rot diremos que, tal vez impulsados por el dolor de la pérdida y tras los vaivenes del itinerario que hemos trazado, muchos de quienes hicieron MPL-DF concibieron una nueva organización que amputó al peronismo de la definición de su identidad política: el Partido Revolucionario de los Obreros Argentinos (PROA), que se definió marxista-leninista, ya sin intenciones de adscribirse al movimiento peronista. 84 Pero ese ya es un capítulo de otra historia.

 

Mariela Stavale

 

Docencia

Ayudante diplomado Teoría política

Docencia de posgrado

Docente "Peronistas y marxistas por la patria socialista”: Nueva Izquierda y lucha armada en Argentina.

 

Investigación

Becario posdoctoral CONICET con lugar de trabajo en CISH

 

Proyectos

2019.Los años de la nueva izquierda. Auge y cierre del ciclo de movilización / H891

 

Publicaciones

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Fuente: ARCHIVO HISTÓRICO DE REVISTAS ARGENTINAS

https://ahira.com.ar/estudios-criticos/page/14/

 

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