Revista Nos Disparan desde el Campanario Año IV Nro. 58 HISTORIA La Fragmentación de América Latina… por Jorge Abelardo Ramos
Jorge Abelardo Ramos
29 de Enero de 1921 - 2 de Octubre de 1994
En realidad, la política del
librecambismo, sin mencionar la formación de una ideología “democrática”
semi-colonial que implicó, aniquiló toda posibilidad de industrias regionales,
en la medida que podían significar un peligro de competencia en sus similares
extranjeras. Así quedó subordinado el destino histórico del continente
latinoamericano al capitalismo europeo en su etapa preimperialista. Y fue
justamente esta subordinación la que permitió a las naciones adelantadas
obtener la capitalización suficiente para facilitar al régimen capitalista su
proceso hacia el imperialismo. Redondeando el ciclo, la etapa imperialista
remachó las cadenas del continente semicolonial. Aumentó su dependencia del
mercado europeo, transformándolo en proveedor de materias primas y en comprador
de productos industriales. La tradición ideológica de la revolución francesa,
fundamental y fecunda para la lucha contra el feudalismo europeo antihistórico,
resultó funesta para la evolución latinoamericana, pues fue uno de los factores
paradojales que le impidió realizar en suelo americano una revolución
semejante; bajo la máscara del liberalismo político, se introdujo el
liberalismo económico, dos caras de una moneda colonial que iba a circular como
símbolo de nuestro atraso histórico. En esta contradicción fundamental radica
el fraude elaborado por un siglo y medio de crónica oligárquica. Los
fundamentos materiales de la unificación no estaban al alcance de los
precursores. Apenas disponían de la limitada realidad aludida en el aforismo de
Sarmiento: “Las ideas de los pueblos están escritas en el suelo que habitan”,
aforismo no menos limitado, pero ideal para deducir de las llanuras de
Venezuela y Argentina un destino de países ganaderos –y el mito de la barbarie
llanera o gaucha-. Bolívar y San Martín, y los que siguieron, no tenían otra
cosa que el suelo, inmenso, despoblado, inculto. Representantes de una clase
dominante, ligada primero por la geografía y luego por la historia a los
litorales extra-nacionales, era la suya una sociedad de transición surgida en
el siglo de los grandes estados, y, peor aún, en el siglo engendrador de los
grandes imperios del capital financiero. América Latina pagaba con la entrega
de su economía el tributo de haber sido descubierta y colonizada por España en
el período de su “putrefacción lenta e ingloriosa”. Ese es, en grandes líneas,
el itinerario de la desintegración de los viejos Virreinatos americanos. A
pesar de que recién en el período iniciado con la guerra de Cuba (1898-1914),
puede situarse la aparición histórica del imperialismo, a mediados del siglo
XIX las grandes potencias daban los primeros pasos para consolidar
políticamente sus conquistas coloniales. Es de fundamental importancia indicar
que, según Lenín, antes del surgimiento formal del imperialismo, ya existían en
Inglaterra dos de sus grandes elementos distintivos: inmensas posesiones
coloniales y situación monopolista en el mercado mundial. El continente
latinoamericano era un bocado apetitoso y de su fragilidad política dependería
que el régimen de inversiones que sucedió al régimen de saqueo, tuviera abierto
el camino, favorable la legislación, reducidos los impuestos, abiertas las
aduanas. Convenientes eran también gobiernos amigos, pero poco fuertes. La
política de división en las colonias emancipadas fue la norma número uno del
capitalismo europeo. Es por ese motivo que la diplomacia británica, desde los
comienzos de la existencia política “independiente”, ejerciese un importante
rol en América Latina. Las palabras del Ministro Canning definían en 1825 la
política británica: “Los hechos están ejecutados, la cuña lanzada. Hispano
América es libre y si nosotros llevamos bien nuestros asuntos ella será
inglesa”. En cuanto a los resultados prácticos de esa política, el Imperio
inglés no pudo quejarse de sus ministros. Los ganaderos y terratenientes
argentinos, agentes de esa política inglesa, gobernaron la Argentina desde la
caída de Rosas. Ellos designaron con el nombre de Jorge Canning una calle de
Buenos Aires. En algunos casos, la diplomacia europea promovió y financió
directamente la guerra de independencia de España; en otros, apoyó a los
terratenientes criollos que iniciaron el movimiento. En los casos restantes, se
vio reducida a esperar y “observar”. Los desinteresados viajeros ingleses que
animaron la literatura de costumbres con sus detallados relatos, no deben haber
escrito solamente esas crónicas en sus instructivos viajes. Los archivos del
Ministerio de Colonias de Su Majestad Británica podrían revelar quizás que esos
viajeros cultivaron otro género de “reports”, además de la literatura
descriptiva. Pero esta es una conjetura estética. Lo indudable es que la
abierta aparición del capitalismo europeo en el continente latinoamericano (en
1823 Inglaterra abre consulados en todos los “países” y Baring Brothers realiza
el primer empréstito en 1824), coincide simétricamente con la pérdida efectiva
de la autodeterminación nacional de América Latina. En el período mundial en
que se organizaban las naciones, era quebrantada la unidad política del
continente hispánico. La verdadera colonia comenzaba.
Fuente: Ateneo Popular Arturo
Jauretche de Coronel Dorrego
Link de Origen:
http://apjauretche.blogspot.com/2011/10/jorge-abelardo-ramos.html
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