Revista Nos Disparan desde el Campanario Año IV Nro. 58 RELATO… El Cuervo Olivetto…

 


 

Hombre de ceño fruncido el Cura Manuel Olivetto, no era de rifar sonrisas ni porfiaba afinidades a la hora de las gentilezas. Hombre de Dios sin dudas, pero crítico cuando la ciencia daba muestras contundentes que la razón religiosa carecía de veracidad. El peor Cura que una comunidad hipócrita y desleal como El Fusilado podía tener. El pueblo aborrecía su cinismo escrutador a modo de pesquisa, técnica que le permitía descubrir malevolencias y engaños que se ocultaban en las banales confesiones sabatinas en pos de una redentora ostia dominguera. En El Fusilado todos tenían claro que cuando ellos iban, el “Cuervo Olivetto” ya estaba de regreso, bañado y listo para cenar e irse a dormir. Tenía la ficha de cada habitante, incluso los tenía ordenados por orden de indignidad, y esto era de mayor a menor.

Las lecturas religiosas de Olivetto poseían personales licencias poéticas, esto es, sus votos de obediencia y pobreza no eran puestos en dudas, pero si el de castidad, sobre todo cuando María del Lujan Cabrera de Fúnes se acercaba por confesión. La sensual dama, plena en encantos y eroticidad, casada con el hombre más rico de la aldea, don Diego Fúnes, bastante mayor que ella y perteneciente a la estirpe fundacional, le contaba a modo de relato novelesco o cinematográfico, con lujos y detalles, sus aventuras amorosas con los jóvenes del pueblo, provocando estas confesiones extorsiones y contradicciones físicas, cuestiones que con la ayuda del tiempo el sacerdote resolvía en la intimidad de su confesionario. En ocasiones tuvo que permanecer más de diez minutos dentro del recoleto habitáculo hasta que los impulsos de la carne descendieran en intensidad. De todas formas siempre fue muy distante con la pecadora, la tentación estaba de rodillas delante de él, mujer febril que venía en la búsqueda de una banal reconciliación con la fe para poder continuar, más aun sabiendo que ella hacía años que lo tenía encabezando su listado licencioso. No era para nada original en eso de intentar “normalizar” a un Cura; Olivetto había tenido incontables experiencias similares; su metro noventa, su tez aceitunada, su prestancia atlética y una ascendencia ítalo-mora resultaba un apetitoso menú para la fantasía femenina.

Eximio tahúr el “Cuervo” Olivetto; estando sus habilidades a disposición del dogma. El fondo recaudado en las partidas de póquer que organizaba los miércoles y sábados por la noche en la sacristía iba directo al mantenimiento edilicio de la Capilla, ermita que no contaba con subsidios de la curia, lo cierto era que el sacerdote debía no solo esforzarse sino además ingeniarse para solidificar en soledad una trinchera papal de frontera, sin recursos. La mesa lúdica estaba conformada por un clásico formato pentagonal de fuertes billeteras, si alguno deseaba incorporarse debía esperar por la ausencia de los habituales. Estos eran, el anfitrión Olivetto, jugador y banca, nada mejor que la casa de Dios y su representante en la tierra para ese rol, el señor Diego Fúnes, situación que bien aprovechaba su esposa, mujer de fe, la cual por esta conveniente coyuntura aportaba importantes sumas mensuales a la feligresía, el Teniente Primero y máxima autoridad del destacamento policial Leopoldo Fonchero, el Delegado Municipal Carmelo Tetamanti y el comerciante en ramos generales Faustino Carmín Coria. Como suplentes y en orden de prioridad estaban apuntados el cabañero Richard Marconi, el acopiador Abelardo Candal Lobos y el contratista rural Roberto Garay.

Las habilidades que el sacerdote poseía en el manejo de la baraja lindaban con lo artístico, talentos que supo profundizar durante sus épocas de seminarista merced a uno de sus Confesores, el Padre Emilio Bolaños, Cura que no solo salvaba las virtudes de los seminaristas sino que además procuraba descubrir sus talentos y los ayudaba a dominarlos, esto desde luego, en el más absoluto secreto. Por eso Olivetto jamás abusó de sus habilidades y procuró, de manera subrepticia, que dichas jornadas sean observadas por los parroquianos como encuentros sociales en donde el juego de azar constituía una parte del entretenimiento. Para ello no matar a la gallina de los huevos de oro era esencial, de modo que llevaba un riguroso control mediante un archivo contable en su agenda personal, en donde no solo se veía reflejado el cuadro de ganancias sino además cuándo y cuánto debía ganar cada participante para que no perdieran el entusiasmo y menos aún se sintieran estafados, de manera que por noche siempre uno o dos, y de manera rotativa, se llevaban algún moderado provecho con el cual jactarse, en definitiva el balance anual le daba a la Capilla rentabilidades extraordinarias que luego dolarizaba, gracias al devoto prestamista del pueblo, para preservar su valor, ocultando dicho tesoro en un lugar solo conocido por él, muy bien mimetizado, aislado de intrusos y de sospechosas casualidades. A tal punto eran los dividendos que hasta se permitía ambientar el espacio con la funcionalidad del blues instrumental, invitar con tabaco de selección, tanto para pipa como en formato de cigarros, y ofrecer, sin cargo alguno, una pequeña pero muy coqueta barra surtida en bebidas espirituosas, con esto el anfitrión se permitía homenajear a sus fieles de modo abrigarlos con mimos y vicios terrenales, y por algunas horas, hacerles olvidar todas sus necesidades, quiebres, nostalgias y vacíos, cuestiones que como confesor conocía de manera consumada.

A fines de 1977 la delación formaba parte del fresco social, cualquier persona con ciertas conexiones en las altas esferas castrenses o gubernamentales podía llegar a perjudicar notoriamente la vida de otro, aunque tal cosa tuviera como fundamento un vulgar chisme o simplemente un encono personal.

Ningún parroquiano jamás pudo dar fe sobre las razones por las cuales una partida para-policial compuesta por cuatro autos sin patente y con personal no uniformado, fuertemente armado, se llevara la noche del jueves santo al Cuervo Olivetto, atado y tabicado, por la puerta lateral de la Capilla. El empresario Fúnes, el Teniente Fonchero y el Delegado Tetamanti, a la vista de los vecinos y en función a sus rangos e influencias intentaron averiguar sobre su suerte y destino, en ninguno de los canales consultados hallaron explicaciones. Evidentemente al cura lo habían marcado, la pregunta era por qué y quién…

De inmediato la idea de que el Cuervo "en algo debía andar" fue la de mayor adhesión en la aldea. Para que te lleven y de esa forma tenés que jugar con la pesada, se escuchaba en los puestos de la dominical feria callejera. Hasta sus amigos más cercanos, con el correr de los días sin novedades, comenzaron a pensar que el cura debía utilizar a la feligresía como pantalla para actos subversivos. La mayor parte de la población estaba espantada debido a que Olivetto, como confesor, poseía información muy delicada sobre cada uno, datos que de conocerse bajo tortura podían significar escándalos heráldicos insalvables. La señora de Fúnes era la más  preocupada. Gran parte de los parroquianos consideraban que lo mejor que le podía pasar a la villa era que el Cuervo fuera ejecutado o que como alternativa nunca más apareciera.

Pasaron los meses y los años, la Capilla se fue cayendo en la misma medida que la erosión y el abandono se apropiaron de su estructura. Nadie volvió a pisar su pinotea, ni a lustrar sus maderas ni sus bronces. El sitio se vio invadido de alimañas y predadores que lo utilizaban como aguantadero nocturno. Para la comunidad de El Fusilado el predio comenzó a exhibir velos espectrales y aterradores, confín maldito, pleno de historias tenebrosas y siniestras. Con el tiempo hasta el sendero que unía la ermita con el ejido se vio invadido por la exuberante maleza, invasión vegetal que la Delegación nunca se preocupó por reparar.

Durante la mañana del jueves santo de 1984 un secreto a voces instalado en la aldea como verdad absoluta afirmaba que desde hacía una semana se estaban escuchando golpes y sonidos extraños provenientes de la zona en donde están emplazados los restos de la vieja Capilla. Los primeros habitantes que percibieron tales sonidos se dirigieron a la comisaría para denunciar la novedad. El ascendido Capitán Fonchero desechó por inconsistentes y contradictorias las versiones de los parroquianos, pero aun así, y por temor al tenor de las supercherías, se dirigió a la sede municipal para conversar con el vitalicio Delegado Tetamanti.

-          Tenemos que ir – aseguro el oficial –

-          Estoy de acuerdo, armá una partida, es tu tarea.

-          No es una acción represiva ni intimidatoria Carmelo,  es solo ver qué es lo que está sucediendo en un sector que también es de tu responsabilidad social. Hacé memoria, más allá de que la curia no nos dio bola para reconstruir la Capilla vos como autoridad de la aldea decidiste abandonarla a su suerte, por eso hoy está en ruinas.

-          De acuerdo, aguántame una hora y vamos. Vos llamá a Coria que yo me encargo de Fúnes, y todos armados.

-          ¿Te parece?

-          No sabemos con qué nos podemos encontrar.

Los cuatro influyentes vecinos de la aldea arribaron a media tarde con la camioneta oficial de la Delegación manejada por Tetamanti. Les fue imposible llegar hasta la Capilla debido al exceso de maleza, por lo cual debieron seguir a pie medio kilómetro aproximadamente, tomando el rastro del viejo sendero comunal, pero a punta de machete, útil que por ventura estaba incluido en la caja del vehículo entre palas, hachas, sogas y demás herramientas. En ésta oportunidad estuvo manipulado por el Capitán Fonchero, urdiendo de este modo primitivo una nueva huella al andar.

La hilera humana alcanzó los patios del sagrario luego de tres cuartos de hora de fatigosa marcha, la sorpresa los encandiló y trastornó a la vez cuando observaron que en la ermita habían revivido sus anejas elegancias y decoros, volviendo a ser aquel hermoso y cuidado edificio de fe y camaradería cuando los tiempos del Cuervo Olivetto. Luego de diez minutos de permanecer husmeando en el lugar la incógnita era saber quién se estaba haciendo cargo de semejante trabajo de reconstrucción y con qué objetivo ya que ningún estamento oficial de la feligresía había advertido a la autoridades de El Fusilado sobre la restauración del templo.

-          Bienvenidos, los esperaba, se ve que el rumor ahora se toma sus tiempos, no como antes, en donde apenas comenzaba a circular uno era culpable de la imaginaria perversión que suele merodear los acueductos más miserables de la aldea. Veo que lograron reciclarse  - comentó a modo de cortesía y con tono de intramuros un hombre extraño, cuasi salvaje, desalineado, corpulento, que apareció sorpresivamente por entre la fronda en cueros con una azada en la mano derecha, portado con un vaquero desgastado y ajado en varias partes -. Veo que les cuesta reconocerme.

-          ¿Olivetto? – preguntó desde la afirmación Fúnes - ¿El Cura?

-          El ex Cura – corrigió el ermitaño –Y esto es lo de menos, lo peor fueron las torturas y los años que pasé a disposición del PEN en Sierra Chica, todo gracias al ancestral y miserable rito de la delación.

-          Pero de qué estás hablando – refutó exaltado Tetamanti –

-          Nosotros cinco éramos los únicos que sabíamos que este sitio se utilizaba como punto seguro, posta y cobijo para los chicos de la región que eran perseguidos por la dictadura – comenzó a explicar el Cuervo -. El día que me secuestraron no solo me preguntaron sobre el asunto sino que además destrozaron la Capilla para corroborar la información. Así pudieron descubrir los dormitorios del subsuelo, los cuales en ese momento y gracias a Dios estaban sin pasajeros. Es decir venían con data precisa.  De todas maneras esto se va a definir como en nuestros buenos tiempos. Serán el sabot, la baraja francesa y el azar los que me indicarán quién me traicionó, y luego veremos entre todos qué se hace con el miserable. La sacristía está presta, la música, la bebida y el tabaco, como siempre. Hoy no es necesario el metálico para que aumente la adrenalina lúdica.

-          Pero es injusto lo que hacés – recriminó Coria -. Más allá de solidarizarme con vos, tu sufrimiento y tu cólera no me parece que el azar deba ser quien responda. Es azar y puede equivocarse.

-          En esta sacristía el azar bienaventurado jamás estuvo sujeto a recelo, nadie más justo que el azar entonces. Aquí no hay trampa ni embuste solo revelación divina. ¿Alguno de ustedes puede asegurar que lo sucedido en este claustro durante años tuvo rasgos de injusticia, acaso elementos oscuros o sospechosos? Será la carta más baja la que nos indique la identidad del Judas, no existe un juicio ni un jurado más sabio e imparcial.

-          ¿Y qué sucede si la carta menor se reitera?- preguntó Fonchero –

-          Excelente observación la del ahora Capitán. Eso querrá decir que existió más de un delator, o tal vez, un delator, seguido de uno o más colaboracionistas – aclaró Olivetto –. Los invito a la sacristía y disfrutar de la velada, de nuestra última partida.

Los cuatro aceptaron el convite del azar, la experiencia de haber ganado en varias ocasiones los hacía confiar en su veredicto, además negarse sería tácitamente admitir haber protagonizado la infamia que llevó a Olivetto al límite del martirio durante seis años. De manera que la reunión comenzó como aquellas de entonces. Cada uno sirviéndose tanto la bebida como el tabaco de su placer, la delicada música instrumental en tempo de blues acompañando en una segunda o tercera instancia auditiva, el sabot delante de Olivetto, los dos juegos de barajas francesas nuevos y con el mismo lomo prestos a ser fusionados, la luz plena en el centro de la mesa pentagonal.

-          Un as para Coria – el hombre no cabía en su entusiasmo.

-          Un as  para Tetamanti – el abrazo con Coria tenía aroma a segura exoneración –

-          Un as para Fonchero – y la densidad en el ambiente comenzaba a sentirse -

-          Un as para Fúnes – y la verdad revelada  -

Lo cuatro se mantuvieron firmes en la idea de que la trampa había metido la cola en la partida de manera que pidieron reiteración. Olivetto no tuvo problemas porque lo que deseaba era la verdad. Tres veces reiteró la operatoria y siempre el resultado fue el mismo. Sea con las K, con los 10 o con los 6. Era indudable que el Cura sabía que estaba delante de un Judas de cuatro cabezas, el cual no tuvo más remedio que confesar…

-          Es que nos apretaron - rompió el fuego Tetamanti en el marco de una suerte de confesión grupal - Vinieron de la distrital con expresas órdenes de barrer con la aldea hasta encontrar la “casa segura”. El dato lo obtuvieron a través de un pibe que agarraron cuando estaba por cruzar el río Uruguay camino a Porto Alegre. Parece que el chico, a través del auxilio de otro exiliado, tenía pensado emplearse como pescador en la localidad de Tramandai con otra identidad, según dijeron los milicos cantó todo el recorrido que hizo antes de la primera descarga, y uno de los puntos era El Fusilado. Lo que no recordó el pibe, según estos tipos, era el sitio especifico de la posta, por eso vinieron directamente acá y nos reunieron en la Delegación a los cuatro como representantes del pueblo. Marconi, Candal Lobos y Garay no participaron de las reuniones más allá que todos sabemos que estuvieron de acuerdo con las pautas fascistas de la dictadura.

-          Nos amenazaron con llevarse a nuestras esposas e hijos  - interrumpió Fúnes – Ubícate en aquel momento, esos salvajes eran capaces de hacer cualquier cosa.

-          Además  -agregó Fonchero – en mi caso, como oficial de la fuerza, todas las penalidades de entonces se duplicaban.

-          Les informamos del lugar pero no tu nombre – confesó Coria – y les dijimos textualmente que si estabas involucrado era seguro que ignorabas de qué se trataba la cosa, y que al ser vos una persona muy piadosa jamás le negabas pan y cobijo a nadie.

-          Esto es lo que pasó Olivetto – finalizó el Delegado Tetamanti – Fue muy doloroso para nosotros mantener esta infamia guardada tanto tiempo; desde aquel día del procedimiento el pueblo se esforzaba por no mencionarte, y si lo hacía era mediante calificativos desdorosos. A mediados del año pasado, cuando las aberraciones de la dictadura comenzaron a saberse tu recuerdo comenzó a modificarse a tal punto que la placita lindera a la terminal de ómnibus lleva tu nombre. La inauguramos el 24 de marzo, y el predio estuvo a pleno. De todas formas nada pudimos hacer por la Capilla debido a que la curia jamás volvió a poner un responsable al frente, por eso su estado calamitoso.

Finalizados los alegatos Olivetto se levantó dejando libre su segmento de la mesa dirigiéndose hacia la puerta de salida ante la absorta y perdida mirada de sus invitados los cuales comenzaban a sentir los efectos opioides de la codeína concentrada que el Cuervo les había agregado subrepticiamente a cada uno de sus cócteles. Cerró la sacristía desde afuera, ambiente ausente de ventanas y salidas auxiliares. Un poco de nafta fue suficiente para que la madera interior e exterior comenzase a arder rápidamente. Los acordes del blues seguían sonando, pero a mayor volumen y desde el exterior, no fuera ser que los tenues quejidos provenientes del interior y el crepitar del material arruinasen tan bella melodía. 

 

Del libro Calibre Blues (2019)


*Gustavo Marcelo Sala. Editor. Escritor

 


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