Revista Nos Disparan desde el Campanario Año IV Nro. 58 BIDEN, LA ONU Y DARTH VADER ... por Alejandro Marcó del Pont
Fuente: El Tábano Economista
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Las Naciones Unidas no fueron creadas para llevarnos al cielo,
sino para salvarnos del infierno
(Dag Hammarskjöld)
Darth Vader es un malvado
personaje de ficción, es todo lo opuesto a la bondad. Su pasado como jedi y su
leyenda de corrupción guiaron sus pasos en el camino de la maldad –el lado
oscuro–, la historia de su travesía entre el bien y el mal es central en
la narrativa de la Guerra de las Galaxias. La Estrella de la
Muerte es la estación espacial imperial de los malditos, donde
habita, medita y proyecta sus actos de ferocidad Darth Vader. Este universo de
ficción sería un lugar muy parecido al salón de la Asamblea General de las Naciones
Unidas. Si el oscuro y emblemático representante de la crueldad apareciera en
esta estancia de dimensiones desproporcionadas empuñando una espada laser, ni
siquiera lograría que alguno de los miembros le recordara que, la palabra
es más poderosa que la espada, sólo podría ocasionar, imagino, la retirada de
algunos invitados por falta de interés.
Sin duda, la ONU no sólo sufre de
problemas arquitectónicos, padece además de lo que llamaríamos tensiones
geopolíticas, algo así como que numerosos estados miembros tienen intereses
contrapuestos, lo que es lógico y siempre sucedió en este ámbito de debate,
pero ahora, más allá de los desatinos, un grupo de países desafían el orden
internacional. Es revelador que el Presidente de la Asamblea General,
Dennis Francis, haya elegido como tema del septuagésimo octavo período
de sesiones: “Reconstruir la confianza y reavivar la solidaridad mundial”.
Los discursos hicieron poco para
reavivar el respaldo y la camaradería mundial. Muy poco de ella dejó entrever
en su discurso Joe Biden ante la Asamblea General de las Naciones
Unidas. El discurso fue un desastre en oratoria, dejando de lado las
palabras confusas e inentendibles del presidente, a pesar de, el mensaje fue
claro, no habrá ningún compromiso en lo que respecta a Ucrania. Al decir que
Estados Unidos “no permitirá que Ucrania sea dividida”, Biden afirma que no
puede haber ningún compromiso territorial con respecto a Ucrania. O sea,
olvídense de la paz.
Prácticamente todos los planes de paz
presentados por numerosas interesados han previsto un compromiso territorial
como la única manera de encontrar una solución. Incluso los Acuerdos de
Minsk, que Ucrania firmó en 2014, y nuevamente en 2015, permitieron llegar a
acuerdos territoriales. Descartar un compromiso de este tipo conlleva a una
guerra sin fin. En la práctica, no hay ninguna posibilidad de que Ucrania tenga
capacidad alguna para recuperar una parte significativa de estas áreas
anexadas. Casi todos los combates a lo largo de la línea de contacto,
especialmente desde el inicio de la contraofensiva de Ucrania, han girado en
torno a un intento ucraniano de romper la primera línea de defensa de Rusia que
protege estos territorios. Hoy existe un consenso de que la contraofensiva
no ha logrado ningún resultado significativo, aparte de matar a decenas de
miles de ucranianos y consumir miles de millones de dólares de asistencia
militar occidental. ¿Biden no tenía nada que decir sobre la membresía de
Ucrania y la OTAN en la ONU?
El presidente ucraniano Volodymyr
Zelensky pronunció su primer discurso en persona ante la Asamblea General de la
ONU desde que Rusia invadió su país. Varios de los principales líderes
mundiales faltaron a la reunión este año, incluido el presidente Vladimir Putin
de Rusia, de hecho, de los cinco miembros permanentes del Consejo de
Seguridad (Estados Unidos, Rusia, China, Francia y el Reino Unido), Biden
es el único que asistió. El cada vez más disfuncional Consejo de
Seguridad es el abismo ideológico entre los cinco miembros permanentes con
poder de veto, que generalmente enfrentan a Rusia y China por un lado y a Estados
Unidos, el Reino Unido y Francia por el otro. Una y otra vez, el Consejo de
Seguridad no ha tomado ninguna medida en relación con Irak, Afganistán, Siria,
Libia, Palestina, Ucrania, Israel, Sudán y muchas otras crisis, porque uno o
más miembros bloquean las cosas. Parece un diálogo de sordos, un libreto ya
escrito.
Hablando antes de Biden, el
presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva lamentó que la comunidad
internacional se haya «adormecido» ante su responsabilidad de cuidar a los
pobres del mundo. «Debemos superar la resignación, que nos hace aceptar tal
injusticia como un fenómeno natural«, a menudo «hay una falta de voluntad
política por parte de quienes gobiernan el mundo para superar la desigualdad».
La ONU no garantiza el fin de las guerras ni la terminación de la pobreza.
Las Naciones Unidas debería ser el
lugar donde Estados Unidos y la UE pueden pulir sus relaciones con países
pequeños y medianos de África, Asia y América Latina, con el Sur Global en su
conjunto. Esta institución necesita desesperadamente una reforma
radical. El sistema es viejo e irremediablemente obsoleto hasta en su
arquitectura. Se remonta a una época lejana en la que unos pocos países,
encabezados por Estados Unidos y algunos estados europeos, dirigían el espectáculo. No
refleja las complejas realidades del mundo multipolar actual.
Pero los dichos y los hechos
complican aún más mudar de aires, lo que sí genera es alarma. The
Economist, el semanario conservador de las clases dominantes (50%
del Financial Times y la Banca Rothschild) que hay que leer para
saber hacia dónde piensa dirigir sus dardos el establishment, tiene una teoría.
El conflicto en Ucrania ha engañado
repetidamente las
expectativas, y ahora lo hace otra vez. La contraofensiva que comenzó en
junio estaba viva y con esperanza de que los soldados ucranianos, equipados con
armas occidentales modernas y entrenados en Alemania, recuperaran suficiente
territorio para brindar a sus líderes una posición segura en cualquier
negociación futura.
Pero este plan no funcionó. Con
todos los esfuerzos, Ucrania recuperó menos del 0,25% del territorio ocupado
por Rusia. La línea del frente, que se extiende a lo largo de mil
kilómetros, prácticamente no se ha movido. Entonces, qué hacer. Según el
semanario inglés mencionado, todos siguen centrados en la contraofensiva y eso
es un error. Es hora de que reconsideren tanto la estrategia militar de
Ucrania como su economía. En lugar de una “victoria” seguida de una
restauración, Ucrania debería esforzarse por lograr resiliencia ante una
confrontación prolongada y prosperar a pesar de ello.
¿Qué sería esto? Pues si bien el
escrito habla de recalibración bélica, lo importante sería la
recalibración económica. Esto significa menos planes napoleónicos para una
mayor reconstrucción y más atención al aumento de la producción y los gastos de
capital en la actualidad. La economía del país se ha «hundido» un tercio y
casi la mitad del presupuesto está financiado por Occidente. Dado que
alrededor de un millón de ucranianos han tomado las armas, y millones más han
huido del país, existe una grave escasez de mano de obra.
Si Trump gana en 2024, podría reducir
el apoyo militar estadounidense. Incluso si pierde, Europa eventualmente
tendrá que soportar una carga aún mayor. Esto, a su vez, implica
fortalecer la industria de defensa y reformar el sistema de toma de decisiones
en la UE para absorber nuevos miembros. Con demasiada frecuencia, cuando
hablamos de Ucrania, nos referimos al “fin del conflicto”. Es hora de
poner fin a esto. Oren por una victoria rápida, pero prepárense para una
lucha larga, para que Ucrania, pase lo que pase, sobreviva y florezca. Es
decir, invierta en un agujero negro que permite evasión sin control, lavado de
dinero sin temor, explotación laboral sin condición. Todo esto en medio de la
guerra.
Uno podría pensar que esto es
descabellado, pero nuestro amigo Zelensky pasó de la ONU a negociar con Biden y
esta vez el recibimiento fue dispar, no se le permitió hablar en el congreso,
los republicanos están más cerca de la teoría de Trump que ha prometido poner
fin a la guerra en 24 horas si gana las elecciones presidenciales de 2024.
Durante el anterior viaje a Washington del presidente de Ucrania, se le rindió
homenaje a su lucha y se la comparó a la de Winston Churchill contra el nazismo
en tiempos de guerra. Para recordar al nazismo, para asombro del mundo, tuvo
que llegar a Canadá.
Justin Trudeau quedó en ridículo al
pretender homenajear al presidente ucraniano invitando al
ucraniano Yaroslav Hunk, que combatió en la Segunda Guerra Mundial
contra el Ejército ruso… pero a las órdenes del Ejército
nazi, en la 14 división del Waffen SS, una organización paramilitar
acusada del exterminio de judíos ucranianos y diferentes crímenes de guerra.
Pese a esto, el Parlamento canadiense aplaudió de pie al nazi de 98 años. Muy
al estilo del experimento de los perros de Pávlov, que sirvió para definir la
ley del reflejo condicional, esto pasa con Zelensky, aparece el presidente
ucraniano y hay que aplaudir, no importa quién sea invitado, no importa qué
diga, aunque sea un asesino nazi, que lloraba por no entender qué le paso al
mundo para que fuera ovacionado.
Como sucede en Canadá, el presidente
del Parlamento, Anthony Rota, renunció tras el escándalo provocado por su
homenaje al veterano ucraniano que combatió en la unidad nazi en la Segunda
Guerra Mundial, lo que dio a entender al mundo que se trató de un simple
malentendido. La viceprimera ministra de Canadá, Chrystia Freeland, fue vista
en la Cámara de los Comunes aplaudiendo al referido veterano nazi de origen ucraniano,
junto con el primer ministro, Justin Trudeau, la canciller, Melanie Joly, el
presidente ucraniano, Vladímir Zelenski, su esposa y los legisladores.
Freeland es nieta de inmigrantes
ucranianos en Canadá. Hace varios años, medios canadienses reportaron que su abuelo fue
un colaborador nazi y editaba Krakivski Visti, un diario de
propaganda nazi altamente antisemita que se publicó primero en
Cracovia (Polonia, tomada por los nazis) y luego en Viena durante la Segunda
Guerra Mundial. En 2017, siendo ministra de Asuntos Exteriores, sabía desde
hacía más de dos décadas que su abuelo materno ucraniano era el editor jefe de
un periódico nazi en la Polonia ocupada, según el periódico canadiense The
Global and Mail. Es decir, todos los que estaban en el parlamento sabían lo
que estaba pasando, no había error.
Y quizás esta idea es la que
estremece, porque al igual que en las Naciones Unidas, en Canadá se vitorea al
nazismo, no se discuten problemas importantes, no se detiene ni se debate sobre
detener la guerra, no se invierte en los Objetivos del Desarrollo Sostenible de
los que habla Lula. En el 2030 pasarán muchas cosas en la agenda del milenio,
pero en la actualidad, la operatividad y la utilidad de las Naciones Unidas
sólo está para filmar otra saga de la Guerra de las Galaxias.
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*Alejandro Marcó del Pont, Licenciado en Economía de la UNLP. Autor y editor del sitio especializado en temas económicos El Tábano Economista, columnista radial, analista.
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