Revista Nos Disparan desde el Campanario Año IV Nro. 57 1943. La Revolución inconclusa por Favio Camargo

 



Ver y escuchar a un pseudo-historiador mediático, en un programa de tv, decir que “la Argentina empezó a decaer cuando eligió no participar en la segunda guerra del lado de los aliados” no me sorprendió en lo absoluto, varias veces he visto y escuchado a muchos tirarse por el tobogán de la estupidez por un ratito de cámara y el aplauso de ciertas audiencias. Pero fue el disparador que originó la necesidad de escribir esta nota la cual me acercó a un recuerdo casi burlesco de hace algunos años, en el marco de una clase en la universidad.

Érase que cierto día, en un aula plena de trotskistas y radicales se me ocurrió decir que la Argentina moderna había nacido el 4 de junio de 1943.

-          Ay no Camargo…como le divierte el bardo, resaltó el profesor.

No tuve más alternativa que defenderme como agrogarca ante la AFIP, sobre todo de cuatro o cinco personas que me corrían indistintamente por izquierda y por derecha. Trotskistas los primeros y alumnos crónicos de Franja Morada los segundos, estábamos en el año 2018, por tanto estos ya no se auto-percibían de izquierda y citaban a Thatcher sin que se les escapara la carretilla. Pero dejemos de lado mi capacidad circense de sacar té por la nariz cuando me río o mis anécdotas de clase y vamos al tema de la nota, de manera no parezca que la estoy estirando como cuando en los exámenes pedían cierta cantidad de palabras.

La Revolución de 1943 no fue solo un golpe de estado más como el anterior (1930) o los posteriores (1955 -1962 - 1966 -1976).

Primero que nada porque, en base a la interpretación de algunos historiadores, el golpe se hace para evitar el ingreso de la Argentina en la Segunda Guerra Mundial en curso del lado de los aliados. Según la inteligencia que habían hecho algunos miembros de las fuerzas armadas que luego tomaron parte en el golpe, el presidente Ramón S. Castillo había cedido e iba a firmar la declaración de guerra uniendo al país al bando aliado. Tengamos la valoración positiva o negativa de la revolución, ésta evitó que nuestro país sufriera la tragedia de haber ingresado a la guerra. 

Si seguimos la línea de historiadores, pensadores e investigadores revisionistas como Scalabrini Ortiz, la Argentina de principios de los 40 era una semi-colonia. Los servicios públicos más importantes estaban en manos de concesionarios extranjeros y alcanzaban a una mínima parte de la población. Los transportes en su mayoría también. El ferrocarril no era solo un medio de transporte, según Scalabrini Ortiz, sino que era además un instrumento de la dominación colonial británica en nuestro país y no funcionaba con fines beneficiosos para nosotros generando interconexión y desarrollo sino como una herramienta del modelo agroexportador desde y hacia los puertos ultramarinos.

Podemos citar también a un olvidado, Manuel Ortiz Pereyra:

-          ¿Ud. sabe por qué si, como dicen, en la Argentina llueve riqueza, resulta que nosotros, los del pueblo andamos siempre secos? Lo que ocurre es que el país está techado. Por eso no nos mojamos de esa lluvia de riqueza, y ese techo tiene canaletas que llevan esa riqueza a Londres y Nueva York, y nosotros nos quedamos secos… bueno eso es el imperialismo, ¿no le parece?

Se faltaría a la verdad si se afirmara que fueron la Revolución o Perón quienes comenzaron el proceso de industrialización de la década del 40. Fueron las condiciones externas, la guerra, las que hicieron que se produjeran localmente algunos bienes de consumo masivo. Como mencioné antes, importábamos todo de una Gran Bretaña puesta de lleno en el esfuerzo bélico ya no podíamos mandarle la lana para comprarle los pantalones. Algo parecido había comenzado durante la Primera Guerra Mundial, pequeñas industrias locales intentaron con mayor o menor éxito iniciar un proceso de sustitución de las importaciones que no podían llegar desde una Europa atravesada por la guerra. Pero finalizada la guerra la industria local, desprovista de medidas proteccionistas no pudo competir con las mercaderías de las grandes industrias europeas y norteamericanas, desapareciendo en su gran mayoría. Diferente fue la suerte de las industrias surgidas en la década de 1940. El Estado comenzó a intervenir como un actor clave de la economía y ese modelo se sostuvo con retrocesos hasta 1976 cuando se produjo una vuelta a la apertura total del mercado con la llegada de Martínez de Hoz al poder y las pocas sobrevivientes luego reventaron entre la hiperinflación alfonsinista, el menemismo y el 2001. Si bien el Peronismo es un movimiento que se fue construyendo con la marcha de los acontecimientos muchos de sus proyectos venían siendo trabajados y predicados, entre otros, por los pensadores Forjistas. Por caso podemos mencionar la nacionalización de los ferrocarriles por nombrar una, fue una larga lucha del citado Scalabrini Ortiz, materializada luego por Juan Domingo Perón.


El punto más interesante de ese proceso revolucionario iniciado en 1943 que contará con figuras como Rawson, Ramírez y Farrell será la aparición de Perón en la escena política desde la Secretaría de Trabajo y Previsión. Desde este espacio tejerá una amistad con el movimiento obrero que encontrará en él a una persona que los escuchaba y los trataba como iguales. Este espacio le brindará una plataforma desde la cual le dará forma a su propio proyecto político que lo llevará a la presidencia por vía electoral en 1946. Uno de los hechos creo más trascendentes de este proceso revolucionario fue la sanción de la Constitución de 1949. Una maravilla si la comparamos con la porquería que tenemos hoy. Anulada por una dictadura con la complicidad civil de los radicales entre 1955 y 1957 parece moderna al día de hoy. Garantizando derechos de la niñez, de la mujer, de los ancianos, derechos culturales, propiedad estatal de los recursos naturales y los servicios públicos. En el presente, con tanta discusión que gira alrededor del litio, si todavía la tuviéramos vigente ya estaría resuelto el tema. Sería de propiedad estatal y punto. Perón, adelantado cien años. Si la aplicáramos al pie de la letra no sé si seríamos como dice esa expresión tan berreta “de primer mundo”, pero seríamos una sociedad más justa, más humana, no tan egoísta e invivible. Si uno se sienta a pensarlo no tardaría mucho en darse cuenta de que al día de hoy nuestro país está en condiciones de sometimiento más profundas a las de 1943 porque además de la injerencia extranjera en todos los resortes de la economía tiene el lastre de una deuda fraudulenta impagable. El sistema de transporte público no existe, dependemos de servicios diferenciados caros que hacen difícil que las personas puedan movilizarse a estudiar o a trabajar a pocos kilómetros de sus casas sin dejar en ello parte considerable de sus ingresos. Nadie hoy plantea estas cosas y si uno las plantea queda más solo que un alfajor de fruta en una góndola. Hasta dentro del propio espacio Peronista le dirán que está totalmente loco, perdido en el tiempo, que es imposible. Si se lo plantea a un radical seguramente lo trate de fascista, un trotskista lo correrá por izquierda y lo dejará de garpe…y si se lo plantea a un liberal probablemente se coma su bicicleta en un ataque de ira o le explote el bisoñé.


Como aspectos negativos podemos mencionar el retorno de la influencia de un ente nefasto como la iglesia católica en la educación pública, pero habiendo consultado a diversas personas que cursaron la educación primaria en la época esto parece no haber tenido la obligatoriedad de una materia curricular sino que estaba ahí y era optativo. Este hecho fue parte de esa relación pendular que tuvo Perón con la iglesia que lo llevó por ejemplo a sostener esto por un lado y aprobar una ley de divorcio por el otro, que luego fue anulada por la dictadura iniciada en 1955.  Se acercan las elecciones, recuerde a Jauretche : “no se trata de cambiar de collar, sino de dejar de ser perro”

 


*Favio Camargo. Docente, estudiante del Profesorado de Historia en la Universidad Nacional del Sur





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