Revista Nos Disparan desde el Campanario Año IV Nro. 57 Un condenado a muerte que no se pudo escapar. … por Eddy W. Hopper
Aprovecho mi tiempo libre para mirar películas,
o hacer el catálogo. Ayer me la pasé buscando el capítulo 26 de unos dibujos
animados que se llaman "Private SNAFU", en los que está la voz de Mel
Blanc (el mismo de Bugs Bunny, que incluso aparece en un episodio); estuve
HORAS y no lo encontré. La respuesta, ingrávida y gentil, pasaba por acá nomás,
igual que en las zonceras de Coelho: IMDB cuenta que el negativo está perdido y
que la única copia se la quedó el ejército de EE. UU.; otras páginas nerds lo
ratifican. En fin, es insano, ya sé; por más que todo lo demás - el alma de
"lo que vale" - sea tan ficcional como la ficción dolosa. También (en
sentido agregativo) y tampoco (en el sentido de "no le importa a
nadie"), digo que no puedo hacer “una sola cosa”. Siempre que abro la
computadora, me proyecto sobre no menos de cuatro o cinco tareas que voy
alternando hasta que las termino: fijarme la lista de resoluciones judiciales,
ver qué publicó el español loco de Hawkmenblues, ir bajando las maravillas de
Arsenevich, entrar al correo electrónico, ver las tendencias de Twitter,
escribir lo que soñé, revisar unos subtítulos, bajarme el Filmoteca Online de
ayer, hacer algún escrito, ordenar la prueba de uno o más expedientes, atender
mensajes por Whatsapp Web, leer las noticias, bajar y guardar fotos
"viejas", buscar por ahí. Elijan cuatro o cinco cualquiera: eso hago
simultáneamente, para procurar que se torne más tolerable el todo, y supongo
que también para anestesiar.
Entonces voy a las redes y leo
asombros y asombrados: “Clarín, La Nación y los demás medios no hablan acerca
de la relación de Mariu Vidal con la Gestapo macrista”. “Resaltan la cantidad
de muertos por COVID, en vez de hablar de la mesa judicial, sobre la cual
parece que los medios no tienen nada que informar”. “No aparece NADIE de la
reunión que delató la AFI, y ni la radio ni la televisión dicen nada”. Los
intelectuales tiran sus diatribas con seriedad de palabra santa; los rabiosos
quieren salir a quemar. Hay gente que ensaya alguna ironía con lo que puede:
“¿Qué pasa? ¿Se quedaron calladitos, eh?”, como si los perversos estuvieran
escarmentando simplemente porque se hizo pública una verdad que los incrimina.
La falsa ironía del que hace lo que puede y cree que gana. Hablamos nosotros,
dentro de la burbuja. Por fuera, no nos escucha nadie. ¿Por qué? Bueno, porque
el macrismo es un espacio de legitimación de antivalores, y además es un
espacio ÚNICO. No hay otro, es un monopolio. El macrismo – por ahora, después
será reemplazado - es la única parcela donde lo peor de nuestra población puede
ejercer sin tapujos y sin limitaciones las “enseñanzas” espurias de sus
mayores, las cosmovisiones de ignorancia y preconceptos que los alimentaron
desde los barcos y desde la leche materna, los orgullos fascistas que
sustentaron sus actuales ideas no-evolucionadas de superioridad y
discriminación, la innoble madera de que están hechos. Sin embargo, y a pesar
de que esta gente no tiene posibilidad de reversión de su medianía dañosa, le sigo
dando ojos al fenómeno. Más bien a aspectos, a vueltas de tuerca del mismo
amasijo que opera como dinámica entre perversos y patologizados. Así es que veo
en esta nueva emergencia de residuos mudos algo terrible: esos perversos ya no
necesitan palabras para generar comportamientos en sus imbecilizados. Los
manipulan de todas las formas posibles, activas, pasivas, creativas, banales.
Esta vez, con no decir nada, los
resultados se producen igual y con la misma efectividad.
No me debería alertar (en verdad, me da asco, náusea sociológica). Sin embargo,
mi consciencia de afección por el prójimo me lleva a otro nivel de advertencia,
que es mucho más desfavorable: esa masa abierta por propia voluntad mediocre a
que la llenen o vacíen ES LO QUE HAY. Es decir: no es TODO lo que hay, pero es
lo que mayoritariamente hay. Los efectos son los mismos que si fuera lo único
que hubiera (porque somos insuficientes frente a su inconmensurable
incapacidad) y son aniquilantes.
El peronismo es inclusión, todo lo
que ustedes quieran. A esa ciénaga hay que sumarla; y bueno, sí. Está claro que
no me opongo ni a que voten ni a ser socialmente justos con ellos. Quizás ser
socialmente justos con ellos sea - además de una variante de hacer el bien sin
mirar a quién - una forma bienintencionada de enseñar; ineficaz, pero una buena
intención al fin. Aliento a reflexionar acerca de qué cosa es posible construir
con eso que hay. Y aliento también a iniciar una tarea ciclópea de reeducar en
valores y en raciocinio, una tarea patriótica que llevará al menos dos
generaciones. Esta, que está perdida; y su descendencia, que ya está
contaminada. Jamás veremos los resultados y moriremos frente al ingrato. Para
esa acción - a la cual estoy convencido de que estamos históricamente llamados-
es necesario organizarnos; pero, además, su despliegue requiere de una vez y
para siempre ser abnegados y renunciantes, pues no nos tocará a nosotros ver ni
disfrutar los resultados de tan difícil empresa, sino a las generaciones por
venir.
Así
de degradado está lo que hizo eso que hay.
Pero bueno, por más que me empeñe en
difundir esta idea y le ponga todo el esfuerzo, no voy a poder organizar más
que una secta, y claramente no quiero. Igual tranqui, que no tengo capacidad de
liderazgo. Siempre he sido del segundo pelotón, el inteligente reconocido que
tira ideas que “mejor no”. Un condenado a muerte que no se pudo escapar.
*Eddy W. Hopper. Abogado
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