Revista Nos Disparan desde el Campanario Año IV Nro. 57 ECONOMÍA Desorden occidental, cautiverio europeo … por Alejandro Marcó del Pont
Fuente: El Tábano Economista
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Encontrar la seguridad europea
sin
europeos
El grado de desconcierto del Sur
Global ante las políticas europeas es de asombro e incomprensión. Su
alineamiento irrestricto a la política exterior americana, las sanciones, la
obsecuencia económica/energética que lo acerca a la desindustrialización, el resurgimiento
bélico y el incremento del gasto militar, no tienen sentido. Todas las
reverencias políticas hacia Estados Unidos sorprenden por carecer de beneficios
a la vista. De hecho, cada decisión de Bruselas parece más un paso hacia el
suicidio que una medida hacia la autonomía, el desarrollo regional o beneficios
para la Unión.
La lógica se encuentra descripta a la
perfección por el vicepresidente del Consejo de Seguridad de la Federación
Rusa, Dmitry Medvedev, quien publicó una anécdota en su canal de Telegram
usando el ejemplo de un diálogo entre dos niños finlandeses por su ingreso a la
OTAN.
Pekka: —¿Por qué nuestro país se unió
a la OTAN?
Matti: —Porque los rusos nos están
amenazando.
Pekka: —¿Por qué nos amenazan?
Matti: —Porque nos estamos uniendo a
la OTAN.
En un artículo en El
Salto, Wolfgang Streeck, director emérito del Instituto Max Planck para el
estudio de las sociedades, de Colonia, describe lo que en Italia se
denomina dietrismo. Dietro significa detrás, o lo que está diseñado
para ocultar lo que realmente se encuentra delante. La idea divide el mundo
entre el escenario y las bambalinas. “Lees algo, o lo oyes en la radio o en la
televisión, y como dietrista bien versado te preguntas no tanto sobre lo que te
están contando, sino por qué te lo cuentan y por qué lo hacen ahora”.
La imagen dietrista sería entonces.
¿Por qué Estados Unidos toma las decisiones que toma y Bruselas se inmola con
ellas? Podría parecer un simple acto de vasallaje de la dirigencia europeísta,
pero la explicación de tan burda pérdida de autonomía en todos los frentes es
un poco más compleja de lo que se ve en el escenario, o al menos es la
convergencia de varias fuentes entrelazadas a la vez, defensa, corrupción y el
pensamiento político de su dirigencia.
Se podría comenzar exponiendo a
quienes dan la cara con las medidas. Los Von der Leyen, Borrel o Lagarde son
personajes que tienen tanta deshonestidad que ocultar que, más allá de su
posición ideológica proamericana, creen que es mejor llevarse bien con el poder
para preservar el suyo propio y evitar terminar en prisión. Son sólo actores en
el escenario, no tras bambalinas. Estados Unidos está presionando por una estructura
de seguridad al estilo de la Guerra Fría en Europa, donde el temor es el
indicador principal que arrastra a los actores del escenario europeo a
justificar un relato de servilismo.
Ahora Estados Unidos parecería estar
delegando la defensa de Ucrania en Europa. Esta idea se da, ante la falta de
capacidad bélica y la necesidad de armamento estadounidense. Se suma a esta
idea la ley de reducción de la inflación de Biden, que está colmando a los
gigantes corporativos estadounidenses con cientos de miles de millones de
dólares en subsidios, socavando a sus competidores europeos, amenazando con la
desindustrialización a largo plazo de la Unión Europea, atacando la prosperidad
del continente, sin que la salud de la alianza transatlántica se vea en
entredicho.
Estados Unidos ha obtenido increíbles
ganancias con la energía, sólo por el hecho de desbaratar el modelo de negocio
alemán, dependiente de la energía barata Rusia, y para asegurar lo actuado,
saboteando Nord Stream, y descartar por completo las relaciones europeas con
Moscú. Si bien la idea americana está siendo seguida al pie de la letra, una
agenda proteccionista que discrimina a sus aliados no ha recibido en el término
de más de un año reclamos políticos ni iniciativas defensivas por parte de la
UE. Emmanuel Macron fue unos de los pocos que se quejó de los altos precios de
la energía vendida por Estados Unidos afirmando que no eran «amistosos» y
el ministro de economía de Alemania pidió a Washington que muestre más «solidaridad» y
ayude a reducir los costos de energía para los europeos. Pero la ley de
reducción de la inflación estadounidense fue un mazazo a la economía europea o
para la soberanía estratégica.
El concepto no es nuevo. De hecho, la
autonomía estratégica forma parte del léxico convencional de la UE desde hace
bastante tiempo. Nació en el ámbito de la industria de la defensa y, durante
mucho tiempo, su uso se limitó a cuestiones de defensa y seguridad. Durante
cierto tiempo el debate se limitó a un enfrentamiento entre aquellos para los
que la autonomía estratégica era un medio para recuperar el espacio político
frente a los Estados Unidos, y otros, la mayoría de los Estados europeos, según
Josep Borrell, para los que tenía que evitarse, precisamente por miedo a
acelerar que los Estados Unidos se desentendieran de Europa.
Cuando
se habla de amenazas, un asunto importante es el de la relación de la Unión con
la OTAN y, en particular, con los Estados Unidos. Al mismo tiempo nadie
cuestiona la vitalidad de la relación transatlántica y que la OTAN sigue siendo
el único marco viable para garantizar la defensa territorial de Europa. Estas
son palabras de Josep Borrell, Alto Representante de la Unión Europea para
Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, es decir, asumieron su dependencia.
Entonces muchas cosas comienzan a tener sentido. «Europa es un gigante
económico, un enano político y un gusano militar». Esa frase, autoría del
exministro de Relaciones Exteriores de Bélgica, Mark Eyskens, se acerca a la
realidad en 2023, pero ahora ni siquiera es un gigante económico.
Comienza a surgir el juego tras
bambalinas. Medios alemanes reportaron el año pasado que la capacidad
militar de su país era tan frágil que, ante un ataque intenso, sus fuerzas
armadas solo tenían municiones para resistir dos días de combate, por lo que se
anunció sorpresivamente que el Gobierno destinará una
partida extraordinaria única de 100.000 millones de euros para equipar
a las fuerzas armadas alemanas con armamento estadounidense, entre otros, el
avión F35, aviones furtivos.
La necesidad alemana del avión más
caro del mundo es que, en caso de ser necesario, transportarían las bombas
atómicas de Estados Unidos estacionadas en Alemania hasta su objetivo. «El
avión caza F-35 podría ser una de las aeronaves de transporte”, dijo Scholz en
una declaración de gobierno ante el Parlamento alemán. Con esto, sorprendió a
muchos expertos en seguridad: ¿hay una hipótesis de conflicto nuclear en
Alemania?, ¿con quién?
Desde el 2019, cuando Trump increpaba
a los europeos que EE.UU. no sería el cajero automático de la OTAN y el
presidente Macron se apresuraba a certificar su “muerte cerebral”, se venía
ejecutando la planificación de la defensa europea. Tan solo en 2022, según las estimaciones de la propia OTAN, Estados Unidos aportó
el 70% del presupuesto total del organismo, con más 821.830 millones de
dólares. Según las mismas estimaciones, los cinco países que más recursos
destinaron a cuestiones de defensa son Grecia, EE.UU., Polonia, Lituania y
Estonia, aunque el que más dinero aporta sigue siendo son los Estados Unidos.
Una de las críticas que enfrentan
países como Francia y Alemania es que no aportan el mínimo del 2% de su PIB a
la industria militar, lo que deja cualquier tema de seguridad en manos de la
OTAN. A cambio de la protección estadounidense, ellos guiarán todas las
políticas, no sólo la de defensa. Europa esta desprotegida y completamente
vulnerable, a grado tal de callarse cuando Australia le informó a Francia que
rescindiría su contrato para construir 12 de los submarinos convencionales, y
ahora le comprará cinco submarinos de propulsión nuclear a Estados Unidos, en
el marco de un ambicioso plan para fortalecer a Occidente en la región
Asia-Pacífico, el nuevo giro pensado por EE.UU.
Se entiende entonces que el concepto
de autonomía estratégica se amplió desde que Macron dio un debate en la Sorbona
seis años atrás, no sólo la defensa está en juego sino la energía, la
industrialización, la economía, la tecnología y el comercio. Pero como vimos en
el concepto de autonomía estratégica, primó su dimensión de seguridad que
condicionó a los demás vectores de decisión, a pesar de que se pensó en
establecer una fuerza conjunta de intervención, así como un presupuesto común
de defensa, después la invasión rusa a Ucrania, pero tarde para revivir la idea
de la soberanía europea.
Antes que EE.UU. impusiera su fuerza
era crucial lograr algún tipo de autonomía decisoria que, como vimos, fue
superada por la dimensión de seguridad. Los últimos tres años han expuesto la
vulnerabilidad de Europa. La crisis de Covid-19 puso
de relieve la falta de equipos de protección personal esenciales, que
ya no producían sino que importaban de China; como consecuencia, la
interrupción de las cadenas de suministro provocó una escasez de
semiconductores, especialmente en la industria automotriz, lo que obstaculizó
la recuperación económica. La guerra, la energía y la inflación, más las
sanciones, lo único que hicieron fue perjudicar a Europa y beneficiar a los
Estados Unidos. El dinero se dirigía a pagar exorbitantes sumas de energía
alternativa a la rusa o subsidiar las facturas de gas de Estados Unidos.
Alemania aumenta en 200.000 millones de euros su paquete de ayudas energéticas
tratando de amortiguar el impacto en la economía y los hogares.
Aun y cuando las mayores empresas
alemanas movían sus plantas a China o Estados Unidos, ya sea por necesidad
energética, como BASF, o por la ley de reducción de la inflación, como
Volkswagen, a las políticas proteccionista americanas a la UE les falta un enfoque europeo integral, acompañado de un impulso de
financiación adecuada. Como Bruselas fue cooptado por el temor a Estados
Unidos, los países, de manera individual, como Alemania o Francia, avanzan de
forma independiente, aumenta la asignación de fondos públicos por sobre los
estados europeos endeudados que no podían reducir el impacto inflacionario, lo
que dificulta las soluciones conjuntas que benefician a todos.
Alemania enfrenta problemas de
sustitución energética. Francia, que en la actualidad cuenta con un 70% de su
energía generada por reactores nucleares, depende del uranio importado a precio
de baratija de Niger, que se rebeló y ahora pone en duda su 16% de importación
francesa a precios de la espuria moneda CFA. La crisis energética es
particularmente aguda para sectores como el vidrio, los productos químicos, los
metales, los fertilizantes, la pulpa y el papel, la cerámica y el cemento, que
requieren la mayor cantidad de energía para impulsar su producción industrial y
que emplean en conjunto a 8 millones de personas.
Destatis, la oficina alemana de
estadística, revisó a la baja las cifras y saltó la sorpresa: el PIB se
contrajo un 0,3%. Lo suficiente, eso sí, para tratarse de una recesión técnica
al ser el segundo trimestre de caída, tras el -0,5% de finales de 2022. Los
motores de la contracción son la debilidad del consumo privado a causa de la
inflación y la atonía de la actividad industrial, los altos precios de la
energía y la incertidumbre. El Banco Central Europeo sigue la lógica americana
y no puede quedarse muy alejado de la FED por la diferencia de tasas, a cada
aumento de la reserva federal le sigue uno del Banco Central Europeo. La
política monetaria tiene como objetivo amortiguar la demanda para bajar la
inflación.
Estados Unidos se dotó en agosto de
2022 de dos instrumentos para relocalizar dentro de sus fronteras industrias
clave en la doble transición digital y verde. En primer lugar, aprobó la ley de
chips y ciencia, dotada de 280.000 millones de dólares para reforzar el
ecosistema de semiconductores, crear centros regionales de I+D en tecnología
digital emergente y desarrollar el capital humano stem (ciencia,
tecnología, ingeniería y matemáticas). En segundo lugar, adoptó la ley de
reducción de la inflación, con presupuesto de 370.000 millones para inversión
pública en tecnologías de energía limpia. Ambas iniciativas destruyeron la
industria europea.
Europa se ha esforzado por emular al
socio trasatlántico alumbrando dos herramientas gemelas, el reglamento de
refuerzo del ecosistema europeo de semiconductores (ley de chips UE) y
reglamento para refuerzo del ecosistema europeo de fabricación de productos de
tecnología emisiones cero (ley Net-Zero). La diferencia central respecto de las
normativas estadounidenses es la ausencia de un presupuesto propio en los dos
instrumentos comunitarios. La consecuencia es una pérdida de coherencia europea
sobre actuaciones de relocalización industrial, con la descentralización del
esfuerzo y decisión hacia los Estados miembros. Además, estos han de financiar
con sus presupuestos nacionales los proyectos, dando lugar a una competencia
desigual entre ellos.
Europa perdió con la seguridad y
todas las acciones están diseñadas para no molestar a su guardaespaldas, que
avanza con la sepultura europea a pasos agigantados. Europa ya no es un
competidor, ahora es solo un comprador de armas a los Estados Unidos por lo que
sustituye seguridad social o desarrollo industrial por presupuesto militar. El
objetivo europeo impuesto por Estados Unidos es lidiar con la guerra de Ucrania
y contener a los arribistas polacos que ya se apuntan con quedarse con una
parte de lo que deje Rusia de Ucrania. Y encima deberán financiar y poner
hombres y armamento en la nueva iniciativa americana: Taiwán.
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*Alejandro Marcó del Pont, Licenciado en Economía de la UNLP. Autor y editor del sitio especializado en temas económicos El Tábano Economista, columnista radial, analista.
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