Revista Nos Disparan desde el Campanario Año IV Nro. 57 ARQUITECTURA Castillo Zubiaurre (1925).. por Guillermo F. Sala

 

El interés de investigar el origen del castillo Zubiaurre, desconocido hasta este momento para mí, llega de la mano de Dora, nativa de Coronel Dorrego y compañera de Gustavo, custodio de este espacio de lectura y reflexión.

La recomendación de Dora sobre el castillo abandonado lo hace merecedor de ser incluido en la lista. Tiene el atractivo la historia alrededor de un edificio simbólico en la zona que el desinterés del gobierno local y su comunidad, lo encuentra en la actualidad en un estado de abandono y desprotección patrimonial.  

Zubiaurre es un pequeño paraje rural que se encuentra en el centro del partido de Coronel Dorrego en el sur de la Provincia de Buenos Aires a unos 570 km de la Capital Federal. Desde la Capital se accede a través de la RN 3 hasta el Km 531 doblando hacia la RP 72.

No es un pueblo turístico, pero parece ideal para hacer una recorrida que incluya también localidades como Oriente y Copetonas y las poblaciones marítimas del Balneario Marisol y Reta. Además 30 km antes de llegar al desvío hacia Zubiaurre por RN 3 y cerca de Tres Arroyos se encuentra también la población de Micaela Cascallares y el singular atractivo limítrofe de la famosa cascada Cifuentes en el río Quequén Salado, la mayor caída de la Provincia de Buenos Aires.

El encanto de esta pequeña localidad casi escondida es que reúne una atractiva historia de desamor y fantasmas en torno a un inmenso castillo. Contada de diversas formas y con personajes diferentes, pero el desamor y el castillo se unen en los distintos relatos.

 



 

Según cuenta una de las historias de la localidad, para 1901 llegó un joven vasco español llamado Abelardo Ayerbe. En su Guipúzcoa natal había dejado a su prometida con el objetivo de progresar en Argentina, con la promesa de regresar y eventualmente retornar juntos hacia América.  En el ínterin de su estancia en Dorrego y a fin de mejorar su situación económica, Abelardo decidió comprar en 1922 una porción de tierra a  Benjamín Zubiaurre que era un terrateniente del lugar y se puso a trabajar los campos junto con su hermano Ramón. Una vez que lograron consolidar su presencia en la zona, se propuso levantar una construcción en forma de castillo para ser habitada junto a su novia. No reparó en gastos: muchos de los materiales empleados fueron traídos desde el País Vasco; se hizo una instalación eléctrica en toda la construcción, aunque no había con qué generar energía; las tres torres terminaban en una punta revestida en chapa, con un pararrayos en cada una de ellas; en su mejor momento, todo el castillo estaba pintado de blanco, con molduras en rojo y techos en color zinc. Ayerbe hasta pensaba en hacer una extensión de vías hacia el ferrocarril, para cargar sus propios vagones.



Finalizó la construcción de palacio en 1925 de estilo gótico, el que tenía cuatro dormitorios, vestíbulo, escritorio, habitaciones de servicio, una gran cocina con hornos de barro, una despensa de gran capacidad, dos inmensos sótanos y estaba rodeada de lujosas estatuas. Con el deber impuesto concluido, el hombre se dispuso a buscar su prometida que vivía en su antiguo pueblo vasco. Cuando llegó al viejo continente, más de dos décadas después de su partida, se llevó la triste noticia de que la mujer se había casado con otro pretendiente y a su vez tenía ya descendencia.

Ayerbe regresó a Zubiaurre solo y desolado, de hecho, cuando vio la inmensidad vacía de su hogar no pudo resistir la furia y según cuenta la leyenda, en una noche arremetió contra las estatuas. A pesar de que todos le decían que la chica no lo quería, él se quedó esperando a que el amor golpee la puerta del palacio. Finalmente, el migrante español falleció y el castillo fue vendido por su hermano. El relato fantasioso también dice que se lo puede ver esperando en la puerta del sitio y en las noches se lo escucha lamentando su triste historia de amor.

La revisión de esta historia es que los hermanos Abelardo y Ramón Ayerbe existieron, pero Juan no construyó el castillo para ninguna “amada inmortal”. Los Ayerbe, al hacerse más ancianos, decidieron vivir en la ciudad de Bahía Blanca y vendieron la propiedad a la familia Thomas, los cuales eran arrendatarios de parte de sus campos.

Existe “otra” historia que está reflejada en el libro "Amores Inmigrantes" de Diana Arias. Allí se cuenta que la mujer de la crónica no era española, sino que el "castillo" era para Enriqueta Bonora, una mujer de la cercana localidad de Oriente, de la que se había enamorado perdidamente y el amor no había sido correspondido.

La mujer, que se casó y enviudó tres veces, supo conquistar espacios en la sociedad local, integrando comisiones que eran habitual de hombres; sabía conducir automóvil, negociaba préstamos, expresaba opiniones de política nacional. Todas acciones que llamaban la atención en la época y enamoraba a más de uno. Fue allí donde apuntó don Abelardo, hasta le hizo una estatua en la estancia. Pero el amor nunca golpeó la puerta del palacio. Es probable que Ayerbe quisiera deslumbrar e interesar a Enriqueta con lo que albergaba el palacio.

Ya en ese momento el castillo estaba bastante venido abajo. Tenía muchas filtraciones y demás problemas edilicios. Y no hubo destrozo de las esculturas a martillazos, ya que fueron regaladas a un coleccionista de Tres Arroyos. El novio despechado fallecerá en un accidente ferroviario, y el castillo y las tierras hoy ya no pertenecen a la familia Thomas.

A lo largo del tiempo, el Castillo Zubiaurre ha pasado por diversas manos y usos, y en la actualidad se encuentra en estado de abandono.

 


*Guillermo F. Sala. Arquitecto

 

Comentarios

  1. Muy buen relato ! hoy mismo conocí otra versión. Bien por Enriqueta pionera en la participación de la mujer.

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