Revista Nos Disparan desde el Campanario Año IV Nro. 57 Para un saber comprometido… por Pierre Bourdieu
Fuente: Bloghemia
Link de Origen: AQUÍ
“Los efectos ideológicos más exitosos son aquellos
que no necesitan palabras y no piden más que un silencio cómplice.”
Si hoy día es importante, si no
necesario, que un cierto número de investigadores independientes se asocien al
movimiento social, es porque estamos confrontados con una política de
mundialización. (Digo claramente una “política de mundialización”, no hablo de
“mundialización” como si se tratara de un proceso natural.) Esta política, en
gran medida, es mantenida secreta en su producción y en su difusión. Y es una
tarea formidable de investigación la que se necesita para descubrirla antes de
que sea puesta en obra.
Enseguida, esta política tiene
efectos que se pueden prever, gracias a los recursos de la ciencia social,
pero, a corto plazo, aún son invisibles para la mayoría de la gente. Otra
característica de esta política: es en parte producida por los investigadores.
La pregunta consiste en saber si aquellos que anticipan, a partir de su saber
científico, las consecuencias funestas de esta política pueden y deben quedar
callados. O si no se incurre en una especie de no asistencia a personas en
peligro. Si es verdad que el planeta está amenazado de calamidades graves,
aquellos que creen conocer por anticipado estas calamidades, ¿no están en el
deber de salir de la reserva que tradicionalmente se imponen los
científicos?
La mayoría de las personas
cultivadas, sobre todo en las ciencias sociales, tiene en la cabeza una
dicotomía que me parece absolutamente funesta: la dicotomía entre scholarship y
commitment - entre aquellos que se consagran al trabajo científico, pensando en
otros científicos, y aquellos que se comprometen y llevan su saber hacia
afuera. La oposición es artificial y, de hecho, hay que ser un científico
autónomo que trabaja según las reglas del scholarship para poder producir un
saber comprometido, es decir un scholarship with commitment. Para ser un
verdadero científico comprometido, legítimamente comprometido, hay que
comprometer un saber. Y este saber no se adquiere sino en el trabajo
científico, sometido a las reglas de la comunidad científica.
Dicho en otros términos, hay que
desmontar un cierto número de oposiciones que tenemos en la cabeza y que son
maneras de autorizar claudicaciones: comenzando por la del científico que se
repliega en su torre de marfil. La dicotomía entre scholarship y commitment
tranquiliza al investigador en su buena conciencia porque recibe la aprobación
de la comunidad científica. Es como si los científicos se creyeran doblemente
científicos porque no hacen nada con su ciencia. Pero cuando se trata de
biólogos, puede resultar criminal. Pero es igual de grave cuando se trata de
criminólogos. Esta reserva, este refugiarse en la pureza, tiene consecuencias
sociales muy graves. Gente como yo, pagada por el Estado para hacer
investigación, ¿debemos guardar cuidadosamente los resultados de nuestras
investigaciones sólo para los colegas? Es absolutamente fundamental dar en
prioridad lo que se cree un descubrimiento a la crítica de los colegas, ¿pero
por qué reservarles el saber colectivamente adquirido y controlado?
Me parece que hoy día el investigador
no tiene la elección: si tiene la convicción de que hay una correlación entre
las políticas neoliberales y las tasas de delincuencia, una correlación entre las
políticas neoliberales y las tasas de criminalidad, una correlación entre las
políticas neoliberales y todos los signos de lo que Durkheim habría llamado la
anomia, ¿cómo no lo va a decir? No sólo no hay que reprochárselo, sino que se
debería felicitarlo. (Tal vez hago una apología de mi propia posición… )
Ahora bien, ¿qué va a hacer este
investigador en el movimiento social? Ante todo no va a dar lecciones -como lo
hacían ciertos intelectuales orgánicos quienes, al ser incapaces de imponer sus
mercancías en el mercado científico en el que la competencia es dura, se las
daban de intelectuales ante los no intelectuales, al mismo tiempo que decían
que los intelectuales no existían. El investigador no es ni un profeta ni
un maestro pensador. El tiene que inventar un nuevo papel que es muy difícil:
tiene que escuchar, tiene que investigar e inventar; tiene que intentar ayudar
a los organismos que se dan por misión -cada vez más tímidamente,
desafortunadamente, incluso los sindicatos- resistir a la política neoliberal;
tiene que darse como tarea asistirles, proporcionándoles instrumentos. En
particular, instrumentos contra el efecto simbólico que ejercen los “expertos”
contratados por las grandes empresas multinacionales. Hay que llamar las cosas
por su nombre. Por ejemplo, la política actual de educación de la UNICEF es
decidida por el Transatlantic Institute, etc. Basta con leer el informe de la
Organización Mundial del Comercio (OMC) sobre los servicios para conocer la
política de educación que tendremos en cinco años. El ministro de educación
nacional no hace más que transmitir las consignas elaboradas por juristas,
sociólogos, economistas las cuales, una vez reciban su acabado jurídico, son
puestas en circulación.
Los investigadores también pueden
hacer algo más nuevo, más difícil: favorecer la aparición de condiciones
organizacionales para la producción colectiva de la intención de inventar un
proyecto político y, segundo, de condiciones organizacionales para el éxito de
la invención de semejante proyecto político, que será evidentemente un proyecto
colectivo. Después de todo, la Asamblea Constituyente de 1789 y la Asamblea de
Filadelfia estuvieron compuestas por personas como ustedes y yo, que tenían un
bagaje jurídico, que habían leído a Montesquieu y que inventaron estructuras
democráticas. De la misma manera, hoy en día, hay que inventar cosas…
Evidentemente, se podría decir: “Existen parlamentos, una confederación europea
de sindicatos, toda clase de instituciones que supuestamente hacen eso”. No voy
a hacer la demostración, pero hay que comprobar que no lo hacen. Por tanto, hay
que crear las condiciones favorables para esta invención. Hay que ayudar a
levantar los obstáculos que impiden esta invención; obstáculos que en parte se
encuentran en el movimiento social encargado de levantarlos - y
especialmente en los sindicatos…
¿Por qué ser optimista? Creo que se
puede hablar en términos de posibilidades razonables de éxito, que este momento
es el kairos, el momento oportuno. Cuando sosteníamos este discurso por allá en
1995, por lo común no éramos escuchados y pasábamos por locos. Las personas
que, como Casandra, anunciaban catástrofes eran objeto de burla y los
periodistas las atacaban y eran insultadas. Ahora un poco menos. ¿Por qué?
Porque se ha hecho trabajo. Hubo Seattle y toda una serie de manifestaciones. Y
luego las consecuencias de la política neoliberal -que habíamos previsto en
abstracto- comienzan a verse. Y la gente, ahora, comprende… Incluso los
periodistas más obtusos saben que una empresa que no alcanza un beneficio del
15% despide gente. Las profecías más catastróficas de los profetas de la
desgracia (quienes simplemente estaban mejor informados que los demás)
comienzan a realizarse. No es demasiado temprano. Pero tampoco es demasiado
tarde. Porque sólo es un comienzo, porque las catástrofes apenas comienzan. Aún
hay tiempo de sacudir los gobiernos socialdemócratas, tras los cuales los
intelectuales suspiran embelesados, sobre todo cuando reciben de ellos ventajas
sociales de todo orden…
Un movimiento social europeo, a mi
juicio, sólo tiene la posibilidad de ser eficaz si reune tres componentes:
sindicatos, movimiento social e investigadores -con la condición,
evidentemente, de integrarlos, no sólo yuxtaponerlos. Yo decía ayer a los
sindicalistas que entre los movimientos sociales y los sindicatos en todos los
países de Europa hay una diferencia profunda respecto tanto a los contenidos
como a los medios de acción. Los movimientos sociales hicieron existir
objetivos políticos que los sindicatos y los partidos habían abandonado, u
olvidado o reprimido. Por otro lado, los movimientos sociales aportaron métodos
de acción que los sindicatos, de nuevo, poco a poco han olvidado, ignorado
o reprimido. Y en particular métodos de acción personal: las acciones de
los movimientos sociales recurren a la eficacia simbólica, una eficacia
simbólica que depende, en parte, del compromiso personal de aquellos que
manifiestan; un compromiso personal que es también un compromiso
corporal.
Hay que correr riesgos. No se trata
de desfilar, entrelazados los brazos, como lo hacen tradicionalmente los
sindicalistas el primero de Mayo. Hay que hacer acciones, ocupaciones de
locales, etc. Lo que exige, a la vez, imaginación y coraje. Pero también quiero
decir: ¡Ojo! ¡Nada de sindicato-fobia! Hay una lógica de los aparatos
sindicales que es preciso comprender. ¿Por qué digo a los sindicalistas cosas
que son cercanas al punto de vista que los movimientos sociales tienen sobre
ellos y por qué digo a los movimientos sociales cosas que son cercanas a la
visión que los sindicalistas tienen de ellos? Porque es con la condición de que
cada uno de los grupos se vea a sí mismo como ve a los otros como se podrán
superar las divisiones que contribuyen a debilitar grupos ya muy débiles. El
movimiento de resistencia a la política neoliberal es globalmente muy débil y
es debilitado por sus divisiones: es un motor que desperdicia el 80% de su
energía en calor, es decir bajo la forma de tensiones, de fricciones, de
conflictos, etc. Y que podría andar mucho más rápido y más lejos si…
Los obstáculos a la creación de un
movimiento social europeo unificado son de varios órdenes. Hay los obstáculos
lingüísticos que son muy importantes, por ejemplo en la comunicación entre los
sindicatos o los movimientos sociales -los patronos y los ejecutivos hablan las
lenguas extranjeras, y los sindicalistas y militantes mucho menos. Por este
hecho, la internacionalización de los movimientos sociales o de los sindicatos
se hace muy difícil. Luego hay los obstáculos ligados a las costumbres, a los
modos de pensamiento y a la fuerza de las estructuras sociales, de las
estructuras sindicales. ¿Cuál podría ser el papel de los investigadores en todo
esto? El de trabajar para una invención colectiva de estructuras colectivas de
invención que harán nacer un nuevo movimiento social, es decir nuevos
contenidos, nuevas metas y nuevos medios internacionales de acción.
Artículo del sociólogo francés Pierre Bourdieu, sobre el
compromiso de los intelectuales con las luchas sociales. Tomado
de Le Monde Diplomatique, febrero 2002.
Comentarios
Publicar un comentario