Revista Nos Disparan desde el Campanario Año IV Nro. 57 Fascismo: Signo de civilidad del tercer milenio... Editorial
Ningún país civilizado, o que aspire a serlo, puede darse el lujo de prescindir de un par de millones de fascistas. Hasta puede leerse como un síntoma de desarrollo y bonanza. Bienvenidos sean entonces, solamente desde ese aspecto. Como se puede observar cierta visión positivista intenta hallar en estos movimientos algún sentido para su existencia. Las sociedades más avanzadas del planeta cuentan con importantes sectores que abrevan de canteras totalitarias, cuestión que más allá de las ideologías cruza transversalmente a las distintas expresiones de la política. Los hay de derechas y de izquierdas, también existen en todas las religiones, profesiones, razas y niveles culturales. Eso de no respetar la voluntad popular, intentar quebrarla y si es posible apartarla de las decisiones colectivas es moneda corriente en nuestras sociedades modernas. El ancestral dilema entre el individuo por sobre el colectivo. En tanto y en cuanto la política sepa ampliar derechos, incluir a amplios sectores de la sociedad, equilibrar las rentas y tener políticas sociales a favor de las mayorías nada hay que temer. Los Le Pen, los Capriles, los Tea Party, los Bullrich, los Milei, los Morales, los Macri, existen y seguirán existiendo en todas las latitudes, independientemente de la posición que cada país tenga en el concierto internacional. Los hay dentro de las naciones hegemónicas como en aquellas sociedades periféricas. El fascismo no es una ideología en sí misma, por más que se la presente como tal, ya que le da lo mismo estructurarse dentro del Estado o fuera de él a través de la actividad privada, es la simple y concreta anulación del antagonista por medios violentos. El fascismo se estructura a partir de eslóganes que penetran en el inconsciente colectivo de manera tal nada pueda discutirse. Me imagino una reunión política de estos personajes en donde dos fines nobles se encuentren enfrentados. Una auténtica tragedia Griega. ¿Cómo lo evaluarán? ¿Desde la política o desde la ética? Y si dicha decisión supuestamente ética da como resultado una política desdorosa para las mayorías populares ¿dónde está la ética? El fascismo tiene mil rostros, por izquierda y por derecha y en todos los casos los eslóganes dominan la escena, aquí y en todo el mundo. La profundidad política brilla por su ausencia debido a que dicha hondura revela el vacío del eslogan apenas resulta discutido. Debemos asumir que parte de nuestra población está de acuerdo con los monopolios comunicacionales, con la justicia tal cual está, que no importa la verdad, que sólo interesa el poder de daño que pueda exhibir un periodista y sus falacias y que esto determine que muchas personas sean condenadas más allá de su culpabilidad, de forma tal recrear un gran campo de concentración en donde permanezcan presos (parafraseando a Ibérico Saint Jean): funcionarios de todos los rangos, “cómplices”, adherentes, familiares, amigos, militantes, silentes, colectivo que en alguna oportunidad tuvo la desafortunada ocurrencia de enfrentar dentro del marco de la democracia al poder real. Porque en el fondo de la cuestión de eso se trata el dilema.
Nada nuevo bajo el sol de los déspotas. Cuando los caballeros cruzados arribaban a las ciudades herejes cátaras y antes de ingresar a ellas, luego de prolongados sitios en donde el hambre y las pestes habían dado cuenta de gran parte de su población daban la siguiente orden a sus soldados: "Matad a todos, sin preguntar creencias, ni abolengo, ni nacionalidad, que Dios se encargue de recoger las almas de los suyos"
Editorial - NDC
Neofascismo "Cuanto más hagas morir más, por eso, vivirás"
Por José Vidal Calatayud - El Faro
Crítico
Resulta claro que en un escenario
socio-político donde no se juega en torno al valor ni a la representación real,
el tan amado "Bienestar" tenía que desaparecer en el propio
simulacro. Ahora sólo lo irrepresentable, el orden esclavista y la
sobreexplotación inmisericorde, es representado por "nuestros representantes";
ahora sólo la coacción a los gobiernos para que entreguen en el pozo sin fondo
de las acciones de las grandes compañías el dinero de los contribuyentes da
valor a las empresas naufragantes; y sólo la miseria es repartida en esos
salarios y esas pensiones huérfanos de valor real. Si, como Baudrillard dice,
"la farsa, al repetirse, acaba siendo historia", ahora sólo lo
irrepresentable es real: la violencia criminal con que la policía de los
estados neoliberales reprime las protestas contra el hundimiento de la ficción
democrática; la desesperada ruina del erario público no sostenible en deuda y
entregado a los símbolos de pervivencia de una "economía" que es
parodia de su función social e incluso individual.
Pero ¿"fascismo"? En todo
caso es un nuevo tipo de fascismo; y sin embargo es también el mismo de
siempre. Pues fascismo es el resultado de esta ruina. Estamos ante
la repetición de una dinámica. El fascismo primitivo de los años 30 tuvo
que maquillarse para poder aspirar de nuevo al poder tras la derrota de la segunda
guerra mundial. Pero sólo eliminó su retórica inesencial y ya hace mucho que el
programa de los neofascistas italianos, austríacos o franceses no es del todo
nacionalista -sólo respecto a los emigrantes no estrictamente imprescindibles
para las empresas- ni abiertamente dictatoriales, sino de apoyo a una
"dictablanda", una pseudodemocracia autoritaria y antisocial. Pero
sus objetivos sociales y políticos son exactamente los que se impusieron,
siempre contra sus declaraciones demagógicas de "bienestar y paz
social" y de preponderancia de la pequeña empresa nativa, en el fascismo
de los años 30: dominio violento del gran capital y disminución de los derechos
y el nivel de vida de los trabajadores; prohibición de la lucha de clases, y
con ello censura rígida de los derechos de expresión, manifestación y huelga. Y
en sus versiones cristianas, imposición del viejo moralismo patriarcal
intransigente: "Agnus Dei qui tollis peccata minuta". Además
intermitentemente se ha dado la colaboración de las fuerzas de seguridad con
las brigadas del fascismo "folklórico": sus barbaridades han tenido
entonces carta blanca. Y si el neofascismo se abstuvo de su retórica
"socialista", que no había sido creída, y de la retórica nacionalista
allí donde el impulso de conquista de la nación, aplastado por otras más
fuertes, era ya una palabrería patética -así en España, Portugal o Italia-, no
desapareció ese nacionalismo en aquellos países que tenían la fuerza para
desarrollar una verdadera expansión territorial y económica -el mejor ejemplo
tenían que proporcionarlo, cómo no, los USA, pero no olvidemos nunca a Alemania
y su expansión hacia el este-.
Y es que es importante, para entender
la coincidencia del neoliberalismo con el fascismo, no creer la literatura que
éste difundió sobre su "preocupación social" -recordemos que en los
sindicatos verticales los representantes de los trabajadores eran precisamente
los empresarios-. Sin duda la "preocupación" en ambos es la de evitar
la difusión de posiciones revolucionarias.
Pues ni siquiera los
"socialistas" han tenido otra "preocupación. Nunca hemos vivido
en occidente dentro de una lógica socialista; siempre se mantuvo la lógica del
capital, con paliativos que no le eran esenciales -por eso ahora desaparecen-.
Pero "conservadores" y "socialistas" no admiten que la
nueva situación que ellos -como siempre de acuerdo en todo- nos preparan, pueda
ser llamada "fascismo". Y no sólo ellos se defienden de tal
acusación. Jean-Marie Le Pen, el líder de la extrema derecha francesa, repetía
un argumento que debe hacernos pensar: "No tenemos nada de fascistas
porque no tenemos nada de socialistas". ¿Entonces, no es fascista Le Pen?
¿No lo era Franco en la segunda etapa de su régimen? Ha habido, en los años 60
y 70, posiciones en la izquierda española que afirmaban tal cosa,
diferenciándose de la actitud oficial del PC. No entraremos ahora en lo
acertado o erróneo de tal posición, que era por varios motivos muy interesante.
Pero, sobre todo, aquello esencial en
que coinciden el fascismo primitivo y el neoliberalismo es la invasión,
la sustitución de lo social por lo económico: los seres humanos son
tratados como si fueran, sólo, elementos de un proceso económico, generador de
beneficios. Esa sustitución llevó en otras épocas a que pudieran ser empleados
para fabricar jabón y lámparas de piel con sus cuerpos; ahora podríamos ser
tratados de forma no mucho mejor por el poder.
Lo que lleva a una forma tan esencial
al fascismo como lo anterior, y es que sumaba las tres formas de poder -el de
soberanía, "democratizada" por la práctica de la denuncia; el
disciplinario, y el biopoder de control de poblaciones- llevándolas a su
extremo más violento, y con un fin de guerra en que el racismo definía el
objetivo.
Esa concentración de poder, como sus
resultados, la guerra total y el genocidio, parecían hoy erradicados. Pero ¿es
hoy la opresión sólo simulada? ¿No sabemos qué estamos haciendo en el tercer
mundo? Hemos visto que para el neoliberalismo es imprescindible la ocultación
del carácter bélico de nuestra sociedad, de su "contraterror", que a
través del dominio del bien nos lleva al mal absoluto. Pero hay que tener claro
que "guerra", fascismo, es todo mecanismo, aún con rostro
"pacífico", que impide que los expropiados de la riqueza o del poder
conquisten lo que les falta; pues es evidente que si la democracia fuera
real, lo harían.
Parece que el poder hubiera
renunciado al derecho a matar. Pero hay, subterráneo en este sistema
"protector" y como parte esencial, no sólo un "racismo
blando" que expone a la muerte -y no sólo a la "muerte civil"- a
aquellos que no pueden ser integrados en el sistema colectivo de
"felicidad", sino también un "racismo duro" que la causa
-la va a causar- directamente cuando el orden hegemónico se ve en peligro.
Foucault señala que estos sistemas han utilizado ese "racismo" en la
guerra, para exponer a la muerte a sus ciudadanos. ¿Puede esto identificarse
con el principio de que hay necesidad de exterminar a los inferiores para que
los individuos "sanos" puedan proliferar? ¿Sólo en los fascismos de
los años 30 se aplicó la máxima de que "cuanto más hagas morir más, por
eso, vivirás"? ¿Desconocemos lo que estamos haciendo en el tercer mundo?
¿Y en los márgenes de nuestras ciudades, en el cuarto mundo? El neoliberalismo
es ya fascismo en su ideología de racismo socioeconómico: hay individuos
superiores e inferiores, que merecen por sí el triunfo o el fracaso.
Y un último punto: el argumento
defensivo de los liberales es que en estas sociedades no se aplican las
tecnologías de desaparición contra los adversarios políticos. Pero ¿nos hemos
creído que "conservadores" y "socialdemócratas" son
verdaderamente adversarios entre sí? ¿Cómo se trata en esos regímenes a quienes
exigen un cambio esencial del sistema socio-económico? ¿Les recuerdan
algo las palabras Baader-Meinhof? ¿O los GAL?
Y al movimiento del 15M, ¿cómo se nos
va a tratar en los conflictos venideros?
Pues todo nos lleva a pensar que esta
situación sólo puede hallar salida en una revolución pacífica o en un
neofascismo (mal) encubierto.
Aunque sin duda nuestras ideas sobre
esta crisis están aún formándose. Pero no hay que temer que queden sin
conclusión: los elementos y las razones de su madurez nos las va a dar el poder
en los próximos meses. En este momento en que las direcciones de las derechas
reaccionarias discuten cuántos muertos serían asumibles en la
represión de las próximas protestas, nuestra cuestión será respondida por
ellos, que nos indicarán cómo hay que luchar. Sabemos de momento que es
necesario un enfrentamiento simbólico pero también, aún, político; un
"intercambio imposible, imprevisible". ¿Sujetándonos siempre a unas
normas basadas en lo universal? Pero no hay una universalidad no liberal. Y
¿qué importa lo universal? "Pese a... Kant… se ríe de esa ley
universal… el corazón de los hombres también".
Lo iremos "escribiendo".
¿En qué estilo? Parafraseando a Thomas de Quincey: "De la revolución,
considerada como una de las bellas artes".
Fuente: http://elfarocritico.blogspot.com.ar/
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