Revista Nos Disparan desde el Campanario Año IV Nro. 56 ARQUITECTURA El Castillo de Egaña / Castillo San Francisco - Arq. Eugenio Díaz Vélez (1918-1930)… por Guillermo F. Sala

 


Una investigación histórica sobre la zona nos cuenta que hacia 1825, en épocas de la presidencia unitaria de Bernardino Rivadavia, el general Eustoquio Díaz Vélez, activo y comprometido protagonista de la Revolución de Mayo, adquirió en enfiteusis algo más de 17 leguas en la zona del Fuerte Independencia, hoy Tandil. Poco tiempo después, sumó 20 leguas adicionales a su posesión. No está de más recordar que durante el gobierno de Rivadavia se proclamó la Ley de Enfiteusis, que era la prohibición de adquirir toda tierra pública, ya que se usaría como garantía del préstamo obtenido con la Baring Brothers. Los enfiteutas sólo podían alquilar los terrenos pagando un canon según el uso que se le diera a los terrenos. Pero durante la década del 30 del S XIX los arrendatarios bonaerenses presionaron para derogar esa restricción y así pudieron acceder a la posesión de vastas extensiones, mediante el pago de montos reducidos.  Los beneficiarios fueron familias ligadas al gobierno unitario y de esta forma se concentró en muy pocas manos la tenencia de grandes extensiones del territorio bonaerense. Una consecuencia de esta desgraciada política resultó ser la hacienda adquirida por la familia Díaz Vélez 


El castillo se encuentra a 302 km de Buenos Aires, a poco más de 10 km al sur de Rauch.  El acceso desde esta última es a través de un camino de tierra consolidado que va paralelo a las vías.  El nombre correcto del paraje es Castillo de San Francisco, ya que Egaña es la localidad más cercana.

Este palacio fue construido entre los años 1918 a 1930 por el arquitecto Eugenio Díaz Vélez, nieto del originario propietario de las tierras en las cuales se asentó la construcción y además dueño, en ese momento, de la propiedad heredada. Contaba con 77 habitaciones, 14 baños y 2 cocinas.

El día de la inauguración ocurrió una tragedia: estaban todos los invitados en el castillo a la espera del dueño, que llegaría de Buenos Aires. Esperaron por varias horas hasta que llegó la noticia que Eugenio no llegaría debido a que había fallecido. La noticia fue tan trágica e inoportuna que todos los invitados se fueron instantáneamente dejando todos los preparativos para la fiesta, inclusive las mesas servidas. Por algún motivo, su única hija María Eugenia y heredera, nunca más volvió al lugar y estuvo cerrado durante 30 años. Arrendó las tierras en la que estaba emplazado el Palacio  y fueron administradas por la Casa Bullrich y Cía. Todo parece indicar que no fue una decisión acertada, ya que desde entonces, se inició la lenta y persistente decadencia de la estancia y su fabuloso edificio. En 1958, bajo la gobernación de Oscar Alende (UCRI), el proyecto de reforma agraria, tan resistido por los terratenientes de implementar planes de colonización y afincar a pequeños propietarios rurales, la inmensa propiedad fue expropiada por la provincia, mediante una Ley de 1960. De este modo, antiguos arrendatarios se convirtieron en propietarios de las tierras que antes alquilaban, apoyados por créditos del Banco de la Provincia de Buenos Aires. El Ministerio de Asuntos Agrarios de la época creó entonces la colonia Langueyú, dentro de la cual quedó gran parte de la estancia San Francisco y su reputado casco. Más tarde, la estancia se subdividió y adjudicó en lotes a los colonos. En tanto el mobiliario, equipos de trabajo y demás enseres del edificio fueron subastados. Posteriormente, en 1965, el gobernador Anselo Marini (UCRP) lo transfirió al Consejo General de la Minoridad con la intención de convertirlo en un hogar/granja que terminó siendo convertido en un reformatorio, alojando a jóvenes con problemas de conducta. Hacia mediados de los años 70, y tras un asesinato que comprometió a uno de los internos, los menores fueron reubicados y el castillo quedó en el olvido, una vez más. En el año 2018 el Gobierno provincial firmó con el Municipio de Rauch un comodato por veinte años, y si bien la propiedad pertenece a la PBA, este acuerdo da la posibilidad a los funcionarios municipales de confeccionar un plan de acción para desarrollar y fomentar las visitas en el lugar. El grupo de vecinos auto-convocados lograron la autorización para poder cobrar un bono de a los turistas que desean conocer el castillo. 




Los domingos y feriados se puede ingresar abonando una contribución y disfrutar de un espacio para pasear en bicicleta, jugar al vóley y fútbol, recorrer senderos, aprovechar los fogones o comer en la parrilla de campo que administra la comisión para los gastos que origina el predio.  En este post te voy a contar todo lo que tenés que saber para visitar el Castillo de Egaña, uno de los lugares abandonados de la provincia de Buenos Aires más increíbles. Desde fines de los años 90 vengo recorriendo los caminos más rurales y secretos de la provincia de Buenos Aires (y del mundo, ¡96 países ya recorridos y cientos de guías con info en este blog!) y, en mi opinión, el Castillo de Egaña es uno de sus atractivos más bonitos y desconocidos. A continuación, te cuento todo. Si acabás de visitar el Castillo de Egaña y tenés información fresca, cambios, novedades, te agradecería mucho que dejaras un comentario al final del blog. Toda la comunidad viajera te lo va a agradecer. El castillo de Egaña, se encuentra a 302 km de Buenos Aires, a poc más de 10 km al sur de Rauch, que es la localidad más cercana. El acceso desde Rauch es a través de un camino de tierra consolidado que va paralelo a las vías.  El nombre correcto del paraje es castillo de San Francisco, pero Egaña es la localidad más cercana siendo posible visitar el castillo abonando un bono contribución. Tené en cuenta que es una estructura debilitada y parte de los pisos están vencidos. Por momentos han prohibido el ingreso de visitantes al segundo piso, pero eso parece cambiar todo el tiempo. Hay lugar para estacionar, algunos juegos para niños y parcelas donde hacer picnic. No hay parcelas designadas para camping, aunque el sitio parece bastante seguro. Sobre opciones de alojamiento te cuento más abajo. La importancia de la visita al Castillo es que es un casco de estancia en estilo europeo que, incluso en el estado ruinoso en que se encuentra es un placer para los sentidos, y un testimonio documental del estilo de vida de la clase terrateniente de la época, con materiales de primera calidad traídos del Viejo Mundo. Y dos, porque enseña. Es la prueba definitiva de lo que sucede cuando en nombre de un “todos” intangible y justiciero un estado roba las propiedades de sus ciudadanos. De hecho, la propiedad cayó en la ruina tras ser expropiada por el estado provincial en 1958. Al no tener planes precisos de qué hacer con el castillo, mucho menos la cultura para apreciarlo que habían tenido sus constructores, la propiedad fue rápidamente vandalizada por la población y los mismos funcionarios, que remataron su delicado mobiliario. 



El castillo de Egaña fue construido por Eugenio Díaz Vélez, nieto del general Eustaquio Díaz Vélez, prócer de la independencia argentina, como casco para su estancia entre 1918 y 1930. En su momento fue una de las mansiones rurales más lujosas, con 77 ambientes, 14 baños, 2 cocinas, amplios patios, y torretas con techos de pizarra francesa que sobresalen desde las esquinas como esperando a que alguna princesa cautiva se asome de ellos. Da impresión el buen estado de algunos sectores del piso, las enormes y sólidas chimeneas, las ventanas de hierro forjado, y las pérgolas del frente. La verdad que, más allá del castillo, me encantó el pueblo aledaño. No deben vivir allí más de cien personas. Tiene la típica estructura de antiguo pueblo-estación, con una hilera de casas frente a la vieja estación ahora convertida en posta sanitaria. La vieja estación de trenes tiene, en frente, un predio adornado con juegos infantiles y un vagón de tren de madera, de los primeros (si mirás bien vas a ver el logotipo FCS -Ferrocarril del Sud- en los chasis del vagón. En ese predio los vecinos nos permitieron estacionar el auto y acampar sin problemas. Como era domingo y el almacén estaba cerrado, nos facilitaron hielo La antigua almacén del pueblo aún luce viejos carteles publicitarios de Pepsi y funciona como almacén de ramos generales.

 

 


*Guillermo F. Sala. Arquitecto

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