Revista Nos Disparan desde el Campanario Año IV Nro. 56 POLÍTICA Repliegue… por Gustavo Marcelo Sala
1- Repliegue
Debemos entender y aceptar que el
kirchnerismo, como idea fuerza revulsiva con pretensión y vocación de poder
dentro del peronismo sea ha retirado de manera casi inexpresiva aquel Domingo 9 de julio próximo pasado
cuando nuestra líder, justamente en el acto de inauguración del emblemático gasoducto
Presidente Néstor Carlos Kirchner le entregó, sin necesidad de los votos, bajo
toda subordinación y de manera definitiva el “testigo” a Sergio Massa, titular
de la máxima expresión conservadora de la alianza de gobierno, el Frente
Renovador, firme militante e impulsor, en el pasado reciente vía Bonadío, de sus causas prescriptoras, expresando
éste en su rictus, sin disimulo alguno, junto al del su oficinista Alberto
Fernández, un goce muy particular.
Hace doce años que el kirchnerismo
viene siendo bombardeado por dentro y por fuera del campo nacional y popular.
El establishment comenzó con su tarea 24 horas luego de aquel histórico 54%, y pocos meses
después, con enorme colaboración sindical, fueron las hoy triunfantes líneas
peronistas subalternas del poder real las que colaboraron en su quebranto, y con
ello el del padecimiento de las mayorías populares, olvidando a la urgida base
electoral que esperanzada regresaba en el 2019 a por sus derechos. .
Ambos grupos conspiradores, el uno por fuera y el otro por dentro, entendieron
mejor que nosotros aquel hallazgo dialéctico de Néstor Kirchner cuando luego de
la derrota del año 2009 nos advirtió sabiamente con relación a la necesaria
unidad de todo el campo popular y nacional para poder enfrentar la controversia
con un enemigo tan poderoso como cruel: sin el peronismo no se podía, pero que
con él solo no alcanzaba. Por eso, atentos, elaboraron su estrategia aliancista
jurídico-mediática concluyendo la tarea devastadora durante el gobierno de
Alberto Fernández, hombre que basado en su socialdemócrata lectura del laissez
faire institucional terminó de plasmar el anhelo de la “Embajada”, la
destrucción de la matriz ideológica y popular que aún quedaba como resistencia
dentro del movimiento de masas más importante del Latinoamérica, so pretexto
posibilista, "Teorema de Baglini" bajo el brazo, con la inclusión del necesario ostracismo político de Cristina
Kirchner. No fracasaron en su momento ni Massa, ni Solá, ni Pichetto, ni
Randazzo, fue un proceso de sedimentación que el actual presidente finalizó con
todo éxito doblándole el brazo a la estructura kirchnerista y a buena parte de la militancia.
Les costó mucho y les salió caro, en
estos tiempos no pudieron contar con los fierros públicos del Estado que las fuerzas
armadas solían poner a disposición del poder real para finiquitar la cosa en un
par de días. Por el 2014 afirmamos:
“No me voy a referir al tan mentado y banal fin de ciclo. Hiriente y
malévola propuesta dialéctica que viene circulando por entre los titulares y
copetes del establishment desde hace una buena cantidad de años. Tal cosa no
existe para los que creemos en una continuidad histórico/política con quiebres
más o menos significativos, o acaso sin ellos. Me refiero a instalarnos dentro
del análisis de los fenómenos políticos siguiendo rigurosamente el vector
causa/efecto. Y allí la teoría del fin de ciclo muere por peso propio ya que
todo es continuidad, debido a que existen nexos ineludibles laborando para
dicha conexión. En primer lugar quiero resaltar que desde el comienzo del
gobierno Kirchnerista (año 2003) observo una gran confusión ideológica en
muchos de sus cuadros políticos y en su espectro militante en general. Bueno
sería plantearse, caminando senderos contrafácticos, si hubiera sido posible el desarrollo de tamaño proyecto político
sin ese tangible “caos” (diversidad) ideológico. En política me gusta la
ausencia de pureza iluminista. La transversalidad, los matices y la horizontalidad tienen
sus riesgos; lo sabía Néstor, lo sabe Cristina. Mientras algunos creían
fervientemente que estaban frente a un proceso de carácter revolucionario,
radicalizado, tal vez otros, sostenían que se trataba de un proyecto
eminentemente capitalista que venía a colocar paños fríos y placebos ante tanta
conducta desdorosa neoliberal, vale decir, era necesario un laxante popular que
expulse la porquería para que el sistema siga indemne.
Por entonces algunos otros mantuvimos cierta prudencia analítica,
observándolo críticamente como un severo corrector de vicios capitalistas, una
suerte de proceso reformista que no modificaba en el fondo las reglas del juego
del mercado, pero que en buena medida no se conformaba solamente con ser un
analgésico, planteando la novedosa e incierta (arriesgada) idea de un
capitalismo humanitario. Y me atrevo a inferir que esa confusión del primer grupo
mencionado era ciertamente lógica teniendo en cuenta nuestra contemporaneidad.
No los refuto, trato buenamente de debatirlo.
Desde hacía varias décadas la derecha tradicional ejercía con libre
albedrío el poder sin solución de continuidad de modo que aquel modelo
inclusivo que le hiciese un poco de frente y le recortara algún privilegio
llamaría inevitablemente a la puerta de la fantasmal ilusión y alusión socialista.
Por eso creo que esa explosión de fe, acaso más deseada que constatada en la
praxis política, no le permitió observar a este colectivo radicalizado que
ciertas medidas y herramientas hablaban más de un proyecto moderadamente
distribucionista, industrializador y evolutivo en el mediano plazo, con
determinante presencia del Estado, que de un modelo revolucionario, jacobino y
cortoplacista.
Justamente el gran error conceptual de estos es que ese montaje ilusorio
propio les impidió observar la existencia en la toma de decisiones de una buena
cantidad de gestores del segundo grupo, colectivo que con “todo éxito” llevó a
cabo la tarea de asear tras bambalinas el orden capitalista. No fue para nada
sorpresivo que esta derecha gatopardista properonista se excluyera del Gobierno
apenas logró su cometido comenzando a operar a su favor de cara a un futuro
político con vistas a un 2019 o 2023, a cuenta y orden del ya no tan
desprestigiado modelo neoliberal encabezado por las corporaciones. Luego de
octubre del 2011 y la tremenda victoria electoral conseguida por Cristina
Fernández de Kirchner, ya sin el ala neoliberal dentro del gobierno, la
militancia más radicalizada comenzó a reclamar por la profundización del
modelo. Cosa que considero también fue mal interpretada ya que en ningún
momento se habló de profundización por izquierda. Vale decir, ese latiguillo no
tuvo un correlato político hacia ningún marco ideológico apoyándose
dialécticamente en la histórica y rica tradición pragmática del peronismo.
¿Acaso estos sectores vieron que era la oportunidad para profundizar por
izquierda una vez que el ala neoliberal se retirara? En lo personal no creo que
ni siquiera hayan visualizado un ala liberal dentro del Kirchnerismo. La ruptura
era una cuestión de tiempo. Lo realmente curioso es que los dos sectores
ideológicos que huyeron tuvieron en común el discurso, y ese discurso estaba
edificado sobre titulares mediáticos corporativos, judiciales y contradicciones
propias. El Kirchnerismo seguía estando en el mismo lugar. Me atrevo a proponer
entonces que comencemos a pensar al Kirchnerismo en términos históricos. Cosa
que no significa pensarlo como pasado, sino repensarlo políticamente como
futuro utilizando la motorización de su propia historia.
Luego de doce años de gobierno (2003-2015) ya sabemos lo que somos y los
que somos, los para qué y los para quién estamos. Sabemos además cómo
desarrollar políticas contra-cíclicas de manera exitosa, planes a corto,
mediano y largo plazo y fundamentalmente conocemos, porque las vivimos, cuáles
son las limitaciones y pulsiones, internas y externas, que conviven en la
Patria Grande para poder desarrollar políticas inclusivas y distributivas. De
modo que en función de dicho capital nos debemos obligar a que la historia se
vuelva a transformar en movilización y presente, justamente para poder
concentrarnos y resolver los problemas del presente. Me refiero a refundar
el kirchnerismo. Mencionamos que la militancia kirchnerista, lo que vulgarmente
se denomina núcleo duro, sigue siendo tan heterogénea como entonces. Más allá
de las fugas por izquierda y por derecha su columna está compuesta por
vértebras moderadas (hacia ambos lados del espectro) de carácter popular y
nacional, encauzadas dentro de un pensamiento en donde el dogmatismo ideológico,
más allá del fraseo folclórico, no juega partido alguno. Creemos fervientemente
en un Estado actor, motor y protagonista, al igual que en las libertades
individuales y empresariales, en tanto y en cuanto éstas no choquen de frente
con los intereses de la sociedad en su conjunto. El paradigma de una sociedad
plurinacional, integradora e intercultural. Deseo advertir que en ningún
momento hice mención a aquellos operadores que mutan su militancia en función
de sus intereses personales, motivados por desplantes, promesas incumplidas o
prebendas nunca cobradas. Para mí no forman parte de la política/ciencia aunque
en ocasiones tienen un inusitado estrellato mediático. Por febrero del 2012
manifestábamos nuestro acuerdo con la interpretación de aquellos que sostenían
que sin el Peronismo el Kirchnerismo era impensable, no existiría, ni siquiera
hubiese arribado a ese 22% que hoy nos resulta risible cada vez que al mirarnos
críticamente pensamos en nuestras taxativas percepciones pasadas y en aquellas
viejas sabidurías de café. De modo que aquellos soñadores con un Kirchnerismo
aséptico de Peronismo ya deberían darse cuenta que tal pretensión no sólo es
imposible de concebir teniendo en cuenta los actores políticos contemporáneos
sino que además sería nefasta ya que conspiraría contra la pieza política más
determinante que tiene el movimiento: Su descomunal vocación por detentar el
poder, herramienta indispensable para efectivizar los cambios que nuestra
sociedad mayoritariamente reclama. Esto es algo que el ala radicalizada nunca
supo asumir como realidad política. De hecho tampoco la pone en práctica
cuando de construcción política interna se trata. Sin dudas que se puede
adherir fervientemente al Kirchnerismo sin ser Peronista, pero lo que no es
posible es cometer la torpeza estratégica y política, cuando no intelectual, de
pretender que el Kirchnerismo deje de serlo porque soy yo quien no puedo
sostener ciertas contradicciones históricas y menos aún debido a que puntuales
dirigentes me resultan detestables.
¿Es posible profundizar políticas sin elevar el tenor del debate? De ninguna
manera. Alguna vez el propio De Mendiguren le solicitaba a los medios darle
contenido y continente político al discurso del FR. Y esto no sólo es
responsabilidad de los que no quieren escuchar también es responsabilidad de
los que se rinden fácilmente a los deseos de quienes no quieren escuchar. Cabe
preguntarse si ese no querer escuchar no guarda íntima relación con ciertas
flaquezas dialécticas que el propio kirchnerismo ha exhibido últimamente. Por
eso me parece interesante recrear una nueva cosmogonía política kirchnerista a
partir de la comprensión de su propia historia entendiendo que a los pueblos
nos les gusta demasiado que les reiteren en cada discurso lo que ya saben, lo
que pasó, sino que desean saber que sucederá con ellos de cara a lo que no
saben: el presente y el futuro inmediato.
Tomemos entonces la teoría de fin de ciclo como el comienzo de un nuevo
ciclo en donde los efectos de las políticas desarrolladas se transformen en
nuevas causas (políticas asentadas) que necesariamente deben desembocar en
efectos superadores. Este proceso evolutivo, esta suerte de encadenamiento,
conspira de manera concreta en contra de aquellos sectores y grupos de poder
que pretenden una sociedad anestesiada y manipulable. Ya lo dijo Perón y están
como testigo las remeras...
...de algo estamos seguros. Las revoluciones que se hicieron con sangre no sólo se han
devorado a sus propios hijos, además en algún caso esa sangre aún no ha
coagulado y sigue corriendo...
2 - En procura de una muerte digna
Los paradigmas del kirchnerismo no se
manchan... quien lo hace en pleno velatorio, cuando ninguna defensa es posible,
es porque nunca los sintió como propios. Sospecho que los lectores de este
espacio no tendrán dudas sobre cuáles son nuestras adhesiones políticas. A esta
altura del partido no nos es necesario presentar credenciales que afirmen
dichas posturas. El kirchnerismo, primero con Néstor y luego con Cristina, ha
sabido cobijar buena parte de nuestras juveniles utopías, aspiraciones
ciertamente complejas si leemos con detenimiento la historia reciente. Eso de
ampliar derechos, desarrollar políticas inclusivas y equitativas, otorgarle
entidad política a los DD.HH, darle un rol determinante al estado y cuando
menos tratar de enfrentar con la mayor fuerza posible al poder real, al poder
corporativo, a ese poder que jamás será respetuoso de las reglas democráticas.
Sin embargo deseamos reflotar una vieja advertencia consignada antes de agosto
del 2011 y que por vieja no deja de tener triste vigencia. Por entonces
señalábamos que nuestro afecto por Cristina opacaba la alegría que podía
significar un nuevo mandato presidencial. Nuestro innato e histórico
canibalismo político, ese que se devora a nuestros mejores hombres y mujeres,
iba dar cuenta de ella más temprano que tarde entendiendo la cuestión como
inevitable en el marco de una sociedad muy entrenada en la necesidad de
encontrar el chivo expiatorio conveniente que lave todos y cada uno de sus
desdorosos comportamientos sociales. Ocurrió con el Doctor Raúl Alfonsín,
ocurre en la actualidad. Al mismo tiempo sabíamos que tanto su propia vocación
política como el entusiasmo de la militancia no permitirían en aquel entonces
que aquellas dudas humanas encuentren oídos dispuestos para su abrigo. Disiento
con aquellos que afirmaron en su momento que el kirchnerismo se había derechizado,
pues siempre sostuve que el kirchnerismo nunca se le presentó a la sociedad
como una propuesta de izquierda, más allá que a su izquierda no existe nada con
aspiraciones ciertas de poder dentro de los resortes de la democracia, quién lo
interpretó de ese modo lo hizo a través de una expresión de deseos y no debido
a una lectura concreta y correcta de sus dichos, paradigmas y postulados. Por
eso mismo no comprendo la lógica de los desencantados que dicen estar parados
en dicha vereda ideológica. Lo que sí observo es a una línea de pensamiento
político muy expuesta y ciertamente lastimada por el paso del tiempo, acaso
avejentada, como sucede con todo lo que es mortal, tratando de arroparse dentro
de aquella vieja estructura en la cual encontró su génesis, estructura a la
cual nunca le dio la espalda sino todo lo contrario. Recordemos por un momento
en donde se rompe la relación intelectual y política del kirchnerismo con un
pensador de la talla de José Pablo Feinmann. La fisura definitiva se produce
cuando el filósofo progresista le exige públicamente a Néstor Kirchner dar el
paso histórico y superador escindiéndose del pejotismo que según aquel
representaban algunos gobernadores feudales, una mass burguesa dentro del
gobierno y la mayoría de los barones del conurbano. Por fuera del acuerdo
conceptual que guardo con Feinmann una cuestión compleja surge de inmediato:
¿Era posible desarrollar un proyecto inclusivo que toque intereses
determinantes sin el apoyo político de aquellos que tienen una notoria
incidencia territorial? Planteado en dichos términos considero que nuestro
presente postelectoral nos disipa todas las dudas con relación a cómo el poder
real logra disciplinar al poder político democrático cuando este ingresa por
los campos de las colisiones individualistas procurando estrellar sin el menor
talento y el menor prurito aquel incipiente colectivo transformador. Es
muy interesante y atinado lo que planteaba el malogrado Lucas Carrasco hace
algunos años atrás más allá de sus reaccionarios fundamentos críticos. Cito
textual: “... Van a aparecer como
siempre, cuando la historia se pone densa, personajes que creíamos de este
lado, y también, algunos que contra todo el bombardeo todavía tendrán algo de
dignidad, con perdón de la palabra...” Pues la contemporaneidad se puso
densa, y sabemos lo que sucede en nuestra patria cuando esa densidad política
se transforma en antipolítica; son tiempos de renovar y crear cosmogonías diría
Scalabrini, tiempos en donde debemos reencontrarnos con aquellos paradigmas
tangibles que nos emocionaron, que nos movilizaron, que provocaron que nuestro
pecho se infle cuando ciertas adversidades, críticas y derrotas eran sinónimo
de triunfo, ya que teníamos claro en dónde estaba parado el “enemigo”. Hoy
muchos de los que estaban de nuestro lado han cambiado de “dignidad” y brindan
con los expertos en bombardear a los gobiernos democráticos diría el propio
Lucas, brindan con ellos, con los que nunca cambian de “indignidad”. Advierto,
no soy de los políticamente panglossianos y comprendo. El rosquerío, los
negocios, las prebendas y los retornos forman parte de los usos y costumbres del
capitalismo y del no capitalismo (pido no hacerse los boludos) en todas las
latitudes del planeta, en todos los niveles administrativos y en todos los
poderes públicos y privados, de modo que nadie sueña imponer absurdos alegatos
éticos. Además ¿desde qué lugar hacerlos?..
Si el kirchnerismo ha muerto, como acuerdan los vaticinios de nuestros adversarios y de nuestros ex compañeros, pues mi deseo es que tenga una muerte digna, y este augurio político no cuenta para los primeros, implacables y despiadados, sino para los segundos. Acaso a estos últimos es lo único que les quede para tratar de pensarse y mostrarse dignos, si es que a esta altura del presente les importa algo del asunto. Uno se imagina dentro de un de par de décadas recordando aquellos años felices kirchneristas escuchando El Necio de Silvio Rodríguez, a la par que seguirá siendo juzgado como indigno por mantener la dignidad, continuará siendo acusado de corrupto por latrocinios nunca probados y menos aún cometidos (cosa que en nuestra sociedad sucede muy a menudo, me refiero a eso de la condena mediática previa cuando con la política no alcanza), y se sentirá sordo ante la ausencia retórica de aquellos paradigmas inclusivos en bocas aprendices. Sólo se atreverá a recordar en la privacidad de su vejez que a pesar de los errores y los desacuerdos, los nobles paradigmas y las buenas intenciones no se manchan. En lo personal y por una cuestión etaria el kirchnerismo me llegó tarde. Mi vida productiva, mi evolución instructiva, artística y cultural se desarrolló entre dictaduras, desocupación, inflaciones descontroladas, flexibilización laboral, censuras, represión, destrucción de aparato productivo y regímenes en donde el factor financiero y el dólar eran la base y el sustento de la economía nacional. Mis amigos arquitectos, ingenieros, abogados, oficiales obreros y artistas de todas las asignaturas manejaban taxis, repartían diarios, eran meseros, a la par que muchos choferes, repartidores de diarios y mozos estaban desocupados, esto en esos años no sucedió. Me da sana envidia Nicolás, mi hijo mayor. Se va de un trabajo por mejoras, nosotros, cuando lo teníamos, nos quedábamos por temor y aceptando todas y cada una de las condiciones de explotación. Aún recuerdo haber compartido colas de casi una cuadra a las siete de la mañana con otros muchachos en pos de un puesto administrativo por el básico y en negro. Y digo colas de casi una cuadra y me cae la ficha cuando no había departamentos para alquilar dentro del mercado inmobiliario lo que ponía a la especulación del mejor postor como variable de mercado. Para ingresar a la Universidad había cupo. Vale decir, no era suficiente con aprobar el examen, había que pagar el curso introductorio de ciertos institutos privados (muy caros por cierto) cuyos directores eran catedráticos de la propia universidad y que dentro del programa preparatorio incluían las certeras pautas del futuro examen. Hoy observo que un profesional recién recibido tiene varias propuestas a lo largo y a lo ancho del país con sólo enviar su currículum. Acaso los sub-treinta como los sub-cuarenta y algunos sub-cincuenta no comprendan sobre estas historias, pensarán en exageraciones. Para los que pasamos hace un buen rato “la brecha” de los sesenta nos es imposible olvidar lo que no pudo ser habiendo hecho todo lo posible para lograr el objetivo; algo tan simple y sencillo como proyectar una vida sin mayores sobresaltos. En el 2002 la pesificación asimétrica dio de plano con mi indemnización y quedé al margen del sistema. A mediados de esa década me incorporé a él y recién unos pocos meses después podría decirse que logré cierto equilibrio gracias a la modesta colaboración contable que presto en el desarrollo de una entusiasta Pyme familiar que se dedica a puntuales servicios agropecuarios. Mucho tiempo antes de estas buenas nuevas personales adherí al proyecto nacional y popular, aun cuando la taba me mostraba el culo en cada tirada. Mi adhesión comenzó hace mucho tiempo; ante la percepción de los rostros de mis cercanos, vecinos, amigos, conocidos, con los que me llevo y con lo que no me llevo, ante sus progresos, ante sus mejoras, ante sus satisfacciones individuales y familiares, ante sus novedosas y rebuscadas disconformidades. Confieso que aún me causan gracia.
Cuando el kirchnerismo muera mucho lo
lamentaré. Pero no lo haré por mí, lo haré por la muerte de sus paradigmas de
cara a las generaciones futuras, me dolerá el regreso del individualismo
caníbal y sentiré pena por aquellos que siendo contemporáneos a él no lo
supieron leer. Y no hablo de entendimiento o de falta de capacidad, hablo de
odio y de prejuicio, hablo de los egoísmos ilegítimos, esos que suelen
perturbar a la política cuando se intenta transformarla en pura gestión
aséptica.
A mi modo de ver el mayor déficit que
tiene en la actualidad el Kirchnerismo es que se ha vulgarizado. Su diseño, su
discurso actual y sus resoluciones tienen marcadas similitudes con las
actitudes previsibles de los partidos de la oposición. Me refiero a que ha
mutado hacia formatos pseudo-políticos en donde la política abandonó el escenario,
y como dicho formato es el más recurrente de nuestro presente teórico y
práctico resulta vulgar, anodino, desesperanzador para los que seguimos
observando al kirchnerismo como la única salida posible y concreta hacia una
sociedad más justa. Las revolucionarias políticas inclusivas del pasado
kirchnerista son aquellas que solidificaron y cimentaron los odios aún vigentes
de la burguesía mediopelo, sentimientos muy bien fogoneados por el
establishment (he dejado de ganar para que parte de esa renta vaya a parar a
manos de los negros de mierda), las políticas gestionalistas y meramente
contables del presente, a contracara de la profundización declamada, son las
que han disparado en la actualidad la dura crítica de los sectores más
radicalizados del proyecto.
Si bien considero que el kirchnerismo
ha perdido rebeldía política también comprendo que vivir en estado de
beligerancia permanente es sumamente desgastante para cualquier oficialismo que
a la par debe contemplar el resguardo de sus responsabilidades democráticas e
institucionales. Los kirchneristas duros (fieles) entendemos que lo bueno que
sucedió durante esta década solamente pudo hacerse porque los proyectos
inclusivos se transformaron en decisiones políticas concretas. Los
kirchneristas duros (fieles) entendemos que lo malo que sucedió en esa década
fue cuando el kirchnerismo dejó de serlo para mutar hacia la vulgaridad del
resto de los partidos burgueses. Cuando en política intentás seducir a los que
te odian por cuestiones electorales mediante medidas sectarias (subir ganancias
o sostener el tema de la seguridad con discurso prestado por ejemplo) terminás
maltratando a los que te arroparon (tener estancadas las asignaciones es un
dato no menor) ganándote por añadidura el descrédito de los que alguna vez
sostuvieron tus banderas. En el medio permanecerán los especuladores de
siempre: Aquellos que mostraron su desencanto a partir de retornos que
consideraron injustos. Volviendo al tema eso no es derechizarse, es haberse
rendido antes de dar la última de las batallas culturales o en el mejor de los
casos esperar el momento político conveniente para volver a las fuentes. Todos
los procesos revolucionarios (que se entienda no estoy afirmando que el
kirchnerismo lo sea) tuvieron momentos de amesetamiento incluso estancamiento,
dudas y reconversión en función de ordenarse hasta que aclare. El llamado
“período especial” cubano es un ejemplo de lo dicho. En la paciencia, en la
tolerancia y en la comprensión política de la época por parte del militante
kirchnerista, fundamentos que deberían tener íntima relación con su historia
real y no con un supuesto “relato”, es en donde descansa esa muerte digna a la
que me refería anteriormente.
*Gustavo Marcelo Sala. Editor. Escritor
somos tocayos, cumpa. aporto solamente para decirte que me parece sumamente adecuado tu comentario, en éstos días y sobre aquéllos días. a mi también, sin laburo fijo desde el ´98, cuando conseguí laburo fijo en el 2001, la pesificación asimétrica me garroteó fiero. y demases cosas. (como que también tengo más de 60). te mando un abrazo! gustavo piazza.
ResponderEliminarGran abrazo, de todos modos más allá de una vida partida al medio espero que estos textos puedan ser de utilidad para aquellos que no vivieron esos días, jornadas que nos destrozaron, y que en algún caso nos obligaron a emigrar, alejarnos de nuestros seres queridos, no ya para recomenzar sino para poder sobrevivir sin ser una pesada carga.. Gracias Gustavo M. Sala
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