Revista Nos Disparan desde el Campanario Año IV Nro. 55 ARQUITECTURA Estancia Villa María – Arq. Alejandro Bustillo (1927).. por Guillermo F Sala
Como lo fuimos descubriendo en esta
saga de entregas dedicadas a edificios, palacios o palacetes en la ciudad de
Buenos Aires, durante finales del Siglo XIX y principios del XX, las familias
aristócratas y acomodadas de la zona, adquirían terrenos y construían
edificios, buscando invertir o en lograr prestigio de su linaje. Para ese
objetivo contrataban arquitectos renombrados, nacionales o foráneos a fin de
darle la impronta de clase que buscaban. Las obras resultaron magníficas en lo
concerniente a la parte arquitectónica, estructural, de impacto urbanístico,
pero se emplazaban en entornos específicos y definidos. Sin embargo, este fenómeno que hasta ahora
vimos en la urbe, se traslada también al interior del país. Vamos a empezar a descubrir castillos y palacios
construidos por las familias patricias o aristócratas que los pensaban para sus
descendencias y hoy casi en todos los casos se utilizan para otros fines para
los que fueron erigidos. A modo de inicio comenzamos por una estancia
denominada Villa María que está en cercanías de Cañuelas , Provincia de Buenos
Aires, a 56 kilómetros de Capital.
La Estancia Villa María fue fundada
por Vicente Pereda a fines del siglo XIX y desde su origen fue un
establecimiento precursor de la zona ganadera camino a Cañuelas, En 1919, su
hijo Celedonio Pereda encomendó al célebre arquitecto Alejandro Bustillo la
construcción de un casco para ser utilizado como residencia de verano. Pereda
reconocido médico de la aristocracia, encargó dos palacios en honor a su
cónyuge María Girado - de ahí su nombre -, oriunda de Chascomús: el Palacio
Pereda (hoy embajada de Brasil) y la Estancia Villa María.
La familia Pereda, cuyo primer
eslabón fue un inmigrante español, dedicado originalmente al comercio en
Chascomús, Dolores y Gualeguaychú, pertenece a la más rancia elite terrateniente
existente en el país desde mediados del Siglo XIX. Uno de los exitosos integrantes
de la estirpe Pereda se llamó Celedonio, quien orientó los negocios familiares diversificando
sus intereses en la zona rural agrícola, con la adquisición de campos y ganado
en la Provincia de Buenos Aires. Además se fueron vinculando a través de lazos
familiares con otras familias acomodadas del país, componiendo un grupo de
poder que llegó a conducir la Sociedad Rural.
Bustillo trabajó entre 1923 y 1927, y
diseñó bajo su ideario más ecléctico el casco de la estancia. El arquitecto ya
había trabajado con otras vertientes arquitectónicas específicas, tales como la
academicista, neoclásica o historicista.
Quien se para frente a Villa María alcanza
a observar un casco de estancia puramente inglés, algo afrancesado. Mucho
ladrillo a la vista, del tipo inglés pequeño y con las juntas bien tomadas. Una
extensa superficie de teja roja en las cubiertas, trabajada por los años y los
líquenes para darle una rugosidad y un tono inimitables. Existen espacios
intermedios y remates en cemento rústico, agrisado y embellecido por la
intemperie. Bustillo trabaja con madera muy cuidada y estacionada, no es la del
tipo rústico que utiliza en sus construcciones patagónicas posteriores.
El parque de 65 hectáreas fue
diseñado por Benito Carrasco, discípulo de Carlos Thays, el diseñador del
Parque 3 de Febrero en Buenos Aires. Los centenarios árboles como cipreses, nogales,
alcornoques, nísperos, robles americanos, palmeras y álamos están ahí, marcando
la convicción de trabajar "...en defensa y revalorización de lo
autóctono...”. Las más de 300 especies y los senderos naturales aseguran la
floración y el color del entorno durante todo el año.
A punto de cumplir casi 100 años de
su inauguración, la casa funciona también como un caso testigo de la muy poco
estudiada problemática del gran patrimonio rural. Europa estuvo poblada de grandes residencias
de campo, que resistieron hasta bien entrado el siglo XX, en general por sus
leyes de herencia con mayorazgo, donde la propiedad no se dividía y quedaba
unificada a manos del hijo varón mayor. Nuestro sistema, más democrático podría
decirse, dividió propiedades rurales a gran velocidad, y en cosa de décadas los
cascos como Villa María quedaron enclavados en campos que ya no merecían el
tratamiento de estancia y que no los podían sostener. A título personal se entiende
que sobresale la partición de la “cosa inmueble” a fin de lograr mayor valor de
venta en su conjunto. Con el paso de los años los europeos comenzaron a abrir
sus casas al público como museos, hoteles o jardines de acceso pago, y
últimamente sus grandes casas han vuelto al mercado como propiedades de lujo,
caras y buscadas, para gente próspera de la ciudad. Con el paso de los años esta
obra de Bustillo protagoniza ahora una suerte de solución a la argentina, la de
pasar a ser centro de un barrio privado que tiene la fortuna de contar con una
de las joyas de nuestro patrimonio. Para 1990, la entonces propietaria, Eleonora
Nazar Anchorena, perteneciente a una familia de ganaderos, decide convertir la
estancia en un emprendimiento turístico, abandonado la ganadería. El complejo
en su conjunto pasó a hospedar un hotel de lujo y un club de polo. Muchos
eventos como casamientos de “celebridades” son realizados en estas
instalaciones. Como Villa María fue abierta al público la casa principal fue
restaurada con dedicación y esmero. Villa María parece no haber envejecido
jamás, es una dama que parece que no le pasaron los años, más allá de lo que
haya pensado y creado su ilustre diseñador.
En alguna ocasión nos volcaremos a
analizar el impacto que el 35% del territorio nacional esté en manos de
aproximadamente 1250 grupos terratenientes que representan sólo el 0,1% de los
propietarios privados en el país. Ni hablar como varía esa relación, si sólo
tomáramos para el análisis a la Patagonia Argentina. Pero todo esto es para
otro momento, por ahora seguiremos en la provincia de Buenos Aires.
*Guillermo F. Sala. Arquitecto
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