Revista Nos Disparan desde el Campanario Año IV Nro. 55 POLÍTICA… ELECCIONES: ni juego ni guerra… por Eduardo Schiel
Instalados ya en plena campaña
electoral causa absoluto rechazo escuchar, no ya de nobeles movileros,
improvisados comunicadores o faranduleros personajes de los medios de
comunicación, sino lamentablemente de algunos destacados conductores
televisivos y reconocidos periodistas utilizar dos funestas expresiones
vinculadas a la competencia electoral, que deberían ser desterradas del
lenguaje político democrático.
Me refiero a los candidatos que
“juegan” en una u otra vertiente partidaria; ¿para quién juegan?...”habrá que
ver si juega…” ”es el que mejor juega..” ”todos juegan…” .
Frente a una profunda desvalorización
de la política, método idóneo no sólo de resolución de conflictos sino
instrumento para producir los cambios necesarios y constantes - en cualquier
sistema político - que requiere las nuevas realidades locales y mundiales, en
tiempos que justamente no se satisfacen convenientemente ambos objetivos,
aparecen en la escena comunicacional una batería de ataques reales, simbólicos
y/o conceptuales a esa alta función humana para la vida en sociedad.
No se puede calificar a la política
ni a una de sus principales acciones colectivas y comunitarias como son las
elecciones y el ejercicio del derecho a elegir, a ser elegido y a participar,
como “un juego”…
Hablamos de uno de los actos
colectivos - en un sistema democrático - donde se expresan con mayor potencia
las preferencias, proyectos e intereses de una comunidad. También es la ciencia
y el arte de organizar y administrar el Estado donde habitamos los seres
humanos. Resulta demasiado serio, trascendente y vinculante como para
catalogarlo como “un juego”. Dicho ello, sin desconocer que efectivamente puede
haber – y los hay - determinados sectores partidarios y actores demagógicos que
asumen el acto eleccionario y sus encuadramientos políticos – incluso
ideológicos - patéticamente como un juego, dispuestos según las ocasionales y
conveniencias a disfrazar o mutar sus “valores”, concepciones y formaciones
partidarias, a “cambiar de camiseta” y de discurso, todas las veces que
resulten convenientes para satisfacer sus egos y apetitos personales. Tal
comportamiento merece el mayor repudio de quienes defendemos a la política como
la máxima expresión civilizada de la defensa de nuestros múltiples intereses en
la vida comunitaria. Cuando se agota la discusión política asoma la guerra.
La otra desafortunada semántica que
se repite como un mantra en cada acto eleccionario y que no hace más que
bastardearlo junto con la política está referida a los locales partidarios o
sedes de campaña o centros de cómputos, calificándolos como “bunker”. La
palabra es de origen inglés, antiguamente el depósito donde se guardaba el
carbón en los buques, pero luego surgió con fuerza en Alemania durante la
segunda guerra. ”Construcción de hormigón armado, generalmente subterránea, que
está destinada a servir de refugio durante los bombardeos”. Aunque también hace
referencia a “Grupo, generalmente de ideología de extrema derecha, que se
resiste a cualquier cambio político”. En Argentina su uso más común tiene que
ver con el espacio o escondite donde se vende droga en los barrios, “el bunker
narco”.
En todas las acepciones “el bunker”
está ostensiblemente alejado de cualquier cercanía con el acto – uno de los
mayores - del ejercicio soberano del Pueblo de manifestar su voluntad para
decidir su presente y su futuro. Derecho de elegir y/o ser elegido para
gobernar y dirigir al estado.
Ninguna connotación con la guerra, en
absoluto, con el asesinato, con la destrucción, exterminio o aniquilamiento del
Otro. Esta increíble falsa legitimación de la violencia simbólica o real es antagónica
con la resolución de los conflictos sin violencia, que es justamente y a través
de la política lo que debe sostener un sistema democrático.
El lenguaje JAMAS ES NEUTRO, no es
casual, siempre está producido y promovido desde una motivación, a veces muy
nítida y otras más oscura. Esa permanente invocación a “la guerra”, “al enemigo”
y a refugiarse “en el bunker” no es ni más ni menos que la concepción
ideológica y la práctica política que han tenido históricamente en nuestro país
los sectores dominantes del privilegio desde hace más de 200 años, donde
imposibilitados de imponerse por el debate, la razón o el consenso optaron
implacablemente por la eliminación del Otro, que somos todos los demás. Prueba
de ello, desde los albores dieron por mar con el prócer Mariano Moreno,
fusilaron al primer gobernador electo de la provincia de Bs.As. Cnel. Manuel Dorrego…y
a continuación con una larga lista de horrendos crímenes políticos contra
destacadas figuras, caudillos federales como el gobernador de La Rioja Gral. Facundo
Quiroga, el general Vicente “Chacho” Peñaloza, y antes y después con miles de
otros más anónimos - aunque no menos patriotas - que cayeron bajo la artera
puñalada o el degollamiento impiadoso de los variados mitres y sus
“carniceros”.
Capítulo aparte son los crímenes “civilizatorios”
de los Roca y sus cuadrillas, para repartirse las tierras fecundas de los pueblos
originarios. Luego de los indios vinieron “otros enemigos” los negros, los
gauchos, los inmigrantes sindicalizados. Los muertos y matanzas siempre fueron
del mismo lado “de la grieta”. Bombardeos a la población civil inerme y el
intento de magnicidio contra el Gral. Juan Perón, “enemigo maldito” al que
había que “hacer desaparecer” con todos sus seguidores y hasta sus nombres,
símbolos, obras, herencias y descendencias. Finalmente hasta llegar al más
osado proyecto de desaparición masiva del “enemigo subversivo” en la diabólica
dictadura genocida de los traidores y entregadores de la Patria.
Frente al descalabro social y
económico de la “patria financiera” en el 2001, la receta y los remedios
también fue la violencia brutal e indiscriminada, que produjo 39 muertos en la
mismísima Plaza de la Revolución, a metros del elenco gobernante, formado por
varios de los conspicuos personajes – con apellidos que se repiten cíclicamente
- que hoy encabezan las listas para la sucesión presidencial. Todos ellos
proponiendo, aplaudiendo - y ejecutando en tiempo real en la provincia de Jujuy
- las mismas recetas de odio, racismo y violencia extrema contra mayorías
populares, que son siempre “los enemigos”.
Ésta no tan sutil invocación a “la
guerra”, “la gente en la calle quiere que los maten” “cárcel o bala”, hacen
campaña pública con “la desaparición del kirchnerismo”, “el exterminio” “hasta
que no quede nada” justamente contra la expresión política mayoritaria del
pueblo argentino. Siempre fueron los generadores de la violencia y siempre
pretenden acusar a las víctimas de sus propias muertes.
Luego de promover todo tipo de
persecución mediático-judicial con sus esbirros lawfare de la federación de
deportes ocultos – tenis-paddle-fútbol - en los abrojales de pepinos del Liverpool
- Club o en lagos escondidos y robados de los parques nacionales, luego de
haber intentado la condena del crimen de un suicidado, de “dólares futuros” que
ellos mismos embolsaron, de “las fotocopias de los cuadernos” que nadie sabe quién
garabateó ni nadie pudo nunca ver ni revisar, del fraude judicial “vialidad”, y
luego de variados otros ataques contra “el enemigo” imaginado por un tal
Comodoro Pro Macri, llegó la hora -como siempre - de la manu militari.
Esta estrategia golpista y violenta
llevó así nuevamente a otro intento de magnicidio contra la Vice Presidenta de
la República, hecho brutal y despreciable en su criminalidad, con muy débil
repudio y solidaridad del arco opositor, sin que lo haya criticado – más vale
todo lo contrario - la presidenta del principal partido de oposición, que
casualmente en estas elecciones, pretende ella misma ocupar ese inmerecido
lugar. Todo el andamiaje del pepino judicial se negó ilegalmente a investigar
el magnicidio, mucho menos a sus instigadores, encubridores y financistas,
todos amigos del alma del jefe mafioso de la oposición. En este contexto de
“los enemigos” a los que hay que “desaparecer” resulta intolerable escuchar a
los comunicadores “coacheados” por la prensa de papel prensa re-significar a
los centros, espacios o sitios eleccionarios como “cuartel” o “bunker”.
Los mismos que se sienten cómodos con
“el juego” de mentiras, cinismos y amenazas, desde sus “bunkers” disparan “para
hacer desaparecer la grieta” apuntando contra el gran arco de sus opositores
políticos, son los que aplauden y redoblan el discurso del dictadorzuelo jujeño
que impulsa una reforma (anti)constitucional ilegal e inconsulta para
arrebatarle las tierras ancestrales a los pueblos originales, contestando el
rechazo de éstos “enemigos” con una brutal represión a mansalva. Un patético
Hernán Cortés dispuesto obsesiva y criminalmente al nuevo descuartizamiento de
Tupac Amaru, después de su impune y victorioso raid criminal y racista - con
gran cantidad de muertos - en el golpe de estado contra la Hermana República
Plurinacional de Bolivia.
Las mismas raíces de la violencia
ancestral de los sectores de la clase dominante expropiadora de nuestra riqueza
común de las mayorías populares, nos van ganado “su guerra”, si además de
inocularnos sus ideologías, sus racismos y proyectos dependientes nos imponen
las categorías de su lenguaje, despojándonos también de la herramienta que
tenemos para cambiar el estado de cosas - que es la política - para elegir a
proyectos y gobernantes emancipatorios.
Las elecciones y la democracia NO SON
UN JUEGO y la confrontación política de proyectos de gobierno y de sociedad NO
ES UNA GUERRA donde haya que matar al Otro, ni refugiarse en ningún “bunker”
enemigo. Lo único que deben hacer es confrontar políticas que incluyan las
aspiraciones y derechos soberanos del Pueblo, someterlos a elecciones y ganar
las mismas limpia y legítimamente, si pueden.
*Eduardo Schiel. Abogado, escritor, ensayista. Integrante de la CONADEP. Autor del libro Nunca Más ni Nunca Menos. Fue docente ayudante alumno en derecho constitucional II en la cátedra de la UBA del Dr. Arturo Enrique Sampay (1973/74) presidente de la Convención Constituyente en la Reforma de 1949, y profesor Adjunto en igual cátedra de la UNLZ del Dr. César Arias (1986/87), ministro de justicia y firme impulsor de la reforma constitucional de 1994.
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