Revista Nos Disparan desde el Campanario Año IV Nro. 54… SOCIEDAD La esencia de la existencia… por Gustavo Marcelo Sala
En ocasiones sospecho que existen personas que al proyectar su vida terrenal no logran descifrar e incluir la esencia genial de su existencia.
Se van del mundo sin enterarse de sus
absolutos talentos. Acaso el propio vértigo de la modernidad no permite tal
lectura, y así fabulosos intelectos y humanistas bonhomías van quedando en el
camino tapados por sus debilidades y sometidos por las banalidades de la época.
Desde luego que esto no es privativo
de la contemporaneidad, pero creo que se intensifica debido a que justamente la
oferta de trivialidades se ha potenciado tanto como el individualismo, en sus
dos máximas expresiones, el egocentrismo y el hedonismo.
Estamos muy perturbados, en lo personal soy apenas
un aforismo sin rima, el presente es un pretexto cuando uno en el pasado se lo imaginaba como texto. La
seguimos dejando circular inercialmente sin detectar que ese tiempo terrenal es
una posibilidad cierta de creativa genialidad, no solo desde la originalidad
sino también para mejorar lo preexistente. No hay manera que pueda entenderlo de otro
modo, mi formación sociocultural y política me lo impiden, corrijo, me permiten evitar toda evasión hacia la omnipresencia individual del yo sobre el todes. Sospecho que se trata de un camino en el cual habitan una multiplicidad
de indicaciones, correcciones, advertencias y sugerencias. En este ámbito
lúdico, generoso a los sentidos, pero que en su síntesis real se advierte como
un recinto de expiación, un perímetro de tránsito eventual, acaso un purgatorio
informal, es el lugar en donde uno debe asumir y hacerse responsable de las
razones por las cuales ha obtenido el beneficio de la vida, gracia que no
vislumbro en las lecturas corrientes, renglones que se abstienen a la hora de examinar
y pensar.
Comprendo entonces que vivir, para el
modelo, no es más que una instancia de tránsito, es una suerte de limbo
sibilino, inexplicable e ilegible, hierático. Comunes denominadores que hacen a
una lógica que realmente me asquea por lo egoísta y por lo siniestra. Me tiene
muy sin cuidado que sean fuerzas superiores las que administren esta intriga,
creo que explotar las debilidades humanas para imponer condiciones de manera
subrepticia y apoderarse de lo único que tienen tangible, real, doloroso y
disfrutable, me parece de una perversión absoluta. Uno estaba convencido, o
cuando menos creía, que tales cuestiones solo se daban dentro de las obras trágicas
de la antigüedad griega, licencias monstruosas que hasta eran condonadas por lo
creativas. Nuestra civilización occidental y cristiana no escapa demasiado a
esas definiciones propias del Oráculo, está jugando como inciso cardinal de la tragedia,
para eso, con pretextos universales e infinitos, nos quitaron el ser vital, el
ser cognoscible, el ser sexual, el ser curioso, el ser creativo, el ser
equivocado, falible, conflictivo, improcedente, polémico. Nada de lo que uno diga
perforará el prisma de superioridad moral que nos acordona, la emoción ha sido
extirpada. En párrafos anteriores afirmamos que existen personas que al
proyectar su vida terrenal no logran descifrar e incluir la esencia genial de
su existencia, pues menos lo podrán hacer si el plan es arrancar esa posibilidad
de manera temprana, predeterminando cual profecía. Algo malicioso en extremo
nos priva del SER al nacer, debemos SER lo que el sistema necesita, y por
añadidura, incluso, se nos priva de NO SER eso premoldeado. Estamos entonces obligados a recorrer este sendero con
la infelicidad a cuestas. No tiene sentido ser testigo bajo las condiciones de
una ausencia sin espera.
*Texto editado de la novela
existencialista Et immatura mors, expiración inmadura
*Gustavo Marcelo Sala. Editor. Escritor
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