Revista Nos Disparan desde el Campanario Año IV Nro. 54 LITERATURA Discurso sobre el espíritu positivo de Auguste Comte PDF
Auguste Comte (Isidore Marie Auguste François Xavier Comte) fue un filósofo francés, considerado el creador del positivismo y de la sociología. Creó la palabra altruismo en función de lo cual vivió: dio clases gratis de astronomía y escribió una enciclopedia de varios tomos. Su filosofía tuvo gran influencia, incluso en la fundación de países, como es el caso de Brasil, en cuya bandera se lee orden y progreso, parte de la tríada filosófica de Comte.
Sintiendo la necesidad de una
regeneración universal, al mismo tiempo político que religiosa, por la
deficiencia de estos dos poderes, Auguste Comte propone el positivismo y da
origen a la sociología. Entre sus obras literarias se encuentra El
discurso sobre el espíritu positivo, siendo ésta una de las más importantes
dentro de su producción filosófica por ser en la que expone algunos elementos
de su propuesta del nuevo orden social para el progreso de la humanidad y por
justificar las razones de la superioridad del espíritu positivo.
La obra se divide en tres partes: la superioridad mental del espíritu
positivo, la superioridad social del espíritu positivo y condiciones
de advenimiento de la escuela positiva. Abordaré en el presente escrito
solamente la parte segunda, destacando las repercusiones del espíritu positivo
en la sociedad y mostrando algunos elementos de su sociología.
No bastando la teoría, ante la imposibilidad de conservar el régimen antiguo y
la necesidad creciente del orden social, Comte expone cómo llevar a la
práctica las leyes establecidas para el progreso. Las transformaciones han ido
lentas por falta de una filosofía verdaderamente propia; el espíritu teológico
y el metafísico han truncado dicho desarrollo y ha suscitado el desarrollo de
una escuela intermedia, destinada sobre todo a recordar directamente el
conjunto de la cuestión social, y es la filosofía positivista, la apropiada
para realizar esa gran combinación del espíritu del orden con el espíritu del
progreso, siendo ésta superior a los poderes existentes hasta entonces.
Así pues, Auguste propone el espíritu positivo como la única base posible
de una resolución verdadera de la honda anarquía intelectual y moral que
caracteriza sobre todo a la gran crisis moderna. Filosofía que lleva siempre a
establecer una exacta armonía elemental entre las ideas de existencia y las del
movimiento, siendo el orden la condición fundamental del progreso y este, el
fin necesario del orden.
Respecto al orden, Comte muestra que las principales dificultades sociales no
son políticas, sino sobre todo morales, de manera que la solución posible
depende de las opiniones y las costumbres mucho más que de las
instituciones. El sentimiento del orden, es, en una palabra, naturalmente
inseparable de todas las especulaciones positivas[2], lo cual
significa que debe recabar todos los datos de los diversos aspectos de la vida,
encontrando la solución en la sociedad más que en cualquier otro poder o
institución.
Mientras que el progreso, un avance
continuo hacia un fin determinado, es resultado del conjunto de la evolución
anterior y debe hacerse después de una exacta apreciación general de
lo que constituye sobre todo este continúo mejoramiento de nuestra naturaleza,
principal objeto del adelanto humano. El destino de dicho progreso, es nuestra
existencia entera, personal y social, con el mejoramiento continuo de de la
condición humana y de la propia naturaleza.
La
filosofía positivista, deberá hacer prevalecer cada vez más los atributos
eminentes que distinguen la humanidad de la mera animanidad. Su valor depende
ante todo de su plena realidad científica, es decir, de la exacta armonía que
establece siempre, entre los principios y los hechos, tanto de los fenómenos
sociales como de todos los demás.
Según Comte, el espíritu positivo puede representar las grandes épocas
históricas como otras fases determinadas de una misma evolución fundamental y
puesto que la doctrina que haya explicado suficientemente el conjunto del
pasado obtendrá inexorablemente, por consecuencia de esta única prueba, la
presidencia mental del porvenir. Postula al positivismo como esa doctrina,
teniendo la supremacía sobre cualquier otra ciencia o corriente filosófica y
la responsable del orden y progreso social.
Otro elemento importante es el de la moral humana, el cual estaba en poder de
los dos espíritus dominantes, los cuales no podían darle su dignidad y
universalidad convenientes a su naturaleza (reconoce que el catolicismo
contribuyó a su independencia pero por considerarlo retrograda en la edad
moderna, lo considera incapaz de sostener la moral humana). Y el positivismo es
propuesto como el único capaz de consolidar una moral puesto que el espíritu
metafísico ha tenido que disolver activamente la moral y el espíritu teológico
ha perdido la fuerza para preservarla, por lo cual, el espíritu positivista,
tiene las facultades para sistematizar los principios de las reglas de conducta
y llevarlas a la práctica.
Reconoce que hay una antipatía creciente y una impotencia para proteger las
reglas morales fuera de la teología o la política y que no se reconoce la
posibilidad de consolidar dichas bases desde la propia humanidad, sin embargo,
no existe, pues, ninguna alternativa duradera entre fundar por fin la
moral sobre el conocimiento positivo de la humanidad, y dejarla descansar en el
mandamiento sobrenatural. Está claro que Comte se inclina por la primera
alternativa puesto que el espíritu positivo puede combatir las diversas
aberraciones, principalmente las que emanan de las divagaciones religiosas, y
proponer convicciones profundas y activas, verdaderamente susceptibles de
sostener el choque de las pasiones y accesibles a todas las inteligencias a
partir de la vida común.
Es propio
de la filosofía positivista, estimular y consolidar el sentimiento del
deber, desarrollando siempre el espíritu de colectividad, que se encuentra naturalmente
ligado con él. Este sentimiento es la base primera y necesaria para
toda moral sana partiendo del individuo pero no quedándose en
el yo sino conduciendo a la colectividad, contribuyendo a la
formación de la sociedad humana, mediante esa aglomeración de individuos. Es
directamente social, el espíritu positivo, para él no existe el hombre sino
sólo la humanidad y por ello resalta continuamente el vínculo de cada uno
de todos, en una multitud de aspectos diversos, de manera que se haga involuntariamente
familiar el sentimiento íntimo de la solidaridad social.
Por lo tanto, el hombre, ser de la humanidad, sólo puede alcanzar su deseo de
eternidad en la sociedad y es arrastrado a incorporarse continuamente a la
colectividad por ese sentimiento social, prescindiendo de cualquier espíritu
teológico o político y asumiendo cómo norma de vida las leyes del espíritu
positivo.
Fuente: http://textosfil.blogspot.com/2011/09/auguste-comte-discurso-sobre-el.html
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