Revista Nos Disparan desde el Campanario Año IV Nro. 53 POLÍTICA ¿Qué es la libertad?.. por Hannah Arendt
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Fuente: Bloghemia
"La verdad es que el automatismo es inherente a todos los procesos,
más allá de su origen; ésta es la razón por la cual ningún acto singular,
ningún evento singular, puede en algún momento y de una vez para siempre,
liberar y salvar al hombre, o a una nación, o a la humanidad."
Hannah Arendt
Las fuertes tendencias antipolíticas
de la temprana cristiandad son tan familiares que la idea de que un pensador
cristiano haya sido el primero en formular las implicaciones políticas de la
antigua noción política de la libertad, nos parece casi paradójica.
La única explicación que viene a la
mente, es que Agustín era romano tanto como cristiano, y que en esta parte de
su trabajo formuló la experiencia política central de la Antigüedad romana, que
era que, la libertad como comienzo deviene manifiesta en el acto de fundación.
Pero estoy convencida de que esta impresión se modificaría considerablemente si
lo dicho por Jesús de Nazareth fuera tomado más seriamente en sus implicaciones
filosóficas. Encontramos en estas partes del Nuevo Testamento una extraordinaria
comprensión de la libertad, y particularmente del poder inherente a la libertad
humana; pero la capacidad humana que corresponde a este poder, que —en palabras
del Evangelio— es capaz de remover montañas, no es la voluntad sino la fe. El
ejercicio de la fe, en realidad su producto, es lo que el Evangelio llama
"milagros", una palabra con diversos significados en el Nuevo
Testamento, y por lo tanto difícil de comprender. Podemos soslayar aquí las
dificultades y referimos únicamente a aquellos pasajes donde los milagros son
claramente, no eventos sobrenaturales, sino sólo lo que todos los milagros,
aquellos protagonizados ya sea por hombres o por agentes divinos, deben ser
siempre interrupciones de alguna serie natural de eventos, o de algún proceso automático,
en cuyo contexto se constituyen como lo totalmente inesperado.
No hay duda de que la vida humana,
situada en la Tierra, está rodeada de procesos automáticos —por los procesos
naturales de la Tierra, que a su vez, están rodeados de procesos cósmicos, y
hasta nosotros mismos somos conducidos por fuerzas similares en tanto somos
también parte de la naturaleza orgánica. Más aún, nuestra vida política, a
pesar de ser el reino de la acción, también se ubica en el seno de procesos que
llamamos históricos y que tienden a convertirse en procesos tan automáticos o
naturales como los procesos cósmicos, a pesar de haber sido iniciados por los
hombres.
La verdad es que el automatismo es
inherente a todos los procesos, más allá de su origen; ésta es la razón por la
cual ningún acto singular, ningún evento singular, puede en algún momento y de
una vez para siempre, liberar y salvar al hombre, o a una nación, o a la
humanidad. Está en la naturaleza de los procesos automáticos a los que está
sujeto el hombre, pero en y contra los cuales puede afirmarse a través de la
acción, el que estos procesos sólo pueden significar la ruina para la vida
humana. Una vez que los procesos producidos por el hombre, los procesos
históricos, se han tornado automáticos, se vuelven no menos fatales que el
proceso de la vida natural que conduce a nuestro organismo y que, en sus
propios términos, esto es, biológicamente, va del ser al no- ser, desde el
nacimiento a la muerte. Las ciencias históricas conocen muy bien esos casos de
civilizaciones petrificadas y desesperanzadamente en declinación, donde la
perdición parece predestinada como una necesidad biológica; y puesto que tales
procesos históricos de estancamiento pueden perdurar y arrastrarse por siglos,
éstos llegan incluso a ocupar lejos el espacio más amplio en la historia
documentada; los períodos de libertad han sido siempre relativamente cortos en
la historia de la humanidad.
Lo que usualmente permanece intacto
en las épocas de petrificación y ruina predestinada es la facultad de la
libertad en sí misma, la pura capacidad de comenzar, que anima a inspira todas
las actividades humanas y constituye la fuente oculta de la producción de todas
las cosas grandes y bellas.
Pero mientras este origen, permanece
oculto, la libertad no es una realidad terrenalmente tangible, esto es, no es
política. Es porque el origen de la libertad permanece presente aun cuando la
vida política se ha petrificado y la acción política se ha hecho impotente para
interrumpir estos procesos automáticos, que la libertad puede ser tan
fácilmente confundida con un fenómeno esencialmente no político; en dichas
circunstancias, la libertad no es experimentada como un modo de ser con su
propia virtud y virtuosidad, sino como un don supremo que sólo el hombre, entre
todas las criaturas de la Tierra, parece haber recibido, del cual podemos
encontrar rastros y señales en casi todas sus actividades, pero que, sin
embargo, se desarrolla plenamente sólo cuando la acción ha creado su propio
espacio mundano, donde puede por así decir, salir de su escondite y hacer su
aparición.
Cada acto, visto no desde la
perspectiva del agente sino del proceso en cuyo entramado ocurre y cuyo
automatismo interrumpe, es un "milagro", esto es, algo inesperado. Si
es verdad que la acción y el comenzar son esencialmente lo mismo, se sigue que
una capacidad para realizar milagros debe estar asimismo dentro del rango de
las facultades humanas. Esto suena más extraño de lo que en realidad es. Está
en la naturaleza de cada nuevo comienzo el irrumpir en el mundo como una
"infinita improbabilidad", pero es precisamente esto
"infinitamente improbable" lo que en realidad constituye el tejido de
todo lo que llamamos real. Después de todo, nuestra existencia descansa, por
así decir, en una cadena de milagros, el llegar a existir de la Tierra, el
desarrollo de la vida orgánica en ella, la evolución de la humanidad a partir
de las especies animales.
Desde el punto de vista de los
procesos en el Universo y en la Naturaleza, y sus probabilidades estadísticamente
abrumadoras, la aparición de la existencia de la Tierra a partir de los
procesos cósmicos, la formación de la vida orgánica a partir de los procesos
inorgánicos, la evolución del hombre, finalmente, a partir de los procesos de
la vida orgánica, son todas "infinitas improbabilidades", son
"milagros" en el lenguaje cotidiano. Es debido a este componente
milagroso presente en la realidad que los eventos, sin importar cuan
anticipados estén en el miedo o la esperanza, nos impactan con un shock de
sorpresa una vez que han sucedido.
El impacto de un acontecimiento no es
nunca completamente explicable, su facultad trasciende en principio toda
anticipación. La experiencia que nos dice que los acontecimientos son milagros
no es ni arbitraria ni sofisticada es, por el contrario, de lo más natural, en
realidad, en la vida cotidiana, es casi un lugar común. Sin esta experiencia
corriente, la parte asignada por la religión a los milagros sobrenaturales
sería poco menos que incomprensible.
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