Revista Nos Disparan desde el Campanario Año IV nro. 53 ARQUITECTURA. Palacio de los Patos.. por Guillermo F. Sala

 

Palacio de los Patos – Arq. Henri Aziere/Arq. Julio Senillosa



Cuando se inauguró el edificio Los Patos eran tiempos de crisis a nivel mundial, el "crack" del 29 dejó un tendal de personas que perdieron todo o mucho de su patrimonio. En Argentina el cimbronazo se sintió y muchas familias “patricias” se quedaron solo con la estirpe pero con poco efectivo.

En un viaje por Europa, Alfredo Miguel Chopitea, perteneciente a la estirpe terrateniente local,  se encandiló con un edificio francés, buscó al arquitecto -que lo había diseñado que era Henri Azière- y lo contrató para que hiciera los planos para la construcción de un edificio en Buenos Aires.

 




Como era costumbre, los arquitectos europeos enviaban sus planos pero rara vez se trasladaban hasta Buenos Aires, así que se hacía necesario contratar a un arquitecto o constructor local para que se hiciera cargo de realizarlo. Chopitea le dio las dimensiones del terreno y para completar la tarea contrató al arquitecto Julio Senillosa, que además era su primo.

En el proyecto original los departamentos eran todos de gran tamaño, y lo atravesaba una calle. Senillosa tuvo que rediseñar los espacios de aire y luz, la calle se transformó en un patio y se dividieron algunos departamentos, aumentando así el número de viviendas hasta llegar a las 144 que tiene hoy.

De lo diseñado por el arquitecto francés solo se conservó la típica fachada francesa, la simetría y los patios. Sobre un terreno de 4.400 metros cuadrados se dejaron libres 1.400, cuando en esos tiempos lo habitual era edificar en el total del terreno para sacarle más provecho.



En total hay nueve patios principales, pero el central ocupa una superficie de 386 m2 y tiene un elegante reloj de cuatro caras que es uno de los emblemas del edificio. A ambos lados del patio central se distribuyen cuatro patios interiores que, con sus respectivos corredores, unen los distintos cuerpos de departamentos en que está dividido el edificio. Quedan otros cuatro patios internos encerrados por los mismos cuerpos, que proporcionan aire y luz a las unidades que dan a ellos. Todos los patios tienen jardines y elementos de decoración. El tamaño de los departamentos varía, desde los que tienen dos habitaciones hasta los mayores, con siete ambientes.

Los departamentos están agrupados en seis cuerpos, cada uno con planta baja y seis pisos. En toda la planta baja hay 24 unidades y en cada uno de los pisos, 20 unidades. Los departamentos son de techos altos y dimensiones generosas. Salvo las unidades pequeñas, en todas existen dependencias de servicio y las cocinas son relativamente pequeñas porque las comidas eran servidas en el salón comedor. La estructura del edificio fue construida de cemento armado (el hormigón fue muy posterior).



No hay datos de donde se trajeron los materiales pero probablemente la mayoría provino de Europa: como el reloj, los mosaicos blancos, negros y rojos, el mármol de las seis escaleras o los vitrales en las 245 puertas.

Los primeros inquilinos llegaron mientras se estaba terminando la obra y en abril de 1929 ya vivían allí 53 familias. El buen gusto del estilo atrajo a familias de clase alta y media alta, con problemas económicos temporales. De allí surge el "sobrenombre" del edificio (Palacio de los Patos): en la Buenos Aires del 30, a los que no tenían dinero, se les decía que estaban "secos como un pato".

Juan José Sebreli, con una particular mirada, en su libro “Buenos Aires. Vida cotidiana y alienación”, dice respecto al Palacio: "El fetichismo domiciliario llega a extremos que hasta hace poco tiempo existían determinadas casas de departamentos -la más famosa es el enorme edificio de la calle Ugarteche al 3000, conocido en el folklore local con el significativo nombre del Palacio de los Patos- con alquileres baratos, pero convencionalmente aptos para gente elegante, por lo cual constituían verdaderos refugios para las familias-bien-venidas-a-menos. Entre sus habitantes se contó la viuda de Sáenz Peña"

En la visión de  Arturo Jaureche en “El medio pelo argentino” dice: “En el más alto nivel de la clase media había un grupo característico de la época. Eran los habitantes del llamado 'Palacio de los Patos', sito en la esquina de Ugarteche y Cabello. En general, la gente que allí vivía provenía del desclasamiento de la clase principal, pero no hacía el juego de simular su pertenencia a la alta sociedad porteña: sacando fuerza de flaqueza ese grupo social marcaba la distinción de su origen, pero aceptando su situación de venido a menos económicamente. De ahí el nombre que humorísticamente atribuyó al lugar de su residencia, marcando la existencia de un status particular que le permitía diferenciarse de otros niveles de la clase media, pero no intentando vivir una vida de simulación; era aquella de 'pobre pero honrado', que se glosaba en 'pobre pero bien nacido'. Lo que se exhibía era cierto”.



También Jorge Luis Borges refiere a este Palacio ya que se supone que se inspiró en él para su cuento “El inmortal”, perteneciente a su libro “El Aleph”. “Un laberinto es una casa labrada para confundir a los hombres, su arquitectura pródiga en simetrías, está subordinada a ese fin”, son las palabras del escritor que definen a la perfección este palacio.

Debido a la sanción de las leyes de Propiedad Horizontal de 1949 y el Congelamiento de Alquileres, las casas de renta dejaron de ser un buen negocio. Y a partir de 1956, los departamentos comenzaron a ponerse en venta y, en su gran mayoría, los inquilinos aceptaron la oferta porque el precio y las condiciones eran muy convenientes. Inclusive se ofrecía la financiación de la compra.

Nunca hubo en el "Palacio..." avisos ni de alquiler, ni de venta. Es más, el lugar era tan codiciado que se armó una lista de espera, lo que continua hasta la actualidad.

Muchos vecinos ilustres vivieron y viven en el edificio. La actriz Luisa Vehil, el "Les Luthiers" Daniel Rabinovich, el artista Luis Benedit y, desde hace pocos años, hasta el mismísimo Charly García, así como el recordado Adolfo Castelo.

 


*Guillermo F. Sala. Arquitecto

 

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