Revista Nos Disparan desde el Campanario Año IV Nro. 53 ARQUITECTURA. El Palacio Barolo … por Guillermo F. Sala

 

Introducción

A principios del Siglo XX Buenos Aires era uno de las ciudades con significativas muestras de ostentación de las clases altas en el mundo. Para esa época la ciudad sufría grandes cambios urbanos influenciados por la moda francesa en urbanismo y arquitectura. El resultado fue una gran colección de palacios majestuosos, cuyo legado arquitectónico sigue embelleciendo de alguna forma las calles porteñas.

Intentaré entusiasmar en el descubrimiento de estos espacios, que muestran la visión al inicio del Siglo XX de la impronta que se deseaba de Buenos Aires, como puerta de salida a los recursos extractivos de la Argentina, de los que una clase social específica, encontró su ideario. Empezaremos por un edificio con un simbolismo propiciado por la inmigración.



El Palacio Barolo, un tributo literario – Arq. Mario Palanti

 


 

 

La literatura y su simbología plasmadas en los rasgos arquitectónicos lo convierten en una auténtica reliquia urbana.

Luis Barolo fue un productor agropecuario italiano que arribó a la Argentina en 1890. En el centenario de la revolución de Mayo, conoció al Arq. Mario Palanti (1885-1979), a quien contrató para realizar el proyecto de un edificio que tenía en mente.

Barolo había ideado un homenaje de grandes dimensiones al poeta Dante Alighieri. A tal punto que se pensaba traer las cenizas del Dante que descansaban en Ravena.  Para su construcción fue necesario pedir un permiso especial ya que superaba casi cuatro veces la altura máxima permitida a los edificios de la zona. Logró una concesión especial otorgada dada por el intendente Luis Cantilo en 1921, el Rodríguez Larreta de la época.  El solar donde se emplazó está en Av. De Mayo 1370.

 

 



Fue el primer edificio argentino construido con hormigón armado; las escaleras tienen 1410 peldaños revestidos con mármol de Carrara y están decoradas con herrajes, vitraux, lámparas y molduras. Las paredes y columnas fueron cubiertas por granito.

En 1923 nació simbólicamente este edificio inspirado en La Divina Comedia de Dante Alighieri; cuya construcción de 22 pisos remiten a las 22 estrofas que tiene cada verso. A estos 22 se sumaron dos subsuelos y una cúpula. De esta manera, el edificio alcanzaba una altura de 90 metros. Aún así, faltaban diez metros para llegar a los 100, número que representa la cantidad de cantos totales de la obra, por lo que se agregó un faro giratorio.

Claro que el faro no se trató de un simple agregado, sus 300 mil bujías lo hacían visible desde el Uruguay. La bujía era una medida de intensidad lumínica en desuso en la actualidad.

Tampoco es un detalle menor que, gracias a estos 100 metros alcanzados, el Barolo fuese por 13 años el edificio más alto de la Ciudad de Buenos Aires hasta la construcción del Kavanagh, en 1935

Incluso, una fábrica propia lo abastecía de energía. En la década de 1920, esto lo convirtió en lo que hoy llamamos un “edificio inteligente”.

La división general del palacio y de la Divina Comedia representan las tres partes de la creación de Alighieri: infierno, purgatorio y cielo.

La planta baja es el Infierno, los primeros catorce pisos el Purgatorio y los siguientes son el Paraíso; el faro representa a Dios.

Las nueve bóvedas de acceso representan pasos de iniciación (nueve son las jerarquías infernales). La mayoría de los cantos del poema del Dante tienen once o veintidós estrofas: los pisos del edificio están divididos en once módulos, veintidós módulos de oficina por bloque.

 


 

La cúpula se inspira en un templo hindú, dedicado a la religión tantra, y representa la unión entre Dante y Beatriz Portinari, quien fue su amada e inspiradora. Ellos nunca tuvieron cercanía ni contacto, ya que sólo fue un “juego de miradas e insinuaciones” no concretadas.

Los entendidos dicen también que éste es el mayor ejemplo local de la «arquitectura esotérica» de principios del siglo XX.

En 1923 anunció a la ciudad el resultado de la histórica pelea de boxeo entre Luis Angel Firpo y Jack Dempsey por el título mundial de peso pesado que se realizaba en Madison Square Garden, Nueva York.

Similar sentido celebratorio se reitera en el palacio Salvo de Montevideo. Dicha creación es resultante de un concurso del año 1922, declarado en primer término desierto y luego adjudicado a Palanti. De mayor altura, repite las constantes del Palacio Barolo: un cuerpo de base sobre la plaza y una atalaya que se eleva – en este caso en esquina – con una decoración similar de haces superpuestos coronados con una cúpula-faro que trata de dar al edificio una escala geográfica.

Palanti pretendía enmarcar lumínicamente el acceso a la desembocadura del Río de la Plata, como bienvenida a los visitantes extranjeros que llegaban en barco desde el Atlántico. Por eso construyó un edificio gemelo, ubicado en la arteria principal de Montevideo, la Avda. 18 de Julio: el Palacio Salvo.

Calificado por el autor como un “rascacielo latino”, el Barolo y su mellizo  uruguayo Salvo son representativos de una actitud arquitectónica impregnada de prefiguraciones oníricas, de gestos únicos e ideales heroicos, dentro del espíritu del “resurgimiento”.

En planta baja del Barolo funcionó hasta su desaparición, la agencia de noticias “Saporitti”. En la actualidad es un edificio exclusivamente de oficinas. Hay visitas guiadas de empresas turísticas durante todo el año, aunque recomiendo visitarlo personalmente e ir descubriendo en forma personal los distintos hitos de la obra del Dante.

 

 


*Guillermo F. Sala Arquitecto

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