Revista Nos Disparan desde el Campanario Año IV Nro. 53 Multipolaridad, Bancos y Desdolarización… por Alejandro Marcó del Pont
Fuente: El Tábano Economista
https://eltabanoeconomista.wordpress.com/
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En un mundo de libre comercio y democracia,
no hay incentivo para la guerra
(Ludwig von Mises)
El 28 de febrero del 2022, Estados
Unidos cometió uno de los errores económicos más destacado e insensatos de su
historia. Prohibió a las entidades estadounidenses cualquier operación con el
Banco Central de Rusia, además de congelar todos los activos en dólares, lo que
le impidió al Banco Central de Rusia acceder a sus reservas en dólares en el
mundo. Como si esto fuera poco, también le impidió a cualquier institución
financiera o empresa estadounidense hacer transacciones u operaciones con el
Banco Central de ese país. Se estima que los montos congelados son más de
300.000 millones de dólares.
Semejante despropósito alertó a los
países del Sur Global, que depositan confiadamente sus superávit comerciales en
dólares o bonos del tesoro americano. Hasta los últimos días de febrero la
famosa frase de Warren Buffett, «No pongas todos tus huevos en la
misma cesta», carecía de validez con respecto a la seguridad de los depósitos
de dólares o bonos del tesoro americano. Dueños de la máquina de imprimir
billetes verdes, el reintegro de los fondos invertidos en ese país no gozaba de
riesgo alguno; más o menos devaluados, los dólares volverían a sus
depositantes. Por otro lado, la probabilidad que las reservas de la mayor
potencia atómica mundial fueran congeladas o confiscadas parecía irracional.
Ahora imaginemos la deducción del Sur Global, si EE.UU. puede congelar los
fondos a Rusia, qué queda para el común de los países del mundo sin la más
mínima ojiva nuclear. La idea es realmente disparatada, pero sucedió.
Más temprano que tarde los países
comenzaron a imaginar una salida alternativa a sus excedentes. La creación de
una moneda alternativa, que sería una de las opciones, es el tema más complejo,
como veremos. Las necesidades son más perentorias y operativas, por lo que se
llevaron a cabo con extremada rapidez, como los convenios bilaterales en
monedas locales. La patada inicial la dio Arabia Saudí, al aceptar yuanes en
lugar de dólares, por la venta de petróleo a China. La economía asiática compra
más del 25% del petróleo que exporta la nación árabe. Si se cotizan en
yuanes, esas ventas impulsarían la posición de la moneda china. Los saudíes
también están estudiando la posibilidad de incluir contratos de futuros en
yuanes, conocidos como petroyuanes. Rusia cerró el convenio
rublo-rupia con India, lo mismo hizo con Irán y este con China, mientras Brasil
coquetea con la misma idea y Argentina activó un añejo swap con China
para pagar en yuanes una parte de las importaciones de ese país.
Es indudable que la imposición de
sanciones económicas a Rusia empleadas por los gobiernos –prohibición de
importaciones de energía; tope al precio del petróleo; confiscación de las
reservas de divisas; cierre de los sistemas de liquidación bancaria
internacional– ha acelerado el alejamiento del dólar y del euro.
A pesar de esta idea, Christine
Lagarde, directora del Banco Central Europeo, en su discurso
ante el Consejo de Relaciones Exteriores de EE.UU. en Nueva York,
destacó que si bien hay una tendencia a sustituir monedas, aún está lejos de
cambiar drásticamente el orden financiero mundial. “Estos desarrollos no
apuntan a ninguna pérdida inminente de dominio del dólar estadounidense o el
euro. Hasta el momento, los datos no muestran cambios sustanciales en el
uso de las monedas internacionales. Pero sí sugieren que el estatus de
moneda internacional ya no debería darse por sentado”.
Y la presidenta del Banco Central
europeo tiene razón, es decir, las cuatro monedas más importantes del mundo,
dólar americano, euro, libra esterlina y yen japonés, siguen manteniendo más
del 90% de las transacciones y reservas de valor. También es evidente que parte
de las reservas en dólares estadounidenses de los bancos centrales se ha
reducido en 12 puntos porcentuales desde el cambio de siglo, del 71% en 1999 al
58.4% en cuarto trimestre del 2022.
Las principales monedas siguen
manteniéndose, el dólar estadounidense no está siendo reemplazado por el euro,
ni por el yen, ni siquiera por el yuan chino, sino por un lote de monedas
menores. La distribución interna de monedas dentro de las que tiene más del 90%
aceptación, hay un aumento de lo que el FMI denomina «monedas de reserva no
tradicionales», definidas como aquellas distintas de las «cuatro grandes» a
saber, el dólar australiano, el dólar canadiense, el yuan, el won coreano, el
dólar de Singapur y la corona sueca. Todo esto sugiere que el cambio en la
fortaleza de las monedas internacionales tras la guerra de Ucrania no está
siendo hacia un bloque Oeste-Este, como argumenta la mayoría, sino hacia una
fragmentación de las reservas de divisas.
En las últimas décadas, China ya ha
multiplicado por 130 su comercio bilateral de bienes con los mercados
emergentes y las economías en desarrollo, y el país también se ha convertido en
el principal exportador mundial. Investigaciones reciente indican que existe
una correlación significativa entre el comercio de un país con China y sus
tenencias de yuanes como reservas. Los nuevos patrones comerciales también
pueden dar lugar a nuevas alianzas. Un estudio realizado por Oxford Economic
Policy encuentra que las alianzas pueden aumentar la participación de una
moneda en las tenencias de reserva del socio
en aproximadamente 30 puntos porcentuales.
El enfrentamiento entre China y
EE.UU. ha mostrado una paridad de la capacidad económica de China al igualar a
la economía americana, así como los BRICS superaron al PBI del G7, además de
competir en el comercio, la inversión globales, lo que dan muestra de las
implicaciones del aparente debilitamiento del dominio hegemónico de la economía
estadounidense y del dólar en la economía mundial, indicando la evolución hacia
una economía global “fragmentada y multipolar”, en la que a futuro ninguna
potencia económica dominaría el comercio, la inversión o las monedas mundiales.
Todo esto podría crear una
oportunidad para ciertos países que buscan reducir su dependencia de los
sistemas de pago y marcos monetarios occidentales, ya sea por razones de
preferencia política, dependencias financieras o por el uso de sanciones
financieras en la última década. La evidencia apunta, incluidas las
declaraciones oficiales, a que algunos países tienen la intención de aumentar
el uso de alternativas a las principales monedas tradicionales para facturar el
comercio internacional, como el yuan chino o la rupia india. Y también, según
Christine Lagarde, “estamos viendo una mayor acumulación de oro como activo de
reserva alternativo, posiblemente impulsado por países con vínculos
geopolíticos más estrechos con China y Rusia”.
Esta última parte tiene que ver con
la necesidad de crear una moneda alternativa, un sistema financiero alternativo
al SWIFT que, desde 2014, Rusia ha desarrollado para uso nacional y
transfronterizo, con más de 50 bancos en una docena de países usándolo el año
pasado. Desde 2015, China ha establecido su propio sistema para liquidar pagos
en yuanes, un mercado de bonos atractivo para depositar los excedentes y
calificadoras de riego del lado euroasiático. Todo esto lleva más tiempo, así
como la creación de bancos alternativos al FMI o al Banco Mundial para sortear
las condiciones y condicionalidades que ellos imponen.
El Nuevo Banco de Desarrollo, creado
en 2015 por los llamados BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), es un
ejemplo. Hay mucho ruido a su alrededor, tanto como para creer que puede
proporcionar un polo alternativo de crédito a las instituciones internacionales
antes nombradas. Según Patrick
Bond, “el papel de los BRICS en las finanzas globales se resume en ‘hablar
a la izquierda, caminar a la derecha” como demuestra su vigoroso apoyo al
sistema financiero al congelar la cartera rusa a principios de marzo del 2022,
ya que, de lo contrario, no habría conservado su calificación crediticia
occidental de AA+. Y Rusia es accionista del 20% de dicho banco.
Desde el punto de vista comercial
integrado en el área de moneda, los países occidentales están actuando como
proteccionistas con la imposición de aranceles, sanciones, precios máximos,
restricciones de comercio, mientras los chinos ahora están siendo los gendarmes
del libre comercio, como ocurrió a lo largo de la historia, quien tiene la
potencialidad comercial para vencer a los demás necesita del relato de la libre
competencia. Pero este cambio transformador, esta economía de bloques que
compiten por atraer a la mayoría de los países de su lado, tiene que ver con el
cambio de la globalización a la regionalización.
La seguridad de los suministros ha
convertido a su cadena en punto central de interés estratégico, no solo los
suministros tienen que estar cerca, asegurados, sino tener un flujo constante.
Por eso la globalización creada por las multinacionales se convirtió en
regionalización, la idea del nacionalismo económico difundido por Trump se
transformó en la “vuelta a casa” de los demócratas, asfixiando a Europa con la
Ley de combate a la inflación, la guerra Ucrania, la desindustrialización y la
pérdida total de la autonomía estratégica. Lo que era un compromiso con China,
mientras pertenecía a la lógica de la globalización con trabajo barato, se
convirtió en contención a partir del 2020 y derivó en confrontación directa en
2023.
Si bien cada batalla, en el comercio,
en lo tecnológico o en las monedas, es embrionaria, no es menos cierto que esta
guerra, esta transformación mundial en bloques, ha incluido en el juego a
África y Latinoamérica como componentes centrales de la seguridad de
suministros. Aquí Brasil pasa a jugar un papel central, al igual que Argentina,
con la capacidad de exportar alimentos, energía y minerales. Vaca Muerta, el
pre-sal, el litio, son partes de la estrategia americana y china.
Brasil juega una carta central en
este disputa, un poco más compleja porque depende de sus políticas
interna-externa. Lula navega en la dualidad, que, de hecho, no es para nada
simple. Tratar de surfear la ola sacando ventaja de ambos bandos es complicado,
y al parecer está la lógica de un doble discurso, como durante 2006-2010, no
parece tener asidero en la actualidad. La ambigüedad interna se refleja en las
decisiones externas que se repitió durante el viaje presidencial a Pekín. Lula
se enfrentó a Estados Unidos al hablar de rechazo al dólar en las transacciones
internacionales, exaltó posibles inversiones chinas en Brasil y atacó al FMI
por ahogar a la Argentina. Pero, en el mismo viaje, el gobierno decidió no
adherirse a la Nueva Ruta de la Seda, formada por 147 países, lo que vincularía
lo dicho a través de los micrófonos con el mundo real. ¿Por qué?
Días después, antes las críticas de
Washington, de los líderes de la Unión Europea y de los medios brasileños a
Lula por haber denunciado que tanto Kiev como Moscú son responsables de
la guerra en Ucrania, tanto el presidente como la diplomacia brasileña dieron
varios pasos atrás. En Portugal, Lula se apresuró a señalar que nunca habló de
responsabilidades equivalentes y dio instrucciones a Celso Amorim -canciller de
facto- para que visite Kiev en las próximas semanas.
El golpe de Estado de 2016, la prisión
de Lula, las contrarreformas laboral, previsional y de la enseñanza media, el
congelamiento del déficit, la independencia del Banco Central, el intento de
golpe más reciente y 58 millones de votos en segunda vuelta electoral de
Bolsonaro, son solo una muestra de las condicionalidades al líder del PT. Ambas
restricciones políticas, tanto internas como externas, son de EE.UU., pero
dependiendo de lo que haga Lula, las limitaciones serán para América del Sur.
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*Alejandro Marcó del Pont, Licenciado en Economía de la UNLP. Autor y editor del sitio especializado en temas económicos El Tábano Economista, columnista radial, analista.
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