Revista Nos Disparan desde el Campanario Año III Nro. 52 La Fragmentación Económica… por Alejandro Marcó del Pont
Fuente: Sitio El Tábano Economista
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La economía es extremadamente útil
como forma de empleo para los economistas
(J. K. Galbraith)
Según muchos organismos
internacionales, las tensiones geopolíticas plantean la posibilidad de que la
competencia estratégica y las preocupaciones por la seguridad
nacional puedan triunfar sobre los beneficios económicos compartidos del
comercio mundial, los cuales solo son ciertos para los neoliberales, pero el
pretexto de la seguridad nacional ha sido un determinante central en el juego
el comercio.
Las interdependencias entre las
economías significan que tal perspectiva sería muy costosa para el mundo, para
los países pobres en particular, y para Asia en especial. Por ejemplo,
alrededor de la mitad de las importaciones en los Estados Unidos y un tercio en
Europa provienen de Asia. Y, a su vez, los países asiáticos representan
casi la mitad de la demanda mundial de productos básicos, una unión comercial
mundial que funciona como un dominó, en caso de que algunas de sus piezas se
derrumben.
El escenario de fragmentación
que propone el modelo del FMI es uno en el que se interrumpe
el comercio entre bloques comerciales en sectores que recientemente han visto
un aumento en las restricciones, como la energía –Europa– y la tecnología
–China– donde las barreras no arancelarias en otros sectores se elevan a
niveles de la Guerra Fría. Para hacer esto, y con fines meramente
ilustrativos, el organismo dividió en bloques económicos siguiendo las líneas
de la votación de la Asamblea General de las Naciones Unidas de marzo de 2022,
y que exigía que Rusia pusiera fin a su invasión de Ucrania.
De esa votación en La Asamblea
General, 140 países votaron a favor, cinco en contra (Rusia, Bielorrusia, Corea
del Norte, Eritrea y Siria) y 38 se abstuvieron, entre ellos China y la India.
La votación de los 15 miembros del Consejo de Seguridad obtuvo 10 votos a favor
de países como Francia y Reino Unido, mientras que tres se abstuvieron: Brasil,
China e India.
Si solo Rusia estuviera aislada de
los países que votaron a favor, las pérdidas de producción para la economía
mundial serían pequeñas. Sin embargo, los daños se vuelven
significativamente mayores en escenarios más adversos o reales, como cuando el
mundo se divide en dos bloques, que, de hecho, es lo que está sucediendo. Con
el comercio restringido entre los países a favor y los que están en contra o
los que se abstienen. A medida que se deshaga el comercio y se desbarate
la especialización, habría graves implicaciones para los mercados laborales,
sobre todo los que dependen de trasnacionales. En aquellos sectores
obligados a contraerse, debido a mayores restricciones comerciales en este
escenario ilustrativo, se estima que las pérdidas de empleo promedio en los países asiáticos alcanzarían el 7%.
El mundo se encamina hacia una
recesión global y un estancamiento prolongado a menos que cambiemos
rápidamente el curso actual de política monetaria y fiscal restrictiva en
las economías avanzadas, cosa que no solo no está sucediendo, sino que se está
acelerando. La desaceleración mundial afectará a todas las economías. Asia
por el comercio, los países en desarrollo por su exposición a la crisis de la
deuda. Los países de ingresos medios de América Latina y las nacions de
ingresos bajos de África podrían sufrir algunas de las desaceleraciones más
pronunciadas este año. Todas las regiones se verán afectadas, pero las
alarmas están sonando más para los países en desarrollo, muchos de los cuales
se están acercando al incumplimiento de la deuda.
Se prevé que la tasa de crecimiento
promedio de las economías en desarrollo caiga por debajo del 3%, un ritmo que es insuficiente
para el desarrollo sostenible y que reducirá aún más las finanzas públicas y
privadas y dañará las perspectivas de empleo. Con el 60 % de los países de
bajos ingresos y el 30 % de las economías de mercados emergentes en o cerca de
sobreendeudamiento, la posibilidad de una crisis de deuda global es alta.
La situación en los países en
desarrollo es peor que la reconocida por el Grupo de las 20 principales
economías y otros foros financieros internacionales. Los países en
desarrollo ya han gastado un estimado de U$S 379 mil millones de reservas para
defender sus monedas este año, casi el doble de la cantidad de nuevos derechos
especiales de giro que les asignaron recientemente el Fondo Monetario
Internacional (FMI).
Las subidas de tipos de interés por
parte de las economías avanzadas están dañando más a los más
vulnerables. Unos 90 países en desarrollo han visto cómo sus monedas se
debilitaban frente al dólar este año, más de un tercio de ellos en niveles por
encima del 10%. Los precios de los artículos de primera necesidad, como los
alimentos y la energía, se han disparado tras la guerra en Ucrania. Y un
dólar más fuerte empeora la situación, elevando el precio de las importaciones
en los países en desarrollo. Las consecuencias son devastadoras para los
pobres de todo el mundo, especialmente en una época de salarios estancados para
la mayoría de los trabajadores.
Según el Informe sobre el Comercio y el
Desarrollo de 2022,
las subidas de los tipos de interés y el endurecimiento de la política fiscal
en las economías avanzadas, junto con las crisis en cadena de suministros,
derivadas de la pandemia del Covid-19 y la guerra en Ucrania, han convertido la
desaceleración mundial en un retroceso, y el deseado aterrizaje suave en algo
improbable.
Durante una década en la cual se
mantuvieron los tipos de interés en niveles históricamente bajos, los bancos
centrales no lograron alcanzar las metas de inflación que deseaban ni tampoco
generar un crecimiento económico robusto, o al menos aceptable. Cualquier
creencia de que serán capaces de bajar los precios confiando en unos tipos de
interés más altos sin generar una recesión es una apuesta imprudente.
El FMI proyecta una tasa de inflación
mundial de 8,8% para este año, de 6,7% para 2023 y de 4,1% para 2024. Aunque el
incremento es generalizado, se registran importantes diferencias entre países y
regiones. La UNCTAD afirma que las políticas de ajuste monetario y fiscal de
los países desarrollados, como vimos, sumadas a la crisis derivada de la
pandemia de COVID-19 y de la guerra en Ucrania, van camino a frenar el
crecimiento mundial y a generar un daño peor que la crisis financiera de 2008.
Las cifras de la UNCTAD son levemente
inferiores a las del FMI y muestran menoscabo en casi todos los países.
Proyecta un crecimiento del PIB mundial del 2,5% en 2022. Y sus perspectivas
empeoran, ya que se prevé que el crecimiento en 2023 se desacelere aún más,
hasta el 2,2%, con lo que el PIB real seguirá estando por debajo de su
tendencia anterior a la pandemia a finales del próximo año. Esto representaría
una pérdida acumulada de más de 17 billones de dólares, cerca del 20% del
producto mundial.
Según la UNCTAD, la inflación actual
es una inflación de costos y no de demanda por exceso de oferta de dinero. Por
eso considera peligroso enfrentar esta situación con una política monetaria
contractiva como principal herramienta para cambiar las expectativas
inflacionarias. En esta situación sería aconsejable tomar medidas dirigidas a
los sectores de mayor incremento de precios: recuperar el comercio de granos,
adoptar medidas antimonopólicas y dictar regulaciones más estrictas sobre
especulación en productos básicos, es decir, todo al revés de las políticas
actuales.
Para reafirmas las proyecciones, la
Organización Mundial de Comercio (OMC) cree que el intercambio internacional
reducirá su tasa de crecimiento, al mismo tiempo que lo hará la producción
mundial. Dado este cuadro, la OMC proyecta que, luego del rebote de 9,7% en
2021, después del año más álgido de la pandemia, el comercio crezca 2.8% este
año y solo 1% en 2023. Pero dada la incertidumbre sobre la guerra y las
políticas monetarias de Estados Unidos y Europa, las proyecciones pueden ser
mucho más pesimistas.
El 27 de octubre pasado, el Banco
Central Europeo (BCE) decidió elevar las tasas de interés por tercera vez en
los últimos tres meses. En esta oportunidad, el aumento anunciado fue de 75
puntos básicos, con lo que la tasa de referencia alcanzó el 2%, su valor más
alto desde 2009; en EE.UU. es del 4%. La medida tomada por el BCE sigue la
lógica monetaria, o un razonamiento convenientemente monetario, cuyo principal
objetivo argumenta ser reducir los actuales niveles de inflación en los países
europeos y no inducir una recesión para aminorar los incentivos otorgados en
pandemia y los subsidios energéticos actuales.
El resultado fue que en el mes de
septiembre, los países pertenecientes a la eurozona registraron un aumento de
precios promedio del orden del 9,9%, y en octubre sufrieron uno del 10,6%. Las
mayores subidas de los precios, entre tanto, se produjeron en Estonia (22,5%),
Lituania (22,1%) y Hungría (21,9%), Alemania al 11,6%, mientras que en Italia
alcanzó el 12,6%. El resultado no ha sido muy bueno, para detener los precios.
No obstante, todas las estimaciones y
los datos aportados por los organismos internacionales, para 2023 se prevé un
aumento del 1,0% del comercio, lo que representa una brusca caída respecto del
3,4% previsto anteriormente. La pregunta es por qué en un contexto mundial
recesivo, con una reducción alarmante del comercio, a latinoamérica se le exige
repensar las políticas públicas de corto y largo plazo donde el déficit fiscal
está como centro de discusión, cuando la austeridad jamás funcionó.
La región enfrenta grandes desafíos
en materia de la política económica y social ante la necesidad de conciliar
políticas dirigidas a impulsar la reactivación económica, tratar de frenar la
inflación, la monopolización de los mercados, y mantener el apoyo a los hogares
más vulnerables, y fortalecer la sostenibilidad de las finanzas públicas.
Sin embargo, la CEPAL, con lo difícil que es la
coyuntura mundial actual, imagina que los factores estructurales de largo plazo son los
siguientes: incrementar la productividad, transformar los sistemas económicos y
productivos para crear más y mejores empleos, avanzar hacia economías
tecnológicamente más sofisticadas con bajas emisiones de carbono que permitan
enfrentar el cambio climático, reducir las brechas y las heterogeneidades
estructurales.
Aunque suene absurdo, como si no
hubiera pasado la crisis de la deuda, la década perdida, la ola neoliberal,
CEPAL cree que es fundamental dar sostenibilidad al gasto público y evitar
ajustes que profundicen el proceso de desaceleración de la actividad económica
y que comprometan el apoyo a los sectores más vulnerables. Esto implica ampliar
el espacio fiscal y crear una gobernanza macroeconómica que permita que los
ciclos económicos contractivos sean menos largos y profundos, y que los ciclos
de expansión sean más sostenibles en el tiempo. Bien pensado.
El reto de política es lograr que las
dinámicas creativas y de innovación vayan por delante y superen a las dinámicas
destructivas, y que los sectores sociales y laborales afectados se beneficien
de sistemas de protección social y de políticas activas de mercado laboral.
También se debe impulsar una reactivación y transformación del aparato
productivo que sea ambientalmente sostenible, ya que, de no ser así, no será
exitosa para reducir los efectos del cambio climático. La transformación de la
estructura productiva necesaria en América Latina y el Caribe será el resultado
de elecciones de política, que en general nunca son las propuestas por el
Primer Mundo ni por organismos internacionales.
Nadie está en contra de la
sustentabilidad económica, del desarrollo sostenido y limpio, pero si se
quieren quedar con los minerales, las cuencas energéticas, las aguas dulces, no
parece muy justo que dentro de la fragmentación económica se nos incluya para
colaborar con la contaminación y hacer una estructura sustentable, cuando no
pueden detener a los causantes de la contaminación, de las cuales América
Latina no aparece en el cuadro.
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*Alejandro Marcó del Pont, Licenciado en Economía de la UNLP. Autor y editor del sitio especializado en temas económicos El Tábano Economista, columnista radial, analista.
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