Revista Nos Disparan desde el Campanario Año III Nro. 52… La vigencia del hecho maldito… por Carlos Baffoni

 



Imagen: Daniel Santoro

 

Lamentablemente, sólo en la crisis social, aparece sin velos la crudeza del capitalismo y la devastación que provoca. Hace un ratito, un trabajador que reparte agua "sana", a 500 pesos el bidón de 10 litros, me preguntó ¿Vos saldrías a la calle?". Y lúcidamente siguió: "Nadie va a salir si está con algún plan".

La verdad, me hizo pensar: ahí nomás me acordé de una anécdota referida a Marx. Un izquierdista le dijo que sólo con hambre sale el pueblo a la calle. Casi lo mató. El hambre te quita fuerzas, te manda a la silla o a la cama. Es claro, es horroroso esperar a la hambruna para que las clases explotadas y dominadas salgan a protestar.

¿Entonces? Salta la pregunta: ¿Para qué los planes sociales? Para preparar a las clases oprimidas a una rebelión social o para disciplinarlas y aceptar el orden imperante, que propone el suicidio colectivo como salida.

El presidente Kirchner - de experiencia revolucionaria- no siguió la estrategia de subsidios estatales de domesticación de las masas, con limosnas consumistas. Apostó a la distribución de la riqueza capitalista. Justicia social. Su esposa siguió ésa honrosa tradición. Nunca, desde 1945, se vieron movilizaciones populares en ésa década de todo tipo. La tesis de Marx se comprueba. Cuando el pueblo deja de tener hambre, recupera su dignidad perdida, sale a la calle a defender a su gobierno de sus enemigos.

El Presidente acaba de sufrir una severa crisis estomacal, una úlcera sangrante. La peor de las dolencias psicosomáticas. Cualquier analista que haya leído mínimamente a Lacán, sabe que el síntoma realiza lo que el acto no logra realizar. Expresa las dos caras: la de sufrimiento y la de goce inconsciente. El Dr. Lacán dice que el goce inconsciente es EL GOCE DE LA VERDAD. No es un depósito de pulsiones sexuales inhumanas, como supuso Freud, a las que al fin y al cabo UNA FUERZA EXTERNA DEBE PONERLE LÍMITES. Sabemos a qué infierno conduce la cura psicoanalítica con éste modelo. Cuando la Verdad es "reprimida ", negada, anulada, el síntoma (con su cara de sufrimiento para el Yo negador) irrumpe en la superficie del Yo, traumatizándolo. Hambrear al pueblo es lo peor. Es quitarle su capacidad de rebelarse (LA REBELIÓN ES LEGÍTIMA, sentenció Aníbal Ponce).

Jamás el peronismo propuso hambrear al pueblo. A pesar que una dictadura sangrienta derrocó a Perón, fracasó en domesticar al pueblo peronista. Aún hoy, eso desespera al Poder. "El hecho maldito" sigue vigente. El pueblo recuerda la experiencia del " tercer peronismo" y le da fuerzas en un momento trágico, donde no existe un cuarto peronismo. El Galileo, en una reformulación de la ley de Moisés, dejó claro - para los que tienen oído para oír- que el máximo mandamiento es "No matarás", y "Amarás a tu prójimo, porque ése eres tú". Cuando en la vida, cesamos de hacer daño, nos espera una realización que nos vitaliza, y nos hace amar la vida, rechazando toda perspectiva de muerte sea propia o ajena. La patria es el Otro. Ojo con ésta frase. Con ecos de Levinas - y sus ecos judaicos - es profundamente galileana.

 

Quizá algunas cosas que planteo no caigan bien o resulten extrañas. Pero, voy a recurrir a Perón, quién puso cuestiones sobre la mesa que no fueron aceptadas, aún por sus adeptos. Perón no habló de sociedad. Sí de comunidad. Lo hizo en su obra clave: La comunidad organizada y otros escritos. ¿Qué diferencia hay? Perón era medio indio. El término Sociedad fue acuñado por el capitalismo y sus voceros en el siglo XVII. Justamente, el capitalismo no es para nada un modelo de producción de mercancías. Es la producción de un sujeto nuevo: el sujeto “social". O sea, individual. El hombre como "lobo del hombre". (Tomás Hobbes, filósofo inglés liberal). Perón está en las antípodas de un pensamiento social. Para él todo es comunidad. La frase tan enigmática (y rechazada) "Nadie puede realizarse en una comunidad que no se realiza" es un sopapo en la cara de los sujetos que, al ser "sociales", apuestan a la realización personal como meta imaginaria. La soledad, la angustia, los esperan en la esquina de su casa. "Nadie se salva solo", es la otra frase disparada por el gran humanista.  En el siglo XX nos tragamos en la Universidad las "nuevas ciencias sociales", Sociología, Psicología, Antropología, Pedagogía, Asistente Social, que pusieron el acento en sujeto social. Algunos antropólogos honestos nos alertaban que había comunidades "primitivas" cuya organización no era para nada social, y no se parecían en nada a las sociedades europeas y norteamericanas. Estas se proponían como ejemplo (y aún están en eso, y se están viniendo a pique), mundial.

Incluso, los adeptos a un supuesto marxismo no se diferenciaron en nada a sus supuestos enemigos liberales. Rusia se vino abajo por sostener una concepción del sujeto social, no comunitario. Parece que leían a Marx de taquito, o inventaron uno a su medida: Ya viejo, Marx renunció a ésa sociología. Estaba en contacto con comunidades rusas, aprendió ruso para entenderse con ellas. "La lucha de clases" ya no iba: veía como los obreros ingleses se comportaban como burgueses, comían las mismas porquerías que los capitalistas. Ninguna revolución, olvidate. Por eso los aimaras bolivianos la tienen clara: La cosa empieza por lo comunitario, una nueva humanidad, una nueva subjetividad. Si comés un trozo de pollo de criadero donde las aves son maltratadas consumís su sufrimiento. Ni hablar de los cerdos, y las vacas (especialmente las de crías intensivas, algo así como un campo de concentración animal). UN HOMBRE NUEVO. El Che no fue entendido. Los filósofos aimaras reivindican hoy al argentino humanista. He escuchado a notables psicoanalistas progresistas reírse de la locura guevarista. No hay Revolución sino de la que empieza por el sujeto. Parece una pavada. Marx lo tomó en serio. Efectivamente, los obreros ingleses, alemanes, franceses, yanquis, miraron (y miran) para otro lado cuando tienen que asumir que su bienestar se lo pagan los obreros de los países dependientes con su súper-explotación y pobreza desesperante.

 

 


*Carlos Baffoni. Psicoanalista


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