Revista Nos Disparan desde el Campanario Año III Nro. 52 Seguridad Nacional, geopolítica del Litio… por Alejandro Marcó del Pont
Fuente: Sitio El Tábano Economista
https://eltabanoeconomista.wordpress.com/
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Al fin y al cabo, somos lo que hacemos
para cambiar lo que somos
(Eduardo Galeano)
El concepto “guerra híbrida” se ha
popularizado a raíz del conflicto actual entre Rusia y Ucrania. Una guerra
híbrida se puede definir como un conjunto de acciones hostiles que lleva a
cabo un país contra un rival geopolítico aprovechándose de sus vulnerabilidades
con el objetivo de debilitarlo. Es decir, son muchas guerras dentro
de una guerra.
La guerra de Rusia–OTAN tiene varios
enfrentamientos, uno en territorio ucraniano, otra guerra por la energía,
semiconductores, minerales, finanzas, comercio, dispositivos bélicos,
información, etc. Aunque la verdadera guerra es contra China, y ya lo hemos
señalado en un sin número de ocasiones, y versa por la potestad de imponer y
quitar las reglas. Si uno las impone es unipolar, si hay que consensuarlas es
multipolar.
Los estudiosos coinciden en que las
amenazas híbridas han venido para quedarse y se han convertido en los
principales protagonistas de los conflictos, aunque existe el riesgo
real de que una guerra híbrida termine descontrolándose y derivando en una
guerra convencional. Las declaraciones públicas de Occidente suelen ser
las de destruir, quebrar, aniquilar, asfixiar a las economías oponentes.
Un buen atajo a esta pelea son las batallas geográficas. Es decir, aquellos
lugares donde se pueda coartar el abastecimiento de ciertos insumos básicos
para las potencias enemiga, adquiriendo o monopolizado los recursos naturales
en la disputa, a nombre de la seguridad nacional.
El ministro de Industria canadiense,
François-Philippe Champagne, sentenció que la demanda por los minerales
críticos confiere a su país una “oportunidad económica generacional”,
por lo que Canadá ordenó la venta de inversiones que empresas extranjeras
tengan en empresas canadienses de minerales, según Innovación, Ciencia y Desarrollo
Económico Canadá. Y
lo hizo con tres grupos chinos: Sinomine (Hong Kong) Rare Metals Resources Co.,
Limited debe deshacerse de su inversión en Power Metals Corp. Chengze Lithium
International Limited debe hacer lo mismo con su inversión en Lithium Chile
Inc. y Zangge Mining Investment Co. debe traspasar sus acciones en Ultra
Lithium Inc.
Obligar a las empresas chinas a
desinvertir sus tenencias de las empresas de minerales críticos de Canadá es
posterior a que la revisión de espionaje y defensa concluyera que tales
inversiones constituían una amenaza a su seguridad nacional. Lingüísticamente
es dar la bienvenida a las inversiones foráneas directas de empresas que “compartan nuestros intereses y
valores, es decir,
occidentales y, de ser posible, estadounidenses.
La guerra
multidimensional de EU contra China, según el libro Guerra multidimensional entre
Estados Unidos y China, de Alfredo Jalife-Rahme, se inició con los tratados comerciales de
Obama contra China y su fallido TPP, prosiguió con Trump mediante la 5G de
Huawei, y se acentuó con la Guerra de los Chips de Biden, o
la guerra del litio, en la que Beijing lleva la delantera de las
adquisiciones desde Sudamérica hasta México.
Esta idea de poner leyes, reglas
adaptadas a Occidente, delinearlas e incumplirlas, esta potestad del derecho fueron
objetivos geopolíticos de Estados Unidos en cualquiera de sus guerras que
suelen traducirse en grandes cruzadas civilizatorias, siempre sustentadas en
leyes internas con un pretendido alcance universal. Como describió el experto
en relaciones internacionales Juan Tokatlian, mientras que EU en los años 90 se
auto-asignó el papel de “cruzado internacional en materia de drogas”, después
de los atentados a las Torres Gemelas de 2001 se lanzó a la lucha global
“contra el terrorismo” y ahora, en medio de la actual confrontación con el eje
China-Rusia, se proyecta como el “fiscal internacional en materia de
corrupción”, para justificar lo que identifica como la lucha de “las
democracias contra las autocracias”.
Al igual que en el pasado, la
relación entre la nueva cruzada anticorrupción y la geopolítica de los recursos
naturales no es un secreto. En el marco de la “Estrategia de Estados Unidos para
Combatir la Corrupción”, lanzada por Joe Biden, se encuentra “La amenaza a la seguridad
nacional de los Estados Unidos”. Por ello, la Oficina de Recursos
Energéticos del Departamento de Estado asumió la responsabilidad de la “Iniciativa de Transparencia sobre
Industrias Extractivas (EITI)”, es decir, delinear “el estándar global para promover
la gestión abierta y responsable de los recursos de petróleo, gas y
minerales. El Estándar EITI requiere la divulgación de información a lo
largo de la cadena de valor de la industria extractiva, o sea, la potestad
de las leyes.
Estados Unidos ha podido incorporar
los principios de la iniciativa y lograr un sistema altamente transparente y
eficiente al trabajar para implementar el Estándar EITI –impuesto por ellos– a
nivel nacional, de 2014 a 2017, e internacional. Está institucionalizando las
medidas de transparencia e incorporando la presentación de informes
gubernamentales sobre la producción de energía. América Latina, y en especial el
triángulo del litio, Argentina–Brasil–Bolivia, el yacimiento no convencional de
Vaca Muerta en Argentina y Pre-sal en Brasil, son objetivo central para la
nueva estrategia de la guerra híbrida.
Tanto esmero por cuidar la
corrupción, mientras se crean monopolios de recursos naturales y se apropian de
la información, no es ni inofensivo ni ingenuo. China planea actualizar sus
submarinos convencionales con baterías de iones de litio, un movimiento de
energía que podría aumentar significativamente las capacidades de combate y
supervivencia de su flota. South China Morning Post informó que la flota de submarinos
convencionales de China pronto podría funcionar con baterías de iones de litio,
aprovechando los avances tecnológicos en la industria de vehículos eléctricos
del país, actualmente la más grande del mundo. El informe señala que China
fabrica las tres cuartas partes de las baterías para vehículos eléctricos del
planeta, lo que le otorga una ventaja en la tecnología de baterías.
Las baterías de iones de litio pueden
más que duplicar la resistencia de un submarino y mejorar en gran medida su
aceleración para operaciones de alta velocidad, en contraposición a las
baterías de plomo-ácido que se han utilizado desde la Segunda Guerra
Mundial. Estas tienen, o sufren, de baja capacidad de almacenamiento de
energía, carga lenta, salida de energía débil, vida útil corta y generación de humo
tóxico. Estados Unidos, Alemania y Francia también han desarrollado prototipos
de baterías submarinas de iones de litio con planes para su futuro servicio
militar.
Estados Unidos y Europa se han dado
cuenta de que no pueden desarrollar cadenas de suministro puramente nacionales
lo suficientemente rápido para satisfacer la demanda de la transición del
vehículo eléctrico, submarinos, o lo que fuera. Por lo tanto, Estados Unidos
formó una coalición de países afines, como Australia, Canadá, Reino Unido, Francia
y Alemania, con un eje asiático que forman Japón y Corea del Sur, y donde China
y Rusia quedan afuera, llamada la OTAN Metálica. La ministra de Finanzas de Canadá definió que el gran problema
geopolítico del futuro no es otro que el de reformular el sistema de
abastecimiento de materias primas, apuntalando las inversiones solo en
países amigos. Hasta el
Pentágono se sumó a
la nueva estrategia de “apoyar a los amigos”, y pidió al Congreso de los
Estados Unidos modificar la Ley de Producción de Defensa que aún le prohíbe
invertir en la producción de materias primas fuera del territorio nacional.
La pregunta sería ¿quiénes son los
países que se ganaron la denominación de amigos y por qué? La producción de
litio de Chile y Argentina está dominada desde hace décadas por capitales de
Estados Unidos, Canadá, Australia y Japón. Pero según Dossier Geopolítico, la prensa local solo nos advierte sobre el nuevo
fantasma que está recorriendo la región: el avance de grandes empresas chinas.
De esta forma, se asume como propio el temor de Estados Unidos, expresado
por la jefa del
Comando Sur, que ve
amenazado su dominio actual sobre el Triángulo del Litio, advirtiendo la
incipiente presencia de China y Rusia: “Están allí para socavar a Estados
Unidos, están allí para socavar las democracias”.
Lo cierto es que la batería de
ion-litio es un problema de geopolítica. Es que, de todos los metales que se
necesitan para producir baterías, la situación del litio es la más delicada:
desde 2020 los precios aumentaron un 900%, alcanzando un punto histórico de
inflexión, lo que contrasta marcadamente con el resto de los metales críticos
para las baterías. Entre 2016 y 2019, más del 90% del litio importado a Estados
Unidos provino de Chile 36% y 55% de la Argentina. Estados Unidos tiene
tratados de libre comercio con unos 20 países, entre los cuales figuran
Australia y Chile, los dos principales productores de litio del mundo, pero
Argentina y Bolivia, no.
Por eso El Consejo de las Américas,
según el periódico Pagina 12, realiza tres llamados por semana
entre el embajador argentino en Estados Unidos, Jorge Argüello, y su par
en Buenos Aires, Marc Stanley. También se propusieron paquetes –all
inclusive- de viajes a Estados Unidos, para el presidente Alberto Fernández y
su ministro de economía, que incluyen contactos con Joe Biden, FMI, club de
petroleros en Houston y rueda de negocios para diez gobernadores, ya que la
Constitución nacional, establece en el artículo 124: “Corresponde a
los estados el dominio originario de los recursos naturales”. Y como
frutilla del postre, el embajador norteamericano metió su bocadillo en asuntos
internos, con la mira puesta en el estratégico litio. “Nosotros
no lo necesitamos, pero queremos ayudar al mundo y asociarnos con ustedes”.
Argentina tiene las segundas reservas
de litio más grandes del mundo, y es el cuarto mayor productor de carbonato de
litio, detrás de Australia, Chile y China. Argentina no tiene un tratado de
libre comercio con Estados Unidos. En febrero de 2022 se sumó a la iniciativa global de
China “La Franja y la Ruta”, y en julio consiguió el respaldo de China para ingresar a los
BRICS, lo cual, si
no estuviera las condicionalidades de la deuda, sería un verdadero dólar de
cabeza.
A diferencia de Chile, la geopolítica
del litio opera aquí sin ninguna mediación, agravando incluso las internas en
el frente de gobierno: mientras el ministro de economía visitaba EE.UU. y
no se sabe que compromisos prometía, tanto YPF SA como los gobiernos
provinciales de Catamarca y de Jujuy suscriben acuerdos de
cooperación con
empresas de China. La falta de una política nacional unificada se expresa sobre
todo en la flamante YPF Litio, que debe partir de cero y explorar nuevos
territorios porque
todos los yacimientos de litio identificados en el país se encuentran en manos
privadas.
Lo extraño es que, a diferencia de
Canadá, EE.UU., Europa o China, para la Argentina no parecería que el
litio, el petróleo o el gas sean una oportunidad económica
generacional, y mucho menos una amenaza a su seguridad nacional. Tampoco
parecer importante declarar alguno de las commodities un bien
estratégico para el desarrollo argentino. Al parecer, la deuda condiciona de
tal manera que solo es una amenaza a la seguridad nacional, y se acepta como
tal, si se ataca a una multinacional.
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*Alejandro Marcó del Pont, Licenciado en Economía de la UNLP. Autor y editor del sitio especializado en temas económicos El Tábano Economista, columnista radial, analista.
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